(Aplausos)
(Video) Locutor: Crecen las amenazas por la muerte de Bin Laden.
Locutor 2: Hambruna en Somalia. Locutor 3: La policía arroja gas pimienta.
Locutor 4: Carteles despiadados. Locutor 5: Cruceros mordaces.
Locutor 6: Decadencia social. Locutor 7: 65 muertos.
Locutor 8: Alerta de tsunami. Locutor 9: Ciberataques.
Varios locutores: Guerra al narcotráfico. Destrucción masiva. Tornado.
Recesión. Bancarrota. Juicio final. Egipto. Siria.
Crisis. Muerte. Desastre.
¡Oh, Dios mío!
Peter Diamandis: Estos son sólo algunos de los clips
que conseguí en los últimos seis meses.
Tranquilamente podrían ser de los últimos 6 días
o de los últimos 6 años.
La idea es que los medios de prensa
prefieren brindarnos noticias negativas
porque nuestras mentes les prestan atención.
Y eso responde a una muy buena razón.
En cada segundo de cada día
nuestros sentidos reciben muchísimos más datos
de los que probablemente el cerebro puede procesar.
Y como nada nos importa más
que sobrevivir,
la primera parada de todos esos datos
es un antiguo fragmento del lóbulo temporal
llamado amígdala.
La amígdala es nuestro detector de alerta temprana,
el detector de peligro.
Ordena y registra toda la información
buscando algo en el entorno que pudiera hacernos daño.
Por eso de una decena de historias
preferiremos mirar
las negativas.
Ese viejo refrán de la prensa:
"Si hay sangre, vende",
es muy cierto.
Y dado que todos los dispositivos digitales
nos brindan noticias negativas
los 7 días de la semana, 24 horas al día,
no es de extrañar que seamos pesimistas.
No sorprende que la gente piense
que el mundo va de mal en peor.
Pero quizá no sea así.
Tal vez, en cambio,
lo que realmente sucede es que
recibimos distorsiones.
Quizá el progreso enorme realizado
en el último siglo
por una serie de fuerzas
está acelerándose de tal forma
que tenemos el potencial para crear un mundo de abundancia
en las próximas tres décadas.
No estoy diciendo
que no tenemos nuestros buenos problemas:
el cambio climático, la extinción de especies,
la escasez de agua y energía; sin dudas los tenemos.
Como seres humanos somos muy buenos
para avizorar los problemas
y, a la larga, acabamos con ellos.
Analicemos entonces
lo ocurrido en el último siglo
para ver hacia dónde vamos.
En los últimos cien años,
el promedio de vida se ha más que duplicado,
el ingreso promedio per cápita ajustado por inflación
se ha triplicado en todo el mundo.
La mortalidad infantil
se ha reducido 10 veces.
Además, el costo de los alimentos, de la electricidad,
del transporte y las comunicaciones,
ha caído de 10 a 1000 veces.
Steve Pinker nos mostró
que estamos viviendo la época más pacífica de la historia
de la humanidad.
Y Charles Kenny
que la alfabetización mundial pasó del 25% a más del 80%
en los últimos 130 años.
Realmente estamos viviendo una época extraordinaria.
Mucha gente lo olvida.
Y seguimos poniéndonos expectativas cada vez más altas.
De hecho, redefinimos el significado de pobreza.
Piénsenlo, hoy en EE.UU.,
gran parte de las personas que viven bajo la línea de pobreza
tienen electricidad, agua, baños, refrigeradores,
televisión, móviles,
aire acondicionado y coches.
Los magnates barones del caucho del siglo pasado, los emperadores del planeta,
jamás habrían soñado con tales lujos.
Apoyando mucho de esto
está la tecnología
y, últimamente,
su crecimiento exponencial.
Mi buen amigo Ray Kurzweil
mostró que cualquier herramienta que deviene en tecnología de la información
salta en esta curva, la Ley de Moore,
y duplica el rendimiento del precio
en unos 12 a 24 meses.
Por ese motivo el móvil que tienen en el bolsillo
es un millón de veces más barato y mil veces más rápido
que una supercomputadora de los años 70.
Ahora miren esta curva.
Es la Ley de Moore durante los últimos cien años.
Quiero que observen dos cosas en esta curva.
Primero, lo suave que es...
en buenos y malos tiempos, en la guerra y en la paz,
en recesión, en depresión y en auge.
Es la resultante de computadoras rápidas
usadas para construir computadoras más rápidas.
No se detiene ante ninguno de los grandes desafíos.
Y aunque esté graficada
en una ley a la izquierda,
se curva va hacia arriba.
La tasa de crecimiento de la tecnología
es en sí cada vez más rápida.
Y en esta curva, a horcajadas de la Ley de Moore,
hay una serie de tecnologías extraordinariamente poderosas
con las que hoy contamos.
