Cuando mi hijo Miles tenía tres años, se enamoró. El objeto de su afecto era un juego: el escondite. Y aunque quiero mucho a Miles, no tengo miedo de decirles que era malísimo. (Risas) Primero, porque me decía dónde se iba a esconder. Me decía: "Papi, tú cuenta, yo me escondo aquí". (Risas) El segundo motivo por el cual era malísimo es que tras encontrar su escondite, se iba a su lugar y luego se pasaba todo el tiempo riéndose. (Risas) Lo siento, pero si juegas al escondite y emites un ruido constante, ¡eres malo! (Risas) Y el tercer motivo por el cual jugaba mal es por lo que ocurría después del conteo. Se iba a esconder, yo ponía mi cara contra la pared... Saben cómo funciona esto, ¿cierto? "¡... 6, 7, 8 ,9, 10! ¡Listo o no...!" (Audiencia) "¡... aquí voy!". "¡De acuerdo!" (Risas) Una noche antes de ir a dormir, estábamos jugando al escondite, y Miles se fue a esconder mientras yo contaba. Fui por el pasillo para encontrarlo, giré para entrar a la habitación de su hermana, y lo que vi delante de mí me hizo reaccionar así. En ese momento me alegré de tener mi celular en el bolsillo porque lo saqué y tomé una foto. Ahora les voy a mostrar esa foto, y quiero que la miren bien. Me disculpo porque está un poco oscura, pero fíjense si pueden encontrar a Miles. (Risas) Les dije que era malo. (Risas) Por si no se dan cuenta, está acostado sobre el unicornio rosa de su hermana y tiene una almohada de Princesas Disney sobre su cara... ¿Cuántos de Uds. tienen hijos? ¿Y alguna vez han visto algo así? ¿Sí? Así que entienden lo que ocurre aquí. ¿Qué es lo que cree Miles? Que porque él no puede verme a mí, yo tampoco puedo verlo a él. Y si tienen hijos, saben que esto es algo que con el tiempo dejan atrás, ¿no? Bueno... (Risas) Resulta que... no del todo. Resulta que si bien Miles ganará la habilidad de entender la perspectiva de los demás en cuanto a lo que ven físicamente, sería muy raro que logre entender la perspectiva de los demás en cuanto a entender por qué dicen lo que dicen y hacen lo que hacen. Resulta que como adultos lo hacemos mal. No lo hacemos muy seguido. No lo hacemos bien. Y eso se tiene mucho que ver con por qué los chismes comienzan y se propagan en el trabajo. Ahora voy a compartir un poco de la psicología detrás de esto, pero primero quiero hablar acerca de lo que ocurre en el trabajo cuando una persona está un poco molesta con otra. Pero para ser justo con Miles, les informo que no es el único niño de la familia que juega mal al escondite. Su hermana mayor Lily tampoco era exactamente una ladrona de viviendas. (Risas) Hablemos acerca de lo que ocurre en el trabajo cuando una persona está molesta o preocupada por lo que otro dijo o hizo. Cuando el empleado número 1 está molesto o preocupado por algo que dijo o hizo el empleado número 2, ¿el empleado número 1 va hacia el empleado número 2 y dice: "Discúlpame... (Risas) Ocurrió esto y no me gustó. ¿Por qué no nos sentamos y lo hablamos como adultos?". ¿Eso ocurre donde Uds. trabajan? (Audiencia) No. ¿Qué es lo que hace realmente el empleado número 1? Va a hablar con otro, hablan con un amigo o algo así. Van hacia un colega, amigo o confidente y dicen: "Oye, ven aquí". Para que se entienda mejor, supongamos que toda esta gente trabaja en un consultorio médico. El empleado número 1 va hacia su colega y dice: "Oye, ven aquí. ¿Puedes creer que he dado turnos a 14 pacientes esta mañana y él solo ha dado turnos a 3? No sé cuál es su problema, pero me cansé". Y esto es lo interesante: la otra persona siempre reacciona casi exactamente de la misma manera, sin importar en qué sector trabaje, su cargo, o el tipo de queja que acaba de escuchar. En casi todos los casos, cuando el empleado número 1 va hacia su amigo, su compatriota de trabajo, y dice: "Oye, escucha esto.", la otra persona escucha la queja, se acerca y dice: "¡Lo sé!". (Risas) "¡A mí también me hizo eso la semana pasada!" "Ajá". "Ajá". "Ajá". Y de repente tenemos un triángulo de drama. Así empieza el drama en el lugar de trabajo. Para que quede claro, no uso el término "triángulo de drama" porque me gusta. Este es un patrón predecible de comportamiento humano que