Tengo el mejor trabajo del mundo.
Soy médica.
No, créanme. No es por eso.
Soy especialista en obesidad.
Tengo el honor de trabajar
con el grupo de personas
víctima de uno de los prejuicios
más arraigados: estar gordo.
Antes de venir a verme,
estas personas sufrieron
vergüenza, culpa, remordimiento
y completa discriminación.
Mucha gente piensa, incluso
los profesionales de la salud,
que las personas obesas
son culpables de su situación
porque si se controlasen,
no tendrían sobrepeso
y que tampoco tienen
motivación para cambiar.
Déjenme decirles que esto no es así.
Si algo tiene la culpa de esto,
tendríamos que achacársela
a nuestro asesoramiento médico.
Y es hora de que cambiemos esto.
La obesidad es una enfermedad,
no surge por falta de carácter.
Es una enfermedad hormonal en
la que intervienen muchas hormonas.
Una de las principales
hormonas es la insulina.
La mayoría de las personas obesas
tienen resistencia a la insulina.
¿Qué quiere decir esto,
la resistencia a la insulina?
En esencia, la resistencia a la insulina
es un estado de pre-prediabetes de tipo 2.
El trabajo de la insulina
consiste en conducir la glucosa
-- o el azúcar en sangre --
hasta el interior de las células.
En resumen, si alguien
es resistente a la insulina,
tiene problemas para llevar la glucosa
hasta donde se necesita,
hasta el interior de las células.
La glucosa no puede quedarse
en la sangre después de comer
porque, de ser así, tendríamos
una crisis diabética tras cada comida.
Si tenemos resistencia a la insulina,
nuestro cuerpo responde
produciendo más insulina,
lo que aumenta progresivamente
nuestros niveles de insulina
y esto puede ocurrir
durante un tiempo, incluso años,
aunque se mantengan
niveles normales de azúcar en la sangre.
Pero esta situación no se puede
prolongar por mucho tiempo
y llega el momento en el que
esos altos niveles de insulina
no pueden mantener el azúcar en la sangre
dentro de los valores normales.
Así que empieza a subir
y eso es la diabetes.
No les sorprenderá saber
que la mayoría de mis pacientes tiene
diabetes o resistencia a la insulina
y Uds. podrán pensar:
"Yo no tengo ese problema".
Quizás deberían volver a pensárselo
porque casi el 50 % de los adultos
en EE.UU. tiene diabetes o prediabetes.
Somos casi 120 millones,
pero no se incluye a todas esas personas
que tienen problemas de insulina
porque, como decía,
la resistencia a la insulina
da lugar niveles elevados de insulina
durante años, incluso décadas,
antes de que incluso
se les diagnostique prediabetes.
Se ha demostrado que entre el 16
y el 25 % de los adultos con peso normal
presenta resistencia a la insulina.
Así que si lo piensan,
somos muchísimas personas.
La resistencia a la insulina
es un problema
porque si aumenta, existe mayor riesgo
de desarrollar dibetes de tipo 2.
Además, la insulina hace
que tengamos hambre
y es más probable que lo que comamos
se transforme en grasa en el organismo.
La insulina es la hormona
del almacenamiento de las grasas.
Así que ya vamos viendo
por qué es un problema
para quien sufre de obesidad
o problemas metabólicos como la diabetes.
Pero ¿y si nos remontásemos
al principio de este problema
y no tuviésemos tanta
glucosa en la sangre
que necesitase de tanta insulina?
Veamos cómo podría ser esto.
Todo lo que comemos
son carbohidratos, proteínas o grasas
y tienen efectos diferentes
sobre la glucosa y la insulina,
como pueden ver en esta gráfica.
Cuando comemos carbohidratos
la insulina y la glucosa
en nuestro organismo se disparan.
La cosa tiene mejor pinta
si se trata de proteínas.
Pero fíjense lo que ocurre
cuando comemos grasas.
Básicamente nada: una línea recta.
Esto último será muy importante.
Ahora quiero traducirles esta gráfica
a una situación de la vida real.
Quiero que vuelvan a pensar
en la última vez que comieron
comida china occidentalizada.
Todos conocemos estas reglas, ¿no?
La primera regla: comeremos demasiado
porque no pararemos
hasta que nos revienten
las costuras de la ropa.
Regla número dos:
al cabo de una hora, tendremos hambre.
¿Por qué?
Porque el arroz que comimos provoca
que la glucosa y la insulina se disparen,
lo que desencadena más hambre
y almacenamiento de grasas.
