"Aquí yace Arturo, el rey que fue y el rey que será". Así reza la inscripción tallada en la lápida del rey Arturo según la versión de Thomas Malory en "Le Morte d'Arthur". Como escritor del siglo XV, Malory nunca imaginó cuán proféticas serían esas palabras. El rey Arturo siempre vivió en la imaginación colectiva, junto a su cohorte de caballeros, a Ginebra, la Mesa Redonda, Camelot y, claro está, Excalibur. Pero ¿cuál es el origen de esas historias, y qué hay de cierto en ellas? El rey Arturo que hoy conocemos fue creado a fines de la Edad Media pero, en realidad, la leyenda nace en la poesía celta de épocas anteriores: las invasiones de los sajones a Britania. Cuando los romanos se marcharon de Britania en el año 410 d.C., los invasores sajones procedentes de la actual Alemania y Dinamarca rápidamente aprovecharon la vulnerabilidad del territorio abandonado. Los habitantes de Britania lucharon ferozmente contra los invasores durante siglos de convulsiones. Casi no quedan registros escritos de la época, de manera que es difícil reconstruir una historia fidedigna. Sin embargo, la poesía que sobrevivió de aquella época nos dan algunas pistas. Uno de los poemas, "Gododdin", hace la primera referencia a Arturo, aunque Arturo no aparece como tal. Quien aparece es otro personaje llamado Gwawrddur, un guerrero hábil para deshacerse de sus enemigos, pero no era Arturo. No ayuda demasiado, pero quienquiera que haya sido ese Arturo, debió haber sido la máxima encarnación de los guerreros. Si alguna vez fue rey, o si acaso existió, es un misterio. A pesar de esta incertidumbre, las referencias a Arturo captaron la atención de un aspirante a historiador cientos de años después. En 1130, vivió Geoffrey de Monmouth, un humilde clérigo con grandes ambiciones. Inspirándose en fuentes celtas y latinas, dedicó años a escribir una extensa crónica titulada "La historia de los reyes de Britania". La pieza central de esta obra era el rey Arturo. El término "historia" es generoso para la crónica de Geoffrey. En estos relatos escritos 600 años luego de las invasiones sajonas, reunió fragmentos tomados de la mitología y la poesía para compensar la falta casi absoluta de documentos oficiales. Varias de sus fuentes mencionaban a Arturo, y otras eran descripciones reales de batallas y lugares. Pero otras mencionaban míticos héroes que luchaban con la ayuda de espadas mágicas y sortilegios. Geoffrey combinó todos estos elementos y, entonces, una espada mágica llamada "Caledfwlch" y una fortaleza romana llamada "Caerleon" que aparecieron en su fuente original inspiraron a Geoffrey para crear un Arturo que reinaba desde Caerleon y empuñaba su Caliburnus, la traducción de Caledfwlch en latín. Geoffrey también incorporó un sabio consejero llamado Merlín, inspirado en el juglar celta Myrrdin, y lo hizo parte de la historia de Arturo. Si Arturo realmente existió, habría sido probablemente un jefe militar, pero un rey confinado en un castillo encajaba mejor en la señorial historia de Arturo según Geoffrey. La crónica de Geoffrey captó la atención que buscaba, y pronto fue traducida del latín al francés por el poeta Wace cerca del año 1155 d.C. Wace incorporó otra pieza del acervo arturiano, además de la espada, el castillo y el mago de Geoffrey: la Mesa Redonda. Según Wace, Arturo mandó construir una mesa para que los invitados de la corte se sentaran a ella en pie de igualdad y nadie presumiera de ostentar una posición de jerarquía en la mesa. Luego de leer la traducción de Wace, otro poeta francés, Chrétien de Troyes, escribió una serie de romances que catapultaron a Arturo a la fama. Creó relatos de caballeros solitarios como Lancelot y Gawain, y mezcló elementos de romance dentro de esas aventuras. Entre Arturo, Lancelot y Ginebra trazó un triángulo amoroso. Además de las intrigas personales, también introdujo el Santo Grial. Probablemente, Chrétien concibió los poderes del Grial inspirándose en objetos mágicos de la mitología celta. Este autor vivió en tiempos de las Cruzadas, y muchos manifestaron las inquietudes de la época por el Grial, considerado una poderosa reliquia de los tiempos de la crucifixión. Hubo numerosas adaptaciones en francés y otros idiomas luego de la obra de Chrétien. En el transcurso de estos relatos, Caerleon pasó a llamarse "Camelot", y Caliburnus fue rebautizada como "Excalibur". En el siglo XV, Sir Thomas Malory resumió estas historias en "Le Morte D'Arthur", que fue la base de numerosos relatos contemporáneos del rey Arturo. A mil años de la primera aparición de Arturo en un poema celta, su historia fue adaptada una y otra vez para reflejar las inquietudes de sus cronistas y de su público. Aún hoy, la leyenda sigue reescribiéndose en distintas versiones. Más allá de que Arturo existiera, amara, reinara o viviera aventuras, nadie puede negar que el personaje logró alcanzar la inmortalidad.