No se preocupen, no me quedé en blanco, esto estaba planeado, porque hoy quiero hablarles sobre el diálogo. Aunque es un poco irónico hablar sobre el diálogo haciendo un monólogo, pero aún no descubrí cómo dar una charla TEDx dialogando, así que tendré que dejar eso para otra ocasión. Hoy les hablaré sobre el diálogo, y por eso es que comencé con un silencio, porque el diálogo comienza o crece desde el silencio. El diálogo comienza por mirar a la persona que tenemos delante nuestro y tratar de entender qué es lo que ya están compartiendo, sin hablar. Yo comencé mi carrera profesional con una profunda preocupación. Había pasado mis años en la universidad dividida entre dos mundos: Pasé mañanas rodeada de estudiantes de negocios en una escuela de negocios donde su mayor preocupación era hacer la mayor cantidad de dinero posible para cuando cumplieran 30 o 40 años. Y pasé tardes en la Facultad de Filosofía rodeada de compañeros de estudio que pasaban horas conversando sobre cómo hacer del mundo un lugar mejor, cómo hacerlo más justo, cómo hacerlo más fácil de habitar. Así, para cuando me gradué, tenía algo muy en claro: había algo que hacer, o al menos yo quería desesperadamente hacer algo al respecto, porque aquellos compañeros de clase que estaban estudiando administración eran los que tendrían poder en el futuro, eran los que realmente tendrían la posibilidad de decidir cómo sería el mundo en el futuro. Y en aquellos años, lo único que tenían en mente era hacer dinero, mientras que mis colegas de filosofía, ellos sí que tenían buenas ideas sobre cómo mejorar el mundo, pero de alguna manera supe que nunca tendrían el poder para hacerlo realidad. Entonces, mi idea fue la siguiente: "Bien, ¿qué tal si intento acercar la filosofía, y la preocupación por la sociedad y por la justicia, a las escuelas de negocios para aumentar la conciencia entre la gente que tendrá poder en el futuro?" Y así es cómo empecé a trabajar en responsabilidad social empresarial, ética de negocios, enseñando, estudiando, y también consultando con compañías y con los gobiernos. Pasé unos años predicando esta idea que todos Uds. conocen, que es que la gestión responsable es aquella gestión que incorpora la preocupación por todos los accionistas. Por tanto, una gestión responsable no sólo responde a nuestros accionistas, sino que trata de entender qué es lo que necesitan y esperan los accionistas, cuáles son sus intereses, y eso implica necesariamente tener un diálogo real con ellos. Así, promulgué esa idea un tiempo, y luego de un tiempo pensé, "Bueno, esto no está funcionando, quiero decir, la gente parece acordar con la idea, pero la verdad es que, cuando tienen que ponerla en práctica, no lo hacen realmente". Y de repente tuve una epifanía, y fue como... "Sí, por supuesto, no lo hacen, porque no saben cómo dialogar". Y seamos sinceros, ¿Uds. creen que sabemos cómo dialogar? Los políticos entran al programa de TV convencidos de una idea, y se van del programa de TV pensando exactamente lo mismo. Entran al programa de TV como gladiadores que deben ganar una batalla contra un oponente que está allí en el programa de TV. Es lo mismo para las personas en una mesa redonda, programas de debates, todos se enfrentan verbalmente sin tratar de entender lo que el otro tiene que decir, sin tratar de aprender y crecer con lo que el otro está diciendo, sino sólo para ganar la batalla. Ese es el tipo de mensaje que nos dicen todo el tiempo: vivimos en una sociedad competitiva, la vida es un juego de suma cero, ganas o pierdes, y tienes que pelear. Puedes competir con tu negocio, pero también compites individualmente cuando te comprometes con alguien, porque tienes que demostrar al mundo que eres inteligente, y que puedes convencer a otros. Eso, que es una mentalidad de debate, es exactamente lo opuesto al diálogo. Así que al final, si hoy nuestros modelos a seguir son las personas que vemos en la televisión, no estamos teniendo modelos a seguir en cómo dialogar. Entones mi idea fue, "Si quiero hacer que los futuros gerentes sean más responsables, tendré que ayudarlos a reaprender cómo dialogar". Porque no creo que nunca hayamos sabido cómo hacerlo, es que nos hemos olvidado, hemos perdido el hábito de cómo hacerlo. Entonces la pregunta por supuesto fue, "Sí, genial, tienes que