¿Por qué engañamos?
¿Por qué engaña la gente feliz?
Cuando decimos "infidelidad"
¿qué queremos decir exactamente?
¿Es conexión, es una historia de amor,
es sexo de pago, es una sala de chat,
es un masaje con final feliz?
¿Por qué pensamos que los hombres engañan
por aburrimiento y miedo a la intimidad,
pero las mujeres engañan por soledad
y ansias de intimidad?
¿Es algo que se da siempre
al final de una relación?
En los últimos 10 años,
he viajado por el mundo
y trabajado extensamente
con cientos de parejas
destrozadas por la infidelidad.
Hay un simple acto de transgresión
que puede arrebatarle
a una pareja su relación
su felicidad y la propia
identidad: una aventura.
Sin embargo, se sabe muy poco
de este acto extremadamente común.
Por eso esta charla es para cualquiera
que haya amado alguna vez.
El adulterio ha existido desde
que se inventó el matrimonio,
así como también, el tabú en su contra.
De hecho, el matrimonio solo puede
envidiar la tenacidad de la infidelidad.
Y tanto es así, que se trata
del único mandamiento
que se repite dos veces en la Biblia:
una vez por hacerlo, y una vez
solo por pensar en ello.
(Risas)
¿Cómo reconciliar
lo universalmente prohibido
con lo universalmente practicado?
En la historia, los hombres tuvieron
prácticamente licencia para engañar
con pocas consecuencias,
apoyados por múltiples teorías
biológicas y evolutivas
que justificaron su necesidad de vagar,
por lo que el doble estándar es
tan antiguo como el adulterio en sí.
Pero, ¿quién sabe qué está pasando
realmente bajo las sábanas, ¿no?
Porque en materia de sexo,
el hombre tiene presión
por alardear y exagerar,
pero la mujer tiene presión
por ocultar, minimizar y negar.
Y no es de extrañar si tenemos en cuenta
que todavía hay nueve países
donde las mujeres pueden ser
asesinadas por descarriarse.
La monogamia solía ser
una persona de por vida.
Hoy, la monogamia es
una persona cada vez.
(Risas)
(Aplausos)
Quiero decir, muchos de Uds.
probablemente han dicho:
"Soy monógamo en todas mis relaciones".
(Risas)
Solíamos casarnos
y tener relaciones sexuales
por primera vez.
Pero ahora nos casamos,
y dejamos de tener relaciones
sexuales con otras personas.
El hecho es que la monogamia
no tenía nada que ver con el amor.
Los hombres se basaban
en la fidelidad de la mujer
para saber el origen de los hijos,
y quién recibiría las vacas al morir.
Ahora, todo el mundo quiere saber
qué porcentaje de la gente engaña.
Me han hecho esa pregunta desde
que llegué a esta conferencia.
(Risas)
Se aplica a Uds.
Pero la definición de la infidelidad
sigue en expansión:
sexting, ver porno, participar en secreto
y activamente en aplicaciones de citas.
No hay una definición
universalmente acordada
de qué constituye una infidelidad,
las estimaciones varían ampliamente,
del 26 % al 75 %.
Pero encima de eso, caminamos
entre contradicciones.
El 95 % de nosotros dirá
que está terriblemente mal
que nuestra pareja mienta
sobre tener una aventura,
pero casi la misma
cantidad de nosotros dirá
que exactamente eso haría
en caso de tener una aventura.
(Risas)
Me gusta esta definición de aventura...
porque reúne los tres elementos clave:
una relación secreta, que es
la esencia de una aventura;
una conexión emocional
en un grado u otro;
y una alquimia sexual.
Y alquimia es la palabra clave,
porque el estremecimiento erótico
es tal que un beso imaginado
puede ser tan potente y encantador
como horas de práctica sexual.
Como dijo Marcel Proust,
nuestra imaginación es la responsable
del amor, no la otra persona.
Nunca ha sido más fácil engañar,
y nunca ha sido más difícil
guardar un secreto.
Nunca la infidelidad se ha cobrado
semejante tributo psicológico.
Cuando el matrimonio era
una empresa económica,
la infidelidad amenazaba
nuestra seguridad económica.
Pero ahora que el matrimonio
es un acuerdo romántico,
la infidelidad amenaza
nuestra seguridad emocional.
