Estoy muy emocionada
de estar aquí, de hablar con Uds.,
de compartir algo de lo que sé,
algo de lo que he aprendido.
Pero también estoy algo confundida.
Porque, para mí, las charlas TED,
las charlas TEDx, las TEDx de jóvenes
son dadas por gente con
una trayectoria y una visión.
Y todavía no tengo idea
de qué quiero ser cuando crezca.
He estado postergando el tener que elegir.
Cuando era muy pequeña,
me decían que era inteligente.
Y no era cualquier tipo de inteligencia:
me decían que me inclinaba
hacia la ciencia y las matemáticas,
a diferencia de alguien como mi hermano,
que era muy talentoso en cosas
como el lenguaje y el arte.
Me decían: "Las chicas también pueden",
una frase que, en teoría,
me iba a inspirar
a seguir estudiando matemáticas
y adentrarme en las ciencias duras.
Me contaron sobre el trabajo
de mi papá en la Fuerza Aérea,
sobre su deseo de obtener
la licencia de piloto,
y que de niño, solía construir cohetes.
Me contaban historias para dormir
de Shannon Lucid y Sally Ride,
y si quería quedarme despierta
para ver un lanzamiento espacial,
mis padres me dejaban.
No es una sorpresa
que quisiera ser astronauta.
A los 5 años,
les podría haber dicho que quería
obtener mi título de grado en Annapolis,
convertirme en piloto de avión,
y luego postularme para NASA.
Todos estaban tan orgullosos
e impresionados de esta niñita
con una vida tan bien
planificada y estudiada.
Pero cuando tenía 14 años,
me dejó de importar la escuela.
Nuestro país llevaba dos años
en una nueva guerra
y mientras empezaba a
aprender más sobre los militares,
me di cuenta de que no quería
ser parte de ese sistema.
A pesar de que era uno de los caminos
más comunes para ser astronauta,
me empecé a dar cuenta de que
no quería estudiar en Annapolis,
no quería ser piloto de avión,
no quería convertirme en astronauta.
Este objetivo que me habían señalado
mis padres, profesores y amigos,
este pedazo de mi identidad,
de repente, había desaparecido.
Había perdido mi destino.
Lo vivía como una decepción,
como si cualquier cosa que
hiciera durante el resto de mi vida,
sin importar lo bien que lo hiciera,
siempre estaría a la sombra
de este gigantesco fracaso,
un fracaso antes de empezar.
Por suerte, los adultos
no estaban equivocados del todo.
Aún dependía de la principal
ventaja evolutiva de la humanidad:
nuestro cerebro.
No tenemos el cerebro
más grande del reino animal,
ni cerca.
Pero esta es la corteza prefrontal
y hemos evolucionado para
tener una corteza enorme
comparado con el resto del cerebro.
La corteza prefrontal es responsable
de todo lo que pensamos que nos
hace diferentes de otros animales.
Es responsable de la función ejecutiva.
Es responsable de nuestra
habilidad de empatizar,
nuestra habilidad de pensar
en el futuro y planificar,
predecir qué pasará en el futuro.
Es responsable del control social.
Nuestras enormes cortezas prefrontales
nos hacen expertos en resolver problemas.
Tomamos decisiones.
Cuando nos presentan
una lista de opciones,
no solo somos capaces de tomar
una decisión de forma rápida y eficiente,
sino que somos capaces
de generar nuevas opciones,
aparte de las establecidas originalmente.
Piensen en todas las decisiones
que están tomando ahora,
al estar sentados en este teatro.
Están eligiendo no levantarse
y empezar a bailar.
Están eligiendo escuchar.
Están eligiendo no mojarse los pantalones,
(Risas)
espero.
(Risas)
La mayoría de estas decisiones
son tomadas por el cerebro sin dedicar
ningún tipo de atención a ellas.
Pero algunas decisiones, como
qué queremos ser de grandes,
son mucho más complejas.
Desde que decidí no ser astronauta,
mi educación ha girado en torno
a economía, ciencias políticas,
matemáticas, neuroeconomía
y neurobiología.
Lo que significa
que de una lista de
especialidades en la universidad,
me negué a tomar una decisión
y elegí la casilla que
decía "Todas las anteriores".
(Risas)
Pero les voy a contar un pequeño secreto.
Resulta que la economía,
la neurociencia y las ciencias políticas,
todas estudian el mismo tema,
que es: ¿por qué la gente
toma las decisiones que toma,
algunas veces incluso
contra sus propios intereses?
Hay gente que trabaja
por un salario mínimo,
votan contra el aumento
del salario mínimo.
Hay padres que se niegan a vacunar
a sus hijos aunque no estén sanos,
a pesar ser desfavorable para la evolución
tanto a nivel individual como social.
Vemos adolescentes que han sido
bombardeados con información antitabaco
durante todas la vida,
que saben los riesgos asociados a fumar,
y empiezan a fumar de todos modos.
