Mi tío Eddy es diferente
a todos los que conozco.
Creció en Oregón,
y parece un leñador;
alto, musculoso, con barba,
y usa camisa a cuadros.
Pero, es su estilo personal
el que siempre envidié,
anillos grandes, aros
y collares fabulosos.
A veces me maquilla, al estilo drag queen
con pestañas postizas con brillos,
me trae joyas brillosas
y me viste con boas de pluma
y deslumbrante ropa fina.
Pasamos horas perfeccionando la danza
sincronizada de Ester Williams
y las rutinas de canto y baile
de Judy Garland.
De chica, pensaba que mi tío Eddy
era el perfecto hombre masculino.
No entendía
por qué participaba en esas actividades
con tanto entusiasmo,
mientras mis tres hermanos mayores
estaban menos dispuestos a participar.
(Risas)
Ahora entiendo que mis hermanos
sentían que no podían alejarse
de las normas de masculinidad,
mientras Eddy ya había pasado
esos límites.
Ahora, soy una típica adolescente
de 15 años,
Me gusta la moda, y paso
mucho tiempo con mi teléfono móvil,
y vi todos los episodios
de Gossip Girl.
Pero soy firme, mandona y hablo fuerte.
Me gusta la matemática, pero cocinar no.
Como todos, tengo cualidades
tanto masculinas como femeninas.
Aceptamos a una mujer
con cualidades masculinas,
pero no podemos decir lo mismo
con los hombres y la feminidad.
La masculinidad se define constantemente
por separación y oposición
a la feminidad.
Y de esta forma, la masculinidad
y la feminidad se definen entre sí,
sin importar
sus expectativas individuales.
En 1991, la psicóloga Monica Biernat
descubrió que los niños
no ven a la masculinidad y
a la feminidad como opuestos,
pero a medida que crecen, sus opiniones
se vuelven contradictorias.
La idea de que los hombres y mujeres
actúan como opuestos,
y sus respectivos rasgos,
es totalmente aprendido.
Hemos asimilados estos rasgos con
una concreta asociación hombre/mujer,
aunque las cualidades de una mujer,
podrían existir en cualquier hombre,
como mi tío Eddy.
Cuando uno de mis hermanos era bebé,
tenía su Power Ranger favorito,
el Power Ranger rosa.
Estaba obsesionado, y se vestía
solo con ese traje.
No pensaba que el Power Ranger rosa
era femenino, solo le gustaba el color.
Hoy se muere de vergüenza
cuando recordamos su cercanía
a algo tan femenino.
Estas identidades son conscientes,
comportamientos que elegimos
para actuar dentro de nuestras
normas sociales y límites.
La masculinidad y feminidad se crean por
las expectativas sociales y culturales,
no por diferencias biológicas.
Hemos explorado la feminidad,
y podemos aceptar
como femeninas una gran variedad
de personalidades fuera de la norma.
Podemos usar jeans, hacer deportes, votar
y trabajar de lo mismo que los hombres,
y seguimos siendo femeninas.
Esta aceptación no es la misma
para los hombres y la masculinidad,
y se espera que actúen de acuerdo
a este estereotipo imposible.
Nuestra idea de masculinidad
permite que los hombres mantengan
una posición social dominante sobre las
mujeres y otras identidades de género.
Este dominio social de masculinidad
se conoce como masculinidad hegemónica.
La masculinidad hegemónica
usa el privilegio masculino
creando una idea de superioridad
e imponiendo un dominio
sobre las debilidades de otros.
Esta idea de superioridad
a veces deriva en violencia,
como violaciones y misoginia,
y que el hombre para
compensar su masculinidad
quiere demostrar que no tiene miedo,
ni es tímido, y mucho menos, femenino.
La heterosexualidad es una gran parte
de la masculinidad hegemónica.
Así, los hombres usarían
la sexualidad y la homofobia
como una forma de "sacarle"
a otro hombre su masculinidad.
Decir que alguien es gay
ya no se usa
para cuestionar su sexualidad,
sino que el término se ha convertido
en sinónimo de tonto, o poco masculino.
La masculinidad hegemónica causa
muchos problemas en nuestra sociedad,
aunque la mayor influencia que tiene
es la de limitar nuestro potencial.
La idea de que hay solo una forma
de masculinidad
encasilla a los hombres
y deja a las mujeres afuera.
Permitimos, e incluso imponemos
una dualidad o doble estándar.
Los líderes hombres son
fuertes, poderosos, decididos,
pero a una mujer en la misma posición
se la considera una "perra".
Atacamos a las mujeres
mientras admiramos a un "Don Juan".
La masculinidad hegemónica crea la idea
de que el hombre es superior,
causando problemas de autoestima
en las mujeres.
Frases como "No actúes como niña"
se usan para describir
algo hecho pobremente,
y quiere decir que lo que hacen las niñas
está mal solo por su género.
Siempre que surge el tema del género,
no saca lo mejor de mí.
Me pregunto si todos nos sentimos así.
¿Cuántos de nosotros luchamos
contra nuestra propia grandeza,
porque cuestionamos nuestra
capacidad para ser iguales?
Yo toco el bajo,
así que usualmente soy la única chica
en un grupo de chicos.
El año pasado,
en la Orquesta Juvenil de Lincoln,
hicimos una prueba para determinar
nuestros asientos,
y cuando nombraron a los ganadores,
yo salí primera silla.
Debería haber estado feliz,
y orgullosa de mi logro,
pero solo sentí pánico.
Subí al auto de mi madre
y enseguida empecé a sollozar.
Estaba aterrada porque sabía
que los bajistas hombres
iban a estar furiosos conmigo
por ser primera silla.
Pensaba que no tenía que ser
mejor que ellos
y seguía minimizando mis habilidades.
En ese momento, no podía entender
por qué me sentía así,
pero me di cuenta de que
el motivo es la masculinidad hegemónica
y su dominio social inherente
que se ha instalado en mí
de forma tal que sentía que
no podía demostrar superioridad.
No se me consideraba menos femenina
por mi nueva ubicación,
aunque todavía estaba limitada
en mi identidad
y lo que creía que significaba.
No somos robots encasillados
en su género,
somos seres humanos complejos
con múltiples rasgos
que no deberían limitarse al género.
Incluso inconscientemente
nos preocupa que nos juzguen
o nos ridiculicen por hacer algo
fuera de la norma prevista.
Algo así como una adolescente
dando una charla TEDx sobre género.
(Risas)
Al romper el estereotipo
de la masculinidad,
aumentamos la aceptación
de la feminidad.
Estas identidades varían de acuerdo a
la cultura, región, religión e ideología.
Hay formas ilimitadas
de masculinidad y feminidad,
y podemos aceptarlas
como un abanico de posibilidades,
en vez de dos ideales estrictos.
Veo a mi tío Eddy
como el hombre perfecto,
y ahora admiro su capacidad
para trascender los estereotipos.
Yo nací dentro de los límites,
y aún estoy tratando de descubrir
quién quiero ser en esta vida.
Soy una chica, uso vestidos;
pero también tengo
rasgos masculinos.
No podemos vivir
en un lado o en el otro.
Mi etiqueta no decide
mi identidad,
ser firme, o mi odio
hacia los tacos altos.
Así que los desafío a que no se limiten
a ser el Power Ranger rosa o el azul.
El espectro de posibilidades es infinito.
(Aplausos)