Irónicamente, solíamos
recurrir al adulterio;
ese era el espacio donde
buscábamos el amor puro.
Pero ahora al buscar
el amor en el matrimonio,
el adulterio lo destruye.
Hay tres maneras en que creo
la infidelidad duele diferente hoy.
Tenemos un ideal romántico en el
que nos volcamos a una persona
para satisfacer una lista
interminable de necesidades:
ser mi mejor amante, mi mejor amigo,
el mejor padre, mi confidente,
mi compañero emocional,
mi par intelectual.
Y yo: la elegida, la única,
indispensable, irreemplazable,
la elegida.
Y la infidelidad me dice que no.
Es la traición definitiva.
La infidelidad rompe
la gran ambición del amor.
Pero si a lo largo de la historia
la infidelidad siempre ha sido dolorosa,
hoy a menudo es traumática,
porque amenaza nuestro sentido del yo.
Mi paciente Fernando, está afligido.
Dice: "Pensé que conocía mi vida.
Pensé que sabía quién eras,
quiénes éramos como pareja, quién era yo.
Ahora lo cuestiono todo".
La infidelidad, una violación a la
confianza, una crisis de identidad.
"¿Puedo confiar en ti otra vez?"
pregunta.
"¿Puedo volver a confiar
en alguien de nuevo?"
Y esto me dice mi paciente Heather,
hablando de su historia con Nick.
Casada, dos hijos.
Nick acaba de salir en viaje de negocios,
y Heather está jugando
en su iPad con los chicos,
cuando ve un mensaje en la pantalla:
"Ansío el momento de verte".
Qué extraño, piensa, acabamos de vernos.
Y luego otro mensaje:
"Ansío el momento de abrazarte".
Y Heather se da cuenta
de que no es para ella.
Ella me dice también
que su padre tuvo aventuras,
que su madre encontró
un papel en el bolsillo,
y un poco de lápiz labial
en el cuello.
Heather sigue hurgando
y encuentra cientos de mensajes,
intercambios de fotos
y deseos expresados.
Los detalles vívidos de dos años
de la aventura de Nick
desplegados frente a ella en tiempo real,
Y me hizo pensar:
Las aventuras en la era digital
es la muerte por desangrado.
También existe otra paradoja
a la que nos enfrentamos hoy.
Debido a este ideal romántico,
confiamos en la fidelidad de
nuestra pareja con un fervor único.
Pero nunca fuimos
tan propensos a descarriarnos
y no porque hoy tengamos nuevos deseos,
sino porque vivimos en una era
en la que sentimos que tenemos
derecho a cumplir nuestros deseos,
porque en esta cultura
merecemos ser felices.
Y si solíamos divorciarnos
porque éramos infelices,
hoy nos divorciamos porque
podríamos ser más felices.
Y si el divorcio traía
aparejada la vergüenza
hoy, elegir quedarse
cuando uno puede partir
es la nueva vergüenza.
Así que Heather no puede
hablar con sus amigos
porque teme que la juzguen
por seguir amando a Nick,
y a dondequiera que mire,
recibe el mismo consejo:
Déjalo. Tira al perro por la cuenta.
Si la situación fuera a la inversa,
Nick estaría en la misma situación.
Quedarse es la nueva vergüenza.
Si podemos divorciarnos,
¿por qué tener aventuras?
El supuesto típico es
que si alguien engaña,
o hay algo mal en la relación
o uno tiene algo mal.
Pero millones de personas
no pueden todas tener patologías.
La lógica dice así: si uno tiene
en casa todo lo que necesita,
no tiene por qué buscarlo
en otro sitio,
suponiendo que existe
el matrimonio perfecto
que nos vacunara contra
la pasión de explorar.
Pero ¿y si la pasión
tiene una vida útil finita?
¿Y si hay cosas que incluso
una buena relación
nunca puede ofrecer?
Si incluso las personas felices engañan,
¿de qué se trata?
La gran mayoría de la gente
con la que trabajo
no son galanteadores crónicos.
A menudo son personas profundamente
monógamas en sus creencias,
y al menos para su pareja.
Pero se encuentran en conflicto
entre sus valores y su comportamiento.
