Y ahora, tenemos a otro amigo mío. Él es veterano de guerra del Cuerpo de Marines de los EE. UU. Le apasiona ayudar a veteranos con problemas. Señoras y señores, mi buen amigo el señor Ron Self. (Aplausos) Hola. Gracias. He de decirles, he acariciado a un perro por primera vez en 19 años, y me siento un poco raro. Bueno, allá voy. 9 de noviembre de 2011. Un día normal como cualquier otro. Entré en mi celda, me subí al retrete, me puse una cuerda alrededor del cuello, la até a la taquilla, y salté. Una hora y media más tarde, me desperté en el suelo. La cuerda se había roto, lo que me sorprendió, porque yo hice esa cuerda, con una sábana. Una cuerda de calidad, empapada en agua, con increíble fuerza de tensión. Probablemente habré hecho 100 como esa en la Marina, y remolcado Humvees con ellas. Pero esta se rompió. Bueno. Al principio me sentí de dos formas: vergüenza por haber intentado suicidarme, y vergüenza por no haberlo conseguido. Y aunque no soy un hombre religioso, creí que la cuerda se había roto por una razón. Tal vez quise creer que se había roto. Bien, decidí que lo dejaría pasar por un tiempo. Unas dos semanas después, estaba en un proyecto de la universidad en la cárcel, English 204 research class, para escribir un ensayo de 15 a 25 páginas sobre un tema de mi elección. Era el comienzo del semestre y alguien me pasó un documento. Tengan en cuenta que no le conté a nadie que me intenté suicidar, nadie lo sabía. Alguien me pasó este documento. Se trataba de una opinión legal presentada por el Juez Reinhart del Tribunal del Noveno Circuito en septiembre de 2009, como respuesta a una demanda interpuesta por la familia de un veterano que se suicidó. En su respuesta, citó un estudio de Katz sobre el suicidio que indicaba que 18 veteranos se suicidaban al día por aquel entonces. Durante el semestre y los meses siguientes, descubrí algo que me pareció incomprensible. Y eso fue que, en 14 años, desde el comienzo de la guerra en Iraq, e incluyendo la guerra en Afganistán, 6855 americanos murieron en acción. En ese mismo periodo de tiempo, 73 000 veteranos se suicidaron. Cuando comparto estas estadísticas, esos números, con otra gente creen que estoy equivocado. Estoy en la cárcel, no tenemos acceso a información fiable. En verdad, en el programa universitario, tenemos muy buen acceso a mucha literatura para investigar, y ese es un número preciso. También descubrí otras cosas. Como que no sé por qué ese número es tan alto. Solo puedo hablar por un pequeño porcentaje. Y de eso voy a hablar ahora. Cuando se lo explico a la gente, lo que les pido que entiendan es que la relación que se forma entre hombres en el campo de batalla es parecida a la de padres e hijos. Y para un veterano, no hay mayor pérdida que perder a su hermano en batalla. Verle caer de verdad. Y la mayor mentira de tu vida, la que te cuentas el resto de tu vida, es que podrías haber hecho algo diferente para cambiar el resultado. Pero simplemente no pudiste. Aunque les viste caer, sabes que se han ido, realmente no se han ido. Porque cada noche, cuando cierras los ojos, ves sus caras en las sombras de tus sueños, un recuerdo constante de esa fraternidad, de la camaradería, de la familia que buscas el resto de tu vida pero que sabes que no vas a encontrar. Los amigos y la familia intentan cruzar esa división emocional. Intentan reducir la brecha. Es inútil. También podrían mirar a las estrellas y hablar con gente en una galaxia lejana que hablan contigo. Eso es porque cuando sirves con hombres que murieron a tu lado, a veces en tus brazos, mostrándote su valor, hace que tu familia y amigos de la pre-guerra sean de poco fiar. Traducción: hay un extraño entre nosotros. Ese extraño es el veterano. Soy yo. Claramente, las semillas del suicidio, en mi opinión, se plantan en el campo de batalla. Y permanecen inactivas mientras estás en el campo de batalla. Pero se termina el periodo de servicio y toca volver a casa, o has sido herido. De cualquier forma, vuelves a casa, y es ahí donde empiezan a crecer. En el momento en que pisas ese avión y llegas a los mismos aeropuertos a los que llegaron nuestros hermanos y hermanas de Vietnam y fueron recibidos por gente que los llamaban "Asesinos de bebés", "Asesinos" o "Criminales de guerra", "Váyanse", "No los queremos en nuestro país". EE. UU. se dio una buena patada en el trasero por su forma de tratar a los veteranos de Vietnam. Solo que ahora han pasado 45 años y esta generación de veteranos de la Guerra del golfo, Iraq, Afganistán, y otra docena de sitios de los que nunca han oído, están regresando a casa y están llegando a esos aeropuertos. Se ha convertido en una oportunidad de redimirse para esas personas que hicieron pasar tan mal rato a los veteranos de Vietnam. Se ha convertido en una oportunidad para que EE. UU. se redima por cómo trata a sus veteranos. Así, bajamos del avión. La gente ondea banderas. "Bienvenido a casa, eres un héroe, te queremos, estamos orgullosos de ti". Y aunque muchos de los veteranos vietnamitas hubiesen apreciado ese tipo de recepción, ellos, y esta es la parte difícil, como sabe esta generación de veteranos, hay algo de verdad en esos insultos. Ves que muchas de las cosas que ocurren en combate simplemente no te convierten en un héroe. Aun así, vuelves a casa y todos te dicen: "Eres un héroe. Estamos orgullosos de ti". Regresamos, y eso es todo lo que deseábamos, volver. Pero ahora que estás de vuelta, jamás te habías sentido tan solo. Jamás habías