La computación en la nube,
que mis amigos de Autodesk llaman computación infinita,
sensores y redes, la robótica,
la impresión 3D y su capacidad de democratizar y distribuir
producción personalizada en todo el planeta,
la biología sintética,
los combustibles, las vacunas y los alimentos,
la medicina digital, los nanomateriales y la IA.
Digo, ¿cuántos vieron la victoria en Jeopardy
de Watson, de IBM?
Fue épica.
Busqué en los periódicos
el mejor titular que hubiera.
Y me encantó éste: "Watson vence a oponentes humanos".
Jeopardy no es un juego fácil.
Juega con los matices del lenguaje humano.
Imaginen esta inteligencia
artificial en la nube,
disponible para todos en el móvil.
Hace 4 años, aquí en TED,
Ray Kurzweil y yo, lanzamos una nueva universidad
llamada Singularity University.
Le enseñamos estas tecnologías a nuestros alumnos,
y, en particular, cómo pueden usarse
para resolver los grandes retos de la humanidad.
Y cada año les pedimos
que lancen una empresa, o un producto o servicio,
que pueda afectar positivamente las vidas de mil millones de personas
en una década.
Piensen en eso, el hecho de que un grupo de estudiantes
hoy pueda impactar la vida de mil millones de personas.
Hace 30 años eso habría sonado absurdo.
Hoy podemos señalar una decena de compañías
que ya lo han hecho.
Cuando pienso en crear abundancia,
no significa crear vida lujosa para cada habitante del planeta;
se trata de crear una vida de lo posible.
Se trata de tomar eso que es escaso
y volverlo abundante.
Ya ven, la escasez es contextual
y la tecnología es una fuerza que libera recursos.
Les pondré un ejemplo.
Es una historia de Napoleón III
de mediados del 1800.
Él es el tipo de la izquierda.
Invitó a cenar
el rey de Siam.
Las tropas de Napoleón
comieron con cubiertos de plata,
y el mismo Napoleón, con cubiertos de oro.
Pero el rey de Siam,
comió con cubiertos de aluminio.
Ya ven, el aluminio
era el metal más valioso del planeta;
valía más que el oro y el platino.
Por esa razón la punta del Monumento a Washington
es de aluminio.
Ya ven, aunque el aluminio
es el 8,3% de la masa de la Tierra,
no viene como metal puro.
Está ligado por el oxígeno y los silicatos.
Pero luego llegó la electrólisis
e hizo del aluminio algo tan barato
que lo usamos como si fuera descartable.
Proyectemos esta analogía hacia el futuro.
Pensemos en la escasez de energía.
Damas y caballeros,
estamos en un planeta
bañado por 5000 veces más energía de la que
usamos en un año.
Llegan a la Tierra 16 teravatios de energía
cada 88 minutos.
No se trata de escasez,
sino de accesibilidad.
Y hay buenas noticias.
Este año, por primera vez,
el costo de la energía solar en India
es el 50% menos que el de la generada por diesel:
8,8 rupias versus 17 rupias.
El costo de la energía solar cayó 50% el año pasado.
El mes pasado, el MIT publicó un estudio
que muestra que a finales de la década,
en las partes soleadas de Estados Unidos,
la electricidad solar costará 6 centavos el kilovatio por hora
comparado con los 15 centavos
de la media nacional.
Y si tenemos abundancia de energía
también tenemos abundancia de agua.
Hablemos ahora de las guerras por el agua.
¿Recuerdan cuando
Carl Sagan apuntó la nave espacial Voyager
hacia la Tierra,
en 1990, después que pasó Saturno?
Sacó una foto famosa. ¿Cómo se llamaba?
"Un pálido punto azul".
Porque vivimos en un planeta de agua.
Vivimos en un planeta cubierto en un 70% por agua.
Sí, el 97,5% es agua salada,
el 2% es hielo,
y peleamos por el 0,5% del agua del planeta,
pero también aquí hay una esperanza.
Es una tecnología disponible
no en 10 ó 20 años,
sino ahora mismo.
Viene la nanotecnología, los nanomateriales.
En una conversación con Dean Kamen esta mañana,
uno de los innovadores del bricolaje...
me gustaría compartir con Uds., me dio permiso para hacerlo...
su tecnología llamada Slingshot
-quizá ya la conozcan-
es del tamaño de un refrigerador pequeño.
Es capaz de generar
mil litros de agua potable al día
de cualquier fuente -agua salada, agua contaminada, una letrina-
por menos de 2 centavos el litro.
El presidente de Coca-Cola acaba de acordar
que hará una prueba importante
de cientos de estas unidades en el mundo en desarrollo.
Si eso sale bien,
y tengo plena confianza en que así será,
Coca-Cola lo implementará mundialmente
en 206 países
del planeta.
Esta es una innovación potenciada por esta tecnología
que hoy existe.
Y lo hemos visto en los móviles.
Dios mío, vamos a llegar al 70% de penetración
de los móviles en el mundo en desarrollo
para finales de 2013.
