En estas festividades, la gente de todo el mundo dará y recibirá regalos. Puede que incluso recibas un suéter hecho a mano de tu tía. ¿Pero si, en vez de darle las gracias y guardarlo en el armario, la respuesta cortés que se espera de ti fuera presentarte en su casa una semana más tarde con un regalo mejor? ¿O votar por ella en las elecciones municipales? ¿O dejar que adopte a tu primer hijo? Todas estas cosas quizá no te parecerían tan raras si estuvieras involucrado en una economía del regalo. Esta frase puede parecer contradictoria. Al fin y al cabo, ¿no es un regalo algo... regalado? Pero en una economía del regalo, los obsequios hechos incondicionalmente sirven para fomentar los lazos y las obligaciones sociales. Mientras que la economía de mercado que conocemos está creada por relaciones entre productos que se comercializan, la economía del regalo consiste en las relaciones entre las personas que comercian. Las economías del regalo han existido desde siempre. Las primeras menciones al respecto las hicieron los antropólogos Bronislaw Malinowski y Marcel Mauss al describir a los nativos de las islas Trobriand que hacían viajes peligrosos y larguísimos a través del océano para intercambiar collares de conchas y brazaletes. Los bienes intercambiados en este proceso conocido como la práctica del anillo kula, no tenían ningún uso práctico, pero su importancia derivaba de quienes fueron los dueños y conllevaba la obligación de continuar el intercambio. Otras economías del regalo involucraban productos útiles, como la ceremonia Potlatch en el noroeste del Pacífico, donde los jefes compiten por prestigio regalando ganado y mantas. Podríamos decir que, en lugar de acumular riquezas materiales, los que participan en una economía del regalo acumulan capital social. Aunque algunos casos de esas economías pueden parecer trueques, la diferencia es que el regalo original se obsequia sin condiciones previas, o regateo. En cambio, la norma social de la reciprocidad obliga al beneficiario a devolver el favor voluntariamente. Pero las reglas de cómo y cuándo hacerlo, varían de cultura a cultura, y devolver el favor puede tomar diversas formas. Un jefe poderoso que regala ganado a un pobre no puede esperar otros bienes a cambio, pero sí que gana prestigio social a expensas del deudor. Entre los toraja de Indonesia, el estatus social que deriva de esto, determina quién posee tierras. La clave es mantener la cadena de regalos donde alguien siempre está en deuda con otro. Devolver el favor en seguida, o regalar algo de menor valor, puede significar que se desea poner fin a la relación social entablada. ¿Son las economías del regalo algo exclusivo de las sociedades de pequeña escala fuera del mundo industrializado? No exactamente. Por un lado, incluso en esas culturas, las economías del regalo funcionan a la par con sistemas de mercado para otros intercambios. Y cuando pensamos en ello, partes de nuestras sociedades funcionan igual. Los espacios públicos, como el Burning Man, funcionan como mezcla de trueque y economía del regalo, en la que vender cosas por dinero es estrictamente tabú. En arte y tecnología, las economías del regalo surgen como una alternativa a la propiedad intelectual en la que artistas, músicos, y desarrolladores de código abierto distribuyen sus trabajos creativos sin fines lucrativos, más que promover un estatus social o ganar una nueva posición en la comunidad. E incluso las cenas compartidas y los tradicionales regalos navideños involucran cierto grado de reciprocidad y normas sociales. Podemos preguntarnos si un regalo es realmente un regalo, si conlleva obligaciones o implica un cierto favor social a devolver. Pero eso significaría no entender de lo que va esto. Nuestra idea de un regalo gratis, sin obligación social alguna solo prevalece si miramos todo por la lente mercantil. En un mundo donde todo se comercializa la idea de fortalecer lazos a través de regalos y reciprocidad puede que no sea tan mala idea, sea donde sea que se vive.