Toma una serie de imágenes
inmóviles y secuenciales.
Veamos estas imágenes una por una.
Más rápido.
Ahora, eliminamos los espacios,
aún más rápido.
Espéralo...
...¡bam!
¡Acción!
¿Por qué es esto?
Intelectualmente, sabemos
que estamos mirando
una serie de imágenes inmóviles,
pero cuando las vemos cambiar
lo suficientemente rápido,
producen la ilusión óptica
de aparecer como una
imagen única y persistente
que está cambiando poco a
poco la forma y posición.
Este efecto es la base de
toda la tecnología del cine,
de nuestras pantallas LED de hoy
a sus antepasados de rayos
catódicos del siglo XX,
de proyección de películas
cinematográficas
al juguete novedoso,
incluso, se ha sugerido,
regresando a la Edad de Piedra
cuando los seres humanos comenzaron
a pintar en las paredes de la cueva.
Este fenómeno de percibir
el movimiento aparente
en imágenes sucesivas
se debe a una característica
de la percepción humana
denominada históricamente como
"persistencia de la visión".
El término se atribuye
al físico anglo-suizo
Peter Mark Roget,
quien, en el siglo XIX,
lo usó para describir
un defecto particular del ojo
que resultó en un objeto movedizo
que aparecía estar inmóvil cuando
alcanzaba una velocidad determinada.
No mucho tiempo después,
se aplicó el término para
describir lo opuesto,
el movimiento aparente
de las imágenes fijas,
por el físico belga
Joseph Plateau,
inventor del fenaquistiscopio.
Definió la persistencia de la visión
como resultado de las
imágenes sucesivas,
que fueron retenidos y luego
combinadas en la retina,
haciéndonos creer que
lo que estábamos viendo
es un solo objeto en movimiento.
Esta explicación fue
ampliamente aceptada
en las décadas siguientes
y hasta la vuelta del siglo XX,
cuando algunos empezaron a cuestionar
lo que estaba sucediendo fisiológicamente.
En 1912, el psicólogo
alemán Max Wertheimer
describió las etapas primarias
básicas del movimiento aparente
usando ilusiones ópticas simples.
Estas experiencias
lo llevaron a concluir
que el fenómeno era
debido a los procesos
que se encuentran
detrás de la retina.
En 1915, Hugo Munsterberg,
un pionero germano-estadounidense
en psicología aplicada,
también sugirió que
el movimiento aparente
de imágenes sucesivas
no se debe a que sean
retenidas en el ojo,
pero son sobrepuestas
por la acción de la mente.
En el siglo siguiente,
experimentos realizados
por los fisiólogos
han casi confirmado sus conclusiones.
Lo que se refiere a la ilusión
de imágenes en movimiento,
la persistencia de la visión no tiene
tanto que ver con la visión propia
que cómo se interpreta en el cerebro.
La investigación ha demostrado
que los diferentes aspectos
de lo que ve el ojo,
como forma,
color,
profundidad,
y el movimiento,
se transmiten a diferentes
áreas de la corteza visual
a través de diferentes
vías de la retina.
Es la interacción continua
de diversos cálculos
en la corteza visual
que conjuntan estos
aspectos diferentes
y culminan en la percepción.
Nuestros cerebros están
constantemente trabajando,
sincronizando lo que vemos,
escuchamos,
olemos,
y tocamos
en una experiencia significativa
en el flujo de momento
a momento del presente.
Entonces, para crear una ilusión
de movimiento en
imágenes sucesivas,
tenemos que obtener el tiempo
en que nuestros intervalos
se acerquen a la velocidad en que
nuestros cerebros procesan el presente.
Entonces, ¿cuán rápido está ocurriendo
el presente según nuestros cerebros?
Bueno, podemos tener una idea
midiendo la velocidad a la que es
necesario que las imágenes cambien
para que la ilusión funcione.
Vamos a ver si podemos averiguarlo
mediante la repetición
de nuestro experimento.
Aquí está la secuencia presentada
a una velocidad de un fotograma
cada dos segundos
con un segundo de
negro en el medio.
A este ritmo de cambio
con el espacio en blanco
separando las imágenes,
no hay movimiento real perceptible.
A medida que disminuimos
la duración del espacio en blanco,
se hace más evidente un cambio
ligero en la posición,
y empiezas a tener una idea
de la sensación de movimiento
entre los fotogramas dispares.
Un fotograma por segundo,
dos fotogramas por segundo,
cuatro fotogramas por segundo,
Ahora estamos empezando a tener
la sensación de movimiento,
pero no es muy fluido.
Todavía estamos conscientes de que
estamos mirando
imágenes separadas.
Vamos a acelerar,
ocho fotogramas por segundo,
doce fotogramas por segundo,
Parece que casi llegamos allí.
A 24 fotogramas por segundo,
el movimiento parece aún más fluido.
Esta es la velocidad estándar.
Entonces, el punto en que perdemos
conocimiento de los intervalos
y empezamos a ver
el movimiento aparente
parece surgir alrededor de los
ocho a doce fotogramas por segundo.
Esto es en la vecindad
de lo que la ciencia
ha determinado
a ser el umbral general
de nuestra conciencia
de ver imágenes separadas.
Hablando en general,
perdimos aquella conciencia
a intervalos de alrededor de
100 milisegundos por imagen,
que es igual a una velocidad
de fotogramas de
alrededor de 10 fotogramas
por segundo.
A medida que la velocidad
de fotogramas aumenta,
perdemos conciencia de
los intervalos por completo
y estamos más convencidos
de la realidad de la ilusión.