El 2014 fue un año importante para mí.
¿Alguna vez han tenido
un año importante, destacado?
Para mí fue así:
El 3 de octubre perdí mi segundo embarazo.
Y luego, el 8 de octubre,
mi padre murió de cáncer.
Y por último, el 25 de noviembre,
mi esposo Aaron falleció
después de tres años de padecer
un glioblastoma en etapa cuatro,
que es un término elegante
para cáncer cerebral.
Así que soy divertida.
(Risas)
La gente adora invitarme todo el tiempo.
Tengo una vida social plena.
Normalmente, cuando hablo
de esta etapa de mi vida
esencialmente la reacción es:
(Suspira)
"No puedo... no puedo imaginármelo".
Pero yo creo que Uds. pueden.
Pueden imaginarlo.
Y pienso que deberían
porque algún día les pasará.
Tal vez no estas pérdidas específicas
ni en este mismo orden ni rapidez,
pero, como dije, soy divertida
y los estudios que he visto
los sorprenderán:
cada uno de los que aman tiene
un 100 % de probabilidades de morir.
(Risas)
Y es por eso que vinieron a TED.
(Risas)
(Aplausos)
Y desde que ocurrió toda esta pérdida
hablar sobre la muerte y las pérdidas
se convirtió en mi profesión,
no solo las mías, ya que es
muy fácil de resumir,
sino también las pérdidas y tragedias
experimentadas por otras personas.
Es un nicho, debo decir.
(Risas)
Es un nicho pequeño, y desearía
poder ganar más dinero, pero...
(Risas)
Escribí algunos libros inspiradores,
trasmito un podcast muy alentador,
y abrí una empresa sin ánimos de lucro.
Solo trato de hacer lo que puedo
para que las personas se sientan
más a gusto con lo desagradable,
y el duelo es muy desagradable.
Demasiado desagradable, en especial
si se trata del duelo de otra persona.
Y parte de ese trabajo consiste en este
grupo que empecé con mi amiga Moe,
que también es viuda;
lo llamamos el Club de
las jóvenes viudas ardientes.
(Risas)
Y es real, tenemos tarjetas de membresía
y remeras.
Y cuando se te muere una persona,
ya sea marido, esposa, novia, novio
--la verdad no importa
si estabas casado--
tus amigos y familiares van a indagar
por medio de amigos de amigos
de amigos de amigos
hasta que encuentren a alguien
que pasó por algo similar,
y los harán reunirse
para que puedan hablar entre Uds. y
no trasmitan su tristeza a otra gente.
(Risas)
Así que eso es lo que hacemos.
Es una serie de grupos pequeños
donde hombres, mujeres, gais,
heterosexuales, casados o en pareja,
pueden hablar sobre el ser querido muerto,
y decir las cosas
que las demás personas en sus vidas
no están preparadas o dispuestas a oír.
Y hay conversaciones de todo tipo, como:
"Mi esposo falleció hace dos semanas
y no puedo parar de pensar
en el sexo. ¿Es normal?".
Sí.
"¿Y si es uno de los Property Brothers?".
Menos normal, pero lo aceptaré.
(Risas)
Cosas como: "Mira, cuando estoy en público
y veo a ancianos tomados de la mano,
a parejas que claramente
han estado décadas juntos,
los miro y me imagino
por todo lo que habrán juntos,
las cosas buenas y malas,
las discusiones que han tenido
sobre quién debe sacar la basura...
y entonces me siento furiosa por dentro".
(Risas)
Y ese ejemplo me es personal.
La mayoría de las conversaciones
que tenemos en el grupo
puede y quedarán solo entre nosotros,
pero hay cosas sobre las que hablamos
que el resto del mundo --un mundo
que es adyacente al duelo
pero que todavía no es afectado--
podría beneficiarse escuchándolas.
Y si no se dieron cuenta,
sólo me interesan y soy experta
en los estudios no científicos,
así que fui al Club de
las jóvenes viudas ardientes
y dije: "Hola, ¿recuerdan cuando murió
su persona querida?". Lo recordaban.
"¿Recuerdan todo lo que
los demás les dijeron?".
"Ah, sí".
"¿Cuáles odiaron más?"
Tuve muchos comentarios y respuestas,
la gente dice muchas cosas,
pero dos de ellas ocuparon
rápidamente el primer lugar.
"Superar el duelo."
Ahora, desde el 2014,
les contaré que me volví a casar,
con un hombre muy apuesto llamado Matthew,
tenemos cuatro hijos
en nuestra familia combinada,
vivimos en los suburbios de Minneapolis,
Minnesota, en EE. UU.
