Hola, me llamo Vanessa y soy una persona rara en convalecencia. (Risas) Esta soy yo en el cenit de lo que llamo fase del chaleco de cuadros. (Risas) Por suerte, mis años de torpeza social me llevaron a una carrera fascinante tratando de averiguar cómo funcionamos. No era consciente de que muchos años atrás hice un experimento que me llevaría a estar en este escenario en frente de todos Uds. Mis investigadores y yo sentíamos curiosidad por las charlas TED. Queríamos saber por qué algunas charlas TED son virales y otras no. Pusimos en marcha un gran experimento. Analizamos miles de horas de charlas TED en busca de patrones. No sabía si encontraríamos algo, así que analizamos el lenguaje corporal, los gestos de las manos, el rango vocal e incluso la elección del vestuario, cosa que ha hecho que hoy sienta mucha presión. Básicamente, los datos mostraban un patrón que me intrigaba. Tras analizar más y más charlas TED, descubrimos que había un patrón. Antes de revelar cuál era, tengo una pregunta personal para Uds. ¿Cuando ven a alguien, qué parte del cuerpo miran antes? Pueden decirlo. ¿Qué es lo primero que miran cuando ven a alguien? Cara, ojos... La mayoría de gente mira... los zapatos. (Risas) Tienen mucho tacón. La mayoría responde los ojos, la cara o la boca. Lo cierto es que cuando vemos a alguien por primera vez, lo primero que miramos son las manos. Es una reminiscencia de los días en las cavernas. Porque si se nos acercaba un cavernícola desconocido lo primero que mirábamos eran las manos para comprobar si llevaba una roca o una lanza. Queríamos saber si estábamos seguros, si eran amigos o enemigos. Esto permanece hoy en día desde la época de las cavernas y cuando no podemos ver las manos de alguien ocurre algo interesante. Acabo de hacer algo un poco mezquino a su cerebro. Deberían empezar a sentirse un poco incómodos. La razón es que cuando no pueden ver mis manos, se preguntan, ¿qué está haciendo ahí detrás? (Risas) Y cuanto más tiempo dejo las manos tras la espalda, más se distraen Uds. porque no pueden verlas. Y finalmente, su cerebro grita, "¿Es que no puede sacar las manos de detrás de la espalda?" En cuanto las saco, se sienten mucho mejor. Esto ocurre porque nuestro cerebro sabe que si no vemos las manos no podemos saber la intención. Al comparar las charlas TED más vistas con las menos vistas, descubrimos un patrón con los gestos de las manos. Concretamente, de media, los ponentes TED más populares usan unos 465 gestos con las manos en 18 minutos. Sí, los contamos exhaustivamente uno por uno. Hoy les tengo preparados 465. (Risas) Los ponentes TED menos populares utilizaban una media de 272 gestos. Casi la mitad. ¿Qué es lo que ocurre? Cuando un ponente TED sube al escenario, lo primero que muestran es "Amigo, amigo, amigo". Al subir al escenario yo he saludado con la mano. Decía, "Amigo, amigo, amigo, amigo". (Risas) Otra cosa que hacen los oradores de TED, a ver si les suena. Vienen hasta el punto rojo y hacen algo como esto. "Hoy quisiera hablarles de una gran idea" (Risas) "Voy a dividirla en tres áreas diferentes que cambiarán sus vidas. ¿Cierto? (Aplausos) Las charlas TED más virales parecían compartir los mismos gestos con las manos porque lo que hacen es demostrar que "Sé mi contenido tan bien que puedo hablarles de dos maneras distintas. Puedo hablarles con mis palabras pero también puedo explicar los conceptos con mis manos". Y de esta manera, subrayan los conceptos con sus palabras. Por ejemplo, si digo "Hoy les traigo una gran idea". (Risas) "Es enorme". (Risas) Reirían y me dirían, "Vanessa, es muy pequeña, no es muy grande", y eso es porque su cerebro da 12.5 veces más importancia a los gestos de las manos. Hoy tengo una gran. gran idea y voy a explicársela de tres maneras diferentes. Mi gran idea es que somos contagiosos. Concretamente, como humanos, constantemente enviamos y decodificamos señales de lenguaje corporal. Lo hacemos emocional y químicamente. Para explicarlo, les