Recientemente, he declarado a quien me escuchara que soy una mujer peligrosa. (Aplausos) Ahora, declarar eso audazmente siento que es un poco peligroso, pero también correcto. En este momento de mi vida, a punto de cumplir 77, tengo... (Aplausos) Me encanta cuando te aplauden por tu edad. (Risas) Pero lo acepto. (Aplausos) A punto de cumplir 77, sé que no tengo nada que demostrar, menos que perder, y estoy más impaciente con todo. La verdadera lentitud hacia la igualdad, el aumento del sexismo, del racismo, la violencia contra las mujeres y niñas... Y estoy enojada, también, con quienes niegan el cambio climático pues roban el futuro de nuestros hijos y nietos. Amigos, vivimos en tiempos peligrosos. Y tiempos así piden que seamos más peligrosos. ¿Qué quiero decir con eso? No me refiero a que teman de nosotros. No es ese tipo de peligro. Me refiero a ser más intrépido. Me refiero a decir la verdad cuando el silencio es mucho más seguro. Me refiero a hablar en nombre de los que no están presentes, sobre todo en esos lugares donde se toman decisiones sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos. Debemos estar en esos lugares, hablando los unos por los otros, desafiando el constructo cultural que nos anima, sobre todo a las mujeres y las niñas, a competir, comparar, criticar. Debemos acabar con esto. Y hacernos escuchar contra las políticas que nos dividen y disminuyen nuestro poder colectivo como comunidad global de mujeres, y hombres y aliados que nos apoyan. Ser peligroso también significa abrazar los riesgos necesarios para crear un mundo donde mujeres y niñas estén seguras en sus casas y trabajos, donde todas las voces estén representadas y sean respetadas, todos los votos cuenten, y se proteja al planeta. Todo esto es posible. Porque estamos listos para esto. Estamos más preparados que cualquier generación anterior, mejor dotados, mejor conectados. En muchas partes del mundo, vivimos más tiempo que nunca. Las mujeres mayores de 65 figuran entre las poblaciones de mayor crecimiento del planeta, con el potencial de volverse la más poderosa también. Ahora... (Aplausos) ¡Esto representa un gran cambio! Las mujeres postmenopáusicas como yo, hace poco, se consideraban inútiles o locas. Nos valoraban por ser cuidadoras y abuelas y realmente amo esa parte. Pero nos dejaban de lado y se esperaba que nos retiráramos a nuestras mecedoras. Las mujeres peligrosas de 60 no se están retirando. Nos estamos reprogramando... (Aplausos) -- tomando todo lo que sabemos y hemos hecho, y es mucho -- para redefinir el aspecto de la edad, lo que puede hacer y lograr. Pero volverse peligroso no tiene que ver con cumplir una cierta edad porque en cada extremo del espectro de edad están actuando mujeres y niñas valientes, asumiendo riesgos para crear el cambio. Me volví arriesgada a temprana edad en el transcurso de mi vida. Tuve que hacerlo, o mi vida hubiera sido definida por los límites típicos para una chica en el Sur rural, sin dinero, sin conexiones, sin influencia. Pero lo que no era un límite era mi curiosidad por el mundo más alla de mi pueblito, más alla de las mentes pequeñas de un Sur aún segregado, un mundo que yo vislumbraba entre los noticiarios en el único cine del pueblo, y un mundo que se me acercó mucho al conocer a la Sra. Shirley Rountree, mi maestra de inglés en el octavo grado. Desde el minuto que entró en el aula, el sonido de sus tacones sobre el pavimento, fue una mujer al mando, con cabello perfecto, labios rojos, distintivos, combinaba los colores de pies a cabeza. Yo quería ser ella. Agradezco que haya sido mi primera mentora y me ayudara convertirme en quien soy. Con su apoyo, recibí una beca para la universidad -- la primera de mi familia -- y terminé en una enorme universidad estatal justo en mitad de dos grandes movimientos de justicia social: