En 1962 un explorador de cavernas llamado Michel Siffre inició una serie de experimentos donde se aisló bajo tierra durante meses sin luz ni relojes. Él se conectó a electrodos que monitoreaban sus signos vitales y que mantenían un registro de cuando dormía y comía. Cuando finalmente Siffre salió, los resultados de sus experimentos pioneros revelaron que su cuerpo se mantuvo en un ciclo regular de sueño-vigilia. A pesar de no tener señales externas, él se quedaba dormido, se despertaba, y comía a intervalos fijos. Esto se dio a conocer como circadian rhythm del latín para "ritmo circadiano". Los científicos descubrieron más tarde que esos ritmos afectan nuestra secreción hormonal, cómo nuestros cuerpos procesan los alimentos, e, incluso, los efectos de las drogas en nuestros cuerpos. El campo de las ciencias que estudian estos cambios se denomina cronobiología. Ser capaz de percibir el tiempo nos ayuda a hacer todo, desde la vigilia y el sueño a saber exactamente cuándo recoger una pelota que avanza hacia nosotros. Todas estas capacidades se las debemos a un sistema interconectado de cronometradores en nuestro cerebro. Contiene el equivalente de un cronómetro que nos dice cuántos segundos han pasado, un reloj contando las horas del día, y un calendario avisándonos de las estaciones. Cada uno de ellos se encuentra en una región diferente del cerebro. Siffre, atrapado en su caverna oscura, se basó en el reloj más primitivo en el núcleo supraquiasmático o NSQ del hipotálamo. Aquí está lo esencial de cómo creemos que funciona en base a estudios de moscas de la fruta y del ratón. Proteínas conocidas como CLK o reloj, se acumulan en el NSQ durante todo el día. Además de la activación de genes que nos indican que permanezcamos despiertos, generan otra proteína llamada PER. Cuando un número suficiente de PER se acumula, se desactiva el gen que produce CLK, eventualmente haciendo que nos durmamos. Entonces, CLK baja, y las concentraciones de PER también bajan de nuevo, permitiendo que se eleve CLK, iniciando el ciclo de nuevo. Hay otras proteínas implicadas, pero nuestro ciclo de día y de noche puede activarse en parte por este efecto sube y baja entre CLK por el día y por la noche. Para mayor precisión, nuestros NSQ también se basa en señales externas como la luz, la comida, el ruido, y la temperatura. Las llamamos "Zeitgeber" en alemán para "sincronizadores." Siffre carecía de muchas de estas señales en el subterráneo, pero en la vida normal, ajustan nuestro comportamiento diario. Por ejemplo, como filtros de luz natural matutina en los ojos, nos ayudan a despertar. Van por nervio óptico hacia el NSQ, comunicando lo que está pasando en el mundo exterior. El hipotálamo detiene la producción de melatonina, una hormona que se desencadena el sueño. Al mismo tiempo, aumenta la producción de la vasopresina y de la noradrenalina en el cerebro, que ayudan a controlar nuestros ciclos de sueño. A eso de las 10 am, aumenta la temperatura del cuerpo, nuestra energía y nuestro estado de alerta, y más tarde en la tarde, también mejora nuestra actividad muscular y la coordinación. Las pantallas brillantes en la noche pueden confundir estas señales, razón para que los atracones ante la TV antes de dormir hagan más difícil conciliar el sueño. Pero a veces tenemos que ser aún más preciso al dar la hora, que es donde el cronómetro interno del cerebro interviene. Una teoría de cómo funciona esto hace que la comunicación entre un par de neuronas siempre use aproximadamente la misma cantidad de tiempo. Así las neuronas en nuestra corteza y otras áreas del cerebro pueden comunicarse en bucles regulares, predecibles que la corteza utiliza para juzgar con precisión cuánto tiempo ha pasado. Eso crea nuestra percepción del tiempo. En su cueva, Siffre hizo otro descubrimiento fascinante sobre esta. Cada día, se desafió a sí mismo a contar hasta 120 a razón de un dígito por segundo. Con el tiempo, en lugar de tomar dos minutos, comenzó a necesitar cinco. La vida en la caverna solitaria y oscura había deformado la propia percepción del tiempo a pesar de los esfuerzos de su cerebro para mantenerlo concentrado. Esto nos hace preguntarnos qué más influye en nuestro sentido del tiempo. Y si el tiempo no es objetivo, ¿qué quiere decir eso? ¿Podría cada uno estar experimentandolo de manera diferente? Sólo el tiempo dirá.