presentaré un estudio bastante asqueroso, pero fascinante. En este estudio, los investigadores recogieron muestras de sudor de gente que corría en una cinta. Luego recogieron muestras de sudor de paracaidistas en su primer salto. Dos tipos muy diferentes de sudor. Aquí viene lo asqueroso. Reunieron a los pobres participantes, que poco sospechaban... (Risas) Lo sé... pusieron a los participantes en el laboratorio a --oliendo mal-- oler estas muestras de sudor mientras les hacían una resonancia magnética. Aquí viene lo interesante. Aunque los participantes no sabían qué estaban oliendo, los que olieron la muestra de sudor de los paracaidistas vieron como se activaba la respuesta del miedo en sus cerebros. En otras palabras, captaron el miedo. Esto significa que nuestras emociones se contagian. Nuestro miedo es contagioso. Nuestra seguridad es contagiosa. Y esto plantea la gran pregunta: Si nuestras emociones son contagiosas, ¿cómo nos aseguramos de que contagiamos a los demás con las correctas? Opino que podemos ser contagiosos de tres maneras distintas. La primera es no verbal. Para comprobar esta idea, hice un experimento muy simple en las calles de Portland, Oregón. Lo que hice fue pararme en la calle y mirar algo que no existía. Quería comprobar si la gente notaría o imitaría mi conducta no verbal. En este vídeo pueden ver que estoy de pie en la calle mirando a nada, y lentamente, uno a uno... (Risas) contagio a los transeúntes. (Risas) Y lentamente.... (Risas) se junta una multitud. (Risas) (Aplausos) Esta pobre mujer que ven, estaba de pie allí conmigo, ahí estábamos las dos, y recuerden, no mirábamos nada. Allí estábamos de pie y pensaba, ¿cuánto tiempo voy a estar aquí? ¿Quién se rendirá antes? Y tras unos 40 segundos, seguíamos mirando, y se me acercó y preguntó: "¿Cree que él va a saltar?" (Risas) Esta experiencia me enseñó que las emociones se contagian y que creamos motivos por los que esas emociones se contagian. En realidad es algo positivo. Como humanos, nos mantiene a salvo. El Dr. Paul Eckman ha estudiado algo llamado microexpresión. Es una expresión facial universal y ha descubierto que existen siete. Sin importar el género o raza, todos ponemos la misma expresión al sentir una emoción intensa. Esta es la microexpresión del miedo. El miedo es una emoción muy importante porque nos interesa captarlo de otra persona para detectar si algo va a ir mal. Y esta expresión facial también nos mantiene a salvo. Imaginen por un segundo que van paseando y ven una serpiente. sus párpados y cejas se elevan para que puedan captar tanto del entorno como sea posible. "¿Hay otra serpiente? ¿Cómo puedo escapar?" Entonces su boca hace "uy" y se abre para que puedan tomar oxígeno para poder luchar, gritar ayuda o huir. Ponemos esta cara antes de ser conscientes de haber visto una serpiente. Lo que es interesante es que deberían empezar a sentirse algo nerviosos. Esto ocurre porque al ver que otros tienen miedo, si viésemos esta cara en el metro, estaríamos como ¿qué pasa? ¿Qué anda mal? Porque nos mantiene seguros. Quiero que lo comprueben conmigo. Abran los ojos lo más que puedan. Alcen las cejas. Muy bien. Ahora tomen un poco de aire. (Boqueo) Perfecto. ¿Se sienten nerviosos? Lo interesante de las expresiones faciales es que causan nuestras emociones. Así que no sólo las emociones determinan nuestra cara sino que nuestra cara provoca emociones. Se llama hipótesis del feedback facial. Cuando vemos a alguien con esta expresión captamos su emoción y estamos listos para luchar, huir o pedir ayuda. Por suerte, esto también funciona con emociones positivas. Una de estas caras es la microexpresión real de la felicidad y la otra es falsa. (Risas) La microexpresión real de la felicidad ocurre si la sonrisa llega hasta arriba, hasta los músculos de las patas de gallo situados sobre las mejillas. Y esto es muy importante porque, ya saben, cuando dan buenas noticias a un amienemigo (Risas) y les dicen que se alegran por