La mayor parte del bosque vive a la sombra de los gigantes que conforman el dosel más alto. Estos son los árboles más viejos, con cientos de hijos y miles de nietos. Se cuidan entre sí, compartiendo alimentos, suministros, y sabiduría ganada a lo largo de sus largas vidas. Lo hacen todo arraigados en su lugar, incapaces de hablar, acercarse o moverse. El secreto de su éxito se encuentra bajo el suelo del bosque, donde vastos sistemas de raíces soportan los altos troncos de arriba. Junto a estas raíces hay hongos simbióticos llamados micorrizas. Estos hongos tienen innumerables hifas ramificadas en forma de hilo y juntos forman el micelio. El micelio se extiende mucho más allá del área del sistema de raíces del árbol. conectando así las raíces de diferentes árboles. Estas conexiones forman redes micorrícicas. A través de redes micorrícicas, los hongos pasan recursos y moléculas de señalización entre los árboles. Sabemos que los árboles más antiguos tienen las redes micorrícicas más grandes y cuentan con la mayor cantidad de conexiones a otros árboles, pero estas conexiones son muy complicadas de rastrear. Y eso es así porque hay alrededor de un centenar de clases de hongos micorrícicos y un árbol individual puede estar colonizado por docenas de diferentes organismos fúngicos, cada uno de los cuales se conecta a un conjunto único de otros árboles, que a su vez tienen su propio conjunto único de asociaciones fúngicas. Para tener una idea de cómo fluyen las sustancias a través de esta red, veamos de cerca los azúcares, en su viaje de un árbol maduro a una plántula vecina. El viaje del azúcar comienza muy por encima del suelo, en las hojas de los árboles más altos sobre el dosel. Las hojas usan la abundante luz solar para crear azúcares mediante la fotosíntesis. Este combustible esencial luego viaja a través del árbol hasta la base del tronco por la savia gruesa. A partir de ahí, el azúcar fluye hacia las raíces. Los hongos micorrícicos se encuentran con las puntas de las raíces y rodean o penetran las células radiculares externas, dependiendo del tipo de hongos. Los hongos no pueden producir azúcares, aunque los necesitan como combustible, como los árboles. Sin embargo, pueden recolectar nutrientes del suelo de manera mucho más eficiente que las raíces de los árboles, y pasa estos nutrientes a las raíces de los árboles. En general, las sustancias van de donde son más abundantes a donde lo son menos, o desde la fuente hasta el sumidero. Eso significa que los azúcares fluyen desde las raíces de los árboles hacia las hifas fúngicas. Una vez que los azúcares entran al hongo, viajan por las hifas, por los poros entre las células o por las hifas transportadoras huecas especiales. El hongo absorbe algunos de los azúcares, pero otros viajan y entran en las raíces de un árbol vecino, una plántula que crece a la sombra y tiene menos oportunidades para fotosintetizar azúcares. Pero ¿por qué los hongos transportan recursos de un árbol a otro? Este es uno de los misterios de las redes micorrícicas. Es lógico que los hongos intercambien nutrientes del suelo y azúcar con un árbol ya que ambas partes se benefician. El hongo posiblemente se beneficia de formas menos obvias al ser parte de una red entre árboles cuyas formas exactas no son del todo claras. Tal vez el hongo se beneficia de tener conexiones con cuantos árboles diferentes sean posible, y maximiza sus conexiones trasladando moléculas entre árboles. O tal vez las plantas reducen sus contribuciones a los hongos si los hongos no facilitan los intercambios entre árboles. Cualesquiera que sean las razones, los hongos transmiten una cantidad increíble de información entre los árboles. A través de las micorrizas, los árboles determinan cuándo los nutrientes o las moléculas de señalización provienen o no de un miembro de su propia especie. Incluso saben cuándo la información proviene de un pariente cercano como un hermano o padre Los árboles también comparten información sobre eventos como la sequía o ataques de insectos mediante sus redes fúngicas, haciendo que sus vecinos aumenten la producción de enzimas protectoras en previsión de amenazas. La salud del bosque depende de estas intrincadas comunicaciones e intercambios. Con todo tan profundamente interconectado, lo que afecta a una especie seguramente afectará a otras.