Esta es una historia sobre
la importancia de la música.
Hace unos años, estaba en Rusia
con mi banda The Real Tuesday Weld.
Habíamos estado dando conciertos
y después fui a un mercadillo
con unos amigos rusos.
Estábamos dando una vuelta
y nos encontramos con una tienda.
En la tienda había muchas cosas raras,
pero una en particular
me llamó la atención.
Mis amigos rusos no sabían lo que era
y el tipo de la tienda
era bastante despectivo,
pero lo compré de todas formas
y me lo traje a Londres.
Me fascinó tanto que me propuse
averiguar qué era.
Esa búsqueda condujo a una historia
y la historia condujo
al proyecto Audio en Radiografía,
y por eso estoy aquí.
Voy a empezar con una pregunta:
¿Quiénes de Uds. tiene un reproductor de
MP3 o un teléfono que reproduzca música?
Todo el mundo, ¿cierto?
¿Quién tiene más de 1000 canciones
en ese dispositivo o en su portátil?
¿Diez mil?
¿Veinte mil? Es como una subasta.
Veinte mil.
Verán, estamos acostumbrados a escuchar
lo que queremos cuando queremos.
Tenemos abundancia, pero Ud.,
señor de las 20 000 canciones.
¿Tiene algo ilegal en su computadora?
(Risas)
Bueno, confiaremos en Ud.
Imagínense esto:
hoy están de camino a TEDx,
están caminando por Cracovia
y salen dos hombres de las sombras,
los toman por el brazo,
les exigen ver su reproductor de MP3.
Se lo enseñan, ellos bajan
por la lista de canciones
y les dicen: "Tiene una canción
de la banda británica
The Real Tuesday Weld
y eso está prohibido".
Es inconcebible, ¿cierto?
Es inconcebible que tengan una canción
de mi banda en su reproductor de MP3.
O es inconcebible que esté prohibida,
o, ¿qué me dicen de esto?
Vuelven a casa después del TEDx de hoy.
Están durmiendo en su apartamento
u hotel o habitación.
Escuchan unos golpes
y un estruendo tremendos.
Salen a la puerta de entrada.
La policía entra corriendo
e inspecciona sus cosas.
Examinan su computadora.
Revisan sus e-mails.
Dicen que han estado
mandando música a gente.
Compartir música, eso es ilegal,
están arrestados.
Es bastante inconcebible, ¿cierto?
Pero si retrocedemos 70 años en Rusia,
las cosas eran muy muy distintas.
Este es Nick Markovich.
Está en una esquina
de una calle de Moscú en los años 50.
Va de camino a casa de un amigo
para escuchar música, compartir música.
Es como nosotros, un fan de la música.
Esas cajas que lleva son
su reproductor de MP3.
En ellas está toda la música
que le apasiona.
Ahí hay discos de gramófono
de antes de la guerra
que pertenecieron a sus padres o abuelos,
que le encantaban.
Se habían comprado
en tiendas soviéticas oficiales.
Pero la música en ellos
ahora estaba prohibida.
También tiene en esas cajas
discos indiscutiblemente ilegales,
pero hablaré de eso más tarde.
¿Por qué un buen chico como Nick Markovich
llevaría cosas ilegales y prohibidas?
¿Como podía la música estar prohibida?
Tenemos que retroceder un poco más.
Había habido una revolución.
Rusia se había convertido en la URSS.
Al principio, fue una época
muy emocionante para la cultura.
En la música, ocurrieron un montón
de cosas experimentales increíbles.
Pero con el paso de los años,
el Estado se fue involucrando cada vez más
en cuáles deberían ser
los productos culturales.
Y en 1932, Stalin
y Nikolai Zadarnov y compañía
decidieron que todos
los productos artísticos:
teatro, arquitectura, literatura,
ballet, poesía y música,
estarían sujetos a un censor.
El censor decidiría si esa obra de arte,
si ese libro, si esa canción, estaba
al servicio del realismo soviético.
Ni qué decir, estoy en Polonia.
Uds. tienen algo de esta historia.
Sabemos una cosa
de los dictadores, en general.
Les gustan las cosas grandes
y les gustan las cosas simples.
No les gusta el jazz.
El jazz fue uno de los estilos musicales
que padeció bajo la Unión Soviética
hasta la Segunda Guerra Mundial.
