En el invierno de 2012,
fui a visitar la casa de mi abuela
en en sur de India,
donde, dicho sea de paso,
los mosquitos tienen un apetito especial
por la sangre estadounidense.
(Risas)
No es chiste.
Durante mi estadía,
recibí un regalo inesperado.
Este instrumento antiguo
fabricado hace más de un siglo,
tallado a mano en una madera poco común,
decorado con perlas
y con decenas de cuerdas de metal.
Es una reliquia familiar,
un lazo entre mi pasado,
el país donde nacieron mis padres,
y el futuro,
los lugares adonde voy a llevarlo.
Cuando me lo dieron no tenía idea
de que un día se convertiría
en una metáfora de mi trabajo.
Ya conocen el dicho:
"El mejor momento es el presente".
Pero, hoy en día, a veces parece
que solo hay tiempo para el presente.
Lo inmediato, lo efímero
parece dominar nuestras vidas,
nuestra economía y nuestra política.
Es tan fácil enfrascarnos
en la cantidad de pasos que dimos hoy
o en el último tweet
de alguna figura prominente.
Para las empresas, es fácil
dejarse llevar por el beneficio inmediato
y dejar de lado cosas
que son buenas para el futuro.
Y a los Gobiernos les resulta muy fácil
quedarse de brazos cruzados
mientras se agotan los recursos
marítimos y agropecuarios,
en lugar de preservarlos
para alimentar a futuras generaciones.
Tengo la impresión de que, a este ritmo,
es difícil que nuestra generación
pase a la historia como un buen ancestro.
Pensándolo bien, nuestra especie
evolucionó para pensar a futuro,
para estudiar las estrellas,
soñar con la vida después de la muerte,
sembrar semillas para cosechar después.
Para algunos científicos, este superpoder
de "viajar mentalmente por el tiempo",
es la causa de prácticamente todo
lo que llamamos civilización humana.
Desde la agricultura,
pasando por la Carta Magna
y hasta hasta Internet:
todo fue concebido por la mente humana.
Pero, seamos realistas,
si miramos a nuestro alrededor hoy en día
parece que no estamos usando
este superpoder mucho que digamos.
La pregunta obvia es: ¿por qué no?
El error está en el diseño
de nuestras comunidades,
empresas e instituciones.
Están diseñadas de forma tal
que reducen con nuestra visión a futuro.
Quiero hablarles
de los tres principales errores
que creo que estamos cometiendo.
El primer error es lo que medimos.
Los resultados trimestrales de una empresa
o el valor de sus acciones a corto plazo
muchas veces no son un buen indicador
de que vaya a aumentar
su cuota de mercado
o de que vaya a ser
innovadora a largo plazo.
Obsesionarnos con los resultados
de los exámenes escolares
no es necesariamente lo mejor
para la educación y la curiosidad
de los niños a largo plazo.
No estamos midiendo lo que es
realmente importante para el futuro.
El segundo error que cometemos
y nos limita la visión a futuro
es lo que recompensamos.
Cuando celebramos
a un político o a un empresario
por el desastre que acaba de arreglar
o el anuncio que acaba de hacer,
no estamos motivando a ese líder
a que invierta en prevenir
esos desastres en primer lugar,
o a que invierta en el futuro,
ya sea protegiendo comunidades
en riesgo de inundación,
luchando contra la desigualdad
o haciendo inversiones
en investigación y educación.
El tercer error que reduce
nuestra visión a futuro
es lo que no somos capaces de imaginar.
Cuando pensamos en el futuro,
en general, tratamos de predecir
exactamente lo que va a suceder,
ya sea con horóscopos o algoritmos.
pero pasamos mucho menos tiempo imaginando
todas las posibilidades del futuro.
Cuando estalló la crisis del ébola
en África occidental en 2014,
los organismos públicos en todo el mundo
contaban con señales de alerta temprana
y herramientas de predicción que mostraban
cómo podría llegar a propagarse el virus.
Pero no se dieron cuenta de que lo haría,
no intervinieron a tiempo
y la epidemia avanzó
hasta matar 11 000 personas.
Cuando aquellos que tienen
amplios recursos y buenos pronósticos
no se preparan para lidiar
con huracanes devastadores,
es porque, muchas veces,
no son capaces de imaginar
lo peligrosos que pueden llegar a ser.
Ahora bien, estos errores,
por más deprimentes que suenen,
no son inevitables.
En realidad, son todos evitables.
Para tomar mejores decisiones,
necesitamos herramientas
que nos ayuden a ver el futuro
y a pensar por adelantado.
Piensen en los telescopios
que usaban los marineros de antaño
cuando avistaban el horizonte.
Solo que, en lugar de mirar
a la distancia en el océano,
estas herramientas miran
en el tiempo hacia el futuro.
Quiero hablarles de algunas herramientas
que he encontrado en mis investigaciones
y creo que pueden ayudarnos
con nuestra visión a futuro.
La primera herramienta
que quiero compartir
es algo así como apostar a largo plazo
pero con los resultados ahora.
Este es Wes Jackson, un agricultor
con quien me encontré en Kansas.
Jackson sabe
que la mayoría de los métodos de cultivo
utilizados hoy en día en todo el mundo
deterioran la capa fértil de la tierra
que necesitamos para alimentar
a las generaciones futuras.