Y nosotros, como sociedad, estamos tan
confundidos de por qué la gente lo hace
que usamos la ciencia,
las ciencias sociales,
las charlas TED, las bolas
de cristal y las matemáticas
para entender el porqué.
¿Por qué la gente hace esto?
Y todo el mundo lo hace.
Nadie es inmune a estas fracturas
en lo que los economistas
llaman "racionalidad".
Todos tenemos cosas que sabemos
que generan una decisión sesgada.
Les voy a dar un ejemplo.
Hagamos un juego.
Voy a lanzar una moneda,
una moneda equilibrada.
Si en el primer lanzamiento
sale cara, obtienen 2 dólares.
La lanzo de nuevo,
y si sale cara una segunda vez,
obtienen 4 dólares.
Una tercera vez, 8 dólares.
Cuarta, 16, hasta que salga cruz.
Y entonces, les pago su dinero.
Entonces si la moneda sale cara
5 veces seguidas antes de la primera cruz,
ganan 32 dólares.
Si sale 20 veces seguidas
antes de la primera cruz,
ganan más de un millón de dólares.
Así que piensen:
¿cuánto estarían dispuestos
a pagar para jugar este juego?
Si son como la mayoría,
estarían dispuestos a pagar
menos de 25 dólares.
Pero si jugaran este juego por siempre,
ganarían una cantidad infinita de dinero,
sin importar cuánto pagan por cada juego.
Este juego tiene
un valor esperado infinito,
y aun así todos llegan a un punto,
una cifra usualmente muy baja,
que ya no estarían
dispuestos a pagar para jugar.
Aquí hay otro.
Esto es como revisarse
la vista en el oftalmólogo:
les daré dos opciones, A o B,
y Uds. me dirán cuál es la mejor.
Opción A: les doy un millón de dólares,
así, sin más.
Un millón en efectivo: lo toman,
se van a casa, maravilloso.
U opción B:
pueden hacer una apuesta.
Hay un 89 % de probabilidad
de ganar un millón de dólares,
un 1 % de probabilidad de no ganar nada
y se van a casa con las manos vacías,
y un 10 % de probabilidad
de ganar 5 millones de dólares.
¿Qué opción escogerían?
Si son como la mayoría,
elegirían la opción A,
sin riesgo, sin apuestas,
y se llevan el millón.
Aquí está la siguiente: la opción C.
Hay un 89 % de probabilidad
de no ganar ni un dólar
y un 11 % de probabilidad
de ganar un millón.
O la opción D: hay un 90 %
de probabilidad de no ganar ni un dólar
y un 10 % de probabilidad
de ganar 5 millones.
En este caso, si son como la mayoría,
elegirían la opción D,
a la espera de los 5 millones.
Pero al hacer un simple cálculo,
nos damos cuenta de que las primeras
dos opciones son iguales.
Cuando se la presenta
de cierta forma, eligen la opción A,
y cuando se la presenta
de otra forma, eligen la opción D.
Según cómo está presentada
la información,
puedo hacer que Uds. elijan
la primera o la segunda opción.
Y lo más extraño es
que si toman otra decisión,
probablemente se sientan mal.
Resulta que la intuición
y la racionalidad económica
no siempre concuerdan.
Estos son solo dos ejemplos económicos
de sesgos en la toma de decisiones.
En realidad, hay muchos factores
que pueden previsiblemente
influir en lo que elegimos.
El primero fue un ejemplo
sobre la ponderación incorrecta
de las probabilidades bajas.
Hay menos de 3 % de probabilidad
de ganar al menos 32 dólares
jugando cara o cruz,
y, en consecuencia, nos resulta difícil,
aun considerando
la posibilidad de ganar un millón.
Este mismo sesgo lo tienen los padres
que no quieren vacunar a sus hijos.
Si ese niño sin vacunar solo tiene
un 5 % de probabilidad de enfermarse,
es muy difícil contemplar
las posibles consecuencias
de que no se vacune,
que pueden ser tan graves
como costarle la vida.
El segundo ejemplo es el efecto
de la presentación.
Esto afecta todo: desde el cereal
que compramos en una tienda,
hasta cómo juzgamos nuestras emociones.
Por ejemplo, es más probable
que alguien diga que está feliz
si le pregunto: "¿Eres feliz?",
que si le pregunto: "¿Eres infeliz?".
Otros sesgos incluyen
la aversión a la incertidumbre
y la toma de decisiones
para tratar de evitarla.
Nos podemos perder algunas
muy buenas oportunidades
por tratar de evitar lo desconocido.
También estamos sesgados
por la cantidad de opciones que nos dan.
Tener una amplia variedad de opciones,
resulta no ser siempre mejor.
Puede que sea más difícil decidir
y en realidad afecta nuestros
niveles de felicidad y ansiedad.
Entonces, ¿qué efecto tienen
estos sesgos en decisiones claves
como qué queremos ser de grandes?