existe desde hace décadas y fue publicado por primera vez a fines de los 60 por un psicoterapeuta llamado Stephen Karpman. Cuando habló de este concepto, lo llamó "el triángulo de drama". Esta clase de patrones de comportamiento no ocurren solo en el trabajo. Ocurren en todo tipo de grupos. Si vas a una iglesia, ocurre esto. Si vives en un barrio, ocurre esto. Hasta ocurre en tu familia. Sé honesto: cuando estás frustrado con tu mamá, ¿llamas a tu mamá o llamas a tu hermana? (Risas) "Escucha, me cansé de mamá. Habla tú con ella". (Risas) Y este es un patrón de comportamiento tan predecible y común que estos roles tienen nombres. El empleado número 1 es "la víctima". Así es como se ve a sí mismo. "El empleado número 2 me está perjudicando de alguna manera". La otra persona se llama "el salvador". Así es como se ve a sí mismo. "Mi colega me necesita, necesita mi ayuda y mis consejos. Necesita que lo escuche y que sea comprensivo". Eso es una patraña. En realidad solo está ahí por dos motivos. Primero, es agradable que te incluyan en el cotilleo, y segundo, "me alegra que los chismes no sean acerca de mí". Y la tercera persona se llama "el acosador". Me disculpo por mi letra. Así es como lo ven los otros dentro de este triángulo de drama. Es una mala persona, un mal tipo, que toma malas decisiones. Los triángulos de drama se forman por algunos motivos. El más fácil de entender es que son más fáciles. Casi siempre es más fácil para el empleado número 1 buscar la comodidad de la validación que sufrir la incomodidad de la confrontación. Es más fácil encontrar alguien que te diga que tienes razón que tener una conversación incómoda donde podrías estar equivocado o quedar en ridículo. Pero la realidad es que aquí ocurre mucho más antes que nadie en este patrón hable con otra persona. Resulta que nuestros cerebros toman algunos atajos que nos llevan a este patrón de comportamiento predecible sin que siquiera sepamos que ha ocurrido. Aquí va un ejemplo. ¿Qué suponen acerca de alguien que llega tarde al trabajo? "Holgazán", "No le importa". "Egoísta". Escuchen todas las respuestas que surgen. Cuando hago esta pregunta en talleres o cuando hago trabajo de desarrollo de equipos con una organización, las respuestas que surgen a esa pregunta son casi siempre una lista de defectos de carácter. "Es vago", "No se compromete", "No le importa", "No se organiza". Es una variante de "No hizo lo que tenía que hacer para estar donde tenía que estar en el momento adecuado". ¿Pero qué pasa cuando tú llegas tarde? ¿Cuál es la razón entonces? ¿El tránsito? (Risas) Sea cual sea, es una buena razón, ¿no? (Risas) La verdad es que estamos predispuestos a juzgarnos favorablemente a nosotros mismos y duramente a los otros. Son atajos que nuestros cerebros toman todos los días, sesgos que nuestros cerebros tienen a favor nuestro y en contra de todos los demás. El primer sesgo que lleva a los chismes en el trabajo se llama "sesgo de la superioridad ilusoria". No hace falta que recuerden el nombre; solo quiero que sepan qué significa. Tendemos a exagerar y sobreestimar nuestras capacidades, aptitudes y juicios. El ejemplo más conocido de esto es un estudio realizado con conductores donde les pidieron que evaluaran su habilidad al volante. ¿Saben que el 93 % de los conductores dijeron ser superiores al promedio? Les voy a dar un minuto para que lo piensen. (Risas) Es decir que el 93% de los conductores se consideran mejores que el 50 % de los conductores. Uds. también saben esto. Lo ven en su trabajo. Imaginen si trajera a todas las personas de su compañía a esta habitación, y dijera: "Felicidades, les daremos un aumento de sueldo a todos, entre un 2 y un 4 %, según el mérito". Aquí tienen una ficha. Escriban en esta ficha qué porcentaje de aumento creen que les corresponde". ¿Saben qué es lo que nadie escribe? Nadie escribe 2 %. ¿Saben qué otro porcentaje nadie escribe? 