Estoy en recuperación a largo plazo
por un trastorno de consumo de sustancias.
(Aplausos)
No he fumado crack,
ni esnifando una raya de cocaína
o bebido un sorbo de alcohol en 19 años.
(Aplausos)
Bebí mi primera cerveza a los 11 años.
Uno de mis primos me la dio.
Esnifé mi primera raya
de cocaína a los 15.
Salí de un psiquiátrico
por cometer actos suicidas.
De los 15 a los 24, bebí y
seguí mi camino por la vida,
y con el tiempo acabé en Boston.
En aquel momento, mi adicción
se había vuelto tan fuerte
que era paranoico,
y tenía miedo de todo.
Estaba encerrado en mi apartamento,
y allí en la oscuridad,
acurrucado en el suelo del baño,
había estado consumiendo cocaína
durante casi 24 horas seguidas.
Mi corazón latía con fuerza,
y parecía que iba a estallar en mi pecho.
Sabía que era así cómo iba a morir.
Y cuando amaneció
aquella mañana en Boston,
¿saben qué pensé?
Pensé en mi madre.
Pensé, "Alguien le va tener que decir
que su hijo murió en el suelo de un
baño por una sobredosis de cocaína".
Y esa fue la última
noche que consumí.
Nunca nadie sueña
con crecer siendo adicto.
Encontré mi camino
en un gimnasio de boxeo,
y algo sobre meterme
en el ring por primera vez
me ayudó a superar mi adicción.
Después, vi un folleto
de escalada sobre hielo.
Y en la portada vi a este chico escalando
sobre esta pared de hielo empinada,
y pensé: "Quiero intentarlo".
Me apunté a una clase,
y entonces no lo sabía,
pero ya había empezado a curarme.
Hay algo especial que pasa
cuando te atas a una cuerda de escalada
por primera vez en invierno.
Miras al glaciar arriba
o la subida delante de ti,
y todo lo demás parece desvanecerse.
Y los problemas,
todas las preocupaciones.
toda la vergüenza y el odio
a ti mismo por tu adicción
que tantos adictos sienten...
todo desaparece y te quedas
suspendido en ese momento.
Lo único que escuchas es el crujido
de la nieve debajo de tus crampones;
el sonido que hace tu picahielos
cuando rompe el profundo hielo azul;
el sonido de tu respiración
que desaparece
y es acallado por la nieve suave que cae.
En ese momento, en ese lugar,
tuve un destello sobre la posibilidad
de quién podría ser:
valiente y seguro.
Escalar daría lugar a carreras
de bicicleta en montaña, triatlones,
y finalmente al Ironman.
Y cada vez que llegué
a la cima de una montaña
o crucé una meta,
me sentía un poco más escalador
y menos adicto.
Tuve suerte; encontré esperanza
en la cima de una montaña.
Y a partir de esa esperanza,
empecé a curarme de mi adicción.
Pero para mucha gente
que todavía es adicta,
puede ser bastante desesperante.
Unos 23 millones en EE.UU. se enfrentan
a un trastorno por consumo de sustancias,
y el estadounidense medio es más
propenso a morir de sobredosis
que de un accidente de vehículo motor,
un tiroteo en masa,
y un ataque terrorista,
todo junto.
Así que muchos ponemos a un
ser querido bajo terapia formal
y pensamos: "Ahora se va a solucionar",
para solo descubrir
que del 40 % al 60 %
que sale de la terapia formal,
recaerá dentro del primer año.
¿Por qué?
Creo que no se puede hablar
de curar una adicción
sin antes hablar de curar un trauma.
No estoy hablando solo
de grandes traumas,
como crecer en un país arruinado por
la guerra, o de abuso sexual y físico.
Sino de pequeños traumas
como lo que se siente
cuando tus padres se divorcian;
lo que se siente cuando
se meten contigo en el colegio;
o lo que se siente cuando
los que te quieren, te abandonan.
Aunque estos traumas no dejen
una herida que se pueda ver,
afectan el cómo vemos el mundo.
Creo que el trauma es la crisis de salud
pública número uno en nuestro país.
(Aplausos)
¿Por qué me vi obligado
a beber a los 11 años?
¿Por qué consumía cocaína a los 15,
y también quería suicidarme?
En parte viene de
un trauma de generaciones
heredado de mi padre.
Su padre lo abandonó cuando era joven,
de manera que cargó con
un dolor que me transmitió.
Mi padre también tenía
una enfermedad mental,
así que nos gritaba a mí y a
mis hermanos tanto si perdíamos,
como si ganábamos
un partido de fútbol.
Nos humillaba en público,
y siempre recuerdo que
me hacía sentir tan...
... pequeño.
También se siente cierta impotencia
cuando ves a un hermano que quieres
está siendo maltratado,
y que no puedes hacer nada por evitarlo.
Pienso en cómo aquello debió
marcarme cuando era pequeño.
Sí, yo también fui pequeño una vez.
(Risas)
Y cuando somos pequeños,
somos esponjas emocionales.
Absorbemos la energía de nuestro
alrededor de nuestros cuidadores,
y si esa energía es negativa
o traumática,
a menudo la interiorizamos
como si hiciéramos algo malo;
o fuéramos fracasos.
Todos esos pequeños traumas
son diminutos cortes emocionales,
y con muchos de estos cortes
se puede formar una gran herida.
Sé lo que están pensando: algunas
de estas cosas también nos han pasado,
y no son adictos.
Bueno, hay otras maneras
de salir adelante.
