Todos somos aprendices
y maestros.
Aquí recibo inspiración
de mi primera maestra,
mi mamá,
y aquí estoy enseñando
Introducción a la Inteligencia Artificial
a 200 estudiantes
en la Universidad de Stanford.
Los estudiantes y yo
disfrutamos la clase,
pero se me ocurrió
que mientras la asignatura
es avanzada
y moderna,
la tecnología de enseñanza no lo es.
De hecho, en esencia, uso
la misma tecnología
que esta aula del siglo XIV.
Vean el libro de texto,
el sabio en el escenario
y el tipo que duerme
allí atrás. (Risas)
Como en la actualidad.
Por eso mi compañero,
Sebastian Thrun, y yo pensamos
que debe haber una mejor manera.
Aceptamos el desafío
de crear una clase virtual
de calidad igual o mejor
a las clases de Stanford,
pero sería para
todo el mundo y gratis.
Anunciamos la clase el 29 de julio
y en dos semanas se inscribieron
50 000 personas.
Y pasaron a ser 160 000 estudiantes
de 209 países.
Estábamos encantados
con esa audiencia
y un poco aterrorizados porque aún
no habíamos terminado de preparar la clase. (Risas)
Y nos pusimos a trabajar.
Analizamos lo que hicieron otros,
qué podíamos copiar y qué podíamos cambiar.
Benjamin Bloom había demostrado
que la enseñanza uno a uno funciona mejor
y eso fue lo que tratamos de emular,
como ocurrió con mi madre y yo,
aunque sabíamos
que sería de uno para miles.
Aquí, una videocámara desde arriba
me graba mientras hablo
y dibujo en un papel.
Un estudiante dijo: "Esta clase parece
ocurrir en un bar
con un amigo muy inteligente
que explica algo
que no entendemos, pero estamos por entender."
Y eso es exactamente lo que buscábamos.
En Khan Academy vimos
que esos videos de 10 minutos
funcionaban mejor que
las conferencias de una hora
en un formato de pantalla pequeńa.
Decidimos hacerlos más breves
y más interactivos.
Nuestro video típico es de dos minutos,
a veces más breve, nunca más
de seis minutos, y luego viene una pausa
para una pregunta, para que
parezca una clase individual.
Aquí estoy explicando cómo usa una computadora
la gramática inglesa
para analizar oraciones y aquí
hay una pausa y los estudiantes
tienen que pensar, entender lo que sucede
y marcar en la casilla correcta
antes de continuar.
Los estudiantes aprenden mejor
si practican de forma activa.
Queríamos animarles a esforzarse a resolver
la ambigüedad y ayudarles a sintetizar
las ideas clave por sí mismos.
Por lo general evitamos preguntas
del tipo: "Esta es la fórmula,
dígame el valor de Y
si X es igual a dos."
Preferimos las preguntas abiertas.
Un estudiante escribió: "Ahora veo
redes bayesianas y ejemplos
de teoría de juegos por donde mire."
Me gusta ese tipo de respuestas.
Eso era exactamente lo que buscábamos.
No queríamos que los estudiantes memorizaran las fórmulas;
queríamos cambiar su manera
de mirar el mundo.
Y lo logramos.
O, debería decir, los estudiantes lo lograron.
Y es un poco irónico
que, puestos a romper con la educación tradicional,
al hacerlo terminamos
en clases virtuales
mucho más parecidas a las tradicionales
que a otras clases virtuales.
En la mayoría de las clases virtuales, los videos siempre están disponibles.
Uno puede verlos cuando quiere.
Pero si se pueden ver cuando se quiere,
se los puede dejar para mañana
y si se puede dejar para mañana
en fin, uno quizá nunca
termine viéndolos. (Risas)
Así que volvimos a innovar
y pusimos fechas de entrega. (Risas)
Se podía mirar los videos
en cualquier momento durante la semana
pero al fin de la semana
había que entregar la tarea.
Esto motivó a los estudiantes a continuar
y también a que todos trabajasen
en la misma tarea al mismo tiempo;
así que si uno iba al foro de discusión
podía tener una respuesta de un compañero en minutos.
Ahora les mostraré algunos de los foros; en su mayoría
estaban auto-organizados por los mismos estudiantes.
De Daphne Koller y Andrew Ng aprendimos
el concepto de "dar vuelta" al aula.
Los estudiantes miran los videos
por su cuenta y luego
se reúnen para hablar de ellos.
De Eric Mazur, aprendí sobre la enseñanza de pares,
que los pares pueden ser los mejores profesores,
porque saben
cómo era eso de no entender.
Sebastian y yo nos habíamos olvidado un poco de eso.
Claro, no podíamos
discutir en clase con
decenas de miles de estudiantes,
por eso alentábamos estos foros virtuales.
Y finalmente, de Teach For America,
aprendí que lo principal
de una clase no es la información.
Más importante es la motivación y la determinación.
Era fundamental que los alumnos vieran
que trabajábamos mucho para ellos
y que todos se ayudaran mutuamente.
El curso duró 10 semanas
y al final, cerca de la mitad de los 160 000 estudiantes vieron
al menos un video por semana,
y más de 20 000 terminaron todas las tareas
empleando de 50 a 100 horas.
Obtuvieron este certificado de estudios.
¿Qué aprendimos?
Bueno, probamos ideas viejas
en combinación con ideas nuevas
pero hay más ideas por probar.
Sebastian ahora dicta otra clase.
Yo dictaré una en otoño.
Coursera de Stanford, Udacity, MITx
y otros, preparan más clases.
Es un momento apasionante.
Pero para mí, lo más apasionante
son los datos que estamos recolectando.
Estamos recolectando miles
de interacciones por estudiante por clase;
miles de millones de interacciones en total.
Y ahora podemos empezar a analizarlas
y cuando aprendamos de eso,
cuando experimentemos,
ahí ocurrirá la verdadera revolución.
Y verán los resultados de una nueva generación
de estudiantes increíbles.
(Aplausos)