Quiero comenzar hablando un poco
sobre mis credenciales
para poder hablarles de esto,
pues, honestamente,
realmente no deberían escuchar
a un anciano con una opinión formada
sobre el COVID-19.
(Risas)
Hace unos 20 años
que trabajo en salud mundial,
y mi especialidad técnica específica
se encuadra en los sistemas de salud
y en lo que ocurre cuando los sistemas
de salud experimentan un duro impacto.
También trabajé
en periodismo sobre salud mundial,
escribí sobre salud mundial y bioseguridad
para periódicos y páginas de Internet.
Además publiqué un libro hace unos años
sobre grandes amenazas para la salud
mundial que nos enfrentan como planeta.
He apoyado y dirigido
esfuerzos de epidemiología.
Desde la evaluación de
centros de tratamiento del Ébola
hasta la observación del contagio
de la tuberculosis en centros médicos
y la preparación
para afrontar la gripe aviar.
Tengo un máster en Salud internacional.
No soy médica. No soy enfermera.
No me especializo en atención médica
o en cuidar a personas.
Mi especialidad es observar
poblaciones y sistemas de salud,
lo que sucede cuando las enfermedades
se propagan a gran escala.
Si clasificamos las fuentes
de información en salud global
en una escala del 1 al 10,
el 1 sería una persona cualquiera
despotricando en Facebook y
el 10 es Organización Mundial de la Salud.
Diría que, probablemente,
yo estaría en el 7 u 8.
Tengan eso presente mientras les hablo.
Empecemos con lo básico,
pues creo que eso se ha perdido
con todo el ruido mediático
que rodea al COVID-19.
El COVID-19 es un coronavirus.
Los coronavirus son
un subgrupo específico de virus
y, como tal,
tienen características únicas.
Usan ARN en vez de ADN
como material genético
y están cubiertos de púas
en la superficie del virus.
Usan esas púas para invadir células.
Esas púas son el "corona" en coronavirus.
COVID-19 es conocido
como el nuevo coronavirus
porque solo conocíamos seis coronavirus.
COVID-19 es el séptimo.
Es nuevo para nosotros.
Su secuencia genética
y su nombre son recientes.
Por eso es nuevo.
Si recuerdan el SARS,
Síndrome respiratorio agudo grave,
o el MERS,
Síndrome respiratorio de Oriente Medio,
también eran coronavirus.
Y a ambos se les llama
síndromes respiratorios
porque es lo que hacen,
atacan los pulmones.
Uno no vomita, ni sangra por los ojos,
ni tiene hemorragias.
Van directo a los pulmones.
El COVID-19 es igual.
Causa varios síntomas respiratorios
que van desde tos seca y fiebre
hasta una neumonía viral letal.
Y esa gama de síntomas
es una de las razones
de que sea difícil rastrear este brote.
Mucha gente contrae el COVID-19,
pero de forma muy suave,
sus síntomas son tan leves
que no van al médico.
No se registran en el sistema.
Los niños, sobre todo,
lo tienen fácil con el COVID-19,
y deberíamos estar agradecidos por eso.
Los coronavirus son zoonóticos,
y eso significa que se transmiten
de animales a personas.
Algunos coronavirus, como el COVID-19,
también pasan de persona a persona.
Aquellos de persona a persona
viajan más rápido y más lejos,
como el COVID-19.
Es muy difícil deshacerse
de las enfermedades zoonóticas,
pues tienen una reserva animal.
Un ejemplo es la gripe aviar.
Podemos eliminarla
en animales de granja, pavos, patos…
pero vuelve cada año
porque la traen las aves salvajes.
No se escucha mucho al respecto
porque la gripe aviar
no se transmite de persona a persona,
pero tenemos brotes en granja avícolas
cada año en todo el mundo.
El COVID-19 con gran probabilidad
pasó de animales a personas
en un mercado de animales salvajes
en Wuhan, China.
Vayamos a las cuestiones menos básicas.
No es el último brote que veremos.
Habrá más brotes y habrá más epidemias.
No es un quizás. Esto es una certeza.
Y es el resultado de cómo nosotros,
como seres humanos,
interactuamos con nuestro planeta.
Las elecciones humanas
nos llevan a una posición
en la que veremos más brotes.
Parte de ello es el cambio climático
y la forma como esto hace
que el mundo sea más acogedor
para virus y bacterias.
Pero también por la forma
como presionamos hasta el máximo
los últimos reductos salvajes
de nuestro planeta.
Cuando quemamos y aramos
la selva tropical del Amazonas
para tener tierra barata
para la ganadería;
cuando convertimos en granjas
lo que queda de la sabana africana;
cuando cazamos animales salvajes
en China hasta extinguirlos.
Los seres humanos tuvieron contacto
con poblaciones salvajes
con las que nunca antes
habían tenido contacto,
y esas poblaciones
tienen nuevas enfermedades:
bacterias, virus.
Algo para lo que no estamos preparados.
Los murciélagos, en particular,
tienen una habilidad para portar
enfermedades que pueden infectar personas,
pero no son los únicos animales
que lo hacen.
