Hay registros históricos para saber
cómo se vestían los antiguos griegos,
cómo vivían,
cómo peleaban...
pero ¿qué pensaban?
Una idea natural es que los aspectos
más profundos del pensamiento:
la capacidad de imaginar,
de ser consciente,
de soñar,
siempre han sido los mismos.
Otra posibilidad
es que las transformaciones sociales
que han dado forma a nuestra cultura
pueden haber cambiado las columnas
estructurales del pensamiento humano.
Podemos tener diferentes
opiniones sobre esto.
En realidad, es un debate
filosófico de larga tradición.
Pero ¿es esta pregunta acaso
abordable por la ciencia?
Aquí me gustaría proponer
que, así como podemos
reconstruir el aspecto de
las antiguas ciudades griegas
a partir de unos ladrillos,
los escritos de una cultura
son los registros arqueológicos,
los fósiles del pensamiento humano.
Y, de hecho,
haciendo algún tipo
de análisis psicológico
de algunos de los libros más antiguos
de la cultura humana,
Julian Jaynes sugirió en los años 70
una hipótesis fantástica y muy radical:
que hace solo 3000 años
los humanos eran lo que hoy
llamaríamos esquizofrénicos.
Hizo esta afirmación
apoyándose en el hecho de que los
humanos descritos en estos libros
se comportaban de manera sistemática
en diferentes tradiciones
y distintos lugares del mundo,
como si oyeran y obedecieran voces
que percibían como
procedentes de los dioses,
o de las musas...
Lo que hoy llamaríamos alucinaciones.
Y solo luego,
con el transcurso del tiempo,
empezaron a reconocer que
ellos mismos eran los creadores,
los dueños de esas voces interiores.
Y con esto, ganaron introspección:
la capacidad de pensar
los propios pensamientos.
La teoría de Jaynes
dice que la conciencia,
al menos como la percibimos hoy
es decir, que sentimos ser pilotos
de nuestra propia existencia,
es un desarrollo cultural
bastante reciente.
Y esta teoría es espectacular,
pero tiene un problema obvio
y es que está construida sobre
pocos ejemplos muy específicos.
Por eso, la pregunta es si la teoría
de que la introspección se creó en la
historia humana hace solo unos 3000 años
puede examinarse de manera
cuantitativa y objetiva.
Y el problema de cómo abordar esto
es bastante obvio.
No es que Platón se haya despertado
un día y escrito:
"Hola, soy Platón
y, hoy, tengo una conciencia
totalmente introspectiva".
(Risas)
Y esto nos dice en realidad
cuál es la esencia del problema.
Tenemos que encontrar la emergencia
de un concepto que nunca se dijo.
La palabra introspección
no aparece ni una sola vez
en los libros que queremos analizar.
Por eso nuestra manera de resolverlo
es construyendo el espacio de palabras.
Este es un espacio enorme
que contiene todas las palabras
de manera que la distancia
entre cualquiera de ambas
es indicativa de lo estrechamente
relacionadas que están.
Así, por ejemplo, uno quiere que
las palabras "perro" y "gato"
estén muy próximas entre sí,
pero las palabras "pomelo"
y "logaritmo"muy alejadas.
Y esto debe cumplirse para cualquier
par de palabras dentro del espacio.
Y hay diferentes maneras de construir
el espacio de palabras.
Una es preguntando a los expertos,
un poco como hacemos
con los diccionarios.
Otra posibilidad
es seguir el supuesto simple de que
cuando dos palabras se relacionan
tienden a aparecer en las mismas frases,
en los mismos párrafos,
en los mismos documentos,
más a menudo de lo esperado
simplemente por pura casualidad.
Y esta hipótesis simple,
este método simple,
con trucos computacionales
relacionados con el hecho
de que este es un espacio
multidimensional muy complejo,
resulta ser muy eficaz.
Y solo para darles una muestra
de lo bien que funciona,
este es el resultado obtenido al
analizar algunas palabras familiares.
Y lo primero que ven
es que las palabras se organizan
automáticamente en campos semánticos.
Las frutas, las partes del cuerpo,
las piezas de la computadora,
los términos científicos, etc.
El algoritmo también identifica que
organizamos los conceptos en jerarquías.
Entonces, por ejemplo,
se puede ver que los términos científicos
se separan en dos subcategorías:
términos de astronomía y de física.
Y luego hay cosas muy sutiles.
Por ejemplo, la palabra astronomía,
que parece tener
una ubicación extraña,
está exactamente
donde debería estar,
entre lo que es,
una ciencia real,
y entre lo que describe,
los términos astronómicos.
Y podríamos seguir y seguir con esto.
En realidad, si uno mira con atención
esto durante un tiempo,
y construye trayectorias aleatorias,
verá que, en realidad, se parece
un poco a hacer poesía.
Y esto se debe, en cierta forma,
a que caminar en este espacio
es como caminar por la mente.
Y lo último es que
este algoritmo también identifica
cuáles son nuestras intuiciones,
respecto a qué palabras nos llevarían
al campo de la introspección.
Así, por ejemplo,
palabras como "yo", "culpa",
"razón", "emoción",
están muy cerca de "introspección",
pero otras palabras como
"rojo", "fútbol", "vela", "banana",
están muy lejos.
Y así, una vez que
hemos construido el espacio,
la cuestión de la historia
de la introspección,
o de la historia de cualquier concepto
que antes podía parecer abstracto
y en cierta forma impreciso,
se vuelve concreto,
se vuelve abordable
por la ciencia cuantitativa.
Solo nos resta tomar los libros,
digitalizarlos,
tomar esta corriente de palabras
como una trayectoria,
proyectarla en el espacio,
y luego preguntarnos
si esta trayectoria
pasa un tiempo considerable
rodeando de cerca al concepto
de introspección.
