¿Atravesaron alguna vez
un momento en sus vidas
tan doloroso y confuso
en el que lo único que querían
era aprender lo máximo posible
para darle sentido a todo?
A mis 13 años, un amigo
cercano de la familia,
que era como un tío para mí,
falleció de cáncer de páncreas.
Cuando la enfermedad golpeó
tan cerca de casa,
supe que tenía que aprender más,
así que fui a la Web
en busca de respuestas.
En Internet había muchas estadísticas
sobre el cáncer de páncreas
y me impactó lo que encontré.
Más del 85 % de los cánceres de páncreas
tienen diagnósticos tardíos,
cuando uno ya tiene menos de un 2 %
de posibilidad de supervivencia.
¿Por qué estamos tan mal en la
detección del cáncer de páncreas?
La razón es que la medicina actual usa
técnicas de hace 60 años.
Tiene más años que mi papá.
(Risas)
Además, es extremadamente costosa;
cada examen cuesta USD 800
y es muy inexacto;
no detecta el 30 % de los
cánceres de páncreas.
El médico tendría que
ser muy suspicaz
para pedir este examen.
Conociendo esto, sabía que tenía
que haber una mejor manera de hacerlo.
Por eso planteé un criterio científico
que debía cumplir un sensor
para diagnosticar el cáncer
de páncreas en forma efectiva.
El sensor tendría que ser
de bajo costo, rápido,
simple, sensible, selectivo
y mínimamente invasivo.
Pero hay una razón
por la que este examen
no se ha actualizado
en más de seis décadas
y es debido a que cuando
buscamos cáncer de páncreas,
analizamos el torrente sanguíneo,
que está rebosante de proteínas
y uno busca una diferencia minúscula.
Esa diminuta cantidad de proteína,
solo esa proteína.
Eso es casi imposible.
Sin embargo, inmutable gracias
a mi optimismo adolescente...
(Aplausos)
fui a la Web en busca de los dos
mejores amigos de un adolescente:
Google y Wikipedia.
En estas dos fuentes encontré
todo lo necesario para mi trabajo.
Y encontré un artículo
que enumeraba unas 8000 proteínas
presentes en el cáncer de páncreas.
Por eso decidí encarar mi nueva misión:
detectar entre todas estas proteínas aquellas
que podrían actuar como biomarcadores
del cáncer de páncreas.
Y, para simplificar un poco,
decidí trazar un criterio científico.
Y es este.
En esencia, primero, la proteína
tendría que encontrarse
en los cánceres de páncreas en altos niveles
en el torrente sanguíneo
en las etapas tempranas,
pero también solo en el cáncer.
Así que estoy conectando ideas,
resoplando con esta tarea colosal,
y, por último, en el intento 4000,
a punto de perder la cordura,
encontré la proteína.
El nombre de la proteína que identifiqué
es la mesotelina,
una proteína común y corriente,
claro, a menos que uno tenga cáncer
de páncreas, ovario o pulmón,
en cuyo caso se encuentra en alta
proporción en el torrente sanguíneo.
Pero también la clave es
que se encuentra en las etapas
tempranas de la enfermedad,
cuando uno tiene cerca
de 100 % de probabilidad
de supervivencia.
Y ahora que había encontrado
una proteína a detectar,
desplacé mi atención
a detectar esa proteína,
y, así, el cáncer de páncreas.
Mi hallazgo se produjo en
un lugar muy poco probable,
quizá el lugar menos probable
para la innovación:
mi clase de biología de la secundaria,
el inhibidor absoluto de la innovación.
(Risas) (Aplausos)
Leí a hurtadillas este
artículo de algo llamado
nanotubos de carbono, una tubería
larga y delgada de carbono
del ancho de un átomo
y una parte en 50 000
del diámetro de un cabello.
Y a pesar de ese tamaño
extremadamente pequeño,
tienen estas propiedades increíbles.
Son los superhéroes de
la ciencia de materiales.
Y mientras leía a hurtadillas
este artículo
debajo de mi escritorio
en mi clase de biología,
se suponía que prestábamos atención
a estas otras moléculas llamadas anticuerpos.
Son bastante geniales porque solo reaccionan
a una proteína específica,
pero ni por asomo son tan interesantes
como los nanotubos de carbono.
Luego, sentado en la clase,
de repente me di cuenta:
podía combinar lo que estaba leyendo,
los nanotubos de carbono,
con lo que se suponía que debía
estar pensando, los anticuerpos.
En esencia, podía tejer un manojo
de estos anticuerpos
para formar una red
de nanotubos de carbono
de modo de tener una red
que solo reaccionara a una proteína,
pero también, gracias a las
propiedades de estos nanotubos,
cambiaría sus propiedades eléctricas
en función de la cantidad
de proteínas presente.
Sin embargo, hay una trampa.