derechos civiles para los afroamericanos, e igualdad de derechos para las mujeres. Me sumé a ambos con entusiasmo, solo para descubrir que mi activismo en ciernes y ferviente femenismo, a menudo entraban en conflicto directo con mi necesidad muy arraigada de complacer y ser popular. En mi primer empleo como profesora universitaria, rompía las reglas y animaba a mis alumnos a sumarse conmigo en las marchas de protesta. Y cuando me enteré que a mi colega masculino, con la misma experiencia y educación que yo, le pagaban más que a mí, monté una protesta personal. Se negó mi aumento, con la excusa de que él tenía una familia que mantener, igual la tenía yo, como madre soltera. Pero retiré mi protesta para conservar mi trabajo. Hoy en día millones de mujeres aceptan esto, quedándose en sus puestos sin igual remuneración por igual trabajo. Como una de las primeras mujeres en la TV de los años 70, me adviertieron que centrarme en las historias de las mujeres limitaría mis oportunidades de carrera, y tal vez así haya sido. Pero tuve la oportunidad de producir y presentar una programación innovadora para las mujeres, y al mismo tiempo guardaba silencio sobre el acoso sexual y escuchaba a consultores que habían contratado para aconsejarme sobre mi apariencia. "Vuélvete rubia". Lo hice. "Baja la voz". Lo intenté. "Baja los escotes". No lo hice. (Risas) Pero sí llevaba esos trajes de presentadora muy feos con las bufandas que se parecían un poco a las corbatas de hombres. Y luego en las posiciones de poder en los medios, a menudo como la primera o única mujer, consciente de ser juzgada a través de la lente de género, luchaba cada tanto por encontrar el equilibrio correcto entre ser una líder para las mujeres y no ser definida solamente como una mujer líder. Pero hoy, estoy orgullosa de ser conocida como una mujer líder. (Aplausos) Como activista, defensora, femenista y como recién declarada mujer peligrosa, me importa menos lo que diga la gente, y digo más claramente lo que pienso y siento. Y permítanme ser clara, reconozco el privilegio de poder hacer eso, de poder dar mi opinión. Y de estar aquí hoy con esta oportunidad de hablarles sobre las mujeres y el poder. Noten que no he dicho "empoderada". Pienso que no estamos esperando que alguien "nos dé el poder". Pienso que ya tenemos el poder. (Aplausos) Necesitamos más oportunidades para reclamarlo, para usarlo, para compartirlo. Y sí, lo sé, hay mujeres con poder que no lo usan bien ni sabiamente y que no lo comparten. He escuchado, igual que Uds. seguramente, esas historias que comienzan con "La peor jefe que he tenido fue una mujer". Y todos podemos nombrar a mujeres líderes que no nos hacen sentir orgullosos. Pero podemos cambiar todo eso con una idea sencilla pero genial que oí por primera vez de una congresista arriesgada y peligrosa, de Nueva York, que se llama Bella Abzug. Bella dijo: "En el siglo XXI, la mujer cambiará la naturaleza del poder, en lugar de que el poder cambie la naturaleza de la mujer". Desde el momento que lo oí... (Aplausos) pensé "este es nuestro llamado a la acción, esta es nuestra oportunidad más grande". Y como periodista y activista he visto esta idea en acción, documentando las historias de mujeres en ambos bandos de conflictos a largo plazo, juntándose y desafiando al poder oficial para aliarse y encontrar sus propias maneras de poner fin a la violencia en sus comunidades. Y como activista, he viajado a lugares donde es peligroso nacer mujer, como el este de Congo, donde se está librando una guerra contra el cuerpo de la mujer. Allá, en un centro de curación y liderazgo llamado "Ciudad de la Alegría", valientes mujeres congoleñas están transformando dolor en poder entrenando a sobrevivientes de agresión sexual para volver a sus aldeas como líderes. Y en cumbres del clima recientes, he observado a