Más allá del problemático nombre, las reglas para "calumniar lo extraño" eran extrañas. Mis amigos y yo solíamos andar por ahí en este círculo cruel, alguien tiraba la pelota al aire y el "marica" era quien trataba de agarrar la pelota y recogerla del suelo, y, sin ser derribado o calumniado. Miren esta cara angelical. Ni yo ni mis amigos entendía qué significaba el término "marica" pero sabíamos que no queríamos ser uno. Como adulto, retrocedí y analicé de cerca el juego real. El marica es en realidad el más valiente; por eso todos deberíamos querer ser maricas. Pero nos crían de jóvenes para llevar una máscara de dureza para ser un hombre, y nos privan de su niñez y su inocencia. Los deportes son uno de los muchos vehículos que los padres eligen para ayudar a sus hijos a ponerse esta máscara. Como niños pequeños, aprendimos que, el ser etiquetados como duros, nos garantiza cierto capital social; ser considerado débil o marica es suicida, atlética y socialmente. A pesar de las reglas que me enseñaron en el juego de calumniar al maricón y sobre cómo ser un hombre, nunca me enseñaron cómo ser yo mismo y cómo amarme a mí mismo. No empecé el viaje para amarme y aceptarme a mí mismo hasta que rompí con todas esas reglas y me quité lo que yo llamo "la mascara de la masculinidad". Durante mi tiempo en la NFL, jugué con muchos de los mejores jugadores de todos los tiempos, incluyendo un caballero llamado Champ Bailey. Más allá de que Champ fuese un futuro miembro de la sala de la fama también era un maravilloso compañero de equipo. Champ convirtió su negocio en entrenar jugadores jóvenes como nosotros. Recuerdo estar en una sala y a Champ hablando. Algunos back defensivos hacen un paso extra al dar marcha atrás. Para los que no son fanáticos de NFL, los back defensivos deben correr hacia atrás y luego, en pocos movimientos, hacer una transición y correr hacia adelante. Alguien, quizás Champ, usó el término "movimiento perdido". El paso extra entre hacer el cambio de atrás hacia delante es un movimiento perdido. Pero mientras los otros chicos miraban la película y se convertían en mejores jugadores, yo estaba concentrado en mí mismo y pensaba: "Estoy de pie como gay, camino como gay, corro como gay, ¿podría dejar de ser tan gay?" Eso era yo, un movimiento perdido. La mayor parte de mi vida, en realidad, eran movimientos perdidos. En el 2012, cuando lo hice público, me hicieron una sola pregunta una y otra y otra vez: "¿Cuándo supiste que eras gay?" Pero la pregunta que nunca me hicieron, y quizás, la pregunta más importante, fue: "¿Cuándo supiste que ser considerado o ser gay era inaceptable?" Durante mi segundo año de secundaria, cuando tomaron esta foto, supe, en ese momento, que me sentía atraído hacia otros chicos. Instintivamente, supe que no podía, bajo ninguna circunstancia, revelar, ser etiquetado o tener alguna relación con alguien que fuera gay o siquiera considerado ser un maricón, porque cualquier relación me llevaría a afrontar quién era y simultáneamente, afrontar una sociedad que odia a la gente como yo. Aunque no pueda verbalizar esto, en el fondo, entendí, con mucha claridad que estaba escondiendo uno de los más desagradables y posiblemente el más peligroso de los secretos. Pero... Yo no era solo diferente. Era gay. Iba a perder mucho poder al ser gay e iba a violar la verdadera esencia de lo que ser un hombre era, según lo que me habían enseñado. Cuando eres un gay públicamente creas miedo en los demás porque ellos creen que tienes el poder y el potencial para convertir otros chicos en gays también. Entonces, al identificarme como una persona LGBT, mi existencia iba a ser una amenaza para el orden social. Al crecer, entendí que debía llevar esta máscara de masculinidad a toda hora, minuto y segundo, todos los días y eso incluía tomarme fotografías y preocuparme por mis poses, preocuparme por si lucía tan masculino como los demás chicos alrededor; y también significaba preocuparme por cosas como qué ropa usaba. Usaba jeans de talla 36 cuando, en realidad, yo tenía una 28, o camisetas triple X cuando era de talla mediana. Y todos saben que un "mediano" es una especie de estar entre tallas, pero creo que mi tío lo dijo bien: "No has crecido lo suficiente para que esa cabezota vieja te quede todavía". Una de las consecuencia de usar siempre esta máscara es que debes supervigilar todo a tu alrededor, constantemente escaneando e inspeccionando a todo y a todos esperando que tu actuación sea recompensada con una sonrisa, una inclinación con la cabeza, quizás un "dab" de Cam Newton o algo que parezca una aprobación. Para mi, llevar esta máscara de masculinidad era un ciclo interminable. También sabía que una de las reglas era que debía, verbalmente y con mucha rabia, nombrar, retar y desafiar otros chicos cuya masculinidad no se ajusta a la norma, y eso incluye llamar a otros niños "maricones". Usaba la palabra "maricón" como un arma para fomentar la violencia en otros niños cada vez que podía, y aunque estos niños deben haber pensado que los odiaba, la verdad es que yo quería ser uno de esos niños abiertamente gays, pero mi lucha contra mi homofobia interiorizada, el autodesprecio y la vergüenza no me dejaba aceptarlos y ver realmente su valentía. También entendí que palabras como "maricón" y "marica" no se usaban solo para niños que fueran gays, sino