Y con esto,
se podría analizar
la historia de la introspección
en la tradición griega antigua,
de la cual tenemos el mejor
registro escrito disponible.
Por eso tomamos todos los libros
y los ordenamos cronológicamente,
por cada libro tomamos las palabras
y las proyectamos al espacio,
y luego nos preguntamos por cada palabra
cuan cercana está a la introspección,
y calculamos su promedio.
Luego nos preguntamos si,
con el transcurso del tiempo,
estos libros se acercaban cada vez más
al concepto de introspección.
Y esto es exactamente lo que sucede
en la tradición griega antigua.
Se puede ver que en los libros
más antiguos en la tradición homérica,
hay un pequeño acercamiento
a la introspección.
Pero unos cuatro siglos antes de Cristo,
empieza a despegar rápidamente
hasta casi quintuplicarse
el acercamiento paulatino de los libros
al concepto de introspección.
Y algo bueno de esto
es que ahora podemos preguntarnos
si esto también es cierto en una
tradición diferente, independiente.
Por eso hicimos este mismo análisis
en la tradición judeocristiana,
y obtuvimos prácticamente
el mismo patrón.
De nuevo, se ve un pequeño acercamiento
en los libros más antiguos
del Antiguo Testamento,
y luego se acerca mucho más rápidamente
en los nuevos libros
del Nuevo Testamento.
Y luego tenemos
el pico de la introspección
en "Las confesiones de San Agustín",
unos cuatro siglos después de Cristo.
Y esto fue muy importante,
porque San Agustín había sido
reconocido por eruditos,
filólogos, historiadores,
como uno de los fundadores
de la introspección.
En realidad, algunos creen que él
es el padre de la psicología moderna.
Por lo tanto nuestro algoritmo,
que tiene la virtud de ser cuantitativo,
de ser objetivo,
y, por supuesto,
de ser extremadamente rápido
-- corre en una fracción de segundo --
puede capturar algunas de las
conclusiones más importantes
de esta larga tradición de investigación.
Y esta es en cierto modo
una de las bellezas de la ciencia,
y es que ahora esta idea
se puede trasladar
y generalizar a muchos
y diferentes dominios.
Y así como nos preguntamos sobre
el pasado de la conciencia humana,
tal vez la pregunta más difícil que
podemos plantearnos
es si esto puede decirnos algo sobre
el futuro de nuestra propia conciencia.
Para decirlo con mayor precisión,
si las palabras que decimos hoy
nos pueden decir algo de dónde estarán
nuestras mentes en unos días,
en unos meses,
o dentro de unos años.
Y así como muchos de nosotros
ahora usamos sensores
que detectan nuestro ritmo cardíaco,
nuestra respiración,
nuestros genes,
con la esperanza de que esto pueda
ayudarnos a prevenir enfermedades,
podemos preguntar si monitorear
y analizar las palabras que decimos,
que tuiteamos, que escribimos,
pueden decirnos de antemano si algo
puede estar mal en nuestra mente.
Y con Guillermo Cecchi,
que ha sido mi hermano en esta aventura,
nos embarcamos en esa tarea.
Analizamos la voz grabada de 34 jóvenes
con alto riesgo
de desarrollar esquizofrenia.
Medimos el discurso el primer día,
y luego nos preguntamos si las
propiedades del discurso podían predecir,
en el periodo de casi tres años,
el desarrollo de la psicosis futura.
Pero a pesar de nuestras esperanzas,
tuvimos un fracaso tras otro.
Sencillamente no había suficiente
información en la semántica
para predecir la organización
futura de la mente.
Era suficientemente buena
para distinguir entre un grupo de
esquizofrénicos y un grupo de control,
tal y como nos había ocurrido
con los textos antiguos,
pero no para predecir
el inicio de la psicosis futura.
Pero luego nos dimos cuenta
de que quizá lo más importante
no era tanto lo que decían,
sino cómo lo estaban diciendo.
Más específicamente,
no eran los campos semánticos
donde estaban las palabras
sino cuán lejos y rápido saltaban
de un campo semántico al otro.
Y se nos ocurrió esta medida,
que denominamos "coherencia semántica",
que mide esencialmente la persistencia
del discurso dentro de un tema semántico,
dentro de una categoría semántica.
Y resultó ser que para este grupo
de 34 personas,
el algoritmo basado en la
coherencia semántica podía predecir,
con 100 % de precisión,
quién desarrollará psicosis
y quién no lo hará.
Y esto era algo que no podía lograrse
-- ni por aproximación --
con las demás
medidas clínicas existentes.
Y recuerdo vívidamente,
mientras estaba trabajando en esto,
sentado ante mi computadora
que vi un montón de tuits de Polo;
Polo había sido mi primer estudiante
de regreso en Buenos Aires,
y en ese momento vivía en Nueva York.
Y había algo en esos tuits,
no podría decir exactamente qué
porque no había algo explícito,
pero tuve ese presentimiento,
esa intuición fuerte de que algo iba mal.
Así que tomé el teléfono y llamé Polo,
y, de hecho, no se sentía bien.
Y este simple hecho,
de leer entre líneas,
de sentir, a través de las
palabras, sus sentimientos,
fue una manera simple
pero efectiva de ayudar.
Los que les digo hoy
es que estamos cerca de comprender
cómo convertir esta intuición
que todos tenemos,
que todos compartimos,
en un algoritmo.
Y, al hacerlo,
podríamos ver en un futuro
una forma muy diferente de salud mental,
basada en un análisis automatizado,
cuantitativo, objetivo,
de las palabras que escribimos,
de las palabras que decimos.
Gracias.
(Aplausos)