Regresé a mi Ruanda natal
dos años después del genocidio
de los tutsis ocurrido en 1994.
El país quedó devastado.
Los niños que yo atendía en los hospitales
morían de enfermedades curables
porque no teníamos equipamiento
ni remedios para salvarlos.
Tuve la tentación de hacer
mis maletas y huir.
Pero me debatí conmigo misma.
Y como estoy profundamente comprometida
con la justicia social y la igualdad,
además de que había
solo cinco pediatras en total
para atender a millones
de niños en Ruanda,
decidí quedarme.
Pero entre las personas que influyeron
en la decisión de quedarme,
había un grupo de mujeres ruandesas,
mujeres que habían vivido
el genocidio y sobrevivieron.
Ellas tuvieron que superar
dolores y sufrimientos inimaginables.
Algunas criaban hijos
concebidos por violación.
Otras morían lentamente por VIH
y perdonaron a sus agresores,
que las contagiaban adrede
usando el VIH y la violación como armas.
Esas mujeres fueron mi inspiración.
Si ellas son capaces de algo así,
entonces me quedo y doy lo mejor de mí.
Esas mujeres eran verdaderas activistas
de la paz y la reconciliación.
Nos muestran la manera en que
se puede reconstruir la nación
para que nuestros hijos y nietos
tengan algún día un lugar que
sientan orgullosamente como propio.
Quizá se pregunten
cómo se refleja este cambio
de actitud en nuestro país.
Actualmente, en Ruanda,
tenemos el porcentaje más alto
de mujeres en el parlamento.
(Aplausos)
Esperen a que les diga la cifra:
el 61 %.
(Aplausos)
Hoy en día, tenemos la mejor campaña
de vacunación infantil,
con el 93 % de las niñas
vacunadas contra el VPH
(Aplausos)
para protegerlas del cáncer
de cuello uterino.
En este país, es del 54 %.
(Risas)
Hemos reducido la mortalidad
infantil un 75 %,
y la mortalidad materna un 80 %.
A principios de este siglo,
nueve mujeres morían por día
durante el parto y el embarazo.
Actualmente, esa cifra bajó a dos.
Es una agenda que no ha terminado.
Aún hay mucho por hacer.
Dos mujeres sigue siendo mucho.
Pero, en mi opinión, esos resultados
¿se explican porque teníamos
un alto porcentaje de mujeres
en posiciones de poder?
La respuesta es sí.
(Risas)
Así es...
(Aplausos)
Existe un estudio que se hizo
en el mundo desarrollado
según el cual, cuando
se mejora la condición de la mujer,
mejora la condición
de la comunidad donde vive.
Hasta un 47 % de descenso
en mortalidad infantil.
Y aun en este país donde estamos ahora,
sigue siendo así.
Un estudio realizado por Patricia Homan,
hizo la proyección de que
si las mujeres y los hombres
estuvieran en paridad numérica
en las legislaturas,
la mortalidad infantil caería un 14,5 %
en Estados Unidos.
Sabemos muy bien
que cuando las mujeres
ocupan cargos de liderazgo,
benefician a la población
para la que trabajan.
Imaginen qué ocurriría
si la condición entre hombres y mujeres
fuera igualitaria en todo el mundo.
Qué enormes ventajas tendríamos.
¿Verdad?
Sin dudas.
(Aplausos)
Porque, en general, nuestro estilo
de liderazgo es distinto:
más inclusivo,
más comprensivo,
más solidario con los niños.
Y esta es la gran diferencia.
Pero, lamentablemente, esa paridad
numérica no existe en el mundo,
y la diferencia entre hombres y mujeres
en cargos de liderazgo
es demasiado grande.
La desigualdad de género
es moneda corriente
en gran parte de las profesiones,
incluso en el ámbito de la salud.
He aprendido que si nos enfocamos
en la educación de las mujeres,
el impacto en sus vidas
sería sumamente positivo,
al igual que en el bienestar
de la comunidad.
Es por ello que ahora
dedico mi vida a la educación.
Y esto tiene que ver
con mi sentido de la equidad
y mi búsqueda de la justicia social,
porque si queremos facilitar
el acceso a los servicios de salud,
primero debemos facilitar
el acceso a la educación en salud.