En la Segunda Guerra Mundial,
los británicos, los polacos,
los rusos y los estadounidenses
estábamos en el mismo equipo.
Así que, durante un tiempo,
en Rusia el jazz estaba aceptado.
Había bandas rusas de jazz,
muchas de ellas, muy populares.
Podías ver películas estadounidenses
con bandas sonoras de jazz en Rusia.
A los jóvenes les encantaba.
Pero cuando terminó esa guerra
y empezó otra mucho más fría,
el jazz y el rock'n'roll se convirtieron
en la música del enemigo,
y estaba completamente prohibida.
Arrestaron a estrellas de jazz rusas
y las enviaron a los gulags.
Así que, ya no se podía escuchar
la música de Ella Fitzgerald
o comprar discos de Bill Haley,
que llegaron un poco después.
Los jóvenes querían escuchar esa música,
pero tampoco podían escuchar
la música de esta gente,
y estos eran rusos o de habla rusa.
Eran emigrantes enormemente populares.
Piotr Leshchenko, Ella Belanova,
habían sido grandes estrellas.
Pero no volvieron a la Unión Soviética
para sumarse al gran proyecto comunista.
Se convirtieron en traidores,
con lo que sus discos,
aunque cantaran sobre el amor,
aunque cantaran sobre la grandeza
de la clase trabajadora,
se prohibieron.
También la música de esta gente
estaba prohibida,
y eran rusos que vivían
en la Unión Soviética.
A la derecha está Vadim Kozin,
otra gran estrella.
Pero le arrestaron,
probablemente por ser homosexual,
y se prohibieron sus discos.
A la izquierda, está Arkadi Severny.
Vino un poco después,
pero es un músico que tocaba en el gulag
viejos estilos prohibidos de folk rusos
que eran extremadamente populares,
cantando sobre criminales y prostitutas
y el lado oscuro del realismo socialista.
A las autoridades
no les gustaba eso en absoluto.
Además, Arkadi Severny
cantaba sus propias canciones.
Estaba prohibido cantar y grabar
tus propias canciones en la URSS.
Tenías que ser miembro
del Sindicato de Compositores.
Se vedaron los ritmos enteros.
Se vedó el tango. Se vedó el foxtrot.
Se decía que el foxtrot representaba
a un hombre y una mujer haciendo el amor.
Si me ven bailar un foxtrot
sabrán que decididamente no es el caso.
(Risas)
Pero se vedaron los bailes.
Se vedó el saxofón.
Se veda la música occidental.
Se veda el jazz.
Se veda la música de estrellas rusas
de antes de la guerra.
Hay una cultura entera
separada de su cultura.
Es como si alguien nos dijera que
ya no podemos escuchar a los Beatles.
Y, por supuesto, el Estado controla
la industria discográfica por completo.
No había otra alternativa,
no había otra manera
de conseguir esta música
aparte de en cantidades
muy pequeñas a un alto precio.
Pero entonces, sucedió algo increíble.
Un hombre polaco
llegó a Leningrado en 1946.
Se llamaba Stanisław Philo,
y llevaba consigo
una máquina extraordinaria.
Era una herramienta de grabación
fabricada por Telephonkin.
La había robado, era un trofeo de guerra
que había venido de Alemania.
Un torno de grabación es
como un gramófono a la inversa.
En lugar de una aguja, tiene una cuchilla.
Le alimentas una señal de audio,
como música o voz,
y la cuchilla hace un surco
en un disco de plástico,
que puede reproducirse al revés.
Seguramente la usara
algún periodista durante la guerra
para informar desde el frente.
Stanisław Philo obtuvo autorización
para abrir una tienda en Nevsky Prospekt
y montó la máquina en una esquina.
Por unos pocos rublos, la gente
podía entrar y usar un micrófono
para grabar su voz en un disco
de plástico, como un recuerdo.
Su negocio empezó a ir
extraordinariamente bien.
Pero no era por las grabaciones
a modo de recuerdos.
Era porque por las tardes,
cuando la tienda estaba cerrada,
usaba la máquina para hacer copias
de discos de gramófono prohibidos.
Hacía discos piratas y se los vendía
a los amantes de la música.