Si seguimos haciendo
que estos lugares sean menos remotos,
los brotes seguirán apareciendo.
No podemos detener los brotes
con cuarentena o restricciones de viaje.
Ese es la primera reacción de todos:
"Confinemos a la gente, que no se mueva.
Detengamos este brote".
Pero es muy difícil
lograr una buena cuarentena.
Es muy difícil establecer
restricciones de viaje.
Incluso los países
con grandes inversiones en salud pública,
como EE. UU. y Corea del Sur,
no pueden imponer esa restricción
con la rapidez necesaria
para detener un brote
de forma instantánea.
Hay razones logísticas y médicas para eso.
Al observar el COVID-19 ahora
parece tener un periodo de infección
sin mostrar síntomas
en un periodo de 24 días.
Así que la gente que anda por ahí
con el virus sin mostrar síntomas,
no serán puestos en cuarentena.
Nadie sabe que necesitan cuarentena.
Además, la cuarentena y las restricciones
de viaje tienen un costo real.
Los humanos son animales sociales
y se resisten cuando se intenta
mantenerlos en un lugar
y cuando se intenta separarlos.
En el brote de Ébola vimos que,
apenas se aplica una cuarentena,
la gente intenta evadirla.
Si los pacientes saben que hay
un protocolo estricto de cuarentena,
quizás no soliciten atención médica,
pues temen el sistema médico
o no pueden costearlo,
y no quieren que les separen
de sus familiares y amigos.
Los políticos, las autoridades públicas,
cuando saben
que es necesaria una cuarentena,
si hablan sobre los brotes y los casos,
quizás oculten información por miedo
a desatar un protocolo de cuarentena.
Y, por supuesto, estas evasiones
y esta deshonestidad son justamente
lo que dificulta tanto la tarea de
rastrear el brote de una enfermedad.
Se pueden mejorar las cuarentenas y
restricciones de viaje, y se debe hacer,
pero no son nuestra única y mejor opción
para lidiar con estas situaciones.
La verdadera forma a la larga
para que los brotes sean menos graves
es construir un sistema sanitario mundial
para apoyar las principales
funciones de salud en todos los países,
de modo que todos los países,
incluso los pobres,
puedan identificar y tratar rápidamente
nuevas enfermedades infecciosas,
cuando aparezcan.
China recibió muchas críticas
por su respuesta al COVID-19.
Pero, ¿y si el COVID-19
hubiera surgido en Chad,
que tiene tres médicos y medio
por cada 100 mil personas?
¿Y si hubiera surgido
en la República Democrática del Congo,
que acaba de liberar al último paciente
en tratamiento por Ébola?
Lo cierto es que los países como estos
no tienen los recursos
para responder
a una enfermedad infecciosa,
ni para tratar a las personas
ni para informar de manera rápida
para ayudar al resto del mundo.
Lideré una evaluación en los centros
de tratamiento del Ébola en Sierra Leona,
y el hecho es que
los médicos locales en Sierra Leona
identificaron muy rápido
la crisis del Ébola.
Primero como un peligroso virus
contagioso y hemorrágico
y luego como el Ébola mismo.
Pero, tras identificarlo,
no tenían los recursos para responder.
No tenían suficientes médicos,
ni suficientes camas en hospitales
y no tenían suficiente información
sobre cómo tratar el Ébola
o cómo implementar
un control de infección.
Once médicos murieron de Ébola
en Sierra Leona.
El país solo tenía solo 120
cuando empezó la crisis.
Por el contrario,
Dallas Baylor Medical Center
tiene más de mil médicos en plantilla.
Estas son las desigualdades
que matan personas.
Primero, matan a los pobres
cuando comienza el brote
y, luego, matan a personas
de todo el mundo
cuando los brotes se propagan.
Si realmente quieren
ralentizar estos brotes
y minimizar su impacto,
debemos asegurarnos
de que todos los países del mundo
tengan la capacidad de identificar
nuevas enfermedades,
tratarlas
e informar sobre ellas
para poder compartir información.
El COVID-19 será una enorme carga
sobre los sistemas de salud.
El COVID-19 también ha revelado
algunas debilidades reales
en nuestras cadenas de suministros mundial
de productos sanitarios.
Pedidos justo a tiempo, los sistemas Lean
son geniales cuando todo va bien,
pero, en tiempos de crisis,
significa que no tenemos reservas.
Si un hospital o un país
se queda sin máscaras de oxígeno
o equipo de protección personal,
no hay un depósito lleno de cajas
al que podamos ir a buscar más.
Hay que hacer un pedido al proveedor,
hay esperar a que las produzca
y esperar a que las envíe,
por lo general, desde China.
Es un retraso en un momento
en que es fundamental actuar rápido.
Si hubiéramos estado
perfectamente preparados para el COVID-19,
China habría identificado antes el brote.
Habrían estado preparados
para cuidar a las personas infectadas
sin tener que construir nuevos edificios.