enseñar cómo dialogar, pero la pregunta es cómo". Porque sí, genial, suena genial, pero cómo si nadie nos lo está enseñando? Entonces me acordé de esta persona sobre la que solía leer mucho, Uds. lo conocen, lo apodaron el padre de la filosofía: Sócrates. Sócrates pasó toda su vida dando vueltas para entablar un diálogo con los ciudadanos de Atenas. Tanto es así, que cuando fue enviado a juicio acusado de intentar pervertir las mentes de los jóvenes, y le dieron la chance de salvar su vida si dejaba de dialogar, dijo: "No, muchachos, prefiero morir a dejar de dialogar, a dejar de vincularme con otros en el diálogo". Por eso, creo que él es nuestro modelo. Necesitamos releer, reaprender o reescuchar su mensaje. Uno de sus principios es que todos sabemos más de lo que pensamos, o sea: la sociedad nos hizo creer que somos casi recipientes vacíos que necesitan ser instruidos, provistos de lo que hay que aprender, hacer, etc. Sócrates nos vio, vio al ser humano, como, diría yo, casi lo contrario. Todos tenemos un increíble, asombroso conocimiento en nuestro interior. El tema es que necesitamos que otros nos ayuden a aflorar ese conocimiento, a descifrar esas ideas que tenemos dentro. En ese sentido, si queremos dialogar, tendremos que ver al otro como alguien que tiene ese potencial dentro de sí. Y el diálogo se tratará de colaboración, será sobre trabajo en equipo, se tratará de ayudarnos unos con otros a dar a luz aquellas ideas, al conocimiento que tenemos sin saberlo. Así que, antes que nada, hablando sobre el cómo, lo primero que tenemos que tener en cuenta es: tenemos ese conocimiento, y no tenemos que competir para llegar a darnos cuenta de ello, tenemos que colaborar, y vamos a ayudarnos mutuamente a ser más conscientes de ese conocimiento. Pero hay otra cosa también que es muy importante, y se trata de cambiar nuestra mentalidad. Por ejemplo, todos nosotros tenemos esta tendencia a juzgar lo que sea que digan los demás. Sé que Uds. me están juzgando a mí -está bien, lo sé- porque todos nos juzgamos mutuamente todo el tiempo. Si queremos dialogar, tendremos que dejar de juzgar al otro, y tendremos que comenzar a prestar real atención a lo que se está diciendo, y sentirnos obligados a ayudar al otro a formar sus propias ideas que están allí, talentosas, listas para salir a la luz. Así que eso será muy importante. Pero también será importante conectar con esa curiosidad genuina que solíamos tener cuando teníamos dos o tres años, cuando preguntábamos y preguntábamos por qué, por qué, por qué, todo el tiempo, y nuestros padres pensaban, "Ah, sí, basta ya." Entonces, volvamos a ese momento donde teníamos esa curiosidad genuina, y cuando éramos como Alicia en el País de las Maravillas, y el mundo estaba lleno de asombro. Entonces, así es cómo deberíamos relacionarnos con los demás: conectándonos con nuestra curiosidad genuina, porque todos la tenemos. También, otra cosa complicada es que tendremos que dejar de reaccionar a lo que los demás dicen como si fuera una amenaza. Porque recuerden, si los otros son un colaborador, alguien que puede ayudarnos a decifrar nuestras ideas, lo que sea que ese otro tenga para decir, incluso si eso nos contradijera, o dejara en evidencia que lo que acabamos a decir es una tontería, en lugar de tomarlo como una amenaza, tenemos que ver que eso es una herramienta que nos ayudará, digamos, a descubrir todas las capas de nuestro conocimiento y liberarnos de esas primeras capas, generalmente formadas por prejuicios. Entonces, en ese sentido, cuando alguien dice algo que inicialmente nos hace sentir mal, pensemos al respecto, puede ser una herramienta que nos ayude; y también seamos flexibles, porque tenemos esta tendencia a aferrarnos a nuestras ideas como si sin ellas, fuéramos nada. Bueno, las ideas no pertenecen a nadie, y lo que importa es mejorarlas y hacerlas más sofisticadas. También, es importante lo que les dije al comienzo: manejar el silencio sin volverse loco, porque tenemos tiempo: si queremos dialogar, no hay prisa, tenemos que respirar, y tenemos que sentirnos cómodos con el silencio. Pero, ¿saben qué? La verdad, dialogar requiere práctica. Les puedo dar1000 ideas, pero lo más importante es que comiences a practicar. Comienza a practicar, y lo que diría que es relevante, y necesita ser