Uds. pero saben que no es cierto. Es algo así: "Oh, sí, me alegro mucho por ti". (Risas) Intenten poner la expresión falsa primero. Intenten esta sonrisa falta, solo en la mitad inferior de la cara. Pueden incluso hacer "Uh, uh". No es muy agradable, ¿no? Se percibe muy falso. Ahora, suban hasta los ojos. Sonrían hacia arriba, hasta los músculos de las mejillas. Ah, esta debería sentirse mucho más agradable. Lo interesante de esta expresión facial es que causa nuestra propia felicidad. Y podemos captarla cuando la vemos. Investigadores de la Universidad de Finlandia analizaron las dos expresiones. Hicieron que los participantes miraran fotos de gente con la cara real de felicidad y otros con la falsa. Descubrieron que al enseñar a los participantes fotos de la sonrisa real de felicidad, esas emociones se captaban, captaron las emociones positivas y su propio humor cambió a mejor. Pero al observar la cara con la sonrisa falsa de felicidad, no captaban nada. Es decir, que si acudimos a eventos que no nos interesan e interactuamos con personas que no nos gustan, somos más difíciles de recordar. Esto no solo ocurre en persona, sino también al teléfono. Trabajé con muchos clientes distintos, clientes corporativos que pasan el día al teléfono. Me dijeron: "Vanessa, entiendo lo de ser feliz en persona, ¿pero y por teléfono? Así que decidimos experimentar. Hicimos que participantes del laboratorio grabasen diferentes versiones de "hola", la primera impresión al teléfono. Queríamos saber si la gente podría oír felicidad, tristeza o ira. Los participantes grabaron varias versiones de su hola con alegría, tristeza e ira mientras mantenían posturas de poder. Queríamos saber si sonarían diferente. Quiero que escuchen dos versiones diferentes de un hola y vean si pueden adivinar cuál de los dos es al hola alegre. ¿Listos? Vamos allá. La misma persona. Esta es la a). (Grabación) Hola. Esta es la b). (Grabación) Hola. ¿Quién piensa que la a) es el hola alegre? ¿Quién piensa que el b) es el alegre? Muy bien. Podemos captar la diferencia. Podemos oír esta microexpresión. Pensé que esto era muy interesante pero necesitaba ir un paso más allá. Ideamos la segunda parte del experimento en la que los participantes escuchaban estas grabaciones y puntuaban la simpatía de la persona. Queríamos comprobar si las microexpresiones de alegría o de ira o con posturas de poder eran más efectivas. Esto es lo que ocurrió. Tras preguntar a los participantes "Me gusta mucho esta persona", "Me gusta algo esta persona", o "No me gusta esta persona", vimos que la microexpresión de felicidad en todas las pruebas, para hombres y mujeres, les hace parecer más simpáticos. Mientras que las personas que mostraron microexpresiones de tristeza o ira eran menos simpáticas. Este es el efecto secundario feliz de tener una seguridad contagiosa. No solo contagian a alguien más con esa felicidad, sino que se vuelven más simpáticos. Hemos hablado de lo no verbal, y tengo que hablar de lo que viene tras el hola. ¿Cómo contagiamos seguridad verbalmente? En el estudio que realizamos en Portland, Oregon, invitamos a 500 speed networkers y pedimos a cada uno que participase en una ronda de inicio de conversaciones, en ocho de esas rondas. Asignamos a cada participante un inicio de conversación con un desconocido. Colocamos cámaras en todos los rincones de la sala y analizamos todas las reuniones exprés en busca de patrones. Buscábamos patrones de lenguaje corporal: inclinaciones, asentimientos, risas, sonrisas, seguridad. También buscábamos diferencias de volumen. En una buena conversación, el volumen sube. En una conversación realmente mala hay muchos silencios y el volumen disminuye. También pedimos a los participantes que puntuaran el inicio de la conversación. Queríamos saber cuáles producían una conversación de más calidad. Descubrimos que los iniciadores de conversación que funcionaban se centraban en la sustancia química llamada dopamina. La dopamina es el neurotransmisor que producimos al sentir placer u obtener una recompensa. Y percibí que las charlas en fiestas o eventos de networking son las mismas. Suenan así. "¿A qué te dedicas?" "¿De dónde eres?" "¿Vives por aquí?