Muchos de nosotros, buscamos bienestar
emocional en algo externo.
Quizás sea lo que nos parecemos,
cuánto dinero ganamos,
o si nuestros equipos de deporte
ganaron o no la Superbowl.
¡Vamos Broncos!
(Risas)
(Ovación)
Tenemos adicción al amor,
miedo al amor,
adicción al trabajo,
trastornos alimenticios,
y la lista sigue y sigue.
¿Y cómo nos curamos de todo esto?
Sé que llegar a la cima de una
montaña puede ser parte de ello;
y contribuye directamente
a nuestra autoestima.
¿Pero qué pasa con lo
contrario al trauma?
Tenemos que aprender a construir
comunidades educativas
para que nuestros hijos
crezcan en ellas.
Quiero que piensen en ello
durante un momento.
¿Cómo les gustaría que
sus hijos crecieran?
Quiero que hagan una lista.
Aquí está la mía:
alentador, lleno de alegría,
tolerante, cariñoso,
un lugar donde estemos seguros
física y emocionalmente.
Comprendiendo que estas
dos cosas vienen juntas,
tanto el poder de llegar
a la cima de una montaña,
como el de una comunidad educativa,
me pregunté: "¿cómo le damos esto a
otros que están pasando por lo mismo?"
"¿Cómo hacemos para que
miles de adictos en terapia
suban a una montaña
en un ambiente educativo?"
Parece imposible pero no lo es.
Y eso es exactamente lo que hicimos.
Con un grupo de personas,
empecé una sociedad no lucrativa,
y creamos una comunidad
activa y sobria.
Desde entonces, hemos acogido
a 18 000 personas en 10 años,
en 5 ciudades y 3 estados.
(Ovación)
(Aplausos)
Estos programas son gratis para quienes
han estado 48 horas limpios y sobrios.
Vienen a yoga, senderismo,
ciclismo y escalada.
Les parece un mecanismo
de superación positivo,
y conocen personas afines que
les ayudan en su recuperación.
Y hay un código de conducta
que define a la comunidad
que dice que todo lo que no
es educativo no es bienvenido,
y esas reglas básicas
han tenido un profundo efecto
en la vida de personas.
El 73 % de las personas
había mejorado su autoestima.
El 82 % se había sentido
seguro emocionalmente
Y el otro 18 % probablemente
estaba en esa pared.
(Risas)
El 65 % había mejorado su
actitud hacia la sobriedad.
Y tres cuartos de la gente
que fue, permaneció sobria.
(Aplausos)
Ahora quiero que por un momento imaginen
que soy alguien que ha estado
48 horas limpio y sobrio
y que aparezco en este gimnasio.
Camino hacia la puerta.
Agarro el mango de la puerta.
Parece que pesa.
Y pesa tanto porque esta es
la primera vez que como adulto
camino por una habitación llena de gente
sin bebida ni drogas en el organismo.
Y encima, estoy a punto de hacer
mi primer entrenamiento de cross fit.
(Ovación)
Así que ni siquiera sé si voy
a llegar al calentamiento.
¿Saben qué?
Mejor voy a por una bebida.
El chico de la recepción me da
la exención y el código de conducta,
y mientras lo completo, pienso:
"Lo voy a entregar de vuelta,
y mejor vuelvo a mi viejo apartamento
donde mis amigos se están drogando".
Ya saben, ese tipo de apartamento
donde los adictos van a morir.
O, "me tomo un trago de
vodka así me tranquilizo.
Haré que el dolor
y la ansiedad desaparezcan".
Este chico de la recepción puede
ver que estoy un poco ansioso,
y ahora empieza a compartir
su propia historia.
¿Este chico era adicto a la heroína?
¿Cómo es posible?
Está muy en forma.
Así que entra conmigo en
el gimnasio y, en ese momento,
me siento aceptado.
Este chico y esta otra chica
vienen hacia mí
y me ayudan a poner mis pesas.
Me dan un tubo blanco de PVC
y empiezan a hacerme el calentamiento.
Me están enseñando
el arranque y el envión.
Esto ya lo aprendí
cuando estaba en prisión
pero nunca con técnica o forma.
"La espalda fuerte", dicen, "levántala,
extensión triple, tirón alto".
Ahora volvemos a las pesas.
La habitación está llena de gente.
Nos ponemos junto a las pesas,
y el reloj empieza con la cuenta atrás
para el entrenamiento.
5, 4, 3, 2,...
Miro alrededor del gimnasio.
Todo el mundo está en terapia.
Siento que creen en mí;
yo: un drogadicto, un borracho.
De hecho, creen tanto en mí
que en ese momento,
empiezo a creer en mí mismo.
El reloj hace clic de nuevo
para empezar el entrenamiento.
Estiro el brazo para tomar
la barra con pesas,
un peso aparentemente inamovible.
Aún así la tomo y la levanto,
La levanto con toda la técnica,
fuerza y coraje
que saco de la gente alrededor de mí.
Y, por un momento, parece liviana
y cae sobre mis hombros.
La barra vibra por el peso,
y la alzo por encima de mi cabeza,
la levanto orgulloso
y, después, la dejo caer al suelo.
Recibo una sonrisa de aprobación
de mis amigos,
y una primera palmada de mi
nuevo compañero de entrenamiento.
Y, en ese momento, encuentro
apoyo en la comunidad.
Y en esa comunidad,
encuentro esperanza.
(Aplausos)
(Ovaciones)
Gracias.
(Aplausos)
(Ovaciones)