Si, para empezar, tenemos
resistencia a la insulina,
los niveles de insulina
en el organismo son más elevados
y tendremos hambre a toda hora.
Así que se da esta situación:
si comemos carbohidratos, nos sube
la glucosa y, por tanto, la insulina
y nos da hambre y almacenamos grasa.
¿Qué recomendaciones
deberíamos darle a esta gente?
Porque parece ser muy importante.
Y lo es de verdad.
Centrémonos en la diabetes de tipo 2.
Las pautas generales recomiendan
a pacientes con diabetes de tipo 2
ingerir de 40 a 65 gramos
de carbohidratos en cada comida
y la cantidad aumenta
para los tentempiés.
Créanme, son muchos carbohidratos.
¿Recuerdan lo que le ocurre
a la insulina y a la glucosa
-- al azúcar en sangre --
cuando comemos carbohidratos?
Pues sí, parece ser que
les recomendamos comer
la misma causa del problema.
Una locura, ¿verdad?
Y, realmente, lo es.
Porque la diabetes es un estado
de toxicidad por carbohidratos.
Nuestro organismo no puede
conducir la glucosa hasta las células,
lo que origina
un problema a corto plazo,
pero las consecuencias
son mucho mayores a largo plazo.
La resistencia a la insulina se traduce
en intolerancia a los carbohidratos.
Entonces ¿por qué les seguimos
recomendando comer carbohidratos?
Las pautas de la ADA,
la Asociación de la Diabetes
de Estados Unidos,
especifican que no existen
pruebas concluyentes
que recomienden fijar un límite
específico de carbohidratos.
Sin embargo, estas pautas
sí que incluyen lo que ya sabemos,
que la ingesta de carbohidratos
es el único gran factor relacionado
con los niveles de glucosa en sangre
y, por tanto, es necesario medicarse.
Pero después nos cuentan esto:
"Mira, si te estás medicando
para la diabetes
tendrás que comer carbohidratos
para que no te baje demasiado la glucosa".
Fíjense en el círculo vicioso
que estabecen estas pautas.
Comemos carbohidratos
y tenemos que medicarnos
y después comer más hidratos
para evitar los efectos secundarios
de los medicamentos
y el ciclo no termina.
Y lo peor es que la pautas de la ADA
no incluyen el objetivo de
contrarrestar la diabetes de tipo 2.
Es necesario que cambiemos esto
porque la diabetes tipo 2 se puede
contrarrestar en la mayoría de casos
y, sobre todo, si se trata a tiempo.
No solo tenemos que dar
a conocer esta información,
sino que tenemos que empezar
a dar el consejo adecuado.
Tengan en cuenta los carbohidratos.
Se van a quedar de piedra:
no nos hacen falta.
De verdad, la cantidad mínima diaria
de ingesta de carbohidratos es cero.
Tenemos aminoácidos esenciales,
que son las proteínas,
ácidos grasos esenciales,
pero no carbohidratos esenciales.
Un nutriente es esencial
si el organismo lo necesita para funcionar
y no se puede extraer de otro sitio.
Nuestro organismo fabrica glucosa,
mucha glucosa, constantemente.
A esto se le llama gluconeogénesis,
por lo que no son esenciales.
Además, el consumo
en exceso nos hace enfermar,
pero seguimos recomendando
a pacientes con diabetes
que la mitad o más de la mitad
de su ingesta energética diaria
sea de carbohidratos.
Esto no tiene ningún sentido.
Hablemos de lo que sí tiene sentido:
reducir mucho el consumo
de carbohidratos.
Sí, en mi clínica,
enseñamos a nuestros pacientes
que la menor parte
de su ingesta sea de carbohidratos
y no la mayor parte.
¿Y cómo funciona esto?
Cuando nuestros pacientes
comen menos carbohidratos
les baja la glucosa
y ya no necesitan tanta insulina.
Esos niveles de insulina
bajan y lo hacen rápido.
Esto es muy importante
porque un estudio que examina
los datos de la encuesta estadounidense
de examen de salud y nutrición
o NHANES, por sus siglas en inglés,
muestra que el mayor
y único factor de riesgo
de la cardiopatía coronaria
es la resistencia a la insulina.
Es la responsable de la friolera
del 42 % de los infartos.
La reducción de la ingesta de
carbohidratos funciona tan rápido
que podemos quitarles a los pacientes
cientos de unidades de insulina
en cuestión de días o semanas.
