Capítulo 1x01 - "Me dicen Negro" Saben el amigo de su hijo por el que sospechan que el niño fuma o el novio de su hija por el que se preguntan en que han fallado al educarla ese tío con mala pinta al que miran de reojo y al que las señoras temen y evitan por la calle soy yo. Me llamo Jesús, pero todo el mundo me llama Negro. ¡Quillo, Negro! ¿Qué pasa Negro? ¡Qué pasa Negro! Hace ya 5 años que me vine de mi isla para terminar mis estudios. Cinco putos años... ¿Mamá? ¿Qué pasa? Sí, acabo de salir... Acabo de salir de un examen. Sí. Bien, hombre me he matao a estudia, sabes, toa la noche llevo tres días a muerte estudiando y claro este examen me lo había preparao hace tres meses sabes. Hombre a la octava va la vencida ¿no? Es una carrera de sólo tres años, pero le he cogido gusto al primer curso. Mi madre preocupada me ingresa algo de dinero de vez en cuando. Y no puedo evitar los remordimientos. Siempre que llega ese momento recuerdo las palabras sabias de mi padre: ¡Desde luego, tú eres subnormá! Qué razón tenía... Gracias a Dios el malestar desaparece al invertir ese dinero en una bellota. Es como el que se pellizca un brazo para olvidarse de que le duele la cabeza. Pero he subido un escalón en mi camino hacia la madurez. Hace año y medio que trabajo, el sueldo no está del todo mal, y el horario es flexible al cien por cien, de cara al público y con posibilidad de ascender. Soy gorrilla. Hay dos maneras de definir un gorrilla. La gente, fuera del gremio, suele denominarnos “yonkis de mierda que amenazan y exigen dinero a cambio de no destrozarte el coche”. No todos somos yonkis. A mi me gusta definirlo así: “trabajadores sociales no asegurados que aceptan la voluntad de los conductores a cambio de la señalización y la amable asistencia en el aparcamiento junto a la protección del vehículo, aunque sea de nosotros mismos de quien lo protejamos al fin y al cabo”. Es curiosamente complejo el mundo de los gorrillas, tiene sus normas y su protocolo. Yo todo lo que se lo aprendí de uno de los mejores: el Mateo. Era un tío muy especial, había sido bailarín clásico hasta que conoció el caballo. La gente lo llamaba el Wariznicov de la palmera, nunca vi un gorrilla trabajar con tal pasión y elegancia. Pero el caballo no perdona. Mateo sabía todo lo que había que saber sobre el mundo del gorrilla. El mejor cliente es una joven adinerada con un vehículo de alta gama. No hables con el cliente aparentemente violento. Solo espera cerca y observa su reacción cuando te mire. Las zonas se consigue por: antigüedad, por madrugón y por resistencia. El territorio se limita a una recta. O sea, que conviene que sea larga. Oculta los estupefacientes mientras trabajes por si pasa la policía. Cuando me consideró preparado me animó para volar libre e hizo una doble pirueta salto-salto-zancada. Mateo... el dorado bailarín dopado... Nunca lo olvidaré... Estudié con detalle la geografía de la ciudad. La cantidad de tránsito y los horarios de trabajo de la zona. La calidad de vida, el clima y las sombras antes de escoger mi lugar de trabajo. Pinche, pues, me das un euro... Probé con varios acentos buscando la respuesta más satisfactoria por parte del cliente. Que Dios le bendiga señor. Que Dios le bendiga señor. ¡Qué Dios le bendiga! Que iguala con to lo que tengo que hacer. Quillo que pasa un euro for mi ¿Qué pasa? ¡¿Que pasa cojones?! Dame un euro ¿no? Finalmente me quede con un extraño acento extranjero entre rumano y marroquí. Me da un eurro por favorr. Y terminé de perfeccionar mi estilo con un gesto facial que impone el respeto suficiente para hacer más fácil mi trabajo: el ojo güitaker. El miedo de la gente es inversamente proporcional a la edad y calidad de su vehículo. La mayoría paga sin protestar ya sean monedas, cigarros, condones, o un reloj de pared de mil novecientos treinta y dos. Se que no es el trabajo que mi padre hubiese querido para mi. ¡Qué gilipollas! Pero es temporal y, además, tengo colegas que han terminado mucho peor. Que paso hermano. Paja o culo. Paja veinte, culo cien... pero el tuyo, claro. ¿Te puedo