que también se usaban para niños cuya actuación no encajara con la de los demás e hiciera sentir incómodos a otros. Así que creé tanta distancia como pude para no ser etiquetado como uno, y eso significaba que tenía que ser consciente de los rumores, porque un rumor podía provocar que perdiera esta "seguridad imaginaria" que todos mis años de buena coreografía y actuación masculina me habían dado. Aunque gasté grandes cantidades de tiempo y energía tratando de seguir con esta máscara, y muchas veces la maldita máscara no se quedaba. Todos sabemos quién es ella. Yo soy uno de los grandes fanáticos de Whitney Houston. En 1993, su álbum "El Guardaespaldas" había enloquecido al mundo entero. Estaba escuchando el álbum solo en casa. Mi canción favorita sonaba "Queen of the night", y daba vueltas cantando porque mi voz coincide con la de Whitney Houston. (Risas) Estaba cantando "I got the stuff that you want, I got the thing that you need, I got more than enough". Les dije que encajaba perfectamente. (Risas) Y estaba dando vueltas mientras cantaba esta canción y después de escucharla unas tres o cuatro veces seguidas, para ser honesto, fueron unas 9 o 10 consecutivas que escuché esta canción, sentí que alguien tocaba mi hombro y ahí estaba. Era la masculinidad, mirándome directamente a la cara, recordándome que los hombres no cantan Whitney Houston, que los hombres no actúan así, y exigiendo que me pusiera la máscara de nuevo, recordándome que la masculinidad representaba algo y ese algo, como la actuación masculina nunca terminaba. A veces, la masculinidad representaba aceptación, a veces, representaba respeto, a veces, representaba seguridad, y otras veces, representaba poder. Pero la actuación de masculinidad nunca representaba libertad. Significaba que todos, incluyéndome, nunca conocerían a quién realmente era. También significaba que estaba practicando una especie de "autoexplotación" en un intento por alcanzar algo que ni siquiera era real. Que ni siquiera era real. Durante los próximos 10 o 20 años, aunque luché para quitarme esta máscara, tenía a mi familia, algunos amigos, tenía un trabajo, un compañero, todo los disfraces que aparentaban mi bienestar, seguía luchando para quitarme la máscara. Y luego, tuve suerte. Fui tan afortunado que conseguí un trabajo en una organización LGBTU llamada el Instituto Hetrick Martin, donde conocí algunas de las personas más talentosas quienes se veían a ellos mismos como "en promesa" y no "en riesgo". Estas personas jóvenes "en promesa" me enseñaron cómo quitarme la máscara. Estos jóvenes no desperdiciaron su energía recreando escenas o leyendo libretos que no fueran escritos por ellos y para ellos. Ellos no desperdiciaron tiempo preocupándose por miradas de menosprecio, y me enseñaron cómo amarme a mí mismo. Ellos me abrazaron con todo lo que tenían, me ofrecieron el tipo de compasión que todavía tenía que ofrecerme a mí, y me mostraron qué poder real era, mientras borraban el miedo que había aprisionado en mí y cómo ellos ganaron un tipo de libertad. Inmediatamente, quise quitarme la máscara. Ese soy yo travestido, sin mi máscara, porque en ese momento, entendí que todos los tipos de masculinidad e identidades merecen ser respetadas y honradas, sin vergüenza. No necesité más el contoneo de Jay Z para protegerme de un mundo, que solo me veía como negro y gay, o la bravuconería de Deion Sanders para pretender que tenía confianza cuando en realidad moría por dentro, o los talentos cómicos de Eddie Murphy para desviar la atención de mí. Estaba listo para ser libre. Ahora, cuando veo a Odell Beckham Jr. de la NFL, bailando con la libertad de un niño, yo también quiero bailar el "boogie", o cuando veo a Russell Westbrook de la NBA esforzándose y creando nuevas límites con sus elecciones de ropa, busco los lugares donde él compra su ropa. Cuando veo a Willow y Jaden Smith, quebrando todas las normativas y limitaciones creadas para ellos, me detengo, y quiero llorar, porque sé que todos estamos siendo educados sobre que no hay una manera de ser hombre o mujer, o ser masculino o femenino. Sé que todos podemos echar un vistazo a como la libertad, la libertad de verdad, luce realmente. Entonces, ¿cuál es el costo de llevar siempre esta máscara? ¿Cuál es el costo de no ser tú mismo? El costo es nunca amarse a Uds. mismos y nunca dejar que alguien más los ame. Entonces tenemos que tratar de entender qué máscara usar y buscar las herramientas para quitase todas las máscaras, cuándo debemos ayudar a otros a encontrar esas herramientas, y luego, los contrataré para llevar la conversación más lejos, para encontrar la conexión entre la masculinidad tóxica y la misoginia, y para entender que la regla de la homofobia es sexista en serio. Debemos empujar más fuerte para entender que hasta que las mujeres no sean libres, los hombres nunca podemos ser libres. (Aclamaciones) (Aplausos) Debemos trabajar para empezar a amarnos a nosotros mismos, debemos desarrollar prácticas nuevas y sustentables para dar y mostrarles a otros amor todos los días, todo el día. Y luego, debemos conocer gente como esta, gente que te permite mostrarte al mundo como tú mismo, y alguien que te de amor sin importar tu género y cómo te comportas. Este tipo de individuos nos permiten ser libres, porque todo lo demás, cualquier cosa, es un movimiento perdido. (Aplausos)