A menudo son personas que han
sido fieles desde hace décadas,
pero un día cruzan la línea
que nunca pensaron cruzar,
a riesgo de perderlo todo.
Pero ¿en un atisbo de qué?
Las aventuras son un acto de traición,
pero también una expresión
de añoranza y pérdida.
En el meollo de una aventura,
siempre encontrarán
un anhelo y un deseo vivo
de conexión emocional,
de novedad, de libertad, de autonomía,
de intensidad sexual,
un deseo de recuperar partes perdidas
de nosotros mismos
o un intento por recuperar vitalidad
de cara a la pérdida y la tragedia.
Pienso en otra de mis pacientes, Priya,
felizmente casada,
ama a su marido,
y nunca quisiera herir al esposo.
Pero también me dice
que siempre ha hecho
lo que se esperaba de ella:
buena chica, buena esposa, buena madre,
cuidó a sus padres inmigrantes.
Priya, cedió ante el jardinero
que quitó el árbol de su patio
tras el huracán Sandy.
Con su camión y sus tatuajes,
él es todo lo contrario a ella.
Pero a los 47, la aventura de Priya
es la adolescencia que nunca tuvo.
Y su historia me señala que
cuando buscamos la mirada del otro,
no siempre nos alejamos
de nuestra pareja,
sino de la persona en la
que nos hemos convertido.
Y no es tanto que estemos
en busca de otra persona,
sino en busca de otro yo.
En todo el mundo,
hay una palabra que la gente
que tiene aventuras siempre me dice.
Se sienten llenos de vida.
A menudo me cuentan historias
de pérdidas recientes...
de un padre que murió,
de un amigo que se fue muy pronto,
y de malas noticias en el médico.
La muerte y la mortalidad a menudo
viven a la sombra de una aventura,
porque plantean estas preguntas.
¿Es todo? ¿Hay algo más?
¿Voy por otros 25 años así?
¿Nunca volveré a sentir eso otra vez?
Eso me ha llevado a pensar
que tal vez estas preguntas
son las que impulsan a la
gente a cruzar la línea,
y que algunas aventuras son un intento
por contrarrestar la falta de vida,
un antídoto contra la muerte.
Y al contrario de lo que puede pensarse,
las aventuras tienen que ver
menos con el sexo y más con el deseo:
deseo de atención,
deseo de sentirse especial,
deseo de sentirse importante.
Y la propia estructura de una aventura,
el hecho de nunca poder tener al amante,
aviva el deseo.
Eso en sí mismo es una máquina de deseo,
por lo incompleto, por la ambigüedad,
te hace desear lo que no puedes tener.
Algunos probablemente piensan
que las aventuras no ocurren
en las relaciones abiertas,
pero sí ocurren.
Primero, no es lo mismo
hablar de monogamia
que hablar de infidelidad.
Pero el hecho es que parece
que incluso cuando tenemos
la libertad de tener
otras parejas sexuales,
todavía nos atrae
el poder de lo prohibido;
que si hacemos lo que
no se supone que debemos hacer,
sentimos como si hiciéramos
realmente lo que deseamos.
Y le he dicho a una buena
cantidad de mis pacientes
que si pudieran llevar a sus relaciones
una décima parte de la audacia,
la imaginación y el brío
que ponen en sus aventuras,
probablemente nunca tendrían que verme.
(Risas)
Entonces, ¿cómo nos curamos
de una aventura?
El deseo es muy fuerte.
La traición es profunda.
Pero puede curarse.
Y algunas aventuras
son un toque de difuntos
para relaciones moribundas.
Pero otras nos impulsan
a nuevas posibilidades.
El hecho es que la mayoría de las parejas
que han pasado por aventuras
permanecen juntas,
algunas simplemente sobreviven,
y otras podrán realmente convertir
una crisis en una oportunidad.
Podrán convertir esto
en una experiencia generativa.
Y en realidad pienso incluso más
en la pareja engañada,
que a menudo dirá:
"¿Crees que no deseaba más?
Pero yo no lo hice".
Pero ahora que la aventura está expuesta,
ellos también reclaman más,
y ya no tienen que mantener
el status quo
que puede no haber funcionado
bien para ellos tampoco.
He notado que muchas parejas
inmediatamente después de una aventura,
gracias a este desorden que en realidad
puede dar lugar a un nuevo orden,
tendrán conversaciones profundas
con honestidad y apertura
como no tuvieron en décadas.