Estas redes de nanotubos de carbono
son extremadamente endebles
y, como son tan delicadas,
necesitan un soporte.
Por eso elegí usar papel.
Hacer un sensor de cáncer con papel
es tan simple como hacer galletas
con chispas de chocolate,
y me encanta.
Se empieza con un poco de agua,
se vierten algunos nanotubos,
se añaden anticuerpos, se mezcla.
Tomamos algo de papel,
mojamos, secamos,
y ya podemos detectar el cáncer.
(Aplausos)
Luego, de repente,
caí en la cuenta de que
había una mácula en mi plan increíble.
No puedo investigar sobre cáncer
en la encimera de la cocina.
A mamá no le gustaría.
En cambio, decidí buscar un laboratorio.
Elaboré un presupuesto,
una lista de materiales,
un calendario, un procedimiento
y envié 200 correos a distintos profesores
de la Universidad Johns Hopkins
y del Instituto Nacional de Salud.
Básicamente, a todos los que tuvieran
que ver con el cáncer de páncreas.
Y me senté a esperar ese aluvión
de respuestas positivas
que dijeran: "¡Eres un genio!
¡Serás nuestra salvación!"
Pero... (Risas)
luego se impuso la realidad
y, en el transcurso de un mes,
recibí 199 rechazos,
del total de 200 emails.
Uno profesor revisó todo el procedimiento,
cuidadosamente —no sé de dónde
sacó tanto tiempo—
revisó todo y minuciosamente en cada paso
dijo por qué cada cosa era
lo peor que pude hacer.
Claramente, el profesor no tenía la alta
estima por mi trabajo que tenía yo.
Sin embargo, había un resquicio de esperanza.
Un profesor dijo: "Quizá yo
pueda ayudarte, niño".
Así que fui en esa dirección.
(Risas)
Nunca se puede decir que no a un niño.
Así, tres meses después,
finalmente acordamos una
reunión con este tipo,
y fui al laboratorio.
Yo estaba muy entusiasmado, me senté,
abrí la boca y empecé a hablar.
Cinco segundos después llama a otro doctorando;
los doctorandos se congregaron en esta salita
y empezaron a dispararme preguntas
y al final me sentí como el pato de la boda.
Estábamos 20 doctorandos, el profesor y yo
hacinados en esta oficinita
disparando preguntas a quemarropa,
tratando de hundir mi procedimiento.
¿Qué probabilidad tiene? Digo, ¡shhh!
(Risas)
No obstante, me sometí a ese interrogatorio,
respondí todas sus preguntas,
conjeturé algunas, pero salí airoso,
y finalmente tuve el laboratorio que necesitaba.
Pero poco después descubrí
que mi brillante procedimiento
tenía como un millón de baches
y a lo largo de siete meses,
con minuciosidad cubrí
cada uno de esos baches.
¿El resultado?
Un pequeño sensor de papel
que cuesta 3 centavos
y da resultado en 5 minutos.
Esto es 168 veces más rápido,
más de 26 000 veces más económico
y más de 400 veces más sensible
que el estándar actual para la
detección de cáncer de páncreas.
(Aplausos)
Sin embargo, una de las
mejores partes del sensor
es que tiene cerca de 100 % de precisión,
y puede detectar el cáncer en etapas tempranas
cuando alguien tiene cerca del 100 %
de posibilidades de supervivencia.
En los próximos 2 a 5 años,
este sensor podría elevar las tasas
de supervivencia al cáncer de páncreas
de un triste 5,5 %
a cerca del 100 %
y de modo similar para
el cáncer de ovario y pulmón.
Pero eso no es todo.
Cambiando ese anticuerpo,
se puede buscar una proteína diferente,
por ende, una enfermedad diferente,
potencialmente para cualquier
enfermedad del mundo.
Eso abarca desde las
enfermedades del corazón,
la malaria, el HIV, el SIDA,
así como otras formas
de cáncer... lo que sea.
Y así espero que un día
todos podamos tener un tío extra,
esa madre, ese hermano, esa hermana,
que podamos tener ese
familiar extra que amamos,
y que nuestros corazones se deshagan
de esa carga de la enfermedad
que viene del cáncer
de páncreas, ovario y pulmón,
y, en potencia, de cualquier enfermedad.
Con Internet, todo es posible.
Las teorías se comparten
y uno no tiene que ser profesor
con muchos títulos para
tener ideas valiosas.
Es un espacio neutral
en el que el aspecto, la edad o el género,
no importan.
Lo que cuenta son las ideas.
Para mí, se trata de mirar en Internet
de forma completamente nueva
para darse cuenta de que hay mucho más
que solo rostros impostados en la Web.
Uno podría cambiar el mundo.
Si un chico de 15 años
que ni siquiera sabía qué era el páncreas
pudo encontrar una nueva forma
de detectar el cáncer de páncreas
imaginen lo que podrían hacer Uds.
Gracias.
(Aplausos)