Habrían compartido información honesta
con los ciudadanos
para no estar viendo
estos insólitos rumores difundiéndose
en las redes sociales en China.
Y habrían compartido la información
con las autoridades de salud mundial
para que empezaran a informar
a los sistemas de salud nacional
y a prepararse
contra la propagación del virus.
Los sistemas de salud nacional
habrían podido aprovisionarse
con los equipos de protección necesarios
y entrenar a los profesionales de la salud
en el tratamiento
y el control de infecciones.
Tendríamos protocolos con base científica
sobre qué hacer cuando sucedan cosas,
como los cruceros
con pacientes infectados.
Y tendríamos información real
circulando a todas las personas,
así no veríamos
vergonzosos incidentes de xenofobia,
como personas de aspecto asiático
atacadas en las calles de Philadelphia.
Pero, incluso con todo eso,
aún tendríamos brotes.
Nuestras decisiones
sobre cómo ocupamos este planeta
hacen que sea inevitable.
Si existe consenso experto
sobre el COVID-19, es este:
aquí en EE. UU., y en el mundo,
todo va a empeorar antes de que mejore.
Estamos viendo casos de transmisión humana
que no provienen de viajeros,
que ocurren en la comunidad.
Y vemos personas infectadas con COVID-19
sin saber ni siquiera
de dónde surgió la infección.
Esas son señales de un brote
que está empeorando,
no de un brote que está controlado.
Es deprimente, pero no es sorprendente.
Cuando expertos de la salud mundial
hablan de escenarios de nuevos virus,
este es uno de los escenarios que ven.
Todos esperábamos que fuera fácil,
pero cuando los expertos
hablan de la planificación viral
esta es la clase de situación
y cómo esperan que el virus avance.
Quiero cerrar con un consejo personal.
Lávense las manos.
Lávense mucho las manos.
Sé que ya se lavan mucho las manos
porque no son unos asquerosos,
pero lávense las manos aún más.
Tengan rutinas para lavarse las manos.
Lávenselas cada vez
que entran y salen de un edificio.
Al ir a una reunión y al salir de ella.
Creen hábitos basados
en lavarse las manos.
Desinfecten sus teléfonos.
Están tocando todo el tiempo
la pantalla con las manos sucias.
Sé que se lo llevan al baño.
(Risas)
Desinfecten su teléfono
y piensen en no usarlo tanto en público.
Quizá TikTok e Instagram
puedan usarse solo en casa.
No se toquen la cara.
No se froten los ojos.
No se coman las uñas.
No se limpien la nariz
con el revés de la mano.
No lo hagan nunca, es un asco.
(Risas)
No usen máscaras faciales.
Las máscaras faciales son para enfermos
y profesionales de la salud.
Si están enfermos, la máscara
retiene su propia tos y estornudos
y protege a las personas que los rodean.
Y, si son profesionales de la salud,
su máscara facial es una herramienta
entre muchas herramientas
del equipo de protección personal
que les enseñan a usar
para poder brindar atención médica
sin enfermarse.
Si Ud. es una persona saludable
que usa máscara,
simplemente con eso Ud. tendrá
la cara toda sudada.
(Risas)
Dejen las máscaras faciales
en los comercios
para médicos, enfermeras
y personas enfermas.
Si creen tener síntomas del COVID-19,
quédense en casa y llamen a su médico
para que les aconseje.
Si les diagnosticaron COVID-19,
recuerden que suele ser muy leve.
Y, si Ud. es fumador,
ahora es el mejor momento
para dejar de fumar.
A ver, si Ud. es fumador,
ahora mismo es siempre
el mejor momento para dejar de fumar,
pero si Ud. es fumador
y le preocupa el COVID-19,
le aseguro que dejar de fumar
es sin duda lo mejor que puede hacer
para protegerse
ante el peor impacto del COVID-19
El COVID-19 es algo aterrador,
en un momento en que casi todas
nuestras noticias parecen aterradoras.
Y hay muchas malas pero tentadoras
opciones para lidiar con ello:
el pánico, la xenofobia,
la agorafobia, el autoritarismo,
las mentiras simplificadas que hacen creer
que el odio, la furia y la soledad
son la solución para los brotes.
Pero no lo son.
Solo nos hacen estar menos preparados.
También hay opciones
más aburridas pero útiles
que podemos usar
en respuesta a los brotes.
Cosas como mejorar la atención médica
aquí y en todas partes,
invertir en infraestructura sanitaria
y observación de enfermedades,
para saber cuándo aparecen nuevas,
construir sistemas sanitarios
en todo el mundo,
fortalecer las cadenas de suministros
para que estén listas para emergencias.
Y mejorar la educación,
para que podamos hablar sobre brotes
de enfermedades y la matemática del riesgo
sin pánico cegador.
Debemos guiarnos por la equidad,
porque en esta situación, como muchas,
la equidad es en realidad
en nuestro propio interés.
Muchas gracias por escucharme hoy.
Y puedo ser la primera en decirles:
Lávense las manos al salir de la sala.
(Aplausos)