Actualmente, hay en el mundo
unas 50 ciudades habitadas
por más de 5 millones de personas.
Compartiré hoy la historia
de una de esas ciudades,
una que tiene 7 millones de habitantes.
Pero es una megaciudad,
transitoria, efímera.
Se trata de una ciudad que se levanta
para celebrar un festival religioso hindú
llamado "Kumbh Mela".
Se realiza cada 12 años,
con ediciones más chicas cada 4 años,
en la confluencia del río Ganges
y el río Yamuna, en la India.
A este festival
concurren unas 100 millones de personas.
El motivo que congrega
a semejante multitud
es la creencia hindú
de que, durante este festival
que se renueva cada 12 años,
bañarse en la confluencia
de estos dos grandes ríos
nos libera de tener que renacer.
Es una idea muy fuerte:
se liberan de la vida
tal y como la conocemos.
Esto es lo que atrae
a millones de personas.
Y para albergar a tanta gente,
se levanta una megaciudad.
Durante los 55 días, 7 millones
de personas viven en el lugar,
y los otros 100 millones lo visitan.
Estas son imágenes del mismo sitio
tomadas en las 10 semanas
que demanda la construcción de la ciudad.
Luego del monzón,
las aguas de estos ríos
comienzan a retirarse,
los bancos de arena quedan al descubierto
y el terreno está listo
para construir la ciudad.
Y para el 15 de enero,
es decir, entre las semanas
del 15 de octubre al 15 de enero,
emerge una ciudad entera,
una ciudad que alberga
a 7 millones de personas.
Lo fascinante es que esta ciudad
tiene todas las características
de una megaciudad de verdad,
cuyo trazado se hace sobre una cuadrícula.
El sistema urbano
se basa en esta cuadrícula,
y cada calle de la ciudad
cruza el río sobre un puente flotante,
sumamente resistente,
para que, en caso de una lluvia fuera
de estación, o si el río altera su curso,
el sistema urbano quede intacto.
La ciudad se adapta al terreno,
el cual puede ser inestable.
La ciudad también replica
toda forma de infraestructura
tanto física como social:
abastecimiento de agua,
desagües cloacales, electricidad,
1400 cámaras de circuito
cerrado para garantizar la seguridad,
monitoreadas desde una estación
instalada a tal fin.
Y la infraestructura social
incluye clínicas, hospitales,
todo tipo de servicios para la comunidad,
que le dan el funcionamiento
de cualquier megaciudad.
La ciudad contrata 10 500 barrenderos.
Hay un sistema de gobierno,
el Mela Adhikari,
o la comisión del festival,
que garantiza el permiso
para usar el terreno,
la gestión de los sistemas,
para que todo en la ciudad,
la movilidad, todo funcione correctamente.
Les diré algo: fue la ciudad
más eficiente y limpia
en que viví en la India.
(Risas)
Así se ve la ciudad
si la comparamos con Manhattan.
Son 30 kilómetros cuadrados.
Es la escala de la ciudad.
No se trata de una ciudad
informal ni improvisada.
Es una ciudad formal,
un emprendimiento estatal.
Es una iniciativa del gobierno.
En el mundo actual
del neoliberalismo y del capitalismo,
donde el Estado ha delegado
toda la responsabilidad
de diseñar y construir ciudades,
este es un caso increíble.
Es una ciudad deliberada,
intencional, formal.
Y, además, está asentada
en el terreno con estructuras ligeras.
Está en las orillas de estos ríos.
Y deja una huella ínfima.
No hay cimientos.
La construcción de toda
la ciudad se basa en telas.
Otro detalle increíble
es que este asentamiento
se construye con cinco materiales
para albergar a 7 millones de personas:
bambú de 2,4 metros, cuerdas
o sogas, clavos o tornillos
y materiales de cobertura,
como metal corrugado, tela o plástico.
Al reunir estos materiales,
funcionan en conjunto
y actúan como piezas de ensamblado.
Su funcionalidad puede abarcar
desde una pequeña tienda de campaña,
donde se pueden alojar cinco
o seis personas, o una familia,
hasta templos con capacidad
para 500, e incluso 1000 personas.
