¿Sabían que 15 minutos de estrés
son suficientes para cambiar el sexo
de algunas regiones del cerebro
de la forma masculina a la femenina o
de la forma femenina a la masculina?
Yo tampoco lo sabía, pero cuando lo descubrí
transformó mi manera de pensar sobre
el sexo y sobre el cerebro.
Todo empezó hace más o menos cuatro años
cuando decidí dar un curso de Psicología de Género.
Me quedé en casa cerca de un año
leyendo libros y trabajos científicos
sobre el desarrollo de hombres y
mujeres desde el momento de la concepción.
Como neurocientífica estaba interesada
en la relación entre sexo y cerebro, por supuesto.
Pronto descubrí que muchos científicos,
igual que muchos de nosotros,
creen que hay cerebros masculinos y
cerebros femeninos,
y que de esta forma se explican
las diferencias fundamentales
entre hombres y mujeres.
De acuerdo con una versión
muy popular de esta historia,
el cerebro femenino tiene
un centro de emociones grande
y un gran centro de comunicaciones también;
está programado para la empatía.
El cerebro masculino, por otro lado, tiene
un centro de agresión grande,
y también un gran centro del sexo; está programado para la construcción de sistemas.
Probablemente Uds. no lo llamen así,
pero, es una teoría científica.
(Risas)
Es una teoría muy popular, o una historia muy popular, porque nos da
una explicación muy simple del mundo en que vivimos.
Explica por qué las mujeres
son mas sensibles y emocionales
y los hombres más agresivos y sexuales.
Por qué muchas mujeres son profesoras
y muchos hombres son ingenieros.
Ya en el útero, continua la historia,
la enorme carga de testosterona
transforma el cerebro del feto masculino
de la forma femenina que tiene por
defecto a la forma masculina.
Los niños nacen con un cerebro masculino y las niñas con uno femenino.
Y si bien la noción de un cerebro masculino
y un cerebro femenino
casa bien con la concepción popular de que
los hombres son de Marte y las mujeres de Venus,
no cuadra con los datos científicos, que nos dicen
que hombres y mujeres
son notablemente similares.
En los últimos 50 años, se han publicado
más de 50 000 trabajos
sobre diferencias en la psicología de los sexos.
No los he leído todos, ni siquiera un año es suficiente,
pero otros lo han hecho y sus conclusiones
basadas en este enorme número de estudios
es que los hombres y las mujeres son
altamente similares
en casi todo lo que la psicología puede medir.
Capacidades intelectuales, capacidades cognitivas,
capacidades emocionales, características
de la personalidad,
intereses y actitudes.
Solo en algunos pocos dominios se
encontraron diferencias consistentes entre sexos.
Por ejemplo,
los hombres son en promedio, no todos
ellos pero si en promedio, más agresivos
que las mujeres. Por eso nos referimos a
la agresión como un rasgo masculino.
Las mujeres son en promedio más
compasivas que los hombres,
y por eso nos referimos a éste como un rasgo femenino.
Pero también en estos dominios hombres
y mujeres son altamente similares,
y las diferencias son muy pequeñas.
Y todavía más importante, ahora sabemos
que cada uno de nosotros es un mosaico único
de características tanto masculinas como femeninas;
no somos masculinos ni femeninos del todo.
Creo que ya Uds. sabían eso, no por mí,
sino por sí solos.
Sabían que tienen un lado femenino
y un lado masculino.
Volveré sobre esta idea de nosotros
como un mosaico único
de características femeninas y masculinas
un poco más tarde.
Ahora regresemos al cerebro.
Ya a finales del siglo XIX,
científicos descubrieron una diferencia
entre los cerebros de los hombres
y los cerebros de las mujeres.
Descubrieron que los cerebros de los hombres
eran en promedio más grandes
que los cerebros de las mujeres.
Algunos científicos tomaron esto como
evidencia para apoyar y explicar
la entonces altamente difundida creencia de que
los hombres eran más inteligentes que las mujeres.
Alguna vez incluso, un científico se atrevió a
decir que por el tamaño de su cerebro, las mujeres
no tienen habilidades intelectuales y académicas necesarias para los estudios superiores.
Si esta lógica les suena familiar, no es extraño.