¿Eh?" "Voy a por un poco más de vino. Ha sido un placer". Estas conversaciones ocurrían una y otra vez. Era como si estuvieran guionizadas por la sociedad. Mi cerebro estaba en modo automático. Lo que descubrimos fue que los peores inicios de conversación, los que se puntuaban más bajo, los que tenían menos volumen, los que producían más rechazo, peores asentimientos y microexpresiones eran los que solemos usar más. "¿A qué te dedicas?" "¿Cómo estás?" "¿De dónde eres?" no tienen efecto alguno desde la perspectiva psicológica. Ningún placer. Así que intentamos encontrar iniciadores de conversación que produjeran o creasen algún tipo de emoción. ¿Se puede estimular verbalmente la dopamina? Descubrimos que el cerebro es realmente interesante. Si preguntan a alguien, tiende a buscar aciertos y no fallos. Quiero decir que cuando preguntan a alguien "¿Has estado ocupado?" el cerebro busca las pistas para "he estado ocupado". Piensan en todo lo negativo que ha ocurrido: el estrés, estar ocupado, todas las cosas malas en su vida. Mientras que si preguntan "¿Has estado trabajando en algo interesante?" el cerebro inmediatamente empieza a buscar los signos de "interesante". Empieza a pensar en cosas buenas y felices y todo lo interesante que ocurre en sus vidas. Y eso produce dos cosas. Una, les da placer. Literalmente les piden que tomen prestada la emoción de otras áreas en su vida y la apliquen a la situación en la que se encuentran. Otra cosa que hace es que consigue que les recuerden mejor. El Dr. John Medina descubrió que la dopamina, cuando se estimula en una conversación verbal, crea una nota adhesiva mental. Es decir, cuando piden a alguien que piense en algo emocionante, el efecto secundario positivo es que se acordará mejor de Uds. Aquí tienen mi gran reto para el día de hoy. En vez de usar el típico "¿A qué te dedicas?" "¿Cómo estás?" o "¿De dónde eres?", abandonemos esos inicios de conversación para siempre y probemos los que pidan al cerebro buscar signos de emoción. Intenten "¿Has trabajado en algo interesante últimamente?" "¿Tienes previstas unas vacaciones?" "¿Te ha ocurrido algo bueno hoy?" Creo que es el mayor regalo que podemos hacer a nuestros semejantes. Les pedimos sean optimistas. Estimulamos la dopamina y la emoción y salen del modo automático. La última manera en la que somos contagiosos es emocionalmente. Este estudio es uno de mis favoritos. En este experimento, pedimos a estudiantes que cantasen "Don't Stop Believing" en un programa de precisión. Es un experimento muy estresante. Se puntúa el tono vocal, las palabras y no tienen tiempo para prepararse, pero hicieron tres intentos de este experimento. Primero, tenían que entrar en la sala y cantar en el programa de precisión. El segundo grupo tenía que entrar en la sala y decir en voz alta: "Estoy nervioso". Y el último grupo tenía que entrar en la sala y decir: "Estoy muy emocionado". Descubrieron con este simple replanteo que el grupo nervioso obtuvo un 53 % de precisión, el grupo de control, un 69 % y el grupo de "estoy muy emocionado" consiguió un 80% de precisión. ¿Por qué? La ansiedad y la emoción son sentimientos muy parecidos. Sólo cambia la mentalidad. Mi reto de hoy para Uds. es que piensen en cómo quieren contagiar a los demás. Si quieren incitar o estimular la emoción, inicien conversaciones con expresiones de dopamina, usen más las manos, sonrían de verdad y nunca contesten el teléfono de mal humor. (Risas) Y lo último que quiero hacer es acabar con un poco de emoción. Quiero que sean muy contagiosos. Así que terminaremos esta charla así: cuando yo cuente tres, con toda la energía que puedan reunir, quiero que griten: "¡Estoy muy emocionado!" ¿Listos? Uno, dos, ¡tres! "¡Estoy muy emocionado!" Lo han clavado. (Aplausos)