Primero, les voy a dar buenas noticias. Pasé los últimos dos días entrevistando jóvenes para el sistema de becas de la Fundaçao Estudar. Y estoy impresionado de cómo los jóvenes están mejorando es decir, la calidad de estas personas es increíble de ver. Hay jóvenes de 17 años aceptados en las mejores facultades de EE.UU. Verdaderamente una maravilla. Y la mejor noticia es que, hoy en día, muchos de estos jóvenes están interesados en la política y en el sector público. En mi época, nadie quería trabajar para el gobierno. Ahora estuve en Harvard hace tres semanas, también en un seminario para brasileños, y al final, unos jóvenes allá invitaron a quienes que querían trabajar en el sector público, para que subieran al escenario y se tomaran una foto y así, de aquí a 10 años, ver quién había hecho realmente algo por el sector público. y subieron unos 40 jóvenes brasileños, de las mejores escuelas de EE.UU. Entonces, creo que Brasil va a mejorar cuando estas personas regresen, y estas personas tengan cargos importantes y así sustituyan a las personas que están allí ahora. Bien, comencemos con mi charla. Bueno, como yo invierto mucho en educación, creyendo que es esta la mejor forma de generar mayor igualdad de oportunidades para todos. Creo que Uds. imaginan que mi propia educación haya sido formal, estructurada y bien planeada. Como verán, no fue exactamente así pero veamos mi historia. Nací en Río y de mis 76 años viví unos 50 años aquí en Río. Entonces, soy verdaderamente carioca. Voy a hablar de la gran influencia que Río tuvo, positiva y negativa en mi formación. Espero que Uds. en el público saquen algún provecho de mi aprendizaje, y que sirva a aquellos que tienen hijos y a la futura Escola Eleva, para incorporar algo de mi aprendizaje en su filosofía de enseñanza. Básicamente, fui educado con mucha libertad, autonomía, practicando deportes, con la necesidad de adaptarme a convivir con gente distinta. Asumiendo riesgos y una constante necesidad de tomar decisiones, o sea, tuve un grado de libertad e independencia y de situaciones donde debí valerme por mi mismo, mayor al de la mayoría de mis compañeros. Pienso que esa libertad fue un factor positivo en mi vida. En el lado negativo, faltó disciplina, un mejor dominio de las ciencias exactas. y una visión a largo plazo, factores que solo pude intentar corregir más tarde. Cuento para seguir, algunas memorias. Vivía en Leblón. A los 5 años, me dejaron en la escuela estadounidense. Usualmente, hubiese ido a una escuela alemana. Mi padre era suizo y mi madre, hija de suizos. Pero como la Segunda Guerra había terminado con la derrota de los alemanes, fui a una escuela estadounidense. Entre mis amigos de la cuadra y del deporte, me sentía diferente. Todos estudiaban en escuelas brasileñas y yo, en una extranjera. Aprendí inglés rápido, lo que se volvió una gran ventaja más adelante. Tuve mucho más acceso global por hablar inglés bien. La escuela estadounidenses no era conocida por una gran disciplina, aunque en compensación, los profesores eran diferentes y divertidos. Mi profesor de matemáticas y física era un húngaro que huyó del comunismo. El de educación física, que también era el profesor de biología, era ruso, el galán de la escuela y también había huido del comunismo. La profesora de historia huyó de los nazis. Mi profesora de primer año, después, fundó Chapeuzinho Vermelho, escuela que se hizo famosa en Río. La profesora de francés vino a Brasil persiguiendo su pasión. Nunca se casó, pero vivió hasta los 106 años, caramba. y había estadounidenses. En general, eran estadounidenses de paso por Río de Janeiro, que iban allá a enseñar en la escuela, como trabajo temporal. Entonces, era un escuela llena de profesores aficionados, pero con una diversidad increíble de personas. Entre los alumnos, la variedad de nacionalidades era grande también, que, sumada a la de los profesores, permitieron una interacción con culturas distintas. Había poca rigidez y disciplina en la escuela. El ambiente libre generaba la oportunidad de ser creativo, de valerse por sí mismo, cualidades que ciertamente, fueron fundamentales en mi futuro como emprendedor. La interacción con distintas culturas hizo más fácil mi expansión al exterior, en los negocios, años más tarde. Recuerdo con nostalgia esa época en Río de Janeiro. Con ocho años, podía ir a la escuela solito a pie o en