Ahora mismo solamente con verme Seguramente estáis asumiendo cosas sobre mí en base a lo que estáis viendo, en base a la ropa que llevo, mi cuerpo, mi cara, mi acento, mi idioma, la edad que me hayáis echado, en fin. Los prejuicios son una herramienta humana básica de comprensión del mundo. Aprendemos a separar los conceptos, y dividir las cosas en casillas para poder entenderlas y separamos a la gente en grupos y a esos grupos les damos un nombre. Y esos nombres a veces cargan con estigmas, con expectativas, con estereotipos, con sentimientos de pertenencia. Pero sobre todo son arbitrarios e impuestos. Yo no soy Ana, en realidad. Sí, pero eso da igual, mi nombre da igual. Lo importante aquí, es que soy una mujer, que soy joven, millenial, de estos horribles, que soy de Murcia, soy española, europea, blanca o hispana, depende de la nomenclatura, bisexual, estudiante, youtuber... En fin, una serie de etiquetas que me codifican dentro de la sociedad y que a vosotros os permiten identificarme como aliada o enemiga o como parte uno de vuestro grupo, o como alguien a quien escucharon. Estas cosas significan algo para vosotros aunque no queráis, ni lo sepáis, Ni tengáis intención. Todos somos socialmente interpretados En base a lo que nuestras etiquetas significan para los demás. Y esto es una movida porque cuando tú naces no hay de manera natural unas categorías en las que encajar. Aprendemos desde pequeños que existe el 'ellos' y el 'nosotros'. Además, aprendemos un montón de cosas horribles sobre el 'ellos'. Que nos hacen aferrarnos muy fuerte a lo que nos hacen 'nosotros'. Muchas veces los sistemas de clasificación pasan a ser sistemas de discriminación. Resulta, que os he contado una serie de cosas sobre mí. Que os han hecho, seguramente, asumir datos, informaciones, que resultan ser falsas. Pero así funcionan los prejuicios. Probablemente alguien en esta sala haya asumido que por ser joven nunca he trabajado, puede que hayáis asumido que por ser mujer no tengo pelos en el cuerpo o tenéis derecho opinar sobre ellos. Las cosas locas que piensa la gente sobre las mujeres. O puede que estéis asumiendo que porque soy de Murcia, no entiendo el catalán. Eso es mentira. (Risas) Puede que estéis asumiendo que soy una activista pesada porque doy el perfil. Y aunque esto no es del todo mentira. (Risas) Nos parecen un poco injusto, tener que cargar con los estigmas, Y las expectativas y los estereotipos que vienen con las etiquetas que a mí me han impuesto por la cara. Quiero decir, tú separas a la humanidad en dos grupos diferenciados. Te inventas dos categorías arbitrarias. Le das a cada una el significado que te dé la gana. Y yo, por encajar en una de ellas, tengo que aceptar tus ideas locas Sobre quién soy yo, quién dejo de ser. Bueno pues, todo esto me rondaba a mí por la cabeza hace unos años, cuando me di cuenta de lo limitada que quedaba mi identidad, cuando intentaba reducirla a una lista de palabras. Y en ese momento yo me planté y me dejé al mundo. Pues, todas estas cosas que significan un montón de movidas para vosotros, a mí no me definen. Yo soy un individuo libre de la estructura social y las etiquetas son los padres, Y definirse es limitarse y todas estas cosas. Pues, spoiler: no. No funciona así. Porque aunque yo tome esta firme decisión, yo continúo luego con mi camino después de renunciar a las etiquetas y ser un individuo y todo esto. Y continué mi camino con la convicción firme de que la vida es una serie de circunstancias y decisiones individuales y libres. Pero luego empecé a ver cosas que no me encajaban. Por ejemplo, datos que os voy dejando. En 2016 aumentó en un 36 % los delitos por odio por homofobia, un 25 % las agresiones racistas. Estoy hablando solamente de lo que se denuncia. Hablando de denuncias, en España, se denuncia una violación cada 8 horas. Y en Europa, una década, 20 mujeres mayores de 15 años han sido violadas alguna vez. Y para entender esto, para plantar cara a esta realidad, hacen falta etiquetas. No sé si recordaréis hace poco el hashtag "Me too" que sacó a la luz un montón de casos de agresiones sexuales. O el autobús transfobo que se dedicó a dar vueltas por España hace poquito. Y toda la gente que decía que todo esto eran casos aislados. Pues, no lo son. Y no es casualidad. Esto no lo digo yo, lo dicen los datos. Porque ya es mucha casualidad que haya ciertos problemas que afecten siempre a ciertos grupos. Grupos de personas que lo único que tienen en común entre ellas, es una etiqueta. Está muy bien que no quieras reducir tu identidad a una lista de palabras y me alegro. Pero tengo malas noticias: la sociedad discrepa, muy fuerte. Y eso, en la práctica significa que sí que lo hacen tus etiquetas sí que te definen. Tu experiencia habitual, mientras vivas entre personas, va a depender directamente de quién seas no como individuo, sino como parte o no de un grupo u otro grupo. Y de nuevo, esto no digo yo. Esto ha sido objeto de debate dentro del feminismo académico, dentro de los diferentes activismos, durante mucho tiempo. Y tenemos por un lado, la insistencia en que todos somos iguales, Y por otro lado, mecanismos de autodefensa, como los espacios no mixtos o la reapropiación del insulto O el surgimiento de muchas etiquetas nuevas. Yo entiendo que no se entienda. Y sé que parece contradictorio. Y por eso me parece importante aterrizar este debate y ver qué podemos hacer con esto hoy. Porque también tengo buenas noticias. Supongo que la mayoría aquí sabe cómo funciona una etiqueta en redes sociales. Lo bonito del hashtag es que no sirve solo para categorizar tu publicación. Si pinchas en un hashtag, aparece toda una conversación que conecta a personas alrededor de esa misma experiencia, de esa etiqueta, de ese grupo en común. Hablando de redes sociales, para aclarar por qué me invitaron a dar esta charla como si supiese de qué estoy hablando o si fuese alguien importante. La razón es que tengo un canal de YouTube desde hace un tiempo, donde cuento básicamente mi vida. Y el año pasado subí un vídeo en el que hablaba sobre mi experiencia como ser humano bisexual y mi relación con esa etiqueta. Recibí muchos comentarios. Y el que voy a leer ahora solamente es uno de ellos, pero representa la conversación que esto generó. Y como no gasto decencia, lo leeré directo de este papel que tengo en el bolsillo. (Susurrando) —Porque no quería molestarme en hacer un PowerPoint — (Aclara garganta) Dice, soy bisexual y tengo 21 años. En este vídeo has dicho muchas cosas que necesitaba oír. Me has hecho aceptarme en un momento que me sentía inválida y empezaba a renunciar a la idea de reafirmar mi identidad. De verdad, muchísimas gracias Porque con esto me siento muy comprendida y mucho menos sola. La gracia de esto es que yo no había hecho nada. Yo solo estaba existiendo públicamente con mi etiqueta. Resulta, que tener una etiqueta, es tener una comunidad. Y desde que me paré a observar cómo interactúan con nosotros las categorías sociales, sin duda lo más bonito que he visto es cómo estas etiquetas se convierten en grupos de gente en experiencias comunes, en reivindicación y en motivo de orgullo. Cuando formas parte de una minoría social, tus etiquetas tienen doble filo y eso te permite devolver el golpe. Son tu herramienta de empoderamiento y son tu arma política. Nadie puede hacerte daño si tú mismo dejas de intentar evitar esa etiqueta. Te apropias de tu identidad y te pones de pie y agarras una bandera Y le dices al mundo "sí" "Soy", por ejemplo, "una mujer promiscua" O "fácil", qué diría la RAE. Esto es en serio: la RAE pone eso. Real Academia de Señores. Bueno, (Risas) Si haces eso, y dices, "Sí, soy 'lo que sea'" y somos un montón más y somos válidos y existimos, y más os vale que os hagáis a la idea. Así, es como los estigmas y las etiquetas que llevas debajo del brazo toda tu vida, se convierten en tu arma para cuestionar un sistema que pretendía cuestionarte a ti. Porque la humanidad es diversa y la diversidad es maravillosa y deberíamos, a lo mejor, empezar a dejar de apartarle la mirada. Gracias. (Aplausos)