Piense en esto.
Los californianos usan
más electricidad jugando a vídeojuegos
que la que usa todo el país de Senegal.
Antes de que los gimnasios
se cerraran debido a COVID,
los neoyorquinos podían hacer ejercicio
en un gimnasio a 10 ºC
porque el frío aparentemente
quema más calorías.
Pero solo el 3 % de los nigerianos
tienen aire acondicionado.
Como ven, existe una brecha abrumadora
entre los que tienen energía
y los que no la tienen.
Y en todo el mundo,
existe una increíble
desigualdad energética.
Miles de millones de personas simplemente
carecen de energía suficiente
para construir una vida mejor.
Energía asequible, abundante y confiable
para dirigir sus negocios
sin apagones diarios,
para preservar
sus cultivos de la putefracción,
para alimentar
equipos médicos que salvan vidas,
para trabajar desde casa y
hacer llamadas de Zoom,
para manejar trenes y fábricas.
Básicamente para crecer y prosperar
y acceder tanto a la dignidad
como a la oportunidad.
Los países ricos tienen
ese tipo de energía.
Mientras que la mayoría
de los países de África
y muchos otros simplemente no la tienen.
Y esos miles de millones de personas
están quedándose
muy por detrás que el resto del mundo.
Además de dar por sentada
esa abundancia de energía,
los ricos dan algo más por sentado.
Que todos deben luchar contra
el cambio climático de igual manera.
Abordar el cambio climático
requerirá la transición acelerada
a fuentes de energía bajas en carbono.
Y sin embargo, las emisiones
siguen aumentando año tras año,
amenazando con arruinar
nuestro presupuesto de carbono.
De eso quiero hablar hoy.
El presupuesto de carbono es
la estimación de las emisiones totales
que la atmósfera de nuestro planeta
puede absorber con seguridad.
Ante el imperativo de no reventar
este presupuesto de carbono,
el mundo mira a África de manera
completamente contradictoria.
Por un lado,
se quiere que nosotros crezcamos,
para salir de la pobreza abyecta,
para construir una clase media
que posea autos aire acondicionado y
otras comodidades modernas.
Porque después de todo,
África es el próximo mercado mundial.
Por otro lado,
al estar ansiosos por demostrar
la adopción de medidas
contra el cambio climático,
los países ricos en Occidente limitan
su financiación únicamente a
fuentes de energía renovables,
instruyendo a África y
a otras naciones pobres
que se desarrollen sin carbono o
que limiten sus ambiciones de desarrollo.
Es evidente que África debe desarrollarse.
Eso no es negociable.
Hoy quiero plantear
que África debe priorizarse
en relación al margen
en el presupuesto de carbono.
En otras palabras,
se debe permitir que África
pueda producir más carbono a corto plazo
para que podamos crecer,
mientras el mundo rico debe
reducir drásticamente sus emisiones.
Los africanos tienen derecho a aspirar
a la misma prosperidad
de la que disfruta el resto.
Y merecemos la misma
oportunidad de tener un trabajo,
una educación,
una dignidad y una oportunidad.
También entendemos muy bien
que el mundo entero necesita
llegar a un futuro de cero carbono.
Esto puede sonar contradictorio
pero considere estos tres puntos.
Primero, África no es
culpable del cambio climático.
Es una víctima.
África y sus más de
mil millones de habitantes
están entre los más vulnerables
al cambio climático en el planeta,
enfrentando los peores impactos
de clima extremo, sequía y calor.
Y sin embargo, si nos fijamos
en la huella de carbono
de todo el continente africano,
los 48 países africanos en conjunto
son responsables de menos del 1 %
de dióxido de carbono acumulativo
en la atmósfera.
Incluso si cada uno de los mil millones
de personas en el África subsahariana
triplicara su consumo de electricidad
durante la noche
y si todo ese nueva energía viniera
de centrales alimentadas con gas natural,
estimamos que el CO2 adicional
que África añadiría
sería igual a tan solo
el 1% de las emisiones globales totales.
Segundo, África necesita más energía
para luchar contra el cambio climático,
no menos.
Debido a su vulnerabilidad climática,
la lucha contra el cambio climático
de África
tiene que ver
con adaptación y resiliencia.
Y la adaptación al clima
requiere mucha energía.
Para responder al clima extremo,
los africanos necesitarán
una infraestructura más resistente.
Hablamos de diques, autopistas,
edificios seguros, etc.
Para hacer frente a la sequía,
los africanos
necesitarán riego por bombeo
para la agricultura
y muchos necesitarán desalinizar
para obtener agua dulce.
Y para sobrevivir a
las altas temperaturas,
necesitarán refrigeradoras y
aire acondicionado
en cientos de millones de hogares,
oficinas, almacenes, fábricas,
centros de datos, etc.
Todas estas actividades
necesitan mucha energía.
Si fallamos en la mitigación,
el plan B de los países ricos
para el cambio climático
es simplemente adaptarse.
Los africanos necesitan
y merecen
esa misma capacidad de adaptación.
Tercero,
imponer mitigación a los pobres del mundo
incrementa la desigualdad económica.
Estamos creando un apartheid energético.
Trabajando
en energía global y desarrollo,
a menudo escucho a personas
decir que debido al clima,
no podemos permitirnos
que todos vivan
con nuestro estilo de vida.
Ese punto de vista es
peor que condescendiente.
Es una forma de racismo y
está creando un sistema
energético mundial de dos niveles
con abundancia de energía para los ricos
y lámparitas solares para los africanos.
El mercado mundial del gas natural
es un gran ejemplo de todo esto.
Grandes empresas occidentales
explotan activamente yacimientos de gas
en países africanos
para hacer funcionar la industria
y generar electricidad en Asia o Europa.
Y, sin embargo,
cuando estos mismos países africanos
quieren construir centrales eléctricas
y utilizar gas para su propia gente,
las comunidades occidentales
de desarrollo y finanzas
dicen que no financiarán eso.
Y aquí está la ironía.
Muchos países pobres ya están
muy por delante de Occidente
en relación a la transición hacia
un sistema de energía bajo en carbono.
En Kenia de donde soy, generamos
la mayor parte de nuestra
electricidad libre de carbono.
Fuentes renovables
como la geotérmica, la hidráulica
y la eólica proveen casi
el 80 % de nuestra electricidad.
En EE. UU. esa cifra es sólo del 17 %.
Así que permítame
repetir mis observaciones.
Todo el mundo debe llegar a
un futuro de cero carbono.
En la transición,
África y otras naciones pobres merecen
obtener el equilibrio sobre lo que queda
en el próximo presupuesto del mundo.
Para la competitividad económica,
para la adaptación al clima,
para la estabilidad mundial,
y para la justicia económica.
Los países ricos y de alta emisión
deben mantener su responsabilidad
de liderar la descarbonización,
comenzando en sus propias economías.
Todos tenemos la responsabilidad colectiva
de cambiar el rumbo del cambio climático.
Si no lo logramos, no será porque Senegal,
Kenia, Benin o Mali decidieron
construir un puñado
de centrales eléctricas de gas natural
para brindar
oportunidades económicas a su pueblo.
Gracias.