Este concepto modular
e imaginativo de la ciudad
permite su desmantelamiento.
Así, finalizado el festival,
en el curso de una semana,
la ciudad se desmonta por completo.
Vemos de nuevo imágenes del mismo sitio.
El terreno vuelve a pertenecer al río,
cuyas aguas lo cubrirán
con la próxima llegada del monzón.
Este concepto modular e imaginativo
permite no solo el desmantelamiento,
sino también la reutilización
de los materiales.
Por ejemplo, los postes de electricidad
se llevan a pueblitos del interior,
los puentes flotantes se usan
en pequeñas ciudades.
El material se reutiliza en su totalidad.
El concepto es fascinante, maravilloso.
Ahora bien, uno puede adherir
a estas creencias hindúes o no.
Pero es un ejemplo extraordinario,
digno de reflexión.
Para que esto sea posible, la gente
pone toda su energía e imaginación,
sabiendo que el proceso se revertirá,
que la ciudad será
desmontada y desaparecerá.
Es una megaciudad efímera.
Y nos deja profundas enseñanzas
sobre cómo evitar
el impacto en el terreno,
sobre la reversibilidad,
sobre el desmantelamiento.
Sin duda increíble.
Y lo cierto es que, como humanos,
nos obsesiona lo permanente.
Nos resistimos al cambio.
Es un impulso común a todos.
Y nos resistimos al cambio
aun sabiendo que quizá el cambio
es lo único constante en la vida.
Todo tiene fecha de vencimiento,
incluso la "nave espacial Tierra",
es decir, nuestro planeta.
¿Qué podemos aprender, entonces,
de este tipo de asentamientos?
'Burning Man', claro está,
es mucho más pequeño,
pero se basa en la reversibilidad.
O los miles de mercados callejeros
que abundan en todo el mundo,
en Asia, América Latina, África,
el que estamos viendo en México,
que los fines de semana dan vida
a terrenos de estacionamiento vehicular,
con 50 000 puesteros
que trabajan de manera temporal.
El mercado de agricultores
en el continente americano
es un fenómeno increíble,
donde se crean nuevas químicas.
Se extiende el margen de espacios
que no se usan, o no de manera óptima,
como los estacionamientos para vehículos.
En mi propia ciudad, Bombay,
donde trabajo como arquitecto y urbanista,
este es el paisaje que veo a diario.
La llamo "la ciudad cinética".
Se mueve como un organismo
vivo. No es estático.
Cambia todos los días,
siguiendo ciclos a veces impredecibles.
Unas 6 millones de personas viven
en estos asentamientos transitorios,
como, lamentablemente,
los campos de refugiados,
los barrios pobres de Bombay,
las favelas de América Latina.
Aquí, lo temporario se está
transformando en lo nuevo permanente.
Aquí, el urbanismo no se trata
de grandiosos proyectos,
sino de grandes adaptaciones.
En las calles de Bombay,
durante el festival de Ganesha,
ocurre una transformación:
se levanta un edificio comunal
que permanece en pie 10 días.
Allí se proyectan películas de Bollywood,
y miles de personas se reúnen
para comer y celebrar.
Está construido con papel
maché y yeso blanco,
y diseñado para ser desmontado.
Al cabo de 10 días, desaparece
de la noche a la mañana,
y la calle regresa a su anonimato.
O nuestros maravillosos espacios
abiertos, llamados 'maidans',
que se usan para este juego indio
tan sutil, complejo y fascinante
llamado críquet,
inventado, creo, por los ingleses.
(Risas)
Y por las noches,
una boda se celebra
por fuera de la cancha.
Observen que la cancha no se toca,
por ser terreno sagrado.
(Risas)
Pero los miembros del club
y los invitados de la boda
comparten la cena a través
de una cocina en común.
A la medianoche, se desmonta
y el espacio vuelve a la ciudad.
Aquí, el urbanismo tiene
una naturaleza elástica.
Quiero entonces que reflexionemos
sobre estos aspectos.
Se me ocurren varios interrogantes.
Pero uno muy importante es el siguiente:
en las ciudades que habitamos,
en nuestra visión urbanística,
¿estamos dando soluciones permanentes
a problemas transitorios?