bicicleta. Qué aprendizaje tan maravilloso, para un joven de esa edad poder andar solo por la calle. El riesgo de un secuestro o robo ni pasaba por mi cabeza. El mayor peligro eran los chicos de otros territorios, que nos amenazaban, si cruzábamos áreas que consideraban que les pertenecían. La solución era cambiar de ruta o ir en bicicleta. En mi infancia, el deporte era un foco importante. Jugaba tenis, ahí aprendí a competir, a perder aprendiendo, a entrenar, a tener la disciplina que me faltaba en la escuela, a tener más autocontrol y también a valorar adversarios. Desde el inicio, participaba en torneos representando a Brasil afuera. Viajaba solo y me las tenía que arreglar, esto enriquece de experiencias la formación de un joven. A los 12 años, comencé a frecuentar Arpoador. Como ya había otros dos Jorges en la playa el Jorge "francés" y el Jorge "grande". Pasé a ser el Jorge "estadounidense" porque estudiaba en esa escuela. Comencé a surfear y a hacer pesca de buceo. En la época, Arpoador era el centro de la juventud avanzada, pero las drogas aún no habían aparecido por allá. Llegaron a Arpoador años más tarde. Yo, como era atleta y competía mucho en el tenis, siempre fui inmune a las borracheras, fiestas o drogas. Los viajes de pesca para Búzios eran una aventura. Agarrábamos una barca a Niterói, un bus a Cabo Frío, y otro bus para Búzios. Raramente la logística funcionaba bien y muchas veces, terminábamos en lugares inesperados. Surfear en Arpoador y viajes de pesca de buceo en Cabo Frio y Angra eran oportunidades excelentes para aprender. La libertad que mis padres me daban me obligaba a tomar decisiones, a solucionar problemas, así fuesen pequeños. Estudiar, yo estudiaba. Leer, también leía pero me gustaba más la acción: el tenis, el surfeo y las aventuras. Me entristece cuando pienso que, hoy en día, es dífícil o imposible en Río, para cualquier niño de 8 años, ir a pie solo a la escuela o frecuentar Arpoador a los 12 años. Esa necesidad de adaptación y de lidiar con experiencias y personas distintas en mi infancia, fue un factor contribuyente a mi aprendizaje. Mi educación carioca contribuyó para que me volviese un eterno optimista. Por cierto, conozco más optimistas exitosos que pesimistas. Para mi, el mundo tenía problemas, pero era bonito, estaba siempre mejorando, generaba oportunidades excepcionales y las chicas de Arpoador y del Colegio São Paulo eran fantásticas. (Risas) Bien, si esas experiencias de libertad no son aplicables en el mismo modo, como yo las pude tener, recomiendo a los padres en el público que encuentren otras formas de proporcionar libertad y opciones de escuelas a los hijos. El mundo está cambiando cada vez más rápido y los niños sin posibilidades de experimentar y resolver, estarán en desventaja. Me preocupan mucho los padres que siempre se preocupan mucho por la educación formal de sus hijos y las notas... Creo que obtienen mucho más de una buena educación que de los estudios formales. Entonces, pienso que el niño debe correr algunos riesgos, tiene que hacer boberías, tiene que errar, y así es que el niño aprende. A los 17 años, fui a Harvard. Dejé mi querido Arpoador para siempre. Harvard fue duro para un carioca de playa que nunca había estado en EE.UU., a pesar de haber estudiado en la escuela estadounidenses, pero había aprendido a valerme por mí mismo y a adaptarme. Me las arreglé y me gradué, sin brillo, a los 20 años. Como me gradué antes que mi clase nunca recibí mi diploma. En 2014, en un evento en Harvard, decidieron entregarme el diploma que nunca fui a buscar. (Risas) Duda estaba allá, creo. Bueno, aunque me gustó recibirlo, con 53 años de atraso. ¿Por qué no lo busqué antes? No lo sé realmente, pero tal vez por una cierta aversión a la educación demasiado formal. No es que Harvard sea muy rígida, cada quién estudia lo que quiere allá, pero, para un carioca criado con poca disciplina, todo aquel aparato universitario y burocrático era irritante. Creo firmemente en la educación y en aprender pero, en líneas generales, me preocupa la burocratización y la rigidez de los sistemas existentes. Como describí anteriormente, doy mucho valor a las experiencias, a la oportunidad de tomar decisiones y a equivocarse para aprender. En cuanto a Harvard, vale la pena mencionar que dos de las mayores estrellas recientes innovadoras en el ramo de los negocios, llegaron