Tenemos un perro de rescate.
(Risas)
Conduzco un monovolumen,
uno con puertas automáticas
que se abren sin tocarlas.
(Risas)
Se mire como se "vire", la vida es buena.
Tampoco nunca he dicho "vire",
nunca lo dije de ese modo.
(Risas)
No tengo idea de dónde vino eso.
(Risas)
Nunca escuché a alguien
decirlo de ese modo.
Pareciera que debe ser así,
y por eso el inglés es una
porquería de idioma, así que...
(Risas)
Me impresiona cualquiera que lo hable
además de otro un idioma
que tenga sentido... buen trabajo.
(Risas)
Pero se mire como se mire...
(Risas)
me va realmente bien en la vida,
pero no he "superado el duelo".
No superé mi duelo, y detesto
mucho esa frase,
y entiendo porque otros también.
Porque ella significa
que la vida de Aaron, su amor
y su muerte son solo momentos
que puedo dejar atrás... y quizás debería.
Y cuando hablo sobre Aaron, paso
fácilmente al tiempo presente,
y siempre pensé que eso me hacía rara.
Después me di cuenta de
que todo el mundo lo hace.
Y no es porque no aceptamos su muerte
o porque somos olvidadizos,
sino porque la gente
que amamos, que perdimos,
siguen siendo parte de nuestro presente.
Entonces, cuando digo: "Oh, Aaron es...",
es porque Aaron aún es.
Y no en el modo que era antes,
que era mucho mejor,
y no del modo que la gente de la iglesia
intenta decirme que él estaría.
Es sólo que él es imborrable,
así que está presente para mí.
Aquí,
él está presente para mí
en la labor que hago,
en el hijo que tuvimos juntos,
en los otros tres que estoy criando,
que nunca lo conocieron,
no comparten nada de su ADN,
pero que solo están en mi vida
porque tuve a Aaron
y porque perdí a Aaron.
Él está presente en mi matrimonio
con Matthew,
porque la vida de Aaron, su amor y muerte
me convirtieron en la persona
con quien Matthew se quiso casar.
Así que no es que superé a Aaron,
seguí adelante con él.
(Aplausos)
Esparcimos las cenizas de Aaron
en su río favorito en Minnesota,
y cuando la bolsa estuvo vacía
--porque, cuando te creman,
cabes en una bolsa de plástico-
aún quedaron cenizas pegadas a mis dedos.
Y podría haber metido mis manos
en el agua y enjuagarlas
pero, en vez de eso, me las lamí,
porque tuve mucho miedo de perder
más de lo que ya había perdido,
y estaba desesperada en asegurarme
de que siempre fuera una parte mía.
Pero naturalmente él lo sería.
Porque cuando miras a tu ser querido
llenarse de veneno durante tres años,
sólo para permanecer vivo a tu lado
por un tiempo más,
eso se queda contigo.
Cuando lo observas marchitarse, del ser
sano que era la noche que lo conociste
a nada, eso se queda contigo.
Cuando ves a tu hijo, que
ni siquiera tiene dos años,
ir hasta la cama de su padre
en el último día de su vida,
como sabiendo lo que pasará
en unas horas,
y le dice: "Te amo. Todo
está hecho. Adiós".
Eso se queda contigo.
Es como cuando finalmente te
enamoras, realmente te enamoras
de alguien que te comprende y te ve,
e incluso ves que has estado
equivocado todo este tiempo;
que el amor no es un concurso o
un programa televisivo, es tan tranquilo,
es ese hilo invisible de calma que nos une
incluso cuando todo es caótico,
cuando el mundo se viene abajo,
incluso cuando él ya no está.
Eso se queda contigo.
Solíamos hacer esta cosa
--mis manos siempre
se congelan y él es tan cálido--
en la que ponía mis manos heladas
debajo de su camisa
y las apretaba contra su cuerpo cálido.
(Risas)
Y él lo odiaba mucho,
(Risas)
pero me amaba,
y después de que murió, me acosté
en la cama junto a Aaron
y puse mis manos debajo de él
y sentí su calor.
Y no podría decirles si
mis manos estaban frías,
pero puedo decirles que
sabía que sería la última vez
que haría eso.
Y que ese recuerdo
siempre será triste.
Ese recuerdo siempre me dolerá.
Incluso después de que tenga 600 años
y sea un holograma.
(Risas)
Tal como el recuerdo de cómo
lo conocí siempre me hará reír.
El duelo no ocurre en el vacío,
pasa al mismo tiempo y entremezclado
con todas estas otras emociones.