¿Estamos encerrando recursos
dentro de paradigmas
que ni siquiera sabemos
si serán útiles dentro de una década?
Considero que esta es
una pregunta interesante
que surge de esta investigación.
Observen los centros comerciales
abandonados en América del Norte,
en las zonas periféricas.
Los expertos en comercio minorista
predicen que, en la próxima década,
de los 2000 centros comerciales actuales,
el 50 % quedará abandonado.
Una cantidad enorme de materiales
que captan recursos
que al poco tiempo se dejarán de usar.
O los estadios olímpicos,
construidos en todas partes del mundo
a pesar de las controversias
por el uso de inmensos recursos.
Y cuando los juegos terminan,
en general, esos recursos
no se reutilizan.
¿No podrían ser estructuras
nómadas, transportables?
Tenemos la tecnología para hacerlo.
¿No se las podría ceder a otras ciudades
del mundo o de los mismos países,
o almacenarlas y luego reutilizarlas
en las próximas Olimpíadas?
Es un uso inconmensurable
e ineficiente de recursos.
Como el circo.
Es decir, pensémoslo como un circo:
esa maravillosa institución
que se instalaba en las ciudades,
y entablaba ese delicioso diálogo
visual con la ciudad estática.
Y adentro, se desplegaba el asombro.
De pronto, niños de distintos grupos
étnicos se congregan en un mismo sitio,
gente de distintas razas se encuentran,
grupos étnicos y culturas diversas
se dan cita para compartir el asombro
de un espectáculo donde
participan animales y artistas.
Se crean nuevas químicas cuando la gente
toma consciencia de ciertas cosas
y luego se repite cuando el circo
va a la ciudad siguiente.
O los flujos de la naturaleza,
el cambio climático.
¿Cómo enfrentamos este desafío?
¿Cómo podemos adaptarnos mejor?
¿Es posible crear sistemas
urbanos más ligeros,
o vamos a agredir permanentemente a
la naturaleza con infraestructura pesada,
algo que ya estamos haciendo,
con pésimos resultados?
Ahora bien, no propongo
que debamos construir ciudades
a semejanza de un circo,
no propongo que las ciudades
deban ser totalmente transitorias.
Tan solo estoy exhortando
a la necesidad de cambiar
nuestro concepto de ciudad,
de destinar más espacio
al uso de recursos
en una escala transitoria,
un espacio donde usemos
nuestros recursos de modo eficiente
con el fin de posponer la fecha
de vencimiento del planeta.
Hay que cambiar el concepto
de planificación urbana
para dar lugar a lo temporal,
lo reversible, lo desmontable.
Este cambio puede tener
un impacto inmenso en nuestra vida.
Cuando pienso en el Kumbh Mela
al cual asistí con mis alumnos,
y el momento cuando la ciudad
fue desmantelada,
una semana después del festival,
no quedó marca alguna.
El terreno esperaba
a ser cubierto por las aguas,
a ser consumido.
Y fui a agradecer a una suma sacerdotisa
que nos había ayudado a mí
y a mis alumnos con nuestra investigación,
facilitándonos el proceso.
Fui a verla con gran entusiasmo,
y le transmití lo mucho
que habíamos aprendido
sobre infraestructura, la ciudad,
la eficiencia de la ciudad,
la arquitectura, los cinco materiales
utilizados para levantarla.
Me escuchaba con alegría, con una sonrisa.
Luego se inclinó,
me puso la mano en la cabeza
para bendecirme
y con un susurro al oído, me dijo:
"Siéntente bendecido
porque la Madre Ganges
les ha permitido sentarse
en su regazo estos días".
Varias veces reflexioné sobre sus palabras
y, claramente, comprendí su significado.
Quiso decir que las ciudades, la gente
y la arquitectura van y vienen,
pero el planeta debe seguir existiendo.
Tratémoslo con cuidado,
dejemos una ínfima huella.
Es una lección fundamental
para los ciudadanos y arquitectos.
Y creo que esta experiencia
me ha convencido
de que lo transitorio es
más importante que lo permanente
y más importante que nosotros.
Gracias por escucharme.
(Aplausos)