Es la misma creencia de que hablábamos al comienzo;
la creencia de que hombres y mujeres somos fundamentalmente diferentes
porque los hombres tienen cerebro masculino
y las mujeres tenemos cerebros femeninos.
Solo que esta es una versión vieja del mito,
y por eso suena absurda.
Hoy en día, cuando las mujeres no solo
van a las universidades,
sino que superan en número a los hombres
a todo nivel de los estudios superiores,
suena ridículo que los científicos
puedan haber pensado
que las mujeres no podían ir
a las universidades porque su cerebro
era en promedio más pequeño
que el cerebro de los hombres.
Pero no me entiendan mal,
los cerebros de las mujeres
son todavía en promedio más pequeños
que los cerebros de los hombres.
Lo que ha cambiado no es el tamaño del cerebro;
han cambiado las leyes y las normas sociales que prohibían
a las mujeres estudiar y las desalentaban.
En los más de cien años que han pasado
los científicos continúan descubriendo diferencias
entre los cerebros masculinos y femeninos
de tanto humanos como animales.
Comparado con los hombres, por ejemplo,
las mujeres tienen un córtex más grueso,
una más alta proporción de materia gris,
y una más baja proporción de materia blanca.
Comparado con las mujeres, los hombres
tienen unos ventrículos más grandes;
estos grandes huecos que Uds. ven en el cerebro.
(Riisas)
Veo que algunos que se pusieron
muy contentos al descubrir
que los hombres tienen cerebros
más grandes que los de las mujeres
ya no lo están tanto con este otro descubrimiento.
Y lo puedo entender, porque si creen,
como los científicos del siglo XIX,
que el tamaño del cerebro importa,
entonces sin duda les apenará descubrir
que sus cerebros más grandes
vienen junto con los - ¿Cómo debemos llamarlos? -
¿Espacios vacíos más grandes?
Pero yo quiero que se entienda
que todo esto no tiene sentido;
los hombres lo hacen bien con
sus ventrículos más grandes...
(Risas)
Igual que las mujeres lo hacen bien
con sus cerebros más pequeños.
Ahora sabemos cientos de diferencias entre cerebros de los hombres y de las mujeres.
No solo diferencias en el tamaño,
como les he mostrado,
sino también diferencias en la microanatomía del cerebro
como les mostraré con un ejemplo en breve.
Y cuantas más y más diferencias se han descubierto,
más y más fuerte se ha vuelto la creencia de que
hay un cerebro masculino y un cerebro femenino
ya que todos han dado por cierta la
suposición de que estas diferencias
se sumaban la una a la otra, como lo he
ilustrado en esta cuadro.
Al principio esto me sonó lógico;
hay muchas diferencias entre los cerebros
de los hombres y las mujeres
así que debe haber un cerebro masculino
y un cerebro femenino.
Pero luego leí el trabajo de que les hablé al comienzo,
el que halló que el estrés puede
cambiar el sexo del cerebro,
y caí en cuenta de que esta lógica fallaba.
Echémosle un vistazo a este estudio juntos.
En este estudio los investigadores estaban
interesados en los efectos del estrés
en una región del cerebro llamada el hipocampo.
Ellos midieron la densidad de las espinas dendríticas.
Aquí pueden ver una neurona con su dendrita.
Los pequeños puntos rojos
son las espinas dendríticas.
Y aquí podemos ver una dendrita real
de una rata macho y una de una rata hembra.
Yo añadí flechas rojas para hacer fácil
la identificación de las espinas.
Y podemos ver con claridad una diferencia entre sexos.
Los machos tienen menos espinas
comparado con las hembras.
Valoren bien este momento. Esta es
la primera vez que Uds. pueden ver
la diferencia entre sexos en el cerebro.
Podemos decir, entonces, que las dendritas
en esta región tienen una forma masculina,
que es de pocas espinas, y una forma femenina,
que es densa en espinas.
Había otro grupo de ratas en este estudio;
ratas que fueron sometidas a estrés durante 15 minutos,
tanto como lo que dura esta charla, así que
imaginen qué le está pasando a mi cerebro ahora.
(Risas)
Y aquí podemos ver una dendrita
de una rata macho estresada
y una dendrita de una rata hembra estresada.
La dendrita del macho estresado, cosa bastante rara,
tiene lo que recién hemos denominado
la forma femenina, es decir muchas espinas.