establecido, comiencen a practicar teniendo algo muy importante en mente y en sucuerpo, esto es, si quieren dialogar, tienen que confiar. La razón por la que no somos capaces de dialogar hoy es porque no confiamos el uno en el otro. Por eso es que juzgamos, que reaccionamos, porque estamos entrenados para debatir, entrenados para pelear, y vemos al otro como una amenaza. Si queremos un diálogo, la base, lo que necesitamos hacer, sí o sí, o de otro modo no pasará, es confiar en los otros. Por supuesto, requiere coraje, porque dialogar significa abrirse, significa compartir ideas, y compartir sentimientos. Y no sabemos qué hará el otro con nuestros pensamientos y sentimientos. Pero, si queremos dialogar, tendremos que dejar entrar y tener esa fe ciega, porque de otra manera no ocurrirá. Y entonces podrían decir, "Sí, pero vamos, quiero decir, estoy bien como estoy". ¿Por qué debería abrirme y entonces exponerme a la amenaza de los otros? Estoy bien, estoy cómodo. No necesito abrirme, no necesito dialogar". Bueno, daré dos razones de por qué tiene sentido dialogar. La primera es social. Sócrates solía decir que el mal siempre sale de la ignorancia. Y me gustaría aclarar esta idea. Para mí, el mal sale de ignorar al otro. Si estamos entrenados para debatir, o sea, entrenados para pelear, no somos capaces de ver al otro, no somos capaces de entender qué está sintiendo y experimentando el otro, porque estamos a punto de luchar. Si comenzamos a abrirnos, y a ver al otro como una persona, compleja, con sentimientos y todo, será mucho más difícil para nosotros lastimarle, hacerle mal, porque seremos capaces de ponernos en su lugar, y entonces entender o sentir el daño que estamos a punto de provocar. Y eso, por lo menos, reducirá un poco el mal que es causado en el mundo. He visto esto en la cárcel. He estado, los últimos años, practicando el diálogo en la cárcel. No pueden imaginar lo duros que son los internos en términos de dialogar, porque ellos no confían en nadie. Y ellos admiten, a lo largo del camino, que no han sido capaces de dialogar no sólo porque no confían en nadie, también porque crecieron en un entorno donde no había confianza, donde nadie confiaba en ellos, y desde muy jóvenes, aprendieron que no podían confiar en nadie. Una vez que entienden al dialogar con estudiantes de derecho y con otros grupos, que abriéndose, involucrándose en el diálogo y confiando recuperan la confianza en el mundo, y entienden el daño que han creado, eso genera un cambio mental y emocional. Así que, ¿por qué involucrarse en diálogo? Porque si están, si estamos, preocupados por el futuro del mundo, y queremos reducir el mal, el diálogo es una herramienta poderosa para reducir el mal. Pero también les daré una razón personal, más individual. Supongo que todos quieren ser felices. Aristóteles decía que la felicidad significa, o es, florecer; es decir, que una persona feliz es aquella que ha sido capaz de florecer, de desarrollar todo el potencial que tienen dentro de sí. Si nuestra vida se trata de competir, de debatir, no tendremos el tiempo y el espacio para hacer crecer el potencial que tenemos dentro, y por lo tanto, según Aristóteles, nunca seremos capaces de ser felices. Hannah Arendt, la filósofa alemana, tenía esta metáfora hermosa; ella dijo, "Cada vez que un bebé llega al mundo, hay esperanza de que un nuevo mundo crecerá". Entonces la idea es que no sólo ese bebé es nuevo en un mundo que es nuevo para él, sino que esos bebés tienen el potencial de construir un nuevo mundo. Esos bebés sólo tendrán el potencial, la posibilidad de construir ese nuevo mundo si les damos la oportunidad, si les damos el espacio y el tiempo. Si en lugar de crecer compitiendo, en una batalla constante, tienen la chance de comprometerse en un diálogo los unos con los otros, y pueden ver al otro y confiar en el otro como personas que los ayudarán a desarrollar ese nuevo mundo que tienen dentro de sí. Antes de irme, quiero compartir un secreto con Uds. Cada día cuando despiertan por la mañana, son ese recién nacido. Son ese recién nacido que nació en un mundo que es nuevo para ellos. Son el recién nacido que tiene el poder de elegir si quieren confiar, desarrollarse y ayudar a otros a hacerlo, y por lo tanto, hacer del mundo algo nuevo, hacer del mundo un lugar mejor. (Aplausos)