sentido tanta culpa y vergüenza en tu vida. Ahora solo deseas dar media vuelta. Y no tendrás que preocuparte de agradecer a la gente por agradecer tu servicio. No tendrás que preocuparte por sentir que estás alejando a la gente, y eso es lo que haces, alejar a todos los que te rodean. Hay un motivo para eso, porque si dejas que alguien entre, si dejas que alguien se acerque, puedes perderlos. Y la idea de perder a alguien más te recuerda la pérdida de tus hermanos en batalla. Para muchos veteranos, simplemente no pueden volver al combate. Pero tampoco puedes seguir adelante, o sientes que no puedes seguir adelante. La solución más sencilla para muchos es cargar el revólver, y apretar el gatillo. Eso es lo que hacen muchos. Otra opción, la mía, es venir a la cárcel. Entrar en la cárcel es otro camino hacia el mismo destino: la muerte. Simplemente es un camino más lento. Aunque en mi caso, la cuerda se rompió. Y cuando la cuerda se rompió, encontré una solución. En 2012, fundé "Veterans Healing Veterans From the Inside Out". Y con esto, también lo que creo que es la solución a la elevada tasa de suicidios. Es muy sencillo. Como muchas cosas de la vida. Cuando te unes a la milicia, tienes que pasar el entrenamiento básico (boot camp) para convertirte en un miembro de esa rama del servicio. Si piensan en la sociedad como una rama del servicio, que lo es, antes de volver a ella del servicio militar, has de completar el Boot Camp Out (reinserción) No implementar este Boot Camp Out y hacer que los veteranos lo completen es, en mi opinión, el equivalente a traer un tanque Abrams de 60 toneladas de la guerra, pintarlo amarillo, ponerlo unas pegatinas, y llamarlo un autobús escolar. Eso no acabará bien. ¿Se pueden imaginar un tanque amarillo Abrams pasando por las calles, dejando pedazos de asfalto y coches aplastados a su paso? No intenta hacer eso, no intenta ser destructivo. Pero es un tanque. Es un arma de guerra. Lo mismo pasa cuando el veterano vuelve de la guerra. Hay que hacer cambios para que ese tanque sea un autobús escolar. De eso trata el Boot Camp Out, de hacer esos cambios. En cuanto al Boot Camp In, lo primero que haces por la mañana es atarte las botas, colgarte la mochila, examinar tu arma, asegurarte de que está calibrada y lista. El Boot Camp Out es todo lo contrario. Lo primero que haces por la mañana es ponerte tus sandalias, tus pantalones cortos, tu gorra con visera. El ejercicio diario empieza con yoga, meditación, unos largos en la piscina, montar en bici. Nada de llevar una M16 en la mochila. La esencia del programa se centra en terapia narrativa. La mayoría de los veteranos, incluso yo, le dirán: "No necesito escribir sobre mis experiencias en la guerra. Las he vivido. Están grabadas en mi memoria para siempre, marcadas en mi alma". Pero hay algo al escribirlas. Se hacen tangibles. Las puedes sostener, mirarlas, identificarte con ellas de otra forma además de pensar en ellas. Y cuando compartes esas... experiencias con otros veteranos que han pasado por algo parecido, comienza a pasar algo. Algo inesperado, algo que jamás podrías haber pensado que pasaría. Empiezas a sentir un vínculo. Te empiezas a sentir vivo. Y aprendes que está bien dar un paso fuera de las sombras de la negación y depresión. Y está bien compartir esas memorias reprimidas y contenidas. Cada vez que haces eso, cuando compartes eso con otro grupo de veteranos, se hace más fácil. Lo ha sido para mí. El programa del que hablo no tiene precedentes en la historia militar porque no existe aún. No hay un Boot Camp Out. Jamás ha existido. La gente con poder dirá: "Estamos haciendo demasiado. Nos ocupamos del problema. Tenemos programas preparados". Yo les diría, como muestra la elevada tasa de suicidio, los 73.000, que esos programas son ineficaces. En la milicia, todo funciona alrededor de la cadena de mando. Las órdenes vienen desde los superiores. Estando aquí en prisión, San Quentin, no podría estar más alejado de esa cadena de mando. Y es por eso que necesito su ayuda. Necesitamos gente con poder e influencia para que este programa se haga realidad. El programa no existirá sin gente poderosa e influyente. EE. UU. afirma que ama y apoya a sus veteranos. Yo digo que lo demuestren. Pedimos que usen su poder, su influencia, para proponer un cambio en cómo los veteranos vuelven a la sociedad. Aboguen por este cambio. Pónganse en contacto con "Veterans Healing Veterans From the Inside Out" para descubrir qué pueden hacer, cómo pueden hacer más, para ayudar a salvar a nuestros hermanos y hermanas, sus hermanos y hermanas, sus hijos e hijas, de un destino que no es merecedor de ellos ni de su servicio a este país. Una cosa más: no es común... que personas de todos los ámbitos de la sociedad hagan historia. De eso se trata: una oportunidad para que todos los que están aquí, los de azul, todos los que han venido de la calle, todos los que oyen este mensaje, se involucren y hagan realidad el Boot Camp Out. Ya tenemos una versión aquí en San Quentin Prison. Por supuesto, es una versión más pequeña y reducida. No creo que pueda convencer al director para poner una piscina. (Risas) Pero el programa que tenemos aquí tiene mucho éxito. Y tenemos a varios veteranos de San Quentin en libertad condicional y están desarrollándose muy bien. Por lo que tenemos una buena noción de qué hacer y cómo hacerlo. Solo necesitamos su ayuda para hacerlo. Antes de irme, les diré... que solo les pido su ayuda. Gracias. (Aplausos)