Junto con un grupo de científicos
cultivaron una variedad de grano perenne
con raíces profundas
que sujetan la capa fértil
previniendo así la erosión
y protegiendo las futuras cosechas.
Pero también sabían
que para incentivar a los agricultores
a cultivar estos granos en el corto plazo
debían aumentar el rendimiento anual
y encontrar empresas dispuestas
a hacer cereales y cerveza con ellos
para que los agricultores pudieran ver hoy
el beneficio de algo bueno para el futuro.
Se ha demostrado
que la estrategia funciona.
De hecho, la usó George Washington Carver
en el sur de los EE. UU.
luego de la guerra civil
a principios del siglo XX.
Muchos habrán oído hablar
de los 300 usos para el maní de Carver,
los productos y recetas que él inventó
y tanta popularidad le dieron al maní.
Pero no todos saben por qué lo hizo.
Estaba tratando de ayudar
a los pobres agricultores en Alabama,
porque sus cosechas de algodón
perdían rendimiento
y él sabía que, si plantaban maní,
el suelo se recuperaría
y el rendimiento del algodón
mejoraría en los años subsiguientes.
Pero también sabía que necesitaban
un ingreso en el corto plazo.
Hablemos ahora de otra herramienta
para la visión de futuro.
Esta se trata de mantener vivo
el recuerdo del pasado
para ayudarnos a imaginar el futuro.
Fui a Fukushima, Japón,
para el sexto aniversario
del desastre nuclear
que ocurrió luego del terremoto
y del tsunami en Tohoku en 2011.
Durante mi estadía me enteré
de la central nuclear de Onagawa,
que estaba aún más cerca
del epicentro del terremoto
que la infame Fukushima Daiichi,
que todos conocemos.
En Onagawa, la gente huyó de la ciudad
para refugiarse en la central nuclear.
Era así de seguro.
Quedó a salvo del tsunami.
Fue la previsión de un solo ingeniero,
Yanosuke Hirai,
que lo hizo posible.
En los años 60
él abogó para que la planta
se construyera más lejos de la costa,
en un punto más elevado
y con una escollera más alta.
Conocía la historia del santuario
en su ciudad natal,
que se había inundado en el año 869
como consecuencia de un tsunami.
Su conocimiento de la historia
le permitió imaginar
lo que otros no podían.
OK, una herramienta más
para la visión a futuro.
Esta se trata de crear
reliquias compartidas.
Estos pescadores de langosta
en la costa del Pacífico en México,
son los que me enseñaron esto.
Han estado protegiendo
esta cosecha de langosta
durante casi un siglo,
y lo han conseguido porque lo ven
como un recurso compartido
que pasa a las manos
de sus hijos y nietos.
Miden cuidadosamente lo que pescan
para asegurarse de agotar
la langosta en el océano.
En América del Norte,
hay más de 30 pesquerías
que están haciendo algo similar a esto.
Están implementando cuotas de captura
que motivan a los pescadores,
no solo a capturar lo que puedan hoy,
sino también a pensar
en el futuro del océano.
Hay muchas más herramientas
para la visión a futuro
que me encantaría compartir
y que son muy variadas:
inversionistas que ven más allá
del valor de las acciones a corto plazo,
países que han liberado sus elecciones
de los intereses inmediatos
de quienes financian la campaña.
Vamos a necesitar tantas herramientas
como podamos conseguir
si queremos repensar lo que medimos,
cambiar lo que recompensamos
y ser lo suficientemente valientes
como para imaginar lo que viene.
Todo esto no siempre será fácil,
como se imaginarán.
Algunas de estas herramientas
las podemos adoptar en nuestras vidas,
otras las tendremos que trabajar
con las empresas y las comunidades,
y otras son para trabajar en sociedad.
Vale la pena el esfuerzo por el futuro.
My propia fuente de inspiración para esto
es ese instrumento que les mostré.
Se llama "dilruba",
y fue hecho a medida para mi bisabuelo.
Él fue un músico y crítico
muy conocido en la India
a principios del siglo XX.
Mi bisabuelo tuvo la previsión
de proteger este instrumento
en una época cuando mi bisabuela
estaba empeñando todas sus pertenencias,
pero eso es otra historia.
Lo protegió dándoselo
a la próxima generación:
se lo dio a mi abuela,
y ella me lo dio a mí.
La primera vez que escuché
el sonido de este instrumento,
me pareció muy evocador.
Era como escuchar a un vagabundo
en la niebla de los Himalayas.
Era como oír una voz del pasado.
(Música)
(Fin de música)
Ese es mi amigo Simran Singh
tocando el dilruba.
Cuando lo toco yo, suena
como si estuvieran matando a un gato,
así que de nada.
(Risas)
Este instrumento hoy está en mi casa,
pero no me pertenece a mí.
Mi rol es conducirlo a través del tiempo,
y eso me parece más significativo
que ser simplemente su dueña hoy.
Este instrumento me posiciona
como descendiente y como ancestro.
Me hace sentir parte de una historia
que es más grande que la mía.
Y esta, a mi entender,
es la forma más poderosa que tenemos
de recuperar la visión a futuro:
vernos como los buenos ancestros
que queremos ser.
ancestros no solo de nuestros hijos,
sino de toda la humanidad.
Sea cual fuere su reliquia,
grande o pequeña,
protéjanla,
y sepan que su música
puede resonar por generaciones.
Gracias.
(Aplausos)