mujeres líderes del clima trabajando entre bastidores, fuera de los focos, asegurándose de que las negociaciones hacia acuerdos climáticos globales siguieran avanzando. Entonces, mientras seguimos adelante en nuestras vidas y trabajos y tenemos más poder e influencia, cambiemos la naturaleza del poder desmantelando algunas de las barreras que quedan para las que vienen, abogando y manifestando por una representación más justa, verdadera, e igualitaria en cada sala y en cada mesa. Ahora, les advierto: si abogan por una mujer, por un puesto abierto o ascenso, puede que les desafíen con "Juegas la carta de las mujeres" o "la carta racial" si abogan por una mujer de color. He tenido esta experiencia, igual que Uds. estoy segura, "¿Estás dirigiendo un programa de acción afirmativa aquí en PBS?" preguntó uno de los miembros de la junta cuando, como nueva presidente, anuncié que las primeras cinco contratadas serían mujeres calificadas. Mi acción afirmativa había sido pedir que la firma de búsqueda me trajera una lista de candidatos que incluyera los nombres de mujeres y personas de color que justo resultaron ser, a mi juicio, también las mejores candidatas para el puesto. Les digo, mujeres peligrosas, y a nuestros aliados: es hora de jugar la carta de las mujeres, jugar la carta racial, jugar todas nuestras cartas. (Aplausos) No para ganar el juego de poder, sino para obtener mejores resultados para todos. Es la hora, además, de descartar esa teoría de la escasez, que dice: "Solo hay espacio para uno en la cumbre, así que proteje tu terreno, no hagas amigos ni aliados". Cambiar la naturaleza del poder convierte "proteje tu terreno" en "comparte tu terreno", alienta coaliciones, construye alianzas, fortalece y sostiene amistades. Mis mujeres amigas son mi fuente de energía renovable. (Aplausos) También lo son mis mentores, mis defensores, mis partidarios, mis patrocinadores, y todas las maneras en que nos presentamos unos a otros. Podemos ser nuestra fuente de energía renovable los unos a los otros. Y a lo largo del camino, debemos cuidarnos mejor a nosotros mismas y ahí no soy el mejor ejemplo. No medito, no hago ejercicio regularmente, pero sí vivo aeróbicamente. (Risas) (Aplausos) Porque creo que no podemos ser peligrosas desde afuera, y hay muchísimo para hacer. Así que usemos todo nuestro poder. ¿Qué tal el poder del dinero? Asignemos más dólares filantrópicos, donaciones de compaña, fondos de inversión para aumentar la equidad económica y política. Movilicemos el poder de los medios de la comunicación y la tecnología que tenemos literalmente en nuestras manos para dar a conocer las historias e ideales de los demás; para practicar la civilidad; para buscar la verdad, que va disminuyendo, lo cual está amenazando a las sociedades libres. Sí, tenemos todo lo que necesitamos para mejorar nuestras comunidades. Y lo mejor que tenemos, y que debemos recordar, es estar ahí para el otro. Seguiremos adelante juntos, dispuestos a asumir más riesgos, a ser más intrépidos, a expresarnos, a hacernos escuchar, y a estar presente el uno para el otro. George Bernard Shaw escribió una vez que para él su vida le pertenecía a la comunidad, que cuanto más arduamente trabajaba, más vivía, y que quería consumirse por completo antes de morir. Luego escribió, "la vida no es una breve vela para mí, sino una antorcha espléndida que tengo en mis manos solo por un momento antes de pasársela a las generaciones futuras". Yo tampoco veo mi vida como una vela breve, aunque la quemo en ambos extremos. (Risas) Y quiero que esta vela, y que yo misma, estén completamente consumidas cuando muera. Pero en este momento en el viaje de mi vida, no paso mi antorcha. La mantengo más alta que nunca, con valentía, con brillo, y los invito a sumarse a mí y a que sigamos su peligrosa luz. Muchas gracias. (Aplausos)