El hombre moderno lo tiene difícil. La denominada "revolución tecnológica" está cambiando mucho el mundo actual. Como ya sabemos, la tecnología cambia la manera en que nos comunicamos, nuestro estilo de vida y hasta los valores. Pero parece que al mundo físico lo cambia más bien poco, por ello suelen aparecer preguntas: ¿Y dónde está esta revolución tecnológica? Es por esto que revelaré algunos secretos sobre lo que ocurre en el mundo físico y qué está cambiando realmente en él. Hay una serie de estereotipos que dicen que los arquitectos son los que crean el mundo. Esto fue así a lo largo de un extenso período, pero a mi parecer, ahora ya no. Los arquitectos también solían participar en estas previsiones futuras. Y todo esto ha ido desarrollando cierto, llamémoslo así, estereotipo, una palabra crítica de ciertas percepciones estables sobre el mundo. Siendo una de ellas que el mundo cambia a pasos agigantados, que en algún momento nos vamos todos a mudar de una vez de estas bulliciosas ciudades a la naturaleza, que viviremos en cápsulas individuales y que se vivirá de otra forma. Sin embargo, esto es en parte una mala noticia, pero el espacio que habitamos, las ciudades, ya están construidos y el porcentaje de ciudades nuevas es extremadamente bajo. Las ciudades ya creadas han pasado a evolucionar a través de un proceso llamado "urbanismo". O sea, las ciudades se van poblando, se saturan, todo el mundo se va a las ciudades, y estas crecen. Pero sus estructuras ya están fijadas, y la extensión de estas ciudades difícilmente varíe mucho. Ante esta situación el arquitecto debe trabajar en otros aspectos. Diferentes datos describen los movimientos en la vida urbana; estos pueden abordar, por ejemplo, la circulación de transportes y de peatones. Pero también abordan la vida cultural, los sistemas económicos. El arquitecto pasa a este nivel y empieza a trabajar con estrategias. Para empezar, inventa una nueva estrategia y la escribe en una hoja grande, ya después se adentra en el espacio y trabaja a escalas reducidísimas, reconstruyendo así algunos espacios locales. Es decir, hoy día el arquitecto debe trabajar dentro de los márgenes ya impuestos por la ciudad. Bien sea a escala de grandes estrategias, bien a escala de diminutas planificaciones que, en general, reconstruyen algunas pequeñas partecillas. Hay otra concepción que, en parte, ha nacido de los arquitectos mismos, pero en la que Uds. también creen. Y esto lo confirman las estadísticas. La gente ha empezado a vivir mucho más, especialmente los profesionales veteranos crecen en número. Seguimos considerando que vamos acumulando conocimientos. Hoy día en el mundo de la arquitectura los que llevan la batuta y hacen competencia a los veteranos son los grupos de jóvenes. En ocasiones es hasta complicado decir cómo se llaman. Aquí no manda un nombre, sino una mente colectiva. ¿Qué es lo que provoca que estos jóvenes compitan con los experimentados veteranos? Más que nada, el que los novatos no sepan casi nada. Es una confesión que asusta un poco, pero actualmente es imposible poseer toda la información existente en este mundo. Lo que sí sabemos hacer es buscar información y sistematizarla. Esta es una habilidad única que permite que el arquitecto vuelva a salirse de este margen en el que lo acostumbramos a situar, en el margen de la creación de un objeto arquitectónico en el terreno de la edificación de nuevos espacios y estrategias. Lo que están viendo en la pantalla no es un esquema de un metro sino un esquema de la red energética en Europa, diseñado por la firma de arquitectura OMA. Una vez analizado este recurso energético que existe en Europa idearon cómo vincularlo para una gestión más efectiva. Nunca podrían haber hecho esto apoyándose solo en sus conocimientos, pero pueden llegar a darse cuenta de dónde pueden sacar estos conocimientos y sistematizarlos. Estos equipos de jóvenes traen consigo un factor importante más para transformación del espacio en el que vivimos. El asunto es que hay una concepción estereotipada sobre cómo tenemos que comportarnos dentro del espacio de una ciudad. Pero en realidad unos retoques muy pequeños y localizados nos permiten cambiar totalmente nuestra relación con nuestro espacio. Por ejemplo, una escalera de una institución de importancia en teoría no puede considerarse un espacio público en el que se pueda descansar, ni trabajar, ni sentarse, ni pasar el rato. No obstante una simple decisión permite realizar esto y, en verdad, estas decisiones pueden aplicarse en diferentes dimensiones. El que un flashmob así pudiera darse en una calle Arbat o en un Sadovoe Koltsó, es difícil de imaginar. Pero este se hizo en Times Square, la que solía ser la calle más tumultuosa de Nueva York. Estas decisiones en principio no modifican el espacio en sí. Pero modifican su percepción. Tengo otra historia que nos deja visualizar estos cambios que acontecen en nuestros tiempos. La