tocar? ¡Mira! ¡Te cojo gilipollas te parto la polla como vuelvas a preguntar eso! ¡¿Me entiendes? Aquí nos limitamos a lo justo. ¿Y me puedo correr encima tuya? En el zapato. Cuando termina mi jornada laboral suelo necesitar una bebida isotónica mientras hago un recuento de lo que ha dado el día. Y hasta que llegue ese esperado conductor con prisa y sin dinero suelto y me firme un cheque en blanco, me conformo con lo que hago cada tarde: Nada. ¡Quillo, mira! Tú no sabes donde te estás metiendo, ¿eh? Quillo que me des mi parte sabes que me des mi parte, ¿sabes? Que somos primos pero no hermanos. Quillo espera un momento, Negro. Quillo ¿sabes qué? ¡Que me cago en tus muertos! Este es el Zurdo. Es la primera persona que conoci recien llegado al barrio cargado de libros y de ilusiones. Quillo, ¿tú quieres mariguana de Marismilla? Si realmente existe un Dios, creó al Zurdo pieza por pieza para que se dedicase a vender droga. La mala influencia humana. El carisma camaleónico. El camello perfecto. Era capaz de vender orégano como mariguana a los estudiantes mas pijos de una universidad privada. La risa viene precedida de una taquicardia interesantísima, buenísima. Cincuenta euros. Y polen pakistaní de segunda al gorrilla más sucio del barrio. Está bueno, bueno. ¡Bueno, bueno, bueno! ¿Qué pasa, Negro? Nada, tú. ¿Cómo fue el día? Como últimamente. La puta crisis, loco. A tomar por culo. Po yo ayer eché, eché uno de los mejor porlvos que he echado en mi vida ¡Uhhhh! No he terminado ¿eh? Tenía to la puta cara de Michel Salgado. Loco vaya mosca... Pero escucha, que no eche ni uno, ni dos, ni tres, sino tres. Que sí, ¿no? Y crema. Sí, de puta madre, en verdad. La verdad es que eché un polvazo. Pero vamos que es normal, ¿no? ¿Normal por qué, tío? Hombre por fea ¿no? ¿Qué tendrá que ver eso? ¡Cabrón! Porque las feas follan mejor que las guapas, loco. Que tiene que ver eso yo me he follao auténticas modelos que eran unas cracks, ¿sabes? No te digo que no, ¿sabes? La experiencia esta claro que es un grado. Pero loco, la fealdad y el miedo, ¿loco...? ¿El miedo, loco? es lo más fuerte que hay en el mundo, ¿no? ¿El miedo? ¿Qué miedo? ¿Qué miedo? Pues miedo aaa... O sea, mira, una fea mientras más fea y más consciente de su fealdad sea, sabe que tiene pocas posibilidades de que eso se vuelva a repetir. ¿Sabes lo que te digo? O sea, no te digo una guapa, una, una piba normal en cualquier discoteca consigue fácil sitio, eso está claro. Pero, ¿esa gente, loco? Una fea se lía contigo y con otro más a quien engañe. ¿Sabes lo que te digo? O sea, esa piba lo da todo porque no es que a lo mejor vaya a tener pocas oportunidades sino que puede ser la última. ¿Sabes lo que te digo? Es un hecho, ¿sabes? No es una leyenda urbana ni su puta madre, ¿sabes? Eso lo sabe todo el puto mundo. Claro, tío. Entonces por eso la mejor mamada que me han hecho en la vida fue aquella yonki cuarentona, ¿no? Eso no fue por fea, cabrón. ¿Entonces? Porque no tenía dientes. ¿Qué pasa chavales? Este tío es el Postilla. El Postilla siempre fue un niño enfermo. Y no me refiero a que sufriese de asma o tos crónica. Le diagnosticaron cleptómano con ocho años y, con el tiempo, hizo de ello su profesión. Es complicado combinar varias enfermedades. Sobre todo, si son la cleptomanía y la narcolepsia. No siempre han sido dulces sueños... Lo han pillado y encarcelado tres veces. El abogado le ha dicho que a la tercera va la vencida. Pero él es así, no puede evitarlo: le da igual que sea una limusina o el carro de un mendigo. No es culpa suya. Oye, Postilla. Dime. ¿Quién folla mejor: las guapas o las feas? Las putas. Perooo ¿las guapas o las feas? Las rumanas. Y así son todos los días. Idénticos. Dejando pasar las horas como si fuesen los anuncios que nos obligan a ver mientras esperamos que nuestro programa preferido empiece. Vuelvo a casa tarde mintiéndome y prometiendo que mañana voy a empezar a ponerme en serio. Que me hago viejo. A quién voy a engañar. Seguiré sentado esperando un golpe de suerte. Tarde o temprano, me tiene que tocar a mí. La suerte nunca se olvida.