Un día llegó a su tienda el tipo
de la derecha, Ruslan Bogoslowski.
Era un amante de la música.
Y mientras estaba en la tienda,
oyó que sonaba un tango.
Le encantaba el tango,
pero sabía que estaba prohibido.
Le dijo a Stanisław Philo:
"¿Puedo comprar eso?"
Y Philo le dijo: "No,
pero vuelve cuando la tienda esté cerrada
y veré lo que puedo hacer".
Bogoslowski volvió, y Stanisław Philo
le vendió una copia pirata del tango.
Decidió frecuentar la tienda un poco más.
Ahí conoció a Boris Taigin,
a la izquierda.
Se hicieron buenos amigos.
Intimaron a través de la música.
Eran amantes de la música.
Un día, Bogoslowski le dijo
a Taigin: "¿No sería genial
que aparte de comprar estos discos pirata,
pudiéramos hacer los nuestros?"
Y Taigin dijo: "Sería genial,
pero dónde vamos a conseguir
una máquina, un torno de grabación,
para hacer eso en la URSS?
Aunque encontráramos uno,
sería increíblemente caro
en el mercado negro".
Entonces Bogoslowski
saca su cuaderno y se lo enseña.
Durante semanas, ha estado haciendo
dibujos y mediciones en secreto
del torno de grabación de Stanisław Philo
y cree que puede construir el suyo propio.
Se van a la casa de campo de su padre.
Su padre era un ingeniero
de renombre y tenía un taller.
Fueron al taller
y reutilizaron y reciclaron trozos
de gramófonos, de herramientas,
de cualquier cosa.
Bogoslowski consigue fabricar
una máquina de grabación
y realizan su primera grabación.
¡Pero me he dejado algo!
Esta es la Unión Soviética,
¿en qué estaban grabando?
En las tiendas no puedes comprar
estas cosas. Son imposibles de conseguir.
Tenemos que retroceder
al comienzo de mi historia.
Porque cuando estaba caminando
en ese mercado, en San Petersburgo,
lo que compré fue esto.
Esto es un disco.
Puedes ponerlo en un tocadiscos
y ponerle una aguja,
y reproducirá música.
Pero, como pueden ver,
también es una radiografía.
Se puede grabar música
en varios tipos de plástico.
Los seres humanos, como sabemos,
son increíblemente ingeniosos,
sobre todo en épocas de opresión.
A alguien muy listo y habilidoso
se le había ocurrido la idea
de reutilizar y reciclar
radiografías usadas
como base para hacer discos pirata.
Esto es lo que Boris Taigin
y Bogoslowski estaban haciendo.
Y era una idea muy buena. ¿Por qué?
Porque en la Unión Soviética
el gobierno había dado la orden de que
los hospitales tenían que deshacerse
de sus radiografías en un año,
porque eran un riesgo de incendio.
Así que podían ir a un hospital,
a la parte trasera,
con unos pocos rublos
o unas botellas de vodka y hacer un canje.
El personal del hospital
se libraría de un trabajo difícil
y ellos conseguirían muchos recursos
con los que hacer discos.
Los discos que estaban haciendo
sonaban tan bien
que el pobre Stanisław Philo
empezó a perder sus clientes.
Se cambiaron a estos tipos.
Tenían tanto trabajo
que se les unió un amigo.
Se hacían llamar
la Banda del Perro Dorado.
Fueron la primera discográfica clandestina
de discos radiografía pirata
de la Unión Soviética.
Bogoslowski era tan inteligente que
empezó a copiar su propia máquina.
Le dio una a otra persona.
Se descubrió el secreto
de cómo grabar en radiografías.
Empezó a divulgarse.
Otra gente de Leningrado
empezó a hacerlo también.
Llegó hasta Moscú, Kiev y Odesa.
Evidentemente, las autoridades
se interesaron mucho por ello
y en 1950, se abalanzaron sobre ellos
y arrestaron a todo el mundo
involucrado en este negocio en Leningrado.
Llevaron a Bogoslowski ante el tribunal.
Hubo un juicio, le condenaron a cinco años
en el gulag por copiar música.
A Boris Taigin le condenaron a siete años.
Le condenaron a dos años más
porque componía y grababa
sus propias canciones.
Por suerte para ellos,
dos años después murió Stalin.
Hubo una amnistía general.