Una de mis historias
favoritas es muy reciente:
Una chica joven, pero con un historial
de diabetes de tipo 2, de 20 años,
vino después de que un médico
de otra clínica le dijera
que solo estaba enferma
y que se acostumbraría.
Su diabetes estaba fuera de control,
a pesar de estar recibiendo
varios tratamientos,
incluidas casi 300 unidades de insulina
que una bomba de insulina
le inyectaba en su organismo cada día.
Y con todo eso, recuerden,
la glucosa la tenía descontrolada.
Comenzó con un régimen
bajo en carbohidratos
y, cuatro meses después, bajó de peso,
pero, aún mejor, ya no estaba enferma.
Sus niveles de glucosa en sangre
pasaron a ser normales.
Y esto, escuchen bien,
sin medicación para la diabetes.
Fuera las 300 unidades de insulina,
no más bombas de insulina,
adiós a los pinchazos
en el dedo varias veces al día,
se acabó, no más diabetes.
Una de las mayores alegrías de mi trabajo
es poder decirle a un paciente diabético
que ya no tiene diabetes
y ceremoniosamente le quitamos
de encima uno de sus problemas.
Entonces ¿se curaron? ¿Es un milagro?
Dejémosle las grandilocuencias al Dr. Oz.
Si se curarse,
el problema no reaparecería
y si se vuelve a ingerir carbohidratos
en exceso, el problema reaparecerá.
Estos pacientes no están curados,
pero ya no tienen diabetes.
Lo hemos solucionado y seguirá así
si controlamos el origen del problema.
¿Cuál es la solución?
¿Cómo se puede comer de esta manera?
Antes de nada,
déjenme decirles lo que no es.
Ni es un régimen de cero carbohidratos
ni tampoco es alto en proteínas.
Estas críticas son habituales
y son muy frustrantes
porque no son ciertas.
Entonces ¿con qué sustituimos
los carbohidratos que quitamos?
Recuerden que solo
existen tres macronutrientes,
si uno sube, otro tiene que bajar.
Mis pacientes comen grasa, mucha grasa.
"¿Qué?", se preguntarán.
¿Qué ocurre si comemos grasa?
Les diré que seremos más felices
porque la grasa está buena
y satisface muchísimo.
(Aplausos)
(Risas)
Pero recuerden que la grasa
es el último macronutriente
que mantiene nuestros niveles de glucosa
en sangre y de insulina bajos
y por eso es tan importante.
Quiero que conozcan y recuerden
mis sencillas reglas para comer,
ya que son todavía más importantes
si están entre esos diez
millones de estadounidenses
que tienen problemas
de niveles de insulina.
Regla número uno:
si dice bajo en grasa o 0 % grasa,
se queda en el supermercado.
porque les quitan la grasa y les
agregan carbohidratos y aditivos.
Regla número dos: coman comida de verdad.
La regla más importante de la
nutrición baja en carbohidratos:
la comida de verdad no viene en cajas
y nadie debería decirles que
la comida de verdad es "natural".
Debería bastarles con mirarla.
(Risas)
No coman de lo que no les guste.
Coman cuando tengan hambre
sin importar qué hora sea.
Y la regla número cinco
nos recuerda qué tenemos que evitar.
Ningún CPA:
ni cereales, ni patatas ni azúcar.
Esta última es importante.
¿Ni siquiera cereales?
No, cereales tampoco.
"Pero son necesarios".
No, son carbohidratos.
"Pero los cereales integrales
son buenos".
Les diré que gran parte de los alimentos
que se venden como integrales
no lo son de verdad.
La mayoría de los productos
que afirman ser integrales
están altamente procesados,
lo que arruina el beneficio de la fibra
o contienen también
harinas muy refinadas.
Suelen darse ambos casos.
Si somos una de esas personas
sensibles a la insulina,
podemos comer
cereales integrales de verdad,
pero si formamos parte del gran grupo
que tiene problemas de insulina,
mejor que no, porque empeora las cosas.
¿Y si somos una de esas personas
sensibles a la insulina?
¿Podemos comer de esta forma?
Claro, yo misma soy un buen ejemplo.
Hace más de un año,
decidí comer la misma cantidad
de carbohidratos que
les recomiendo a mis pacientes.
Esto no es obligatorio para mi salud
como lo es para la de mis pacientes.
¿Esto sería un problema
si no soy resistente a la insulina?
Claro que no.
A no ser que tengan un síndrome rarísimo,
comer menos carbohidratos
es bueno para la salud,
incluso si no es necesario.