Y la dendrita de la hembra estresada
tiene lo que recién hemos denominado
la forma masculina, es decir pocas espinas.
Entonces, podemos constatar que la forma
de las dendritas de esta región depende del sexo:
es diferente en machos y hembras. Pero
no depende solo del sexo.
Saber que la dendrita que se está
observando es de una hembra
no basta para predecir la forma de la dendrita
así tenga muchas o pocas espinas.
Para predecirlo se necesita también saber
si esta hembra estuvo sometida a estrés o no.
Entonces, si bien el sexo es importante,
es la interacción entre el sexo y el ambiente,
el estrés en este caso, lo que determina
la forma de las neuronas en esta región.
Como se pueden imaginar, me sorprendí
mucho con este estudio,
así que empecé a buscar otros estudios similares.
No fue nada difícil encontrarlos.
Había estudios que reportaban efectos similares del estrés
tanto si este era experimentado en el útero,
como después del nacimiento o en la edad adulta.
Hay también efectos similares relacionados
con otras manipulaciones.
Con ratas hospedadas individualmente
o en grupos, por ejemplo.
Con ratas que tenían cosas para jugar o no.
Las diferentes manipulaciones afectaban
muchas regiones del cerebro, no solo el hipocampo.
Y muchas características del cerebro
como el tamaño, el número de neuronas
y la morfología dendrítica, como acabo de mostrar.
Lo que era común a todos estos estudios
era el hallazgo de que algunas características
del cerebro cambian su sexo sin importar
cuál sea la manipulación y otras no.
"Entonces, ¿qué sentido tiene hablar
de sexo de una región
del cerebro", se preguntarán Uds.,
"cuando vemos que manipulaciones sencillas
pueden cambiar lo masculino en femenino?"
Uds. tienen razón. No tiene sentido
hablar de la forma masculina y de la femenina.
Tiene mucho más sentido; es mucho más razonable
y racional, usar términos como denso y disperso.
alto y bajo, largo y corto.
Pero continuaré usando la terminología
masculino-femenino,
porque me permitirá aclarar esto.
Regresemos ahora al feto masculino
y a la carga de testosterona que está
transformando su cerebro
de la forma femenina a la masculina.
Imaginémonos la madre del feto
durante las largas semanas de embarazo.
Ella algunas veces experimenta estrés,
no todo el tiempo, pero si algunas veces.
Y sin importar cuándo, algunas características del cerebro del feto cambian su sexo.
Y entonces, al nacer su niño, su cerebro es un mosaico
de características tanto masculinas como femeninas.
Este mosaico es únicamente suyo.
Moldeado por las complejas interacciones de sus hormonas
con el ambiente en el que ha estado viviendo hasta ahora.
Lo mismo es válido para el feto femenino.
Su cerebro también es moldeado
por las complejas interacciones de sus hormonas
y su ambiente,
y esa pequeña niña nacerá con el mosaico o
el cerebro mosaico
compuesto de características masculinas y femeninas.
Entonces, podemos ver que nacemos
ya con un cerebro que no es ni masculino ni femenino.
Es intersexual. Es decir, tiene una mezcla de
características masculinas y femeninas.
Nuestro cerebro intersexual continuará
cambiando a lo largo de la vida
como resultado de nuestras experiencias únicas.
Podemos sumarle ahora a nuestra
imagen de mosaico único
de características masculinas y femeninas,
nuestra imagen de un cerebro que es un mosaico único
de características masculina y femeninas.
Cerraré con lo siguiente.
Mucha gente cree que hay cerebros masculinos
y cerebros femeninos,
porque esta creencia les ofrece una explicación
de lo que son las diferencias entre
hombres y mujeres
y del porqué deben comportarse y deben ser tratados de forma diferente.
Les he demostrado hoy que no tiene sentido
hablar de sexo del cerebro.
Los cerebros no tienen sexo.
Si tiene que referirse al sexo del cerebro,
puede llamarlo intersexo,
una mezcla de características masculinas y femeninas.
No hay cerebros masculinos ni cerebros femeninos.
Su existencia no puede explicar
las diferencias fundamentales
entre hombres y mujeres,
lo cual no es en definitiva
un gran problema considerando
que hombres y mujeres son notoriamente similares.
Sean Uds. mismos. (Risas)
Gracias.
(Aplausos).