Se liberó a un millón
de prisioneros del gulag.
La Banda del Perro Dorado
volvió a Leningrado.
¿Qué creen que empezaron a hacer
cuando llegaron?
¡Empezaron a hacer
discos con radiografías otra vez!
Quizás deberíamos echar un vistazo
y escuchar un momento.
(Música)
Son imágenes de dolor y daño
inscritas con los sonidos del placer.
Son imágenes del interior
de ciudadanos soviéticos
impresas con la música
que amaban en secreto.
Se vendían en esquinas, en parques,
en lugares secretos y oscuros,
un poco como las drogas.
Costaban unos pocos rublos,
no duraban mucho,
pero se podían sustituir.
No solían sonar muy bien,
el título de la canción escrito
en ellos a menudo estaba mal,
pero de alguna manera no importaba.
Eran objetos preciados
porque permitían a la gente escuchar
lo que querían, cuando querían.
Desafortunadamente para Bogoslowski,
le pillaron otra vez
y pasó otros dos años en prisión.
Cuando volvió, ¿qué creen que hizo?
Empezó de nuevo.
Había empleado su tiempo
en el gulag muy bien.
Había estado perfeccionando su técnica,
pensando en cómo mejorarla,
y lo hizo: la mejoró y la expandió,
con más tipos de copias pirata.
Era un hombre muy inusual.
Era un audiófilo, un amante de la música.
No era un disidente,
no quería acabar con el sistema
ni corromper a la juventud soviética.
Era un amante de la música y creía
en el derecho de compartir música.
Desafortunadamente, le pillaron otra vez.
Cuando salió por tercera vez,
les alegrará saber que dejó de hacerlo.
Pero no fue porque hubiera cambiado,
fue porque el mundo había cambiado.
Esa es otra historia.
Fundé el proyecto Audio en Radiografía
para contar la historia
de gente como Bogoslowski y Taigin
y los demás contrabandistas.
Y, con mi amigo Paul Hartfield,
para grabar y hacer fotos
de tantos de estos discos
como pudiéramos encontrar.
El año pasado, cuando estábamos en Moscú,
nos reunimos con este tipo.
¿Saben quién es?
Es el chico que estaba
en una esquina de una calle
al principio de esta historia:
Nick Markovich.
Vino a vernos a un apartamento de Moscú
y trajo consigo su reproductor
de música portátil.
Sacó un disco radiografía
y le dio cuerda al gramófono.
Lo puso, dejó caer la aguja
y se comenzó a reproducir.
¡Y sonaba horrorosamente mal!
(Risas)
Pero por debajo del ruido y el pitido
y los crujidos y la estática,
había un fino hilo de melodía.
Y ese fino hilo de melodía
le llevaba a su juventud.
Era como conectar los puntos,
por así decirlo, con su juventud,
a una época en la que amaba tanto
la música, en la que importaba tanto,
que la gente iba a la cárcel por ella.
¿Puede llegar a ser
tan importante para nosotros?
Otra cosa que hacemos
con el proyecto Audio en Radiografía
son eventos en los que cortamos discos
radiografía nuevos, delante de sus ojos,
de actuaciones en directo.
Aquí está mi colega Alex Kulkowski
haciéndolo en un torno de grabación.
¿Por qué?
Yo soy músico.
Yo también tengo cientos de canciones
en mi computadora.
Y me encanta.
Es increíble tener tanta abundancia.
No renunciaría a ello.
Escucho música todos los días,
pero a veces me preocupa
el que haya dejado de escuchar.
Todos tenemos canciones que significan
mucho para nosotros; quizá aún lo hacemos.
La próxima vez que estemos
con nuestro reproductor de MP3,
mirando los cientos de canciones
que tenemos y pensando:
"Ah, ¿cuál pongo?";
podríamos pensar en una época
en la que la única forma de disfrutar
y compartir la música que te apasionaba
era en una radiografía.
Podríamos preguntarnos:
"¿Qué pasaría si alguien
nos lo quitara todo?
¿Qué estaría perdiendo?
¿Qué arriesgaría para recuperarlo?
¿Puede la música todavía provocar
una revolución en mi sangre?
¿En mis huesos?"
Gracias por escuchar. ¡Sigamos escuchando!
(Aplausos)