Con este fin, y con la ayuda
de amigos y socios,
estamos construyendo una hermosa
universidad en el norte rural de Ruanda.
Educamos a nuestros alumnos
para que puedan brindar una atención
de calidad, holística y equitativa
a todo el mundo, sin dejar a nadie afuera,
con especial cuidado en los vulnerables,
especialmente las mujeres y los niños,
que han sido, históricamente,
los más olvidados.
Los transformamos en líderes
y los ayudamos a desarrollar
capacidad de gestión y defensoría
para que lleguen a ser agentes
de cambios graduales
en la sociedad donde vivirán,
para que de ese modo puedan
construir un sistema de salud
que les permita brindar atención a
los sectores vulnerables de su comunidad.
Esto es sumamente transformador,
porque, actualmente,
la educación en salud, por ejemplo,
se imparte en instituciones
que se encuentran en las ciudades,
donde se enseña básicamente
a brindar servicios médicos de calidad,
y a adquirir habilidades clínicas
que luego se pondrán
en práctica en instituciones.
Nosotros también damos
capacitación clínica,
pero con un enfoque biosocial
hacia la enfermedad del paciente
para poder brindar atención
en la comunidad donde vive,
con internación hospitalaria
solamente cuando es necesario.
Por otro lado,
luego de cuatro a siete años
de educación clínica en las ciudades,
los recién egresados no quieren
volver a las zonas rurales.
Es por eso que hemos construido
la Universidad de Equidad Sanitaria Global,
o UGHE, una iniciativa
de 'Partners in Health',
en la zona rural del norte de Ruanda.
(Aplausos)
Nuestros alumnos
serán capacitados para cambiar el mundo.
Vendrán de distintas partes del mundo.
Es una universidad para todos,
donde se enseñará medicina
de manera gratuita
con una sola condición:
tienen que atender a sectores vulnerables
en cualquier parte del mundo
durante seis a nueve años.
El salario que ganen
será para ellos y sus familias,
pero deberán aplicar la educación recibida
para brindar servicios
clínicos de calidad,
especialmente a los sectores vulnerables.
Y para ello,
firman, desde el principio,
un acuerdo de compromiso
con carácter vinculante.
No queremos dinero.
Nuestra tarea es movilizar el dinero.
Y ellos harán que esto se transforme
en un servicio de calidad para todos.
Para que esto sea posible,
es necesaria una política enérgica
en materia de igualdad de género.
Y en todas nuestras clases,
en nuestros cursos de maestría,
habrá un mínimo de 50 % de mujeres.
(Aplausos)
Y digo, con gran orgullo,
que en la universidad de medicina
que comenzamos hace cinco años,
hay un 70 % de mujeres inscritas.
(Aplausos)
Esta es una clara señal
contra la desigualdad existente,
que restringe a las mujeres el acceso
al estudio de medicina en el continente.
Creo firmemente en
la educación de las mujeres.
Es por ello que aplaudo a las mujeres
africanas que viajan por el mundo
para mejorar su educación,
sus habilidades y su conocimiento.
Pero mi esperanza es que vuelvan a África
para construir el continente,
y de ese modo contribuyan a fortalecerlo,
porque estoy segura
de que un África más fuerte
hará que el mundo sea más fuerte.
(Aplausos)
Hace 23 años,
regresé a Ruanda,
una Ruanda destruida,
que sigue siendo un país pobre,
pero un país que brilla
con un futuro promisorio.
Y siento la enorme alegría
de haber vuelto,
aun si algunos días fueron
extremadamente difíciles,
y aun si algunos días estuve deprimida
porque no encontraba una solución.
La gente se moría,
o las cosas no avanzaban lo suficiente.
Pero estoy muy orgullosa de haber
ayudado al progreso de mi comunidad.
Y esto me hace inmensamente feliz.
Por eso, mujeres africanas de la diáspora,
si me están escuchando,
nunca olviden su tierra natal.
Y cuando estén listas, regresen.
Yo lo hice.
Y me ha llenado la vida.
Por eso, regresen.
Gracias.
(Aplausos)