Y parejas sexualmente indiferentes
de repente sienten una lujuria tan voraz,
que no saben de dónde viene.
Algo sobre el miedo a la pérdida
reavivará el deseo,
y dará paso a un tipo de verdad
completamente nuevo.
Entonces, al exponer una aventura,
¿qué cosas específicas
pueden hacer las parejas?
Del trauma sabemos
que la curación empieza
cuando el autor reconoce lo que hizo mal.
Así, para la pareja que tuvo la aventura,
para Nick,
una cosa es terminar la aventura,
pero lo otro es el acto esencial,
e importante de expresar
culpa y remordimiento
por herir a su esposa.
Pero la verdad es
que he notado que una buena parte
de quienes tienen aventuras
pueden sentirse terriblemente culpables
por herir a su pareja,
sin embargo, no culpables por
la experiencia de la aventura en sí.
Y esa distinción es importante.
Nick tiene que mantener
la vigilia por la relación.
Tiene que ser, por un tiempo,
el protector de los límites.
Es su responsabilidad sacar el tema,
porque si lo piensa,
él puede aliviar a Heather
de la obsesión,
y de tener que asegurarse
de que la aventura no se olvida,
y que en sí mismo empieza
a restaurar la confianza.
Pero para Heather,
o la pareja engañada,
es esencial hacer algo para
recuperar el sentido de autoestima,
rodearse de amor, amigos y actividades
que devuelvan la alegría,
el sentido y la identidad.
Pero aún más importante,
es frenar la curiosidad de hurgar
en los detalles sórdidos...
¿Dónde estuviste? ¿Dónde lo hiciste?
¿Con qué frecuencia? ¿Ella es mejor
que yo en la cama?
Preguntas que solo causan más daño,
y no dejan dormir por la noche.
Y en su lugar, pasen a lo que yo llamo
preguntas de investigación,
las que extraen el sentido y los motivos.
¿Qué significó esta aventura para ti?
¿Qué pudiste expresar o experimentar allí
que ya no puedas conmigo?
¿Qué sentías cuando volvías a casa?
¿Qué valoras de nosotros?
¿Te agrada que esto termine?
Cada aventura redefinirá una relación,
y cada pareja determinará
cuál será el legado de la aventura.
Pero las aventuras están aquí
para quedarse, y no se irán.
Y los dilemas del amor y el deseo,
no tienen respuestas simples
de blanco y negro, bueno y malo,
y víctima y agresor.
La traición en una relación
viene en muchas formas.
Hay muchas maneras de
traicionar a nuestra pareja:
con desprecio, con negligencia,
con indiferencia, con violencia.
La traición sexual es solo una
manera de hacer daño a una pareja.
En otras palabras,
la víctima de una aventura
no siempre es la víctima del matrimonio.
Me han escuchado,
y sé lo que están pensando:
Tiene acento francés, debe estar
a favor de las aventuras.
(Risas)
Se equivocan.
No soy francesa.
(Risas)
(Aplausos)
Y no estoy a favor de las aventuras.
Pero como creo que algo bueno
puede salir de una aventura,
a menudo me hacen esta pregunta extraña:
¿La recomendaría?
No recomendaría tener una aventura
como tampoco recomendaría tener cáncer,
y, sin embargo, sabemos que
la gente que ha estado enferma
a menudo habla de cómo la enfermedad
les ha dado una nueva perspectiva.
La principal pregunta que me han hecho
desde que llegué a esta conferencia
cuando dije que hablaría de la
infidelidad es ¿a favor o en contra?
Dije: "Sí".
(Risas)
Veo las aventuras desde
una doble perspectiva:
daño y traición por un lado,
crecimiento y autodescubrimiento
por el otro...
lo que causó en ti,
y lo que significó para mí.
Entonces cuando viene una pareja
luego de una aventura
que ha salido a la luz,
a menudo les digo esto:
Hoy en Occidente,
la mayoría de nosotros tendremos
dos o tres relaciones,
o matrimonios,
y algunos de nosotros los tendremos
con la misma persona.
Su primer matrimonio terminó.
¿Desearían crear un segundo
matrimonio juntos?
Gracias.
(Aplausos)