Entonces conocí a Matthew,
mi marido actual
--a quien no le gusta ese título--
(Risas)
pero es la verdad.
(Risas)
Conocí a Matthew, y...
hubo ese suspiro de alivio perceptible
entre los que me amaban,
como si dijeran: "¡Se terminó!
Lo logró.
Obtuvo un final feliz,
y podemos volver a casa.
Hicimos un buen trabajo".
Y esa narrativa es atractiva hasta para mí
y pensé que quizás lo había
obtenido, pero no fue así.
Obtuve otro capítulo.
Y es un capítulo muy bueno
--te amo, cariño--
es un capítulo muy bueno.
Pero, especialmente al principio,
fue como un universo alternativo,
o como uno de esos libros de
los años 80 "elija su propia aventura"
donde hay dos historias paralelas.
Así que abrí mi corazón a Matthew
y mi cerebro me decía:
"¿Te gustaría pensar en Aaron?
Tanto pasado como presente y futuro,
solo entra", y eso hice.
Y de repente, esas dos tramas
se manifestaron al mismo tiempo,
y el enamorarme de Matthew me ayudó
realmente a darme cuenta de la magnitud
de cuánto perdí cuando Aaron murió.
E igualmente importante
me ayudó a darme cuenta
que mi amor hacia Aaron
y mi duelo por Aaron,
y mi amor hacia Matthew,
no son fuerzas opuestas.
Son hebras del mismo hilo.
Son la misma cosa.
Yo soy...¿cómo lo dirían mis padres?
No soy especial.
(Risas)
Tuvieron cuatro hijos
y ellos eran.... francamente...
(Risas)
Pero no, no soy especial.
Lo sé y soy plenamente consciente
de que todo el día, cada día,
en todo el mundo
pasan cosas terribles.
Todo el tiempo.
Como les dije, soy divertida.
Pero pasan cosas terribles,
cada día la gente pasa por pérdidas
profundamente traumáticas y formativas.
Y como parte de mi trabajo,
en este podcast raro que tengo,
a veces hablo con la gente
sobre cuál fue la peor cosa
que les ha pasado.
A veces, es la pérdida de un ser querido
hace unos días o semanas,
años atrás, incluso décadas.
Y esas personas que entrevisto
no se encerraron en esta pérdida
haciéndola el centro de sus vidas.
Vivieron, sus mundos siguieron girando.
Pero me hablan a mí,
a una desconocida total,
de la persona que aman, que falleció,
porque esas son las experiencias
que nos impactan y nos forman tanto
como los momentos felices.
Y ambas perduran.
Mucho después de recibir
la última tarjeta de pésame
o de la última comida caliente.
Al ver a las personas
a nuestro alrededor
pasando por las alegrías y maravillas
de la vida, no les decimos: "Supéralo".
No les enviamos una tarjeta que diga:
"Felicidades por tu hermoso bebé",
y luego pensamos, cinco años después:
"¿Otra fiesta de cumpleaños? Supéralo".
(Risas)
"Sí, ya sabemos, tiene cinco años".
(Risas)
¡Uau!
(Risas)
Pero el duelo es una de esas cosas
como enamorarse, o tener un bebé,
o mirar "The Wire" en HBO,
no lo entiendes hasta que te toca,
y hasta que lo pasas.
Y una vez que te toca, ya sea
con tu amado o con tu bebé,
o con tu duelo, y estás
en primera fila en el funeral,
lo entiendes.
Entiendes que lo que estás viviendo
no es un instante en el tiempo,
no es un hueso que se pueda reacomodar,
sino que has sido tocado por algo crónico.
Algo que no tiene cura.
No es mortal, si bien a veces
el dolor se siente como tal.
Y si no podemos prevenirlo
los unos en los otros
¿qué podemos hacer?
¿Qué podemos hacer salvo hacernos
recordar los unos a los otros
que hay cosas que no tienen solución,
y que no todas las heridas se van a curar?
Nos necesitamos los unos
a los otros para recordar,
ayudarnos entre nosotros a recordar,
que el duelo es esta emoción
multifuncional.
Que puedes estar y estarás triste y feliz,
que estarás afligido y podrás amar
en el mismo año o semana, al mismo tiempo.
Necesitamos recordar que una persona que
está de luto va a reír y sonreír de nuevo.
Si tienen suerte, incluso
encontrarán amor de nuevo.
Y sí, en definitiva, seguirán adelante.
Pero eso no significa
que lo hayan superado.
Muchas gracias.
(Aplausos)