Quiero mostrarles un par de fotos
de mi comida "radical".
Este es un desayuno habitual en mi casa.
Parece que me he saltado
mis propias reglas.
Pues no, porque esa magdalena
está hecha con harina de coco.
Sigo cocinando casi lo mismo,
pero no con harinas de cereales,
sino de coco, almendra, avellana o lino
que dan resultados riquísimos.
Esta es una cena típica en mi casa
con los "típicos convencionalismos".
Me riefiero a salteado de setas.
Y no, la comida que mis pacientes
y yo comemos está rica y la disfrutamos.
¿Y hay investigaciones al respecto?
¿O son solo pruebas anecdóticas
que han salido de mi clínica?
Claro que no.
Existen decenas
de estudios clínicos controlados
sobre las intervenciones nutricionales
que reducen la ingesta de carbohidratos
para factores de riesgo cardiovascular
la diabetes, la obesidad, etc.
Son estudios consistentes
y esto funciona.
Existen incluso
un gran número de estudios
que demuestran que esta dieta
disminuye los marcadores inflamatorios,
algo muy emocionante para estudios
sobre enfermedades como el cáncer.
Acabamos de concluir
un estudio en nuestra clínica.
Esto fue lo que hicimos:
Tomamos a 50 pacientes diabéticos
tratados con nuestro programa
bajo en carbohidratos y alto en grasas
y los comparamos con 50 pacientes
tratados según las pautas de la ADA
Después de seis meses,
no solo descubrimos que el grupo
de la dieta baja en carbohidratos
tenía una ventaja
metabólica significativa
y, seamos sinceros, esto supone
un importante gran ahorro.
Nuestro análisis demuestra
que nuestros pacientes
podrían ahorrar más de USD 2000 al año
en medicación para la diabetes
que deja de ser necesaria.
Piensen en todo ese dinero.
Nos encontramos en medio
de una epidemia diabética
que nos cuesta USD 250 000 millones
en Estados Unidos.
Quiero mostrarles una diapositiva
que muestra cómo se podría
ahorrar dinero en este caso.
Aquí solo se refleja la diferencia
en tratamientos de insulina
entre los dos grupos después de 6 meses.
Podemos observar que el grupo
de la dieta baja en carbohidratos
redujo su tratamiento de insulina
en casi 500 unidades al día.
Mientras que el grupo tratado
según las pautas de la ADA
tuvo que aumentarlo hasta casi
350 unidades de insulina al día.
Aquí tenemos dos cosas importantes.
La primera: la insulina es cara.
La segunda: no todos estos participantes
se trataban antes con insulina,
por lo que estos resultados
impresionan todavía más.
Diría que esta gráfica representa
dos enfoques distintos
a la hora de tratar la diabetes.
El objetivo de nuestro grupo
era contrarrestar la diabetes,
para lo que se necesita menos insulina.
El segundo grupo tratado
según las directrices de la ADA
que indican que la diabetes
es una enfermedad progresiva
que requiere un tratamiento
que se incremente con el tiempo.
Enfermedad progresiva, a no ser
que nos libremos de la causa.
Entonces ¿cuál es el problema?
¿Por qué no se habla de esto?
¿Por qué no es esto la norma?
Hay dos grandes porqués.
La primera es el statu quo
que es difícil de romper.
Existen muchos fines ocultos en esto.
Las dietas bajas en grasa
se popularizaron hace décadas,
aunque un estudio reciente demuestra
que no existen pruebas extraídas
de ningún estudio clínico controlado
para recomendar que quitemos
la grasa de nuestra dieta.
Y así se empezó a añadir
carbohidratos a las cosas.
Fundamentalmente,
fue un experimento a gran escala
que fracasó estrepitosamente.
El dinero es la segunda razón
por la que no se habla de esto.
No se dejen engañar, se gana mucho
dinero con mantenernos enfermos.
Vemos que los comités
que elaboran estas directrices
están llenos de conflictos de intereses.
La solución de nuestra clínica
para esta epidemia es obvia:
dejar de tratar la alimentación
con medicamentos.
Para una enfermedad cuya causa
principal son los carbohidratos,
deberíamos prescindir de ellos
o, al menos, reducirlos
para recordar lo que ya sabíamos:
[Que el alimento sea tu medicina
y tu medicina, tu alimento. Hipócrates.]
Ya lo sabíamos desde hace miles de años.
Tenemos que reavivar esta idea
en los tiempos que corren.
Gracias.
(Aplausos)