Imagina, por un segundo, a un pato
impartiendo una clase de francés,
un partido de ping-pong en órbita
alrededor de un agujero negro,
un delfín que hace
equilibrios con una piña.
Es probable que no hayas visto
realmente ninguna de estas cosas,
pero te lo puedes imaginar al instante.
¿Cómo produce su cerebro
una imagen de algo que nunca has visto?
Eso puede no parecer difícil,
pero eso es sólo por estar
muy acostumbrados a hacerlo.
Resulta que esto es, en realidad,
un problema complejo
que requiere la coordinación
sofisticada dentro del cerebro.
Esto se debe a que, para crear
estas imágenes nuevas y extrañas,
tu cerebro toma piezas conocidas y
las ensambla en nuevas formas,
como un collage
a partir de fragmentos de las fotos.
El cerebro tiene que hacer malabares
con un mar de miles de señales eléctricas
para que hagan todo, precisamente
en el momento adecuado.
Cuando nos fijamos en un objeto,
miles de neuronas
en el córtex posterior se encienden.
Estas neuronas codifican
diversas características del objeto:
de punta, fruta, marrón, verde y amarillo.
Esta cocción síncrona fortalece las
conexiones entre ese conjunto de neuronas,
enlazándolas en lo que se conoce
como un conjunto neuronal,
en este caso el de la piña.
En neurociencia,
esto se llama el principio de Hebb,
las neuronas que
se encienden juntas, se conectan.
Si intentas imaginar una piña después,
todo el conjunto se iluminará,
el montaje de una imagen mental completa.
Los delfines son codificados
por un conjunto neuronal diferente.
De hecho, todos los objetos que has visto,
se codifican en un conjunto
neuronal asociado a cada uno de ellos,
las neuronas conectados entre sí
mediante su activación sincronizada.
Pero este principio no explica
el número infinito de objetos
que podemos evocar en nuestra
imaginación sin haberlos visto nunca.
El conjunto neuronal de un delfín que
hace equilibrios con una piña no existe.
Así que ¿cómo es posible
imaginarlo de todos modos?
Una hipótesis llamada
la Teoría de Síntesis mental,
dice que, de nuevo, el tiempo es la clave.
Si los conjuntos neuronales
para el delfín y la piña
se activan al mismo tiempo,
podemos percibir los dos objetos
separados como una sola imagen.
Pero algo en su cerebro tiene
que coordinar la activación.
Un candidato plausible es
la corteza prefrontal,
implicada en todas las funciones
cognitivas complejas.
Las neuronas de la corteza prefrontal
se conectan a la corteza posterior
mucho tiempo, mediante extensiones
celulares delgadas, las fibras neuronales.
La teoría de la síntesis mental dice que
como un titiritero que mueve los hilos,
las neuronas de la corteza prefrontal
envían señales eléctricas
por estas fibras neurales
a múltiples conjuntos de
la corteza posterior.
Esto las activa al unísono.
Si los conjuntos neuronales
se activan al mismo tiempo,
experimentas la imagen compuesta
como si en realidad la hubieras visto.
Esta sincronización
con propósito consciente
de diferentes conjuntos neuronales
de la corteza prefrontal
se llama síntesis mental.
Para que la síntesis mental funcione,
las señales deben llegar a
ambos conjuntos neuronales a la vez.
El problema es que algunas neuronas
están mucho más lejos
de la corteza prefrontal que otras.
Si las señales viajan a través
de ambas fibras a la misma velocidad,
podrían dejar de estar sincronizadas.
No se puede cambiar
la longitud de las conexiones,
pero su cerebro, especialmente
en lo desarrollado en la infancia,
tiene una forma de
cambiar la velocidad de conducción.
las fibras nerviosas están recubiertas de
una sustancia grasa llamada mielina.
La mielina es un aislante
y acelera las señales eléctricas pasando
con velocidad por la fibra nerviosa.
Algunas fibras nerviosas tienen
hasta 100 capas de mielina.
Otras sólo tienen unas pocas.
Y las fibras con capas
más gruesas de mielina
puede conducir señales
100 veces más rápido o más
que aquellas más delgadas.
Algunos científicos creen ahora
que esta diferencia en la mielinización
podría ser la clave para el tiempo
de conducción uniforme en el cerebro,
y, en consecuencia,
de nuestra capacidad de síntesis mental.
Mucho de esta mielinización
ocurre en la infancia,
por lo que, desde una edad temprana,
nuestra imaginación vibrante
pueden tener mucho que ver
con la construcción de cerebros
cuyas conexiones
cuidadosamente mielinizadas
pueden crear sinfonías creativas
a lo largo de nuestras vidas.