3 %. (Risas) Nadie levanta la mano y dice: "Soy una persona promedio". (Risas) Escriben 3.1 %. Y hasta hay algunas personas que escriben 4 %. Y el tipo que escribe 7 %, "¿Quién limpió el apestoso refrigerador de los empleados esta semana? Este de aquí, yo". ¡Bum! (Risas) Sobreestimamos nuestras propias capacidades y habilidades. Incluso hacemos esto en casa. ¿Cuántos de Uds. alguna vez planearon un proyecto para la casa un sábado y pensaron: "Esto me llevará cuatro horas", y les llevó cuatro fines de semana? (Risas) Tendemos a juzgarnos más favorablemente de lo que deberíamos. Casi como si tuviéramos un ángel en un hombro que nos susurra al oído todos los días: "Eres el mejor". (Risas) "Eres muy buena persona". (Risas) "¡Eres increíble!". Y le creemos. (Risas) Pero este el tema: el ángel no está solo. En el otro hombro tenemos un diablo que también nos susurra al oído y su trabajo es evaluar a todos los demás. El diablo es otro sesgo que llevamos a todos lados, llamado "error fundamental de la atribución". Los investigadores de las ciencias sociales descubrieron que cuando evaluamos las elecciones o el comportamiento de otra persona, decidimos que no se debe a las circunstancias sino al carácter. Es decir que cuando vemos a alguien hacer algo dudoso, inmediatamente decidimos que su carácter es dudoso. ¿Ese tipo que se te cruzó en el auto? "¿Quién se cree que es? Debe ser un egoísta. ¡Qué idiota!". ¿El colega que se mueve lento hoy? "No le importa, ni siquiera intenta". ¿Qué suponen de alguien que llega tarde al trabajo? "Holgazán", "Desorganizado", "No se compromete". Tenemos un diablo en un hombro que nos susurra al oído todos los días, y lo que nos susurra es una historia inventada acerca de por qué la gente hace lo que hace, y esa historia casi siempre presupone malas intenciones. Y, ¿por qué los chismes comienzan y se propagan en el trabajo? Porque al igual que un niño que juega al escondite, nos perdemos tanto en el momento que no nos detenemos para comprender la perspectiva del otro, para entender mejor por qué hacen lo que hacen y dicen lo que dicen. En vez de eso, los sesgos que nuestros cerebros nos susurran a diario que "En una escala del 1 al 10, soy un 7, y todos los demás son un 4". Y cuando empezamos a creer eso, cuando prestamos atención a esos sesgos, cuando decidimos que nuestras elecciones y comportamientos son virtuosos y los de los demás no tanto, nos da permiso para sentir desprecio. Y luego invitamos a otros a compartir ese desprecio. Si quieres reducir los chismes en el lugar de trabajo, hay dos comportamientos fundamentales con los que hay que comprometerse: suponer buenas intenciones e ir a la fuente. Suponer buenas intenciones consiste en detenerse y hacerse una pregunta: "¿Cuál sería una explicación legítima para su comportamiento? "¿Qué ocasionaría que una buena persona haga esto? ¿El tipo que se te cruzó en el auto? Quizás es un idiota egoísta, o quizás está camino al hospital por una emergencia familiar. ¿El colega que se mueve lento? Quizás no le importa, o quizás su jefe le pidió que vaya más lento. ¿La persona que llegó tarde al trabajo? Quizás su hijo le manchó la ropa con jugo de naranja justo cuando estaba saliendo de su casa. Suponer buenas intenciones silencia al diablo en nuestro hombro porque hace a un lado al desprecio y nos obliga a recurrir a la empatía. "¿Por qué haría esto una buena persona?" es una pregunta que nos podemos hacer que inmediatamente nos hace un miembro más inteligente del equipo. El otro comportamiento es ir a la fuente, hacer exactamente lo que describí antes, ir hacia un colega y decir: "Oye, ocurrió esto, me está molestando. Deberíamos hablarlo". Si logran que los miembros de su equipo se comprometan a tan solo esos dos comportamientos, ya tienen una buena base para el trabajo en equipo porque esos comportamientos fundamentales nos llevan al conflicto sano en el trabajo y nos alejan de los patrones de conflicto dañino. Aún tendrán chismes por los rincones y conversaciones en voz baja en los pasillos, pero serán un poquito diferentes. Ahora el empleado número 1 va hacia un colega y dice: "Oye, ¿puedes creer que esta mañana Jane sacó a Jack a un lado y le dijo que le molestaba que él no fuera rápido y que no hiciera su parte? Y Jack se lo tomó bien". En ese momento, la otra persona se acerca y dice por lo bajo: "¡Lo sé!". (Risas) Gracias. (Aplausos)