Imagina que algo
lo suficientemente pequeño
como para flotar
sobre una mota de polvo
puede ayudarnos a entender
el cáncer, la virología y la genética.
Por suerte para nosotros,
tal cosa existe en la forma
de billones de billones
de células humanas cultivadas
en laboratorio y llamadas HeLa.
Volvamos atrás por un segundo.
Los científicos cultivan
células humanas en el laboratorio
para estudiar cómo funcionan,
entender cómo se desarrollan
las enfermedades
y probar nuevos tratamientos sin
poner en peligro a los pacientes.
Para asegurarse de que pueden replicar
estos experimentos una y otra vez
y comparar los resultados
con otros científicos,
necesitan enormes cultivos
de células idénticas
que puedan duplicarse
fielmente durante años,
Hasta 1951, todos
los linajes celulares humanos
que los investigadores
trataron de reproducir
no sobrevivían más que unos días.
Un científico del John Hopkins,
llamado George Gey
recibió una muestra
de un tumor de aspecto extraño:
de color púrpura oscuro,
brillante y similar a la gelatina.
Esta muestra era especial.
Algunas de sus células
siguieron dividiéndose,
y dividiéndose
y dividiéndose.
Cuando morían células individuales
proliferaban nuevas generaciones
en su lugar.
El resultado fue una fuente
inagotable de células idénticas
que todavía se reproducen hoy en día.
La primera línea celular humana inmortal.
Gey la etiquetó "HeLa"
por la paciente que padeció
el tumor inusual, Henrietta Lacks.
Nacida en una granja
de tabaco en Virginia,
vivió en Baltimore con
su marido y sus cinco hijos.
Murió de cáncer cervical agresivo
pocos meses después de obtener
sus células tumorales.
Pero ella nunca lo supo.
¿Y por qué son tan especiales
las células de Henrietta Lacks,
qué es lo les permite sobrevivir
cuando otros linajes celulares mueren?
Una de las respuestas
es que no lo sabemos exactamente.
Las células humanas normales
incorporan mecanismos de control
que les permiten dividirse unas 50 veces
antes de su autodestrucción,
en un proceso llamado apoptosis.
Esto evita la propagación
de errores genéticos
que aparecen
si se dividen demasiadas veces.
Las células cancerosas ignoran estas
señales y se dividen indefinidamente
hasta desplazar a las células normales.
Sin embargo, la mayoría de
los linajes celulares mueren
especialmente si se encuentran
fuera del cuerpo humano.
Pero HeLa no muere, y eso es
lo que aún no podemos explicar.
En cualquier caso, cuando el doctor Gey
se dio cuenta de que disponía
del primer linaje inmortal
de células humanas,
envió muestras a todos
los laboratorios del mundo.
Pronto, la primera planta mundial
de producción de células
estaba produciendo 6 billones
de células HeLa a la semana,
y los científicos las pusieron a trabajar
de una manera no muy ética,
haciendo carreras y fortunas con
base en las células de Henrietta
sin el consentimiento de su familia,
ni incluso reconocerlo
hasta décadas después.
La epidemia de polio estaba en auge
a principio de los años 50.
y las células HeLa, que fácilmente
replicaban el virus,
ayudaron a Jonas Salk a probar su vacuna.
Se emplearon para estudiar enfermedades,
Incluyendo el sarampión,
paperas, HIV y Ébola.
Sabemos que las células humanas
tienen 46 cromosomas
porque un científico que trabaja
con las células HeLa
descubrió una sustancia química
que hace visibles a los cromosomas.
Las células HeLa contienen
unos 80 cromosomas altamente mutados,
y fueron las primeras en ser clonadas.
Han viajado al espacio exterior.
La telomerasa, una enzima que
ayuda a las células cancerosas
a evitar la autodestrucción
mediante la reparación de su ADN,
se descubrió por primera
vez en las células HeLa.
En un interesante giro del destino,
gracias a las HeLa, sabemos que
el cáncer de cuello de útero
puede ser causado por el virus HPV
para el cual ahora hay una vacuna.
Los múltiples descubrimientos
debido a las células HeLa
han cubierto páginas de miles
de artículos científicos,
cuyo número es probablemente
aún mayor de lo que sabemos.
Las células HeLa son tan resistentes que
pueden viajar en casi cualquier superficie
desde la mano
de un técnico de laboratorio,
a una mota de polvo,
hasta invadir otros cultivos celulares
y tomar el control como una mala hierba,
y dar lugar a innumerables curas,
patentes y descubrimientos,
todos gracias a Henrieta Lacks.