a ir a la facultad, pero no se graduaron: Bill Gates y Mark Zuckerberg. Se dieron cuenta que tenían cosas más importantes que hacer o aprender, que graduarse de Harvard. Después de Harvard, pasé un año jugando tenis en Europa, lo suficiente para saber que no era aquello lo que quería hacer, a pesar de que aún hoy me gusta jugar pero, por lo menos, jugué en algunos de los torneos más conocidos, como Wimbledon, Roland-Garros y la Copa Davis. Volviendo a Río, me junté con un grupo de "Ivy Leaguers" que había fundado una financiera. Una gran lección: fracasamos después de 4 años. Me gustaba la dinámica del mercado financiero. Continué en el mercado y me uní a un nuevo emprendimiento: una distribuidora de valores. No fue un fracaso, pero la sociedad no prosperó. Compraron mi acción y me retiré de la sociedad. En 1971, con 31 años, junté todos mis ahorros y monté Garantia. Ya habían pasado 10 años de haberme graduado. Ya había pasado por dos experiencias frustrantes, pero, las cosas finalmente comenzaban a andar. ¿Será que si hubiese tenido más disciplina, más planes a largo plazo, habría escapado de los fracasos? Es posible que sí, pero, por otro lado, mi deseo de libertad y mi disposición para correr riesgos, me mantenía en la ruta de intentar innovar, soñar en grande, en vez de contentarme con un buen sueldo y seguridad. En 1971, tuve una gran suerte. Había montado la corredora Garantia para operar en la bolsa, pero apenas compré la corredora y la bolsa cayó un 70 %. Mi negocio planeado se evaporó. En esa época el Banco Central decidió crear el mercado de títulos gubernamentales. Un nuevo negocio que abrió oportunidades para muchos jóvenes del mercado financiero para que se pusieran a prueba. Hasta entonces la suerte me había sonreído, me refiero a las olas suicidas que había surfeado, a dos ataques de tiburón de los cuales había escapado y dos asaltos a los cuales había sobrevivido. Ahora, la suerte me estaba dando una oportunidad excepcional en el mundo de los negocios. Yo, personalmente, creo que la suerte es el resultado de mucho sudor, pero tengo un buen amigo que siempre dice: la suerte pasa en frente de todo el mundo; algunos la agarran, otros no. Fue lo que hice: agarré el "open market", que terminó siendo un gran negocio para la construcción de otros negocios. A Garantia le estaba yendo bien, pero la sociedad comenzó nuevamente a flaquear. Mis socios originales querían ser socios, pero no querían trabajar. Tuve que comprarles su parte y sustituirlos por jóvenes prometedores. Después de cosechar experiencia en mis primeras sociedades, comencé a mejorar en este aspecto y el de los asociados, pero siempre aprendiendo de las dificultades y con la disposición para cambiar o intentarlo de nuevo. Si hubiese tenido una educación muy rígida y formal, difícilmente me habría acostumbrado a las necesidades constantes de cambio y adaptación. En esa época, mi vida, con una infancia llena de libertad y capacidad para cosas nuevas y los riesgos comenzó a resultar. en 1983, compramos el control de las Lojas Americanas. Mis colegas del mercado financiero, que ganaban ríos de dinero con intereses altos, pensaban que estábamos locos: "¿Para qué comprar una empresa si los intereses son tan buenos?" En 1989, compramos a Brahma. La cual era tan grande en comparación a nosotros que nos acusaron de ser una pantalla para grupos internacionales. La mayoría de mis colegas del mercado financiero y sus empresas desaparecieron. Nosotros, con los activos más sólidos, algún tiempo después, aún continuamos aquí siempre listos para mejorar, innovar e intentar cosas distintas. Mi educación carioca tuvo algunas fallas. Como estudié en la escuela estadounidenses nunca fui muy bueno en ciencias exactas. Faltó disciplina en general en el inicio de la carrera y visión a largo plazo. El carioca no es muy adepto a la disciplina o a visualizar a largo plazo. He ido intentando corregir eso a lo largo de los años. En resumen, creo en una buena educación formal, pero sin anteponerla al aprendizaje de la calle o la playa, a la disposición de equivocarse, decidir, de innovar y de intentar de nuevo, si se llega a tener una derrota en el camino. Mi aprendizaje carioca tuvo fallas, pero, afortunadamente, generó oportunidades que fueron tomadas, y sigo siendo un carioca optimista, de buen humor queriendo siempre mejorar. Gracias. (Aplausos)