Ahora, me gustaría
que participaran en lo siguiente:
levanten la mano si alguna vez les dijeron
que pueden ser lo que quieran
cuando sean mayores.
¿Sí? Pueden bajar la mano.
Que nos permitan ser
lo que queramos se siente muy bien.
Se siente como si pudieran vivir su vida
de acuerdo con sus propias reglas,
necesidades y objetivos.
Es poder convertirse
en la persona que quieren ser:
orgullosa, exitosa, feliz.
Da la sensación de que
pueden manejar su vida,
una sensación de libertad.
La vida es un campo abierto
y pueden ir adonde quieran.
Pero los humanos no tenemos
un tiempo infinito.
Aunque quieran hacer lo que quieran,
quizás no les será posible
hacer todo lo que quieran.
Tener que elegir entre demasiadas opciones
puede producir ansiedad
y ser perjudicial para nuestra felicidad.
Nosotros, los humanos,
odiamos eliminar opciones,
incluso si sabemos que
ese no es el camino que queremos.
Sentimos que nos estamos perdiendo algo
simplemente por abandonar una posibilidad.
Quiero que levanten la mano
si alguna vez les dijeron
algo similar a alguna
de las siguientes afirmaciones.
Solamente levanten la mano, ¿sí?
Si se lo proponen, pueden ser
excelentes en... espacio en blanco.
Elijan la opción que aplique a Uds.
Si dedican su vida a ello,
pueden ayudar a curar el cáncer
o lograr algo muy difícil y específico.
Si de verdad lo intentan,
pueden ganar un Premio Nobel,
una medalla de oro olímpica o un Óscar.
Escuchen la siguiente:
podrían ser grandes astronautas.
(Risas)
Pueden bajar las manos.
Estas afirmaciones son
muy diferentes a la primera.
Bien, ambas intentan motivar e inspirar.
La primera infunde un sentido
de libertad y participación.
La segunda implica una responsabilidad
del camino marcado.
Si la persona está en lo cierto
y pudiera ayudar a curar el cáncer,
dedicando su vida a ese fin,
¿entonces sería malo que
quisiera ser violoncelista profesional?
Si realmente pudiera
ganar el Premio Nobel,
¿estoy privando al mundo
por dedicarme a la pintura?
Si pudiera ser la próxima Meryl Streep,
¿está mal que quiera programar
para un emprendimiento tecnológico?
Si nos dicen que podemos ser
lo que queramos,
tomamos nuestras propias decisiones,
soportando el estrés y la ansiedad
derivadas de ello.
Cuando alguien elige
el camino por nosotros,
no tenemos que preocuparnos
si se nos cierran puertas,
pero perdemos autonomía.
Y si escogemos cualquier otro camino
distinto al que se nos ha marcado,
sentimos que estamos decepcionando
a alguien o haciendo algo mal.
La presión que entraña cuando nos dicen
que podemos ser excelentes en algo,
que tenemos el potencial
para ganar el Premio Nobel,
o salvar a los osos polares,
o ser astronautas,
puede impedirnos hacer
lo que realmente queremos.
Casi todas las personas inteligentes,
talentosas o trabajadoras que conozco
han sentido esta presión
en algún momento de su vida.
Aun cuando todavía no saben
qué quieren ser cuando sean mayores,
que les digan que podrían ser excelentes
en una cosa en concreto
los hace sentirse responsables
de conseguir ese objetivo.
Es una responsabilidad
que recae sobre ellos,
a menudo de forma accidental, por parte
de los padres, profesores o amigos.
Y si se internaliza,
puede ser destructivo,
y conllevar enfado o resentimiento.
La posible ansiedad de tener
demasiadas opciones
no parece tan mala cuando implica
la libertad de escoger el propio camino.
No tengo las respuestas
de cómo deben decidir
qué hacer con su vida,
qué puertas cerrar
o qué oportunidades perseguir.
Pero es bueno saber que tienen opciones.
Nadie escoge su camino, excepto Uds.
Pero si la ansiedad
empieza a ser paralizante,
quiero dejarles esta reflexión:
no importa qué elijan hacer con su vida,
y pueden hacer cualquier cosa,
incluyendo no hacer nada,
seguirán siendo importantes,
seguirán mereciendo ser queridos,
y habrá personas que los quieran.
Ser inteligente o tener
talento es un privilegio.
Les permite hacer algo,
posiblemente múltiples cosas,
mejor, más rápido o más fácil
que el resto de las personas.
Pero ser inteligente o tener talento
no es una responsabilidad.
No es trabajo de Uds. salvar a nadie,
no es deber de Uds. solucionar las cosas,
no es responsabilidad de Uds. crear.
Ustedes, como todo el mundo,
tiene un único trabajo:
amar.
Ámense a sí mismos,
hagan lo posible para amar a otros,
y sea lo que sea que
decidan hacer con su vida,
háganlo por amor.
De este modo, nunca se equivocarán.
Gracias.
(Aplausos)