Industrialización nos regaló la jornada laboral de 8 horas. Trabajamos cinco días a la semana y dos descansamos y prevemos que en un futuro gracias a la automatización, a robots y al apoyo tecnológico, iremos trabajando cada vez menos y descansaremos más. Por experiencia propia en la arquitectura, puedo afirmar que hoy día se trabaja el doble, y en verdad 24 horas, porque, al trabajar en la ciudad, trabajamos con estructuras tan complejas que requieren por nuestra parte cada vez más habilidades. Por ejemplo, ahora el arquitecto no se limita a dibujar en su oficina, sino que tiene que interactuar con los ciudadanos y dominar habilidades comunicativas tales como las de "implicación", para reunir la información de la que disponen nuestros usuarios de primera mano y aplicarla en los proyectos. Esto es muy complicado. Y, básicamente, tenemos que estar 24 horas en contacto con este mundo exterior para que nuestras decisiones no estén orientadas hacia un sistema abstracto sino hacia aquellas necesidades que requiera la ciudad. Pervive otro estereotipo que nos impide aceptar y contemplar este mundo tal y como es y que, en principio, no debería cambiar. Esto significa una concepción de que el mundo debe ser bello. Solemos extrapolar esta belleza a los estilos clásicos. Pero el siglo XX probó que el estilo es un término relativo, que belleza no hay solo una. Pero el saber más esencial que nos regaló --es que en realidad la estética no es dueña del espacio-- la vida lo es. Y por ende los espacios imperfectos se nos antojan más atrayentes que cualquier proyecto ideal e impoluto. En general, puede decirse que hay un conjunto de percepciones que han cambiado y en la práctica de la arquitectura esto se confirma. Hay algo que ha cambiado en el oficio del arquitecto. Ante sus ojos tienen a Le Corbusier desnudo, al que le encantaba la pintura. Hoy por hoy, por desgracia, raro es el arquitecto que pinte. Y podríamos lamentarnos por este hecho, pero podemos considerar otras prácticas que apliquemos ahora y sacar una conclusión del mundo. En el transcurso de casi todo el siglo XX intentaron idear el asentamiento ideal. Y en este asentamiento ideal ven a la izquierda una ciudad jardín y a la derecha una construcción industrial. Nosotros no logramos llevarlo a cabo. Podemos pues reconocer que el asentamiento ideal no existe. A su vez intentamos diseñar en este asentamiento ideal un barrio ideal en el que muchos de Uds. residen. Resulta que estos 500 metros desde la entrada del portal hasta el colegio no aseguran ni nuestro confort ni nuestra felicidad y no garantizan nada en absoluto. Nos hemos visto en la obligación de renunciar a grandes proyectos. No podemos construir nada a gran escala porque, como vengo diciendo, el espacio de esta ciudad ya está fijado. En cambio, hemos reconocido la razón de ser de las instalaciones temporales que pueden ir y venir sin dejar rastro alguno. Nos hemos visto obligados a reconocer que la arquitectura temporal tiene el mismo derecho de existir en una ciudad que la monumental. Es más, precisamente la temporal nos permite cambiar en serio esta postura asentada sobre lo que son las ciudades, y así mismo reorganizarlas. Pero la fuente principal de inspiración para el oficio del arquitecto hoy día son estas áreas azules. Las áreas azules nos representan a nosotros y a la tecnología digital que nos permite reunir una cantidad infinita de datos que describen el comportamiento de una persona en un espacio. En líneas generales pasamos a que el hombre va convirtiéndose en la fuente de trabajo más principal e importante para nosotros. Lo que quiere decir que casi no nos apoyamos en una opinión subjetiva, sino que hacemos un esfuerzo por basarnos en los datos, que nos llegan desde fuera. Una mala noticia para los arquitectos y, en definitiva, para todos es que el mundo ya está construido y que generalmente no puede alterarse. No obstante, si lo pensamos, este mundo ya construido y formado nos proporciona bastantes posibilidades. Y entre estas posibilidades se toma cuenta el hecho de que el mundo no es ideal en realidad, de lo que puede inferirse que tenemos la oportunidad de mejorarlo, aunque el ambicionar lo ideal es casi imposible. Y la vida del hombre moderno, al que le cuesta sobrellevar su situación, se asemeja al oficio de un arquitecto moderno. Muchas de las cosas existentes se dan por sentadas. Por ejemplo, esta secuenciación es prácticamente irrebatible: escuela, instituto, trabajo, familia. Vemos como esto va cambiando. Y cuando vemos que cambian nos sentimos bloqueados. No sabemos qué hacer. Y tengo la certeza de que el hombre del futuro al igual que el arquitecto irá dibujando su propio proyecto de vida, eligiendo qué rumbo tomará, cuál será su estrategia propia, cómo creará su mundo, qué perfeccionará, con qué se quedará y qué reinventará. Cada hombre del futuro es un arquitecto que va a crear un proyecto para su propia vida. (Aplausos)