Imagina un futuro lejano en el que los humanos lleguen más allá de nuestro planeta, construyan ciudades en planetas que están a millones de años luz y mantengan una red galáctica de comercio y transporte. ¿Qué necesita nuestra civilización para dar ese salto? Hay que tener en cuenta varios factores: ¿cómo nos comunicaríamos? ¿cómo sería un gobierno galáctico? Y uno de los factores más importantes de todos: ¿de dónde obtendríamos la suficiente energía para impulsar dicha civilización, su industria, sus operaciones de terraformación y sus naves espaciales? El astrónomo Nikolai Kardashev planteó una escala para cuantificar las necesidades energéticas en auge de una civilización en crecimiento. En la primera etapa evolutiva, en la que estamos en la actualidad, las fuentes de energía que están en el planeta como los combustibles fósiles, los paneles solares y las centrales de energía nuclear probablemente son suficientes para colonizar otros planetas del sistema solar pero no para llegar mucho más lejos. Para una civilización que esté en la tercera y última etapa, la expansión a escala galáctica exigiría unos 100 mil millones de veces más energía que todos los 385 yottajulios que el Sol libera cada segundo. Salvo que se produzca un gran avance en materia extraña, solo existe una fuente de energía que pueda ser suficiente: un agujero negro supermasivo. Es paradójico pensar en los agujeros negros como fuentes de energía, pero eso es justo lo que son, gracias a sus discos de acreción: estructuras circulares y planas compuestas por la materia que cae en el horizonte de sucesos. Debido a la protección del momento angular, las partículas no caen directamente en picada en el agujero negro. En vez de eso, se mueven lentamente en espiral. Debido al intenso campo gravitatorio del agujero negro, estas partículas transforman su posible energía en energía cinética según avanzan hacia el horizonte del evento. Las interacciones entre partículas permiten que esta energía cinética sea irradiada al espacio en una asombrosa cantidad de materia-energía eficaz: un 6 % para los agujeros negros no giratorios, y hasta un 32 % para los rotativos. Esto eclipsa drásticamente la fisión nuclear, que actualmente es la manera más eficaz con amplia validez para extraer energía de la masa. La fisión solo convierte el 0,08 % del átomo de Uranio en energía. La clave para aprovechar este poder puede estar en una estructura creada por el físico Freeman Dyson, conocida como la esfera de Dyson. En la década de 1960, Dyson planteó que una civilización planetaria avanzada podría diseñar una esfera artificial alrededor de su estrella principal, que captase toda la energía irradiada para satisfacer sus necesidades. Un diseño similar, aunque mucho más complejo podría aplicarse teóricamente para los agujeros negros. Para generar energía, los agujeros negros necesitan alimentarse continuamente; por lo que no nos convendría cubrirlos por completo con una esfera. Incluso si lo hiciéramos, los chorros de plasma que brotan de los polos de muchos agujeros negros supermasivos harían añicos cualquier estructura que se encontraran en el camino. De modo que, en vez de eso, podríamos diseñar una especie de anillo de Dyson, hecho a base de muchos recolectores controlados a distancia. Estos vagarían por una órbita alrededor de un agujero negro, quizá al nivel de su disco de acreción, aunque más lejos. Estos dispositivos podrían usar paneles en forma de espejo para transferir la energía recogida a una central eléctrica o a una batería para su almacenamiento. Debemos asegurarnos de que estos recolectores estén situados en el radio adecuado: si están demasiado cerca se derretirían por la energía irradiada. Si están demasiado lejos, solo recogerían una pequeña parte de la energía disponible y podría ser obstruida por las estrellas que orbitan el agujero negro. Probablemente necesitaríamos varias Tierras hechas de material muy brillante como la hematita, para construir el sistema por completo; más algunos planetas desmantelados más para crear una legión de robots constructores. Una vez construido, el anillo de Dyson sería una obra maestra tecnológica, impulsando la expansión de una civilización en cada brazo de una galaxia. Todo esto puede parecer una especulación salvaje. Pero incluso ahora, en la actual crisis energética, nos enfrentamos por los recursos limitados de nuestro planeta. La producción de nuevas formas de energía sostenible siempre será necesaria, sobre todo cuando la humanidad se dirige hacia la supervivencia y el progreso tecnológico de nuestra especie. Quizá ya exista una civilización ahí fuera que haya conquistado estos colosos astronómicos. Incluso podríamos saberlo al ver la luz de su agujero negro oscureciéndose periódicamente según pasan los trozos del anillo de Dyson entre nosotros y ellos. O tal vez estas estructuras estén predestinadas a quedarse en algo teórico. Solo el tiempo y nuestro ingenio científico lo dirá.