Piénsenlo,
ese guerrero masai tiene mejores comunicaciones móviles
en medio de Kenia
que el presidente Reagan hace 25 años.
Y, de contar con un móvil inteligente con Google,
tiene acceso a más conocimiento e información
que el presidente Clinton hace 15 años.
Vive en un mundo de abundancia de información y comunicaciones
que nadie podría haber predicho jamás.
Mejor que eso,
las cosas por las que Uds. y yo
hemos pagado decenas y cientos de miles de dólares
-GPS, video HD, imágenes,
bibliotecas de libros y música,
tecnología de diagnóstico médico-
ahora se desmaterializan y pierden valor de mercado
con los móviles.
Quizá lo mejor llegue
cuando surjan las aplicaciones en salud.
El mes pasado, tuve el placer de anunciar con la Fundación Qualcomm
algo llamado el Premio X Qualcomm Tricorder, de 10 millones de dólares.
Estamos desafiando a los equipos del mundo
para que combinen estas tecnologías
en un dispositivo móvil
con el que hablan, y dado que tiene IA,
pueden toser, pueden extraerse sangre del dedo.
Para ganar tiene que hacer mejores diagnósticos
que un equipo médico certificado.
Imaginen este dispositivo
en medio del mundo en desarrollo en el que no hay médicos,
donde la carga de morbilidad es del 25%
y hay 1,3% de trabajadores de la salud.
Cuando este dispositivo secuencie un virus de ARN o ADN
que no reconozca, llamará
al ente de salud
y, en primer lugar, evitará que ocurra la pandemia.
Pero esta es la mayor fuerza
de producir un mundo de abundancia.
Lo llamo los mil millones en aumento.
Las líneas blancas de aquí son la población.
Acabamos de pasar la marca de los 7 mil millones.
Por cierto,
la mejor protección contra la explosión demográfica
es dotar al mundo de educación
y salud.
En 2010, teníamos
menos de 2 mil millones de personas
en línea, conectadas.
Para 2020,
pasará de 2 mil millones a 5 mil millones
de usuarios de Internet.
Tres mil millones de mentes
nunca antes oídas
que se suman a la conversación global.
¿Qué querrán estas personas?
¿Qué consumirán? ¿Qué deseos tendrán?
Y en lugar de un colapso económico
tendremos la mayor inyección económica de la historia.
Estas personas representan
decenas de billones de dólares
inyectados en la economía global.
Y gozarán de más salud
gracias al Tricorder,
de una mejor educación con la Academia Khan
y debido al uso de las impresiones
en 3D y a la computación en la nube
serán más productivos que nunca antes.
¿Qué nos pueden brindar 3000 millones más
de miembros de la humanidad, saludables
educados y productivos?
¿Qué tal unas voces nunca antes oídas?
¿Qué tal si les damos a los oprimidos,
dondequiera que estén,
una voz para ser escuchados y poder actuar
por primera vez?
¿Qué aportarán estos 3000 millones?
¿Y si son contribuciones que ni podemos predecir?
Algo que aprendí con el Premio X
es que equipos pequeños,
guiados por su pasión con un objetivo claro,
pueden hacer cosas extraordinarias;
cosas que antes sólo podían hacer
las grandes corporaciones y los gobiernos.
Voy a terminar compartiendo una historia
que realmente me entusiasmó.
Hay un programa que quizá algunos ya conozcan.
Se llama FoldIt.
Surgió en la Universidad de Washington, en Seattle.
Es un juego
en el que las personas pueden tomar una secuencia de aminoácidos
y averiguar la forma en que se plegará la proteína.
Los pliegues determinan la estructura y la funcionalidad.
Es algo muy importante en la investigación médica.
Y, hasta ahora, era un problema de supercomputadoras.
Han jugado con esto
profesores universitarios, entre otros.
Luego cientos de miles de personas
se sumaron y comenzaron a jugarlo.
Y se ha demostrado que hoy
la maquinaria de reconocimiento de patrones humana
es mejor plegando proteínas que las mejores computadoras.
Y estas personas buscaron
a quien mejor plegaba proteínas en el mundo;
y no enseñaba en el MIT,
ni estudiaba en CalTech;
era una persona de Inglaterra, de Manchester,
una mujer que, durante el día,
era asistente ejecutiva en una clínica de rehabilitación
y, por las noches, era la mejor plegadora de proteínas del mundo.
Damas y caballeros,
lo que me da una confianza enorme
en el futuro
es que hoy tenemos más poder como personas
para asumir los grandes retos del planeta.
Tenemos las herramientas con esta tecnología exponencial.
Tenemos la pasión del innovador del bricolaje.
Tenemos el capital del tecnofilántropo.
Y tenemos 3000 millones de mentes nuevas
que se nos sumarán para trabajar
en la solución de los grandes retos
y hacer lo que debamos hacer.
Tenemos por delante unas décadas extraordinarias.
Gracias.
(Aplausos)