Imagina que queremos construir un nuevo puerto espacial en una de las cuatro bases marcianas recientemente establecidas, y estamos llevando a cabo una votación para determinar su ubicación. De los cien colonos en Marte, 42 viven en la Base Oeste, 26 en la Base Norte, 15 en la Base Sur y 17 en la Base Este. Para nuestros propósitos, supongamos que todos prefieren que el puerto espacial esté lo más cerca posible de su base, y así votarán. ¿Cuál es la forma más justa de realizar esa votación? La solución más sencilla sería dejar que cada individuo emitiera una sola boleta y eligiera la ubicación con más votos. Esto se conoce como votación por pluralidad o "el primero gana el puