Si les pido que imaginen el aire, ¿qué imaginan? La mayoría de la gente piensa en espacio vacío o en un claro cielo azul o a veces en árboles que se mecen con el viento. Luego recuerdo a mi profesor de química de secundaria y sus largos calcetines en la pizarra, dibujando diagramas de burbujas conectadas a otras burbujas, describiendo cómo vibraban y colisionaban en una especie de sopa frenética. Pero, en realidad, no solemos pensar demasiado en el aire. Lo notamos principalmente si existe algo desagradable que se interpone a nuestros sentidos, como un aroma horrible, o algo visible como el humo o la niebla. Pero siempre está ahí. Nos está tocando ahora mismo. Incluso está dentro de nosotros. Nuestro aire es inmediato, vital e íntimo. Y, sin embargo, lo olvidamos muy fácilmente. Entonces ¿qué es el aire? Es la combinación de gases invisibles que envuelven a la Tierra, que están sujetos a su atracción gravitatoria. Y aunque soy artista visual, me interesa la invisibilidad del aire. Me interesa cómo lo imaginamos, cómo lo experimentamos y cómo todos tenemos una concepción innata de su materialidad a través de la respiración. Toda la vida del planeta cambia el aire mediante el intercambio de gases, lo estamos haciendo ahora mismo. En realidad, ¿por qué no hacemos ahora todos juntos una respiración grande, colectiva y profunda? ¿Listos? Adentro. (Inhala) Y afuera. (Exhala) Ese aire que acaban de exhalar, lo han enriquecido cien veces en dióxido de carbono. Unos 5 litros de aire por respiración, 17 respiraciones por minuto, 525 600 minutos por año, da unos 45 millones de litros de aire, enriquecido 100 veces en dióxido de carbono, cada uno de Uds. Eso equivale a unas 18 piscinas de tamaño olímpico. Para mí, el aire es plural. Es al mismo tiempo tan pequeño como nuestra respiración y tan grande como el planeta. Y es difícil de imaginar. Tal vez es imposible, y quizá no importe. Mediante mi práctica de artes visuales, trato de hacer aire, no tanto de imaginarlo, sino hacerlo visceral, táctil, háptico. Trato de ampliar esta noción de la estética, el aspecto de las cosas, para que incluya cosas como la sensación que produce en la piel y en los pulmones, y cómo suena la voz cuando atraviesa el aire. Exploro el peso, la densidad y el aroma pero, lo más importante, pienso mucho en las historias que asociamos a diferentes aires. Esta es una obra que hice en 2014. Se titula "Diferentes tipos de aire: El diario de una planta", donde recreo el aire de diferentes épocas en la evolución de la Tierra, e invito al público a venir a respirarlos conmigo. Y es realmente sorprendente, son drásticamente diferentes. No soy científica, pero los científicos atmosféricos buscarán rastros en la química del aire en geología, como en la oxidación de las rocas, y extrapolarán esa información y la consolidarán, para poder hacer una receta del aire en diferentes épocas. Luego vengo yo como artista y tomo esa receta y la recreo con los gases componentes. Me interesaban en particular esos momentos del tiempo que son ejemplo de la vida que cambia el aire, pero también del aire que influye en cómo evolucionará la vida, como el aire carbonífero. Es de hace entre 300 y 350 millones de años. Es una era conocida como de gigantes. Por primera vez en la historia de la vida, evoluciona la lignina, el componente duro de los árboles. Los árboles inventan efectivamente sus propios troncos en ese momento, y se hacen muy grandes, más y más grandes, e impactan la Tierra, liberando oxígeno, liberando oxígeno, liberando oxígeno, y los niveles de oxígeno son casi dos veces más altos que los actuales. Y ese aire rico alberga insectos enormes, arañas y libélulas enormes, con una envergadura de unos 65 cm. Para respirar, ese aire es muy limpio y muy fresco. No tiene tanto sabor, pero le da al cuerpo un sutil aumento de energía. Algo muy bueno para las resacas. (Risas) O existe el aire de la Gran Mortandad... de hace unos 252,5 millones de años, justo antes de la evolución de los dinosaurios. Es un período de tiempo muy corto, geológicamente hablando, de unos 20 000 años a unos 200 000 años. Muy rápido. El mayor evento de extinción en la historia de la Tierra, mayor incluso que con la extinción de los dinosaurios. En ese momento mueren del 85 % al 95 % de las especies, y simultáneamente ocurre un aumento espectacular de CO2, que muchos científicos concuerdan en que proviene de la erupción simultánea de volcanes y un efecto invernadero desbocado. Los niveles de oxígeno en este momento bajan a la mitad de los actuales, a un 10 %. Este aire definitivamente no puede albergar vida humana, pero está bien para una sola respiración. Y, para respirar, es extrañamente reconfortante. Es muy calmante, está bastante caliente y tiene un sabor un poco a agua de soda. Tiene esa efervescencia placentera. Y con todo esto del aire del pasado, es bastante natural empezar a pensar en el aire del futuro. Y en vez de especular con el aire e inventar lo que pienso que podría ser el aire del futuro, descubrí este aire sintetizado por el hombre. O sea que no existe en la naturaleza, sino que es creado por humanos en un laboratorio para aplicación en distintos usos industriales. ¿Por qué es aire del futuro? Este aire es una molécula realmente estable que literalmente será parte del aire una vez liberada, en los próximos 300 a 400 años, antes de que se descomponga. Entre 12 y 16 generaciones. Y este aire del futuro tiene algunas cualidades muy sensuales. Es muy pesado. Es unas ocho veces más pesado que el aire que estamos acostumbrados a respirar. Es tan pesado, de hecho, que cuando lo inhalas, las palabras que dices literalmente tienen peso también, así que circulan por la barbilla y caen al suelo y se sumergen en las grietas. Es un aire que funciona bastante como un líquido. Y este aire trae aparejada una dimensión ética también. Los humanos hicimos este aire, pero también es el gas de efecto invernadero más potente que se haya probado. Su potencial de calentamiento es 24 000 veces la del CO2, y tiene esa longevidad de 12 a 16 generaciones. Así que esta confrontación ética es central en mi obra. (Con voz grave) Tiene otra cualidad bastante sorprendente. Cambia el sonido de la voz drásticamente. (Risas) Así que cuando empezamos a pensar, ¡ooh!, todavía hay un poco. (Risas) Si pensamos en el cambio climático, quizá no pensamos en insectos gigantes y volcanes en erupción o en voces divertidas. Las imágenes que más fácilmente vienen a la mente son glaciares en retroceso y osos polares en témpanos a la deriva. Pensamos en gráficos de torta y de columnas y un sinfín de políticos que hablan con científicos en cárdigan. Pero quizá es momento de empezar a pensar en el cambio climático en el mismo nivel visceral que experimentamos el aire. Como el aire, el cambio climático está a la vez a escala molecular, de la respiración y del planeta. Es inmediato, vital e íntimo, así como amorfo y engorroso. Y, sin embargo, muy fácil de olvidar. El cambio climático es el autorretrato de la humanidad. Refleja nuestras decisiones como personas, como gobiernos y como industrias. Y si algo he aprendido de mirar el aire, es que aunque está cambiando, persiste. Puede que no alberge el tipo de vida que reconoceríamos, pero albergará algún tipo de vida. Y si los humanos somos una parte tan vital de ese cambio, creo que es importante que podamos sentir esta discusión. Porque aunque es invisible, los humanos estamos dejando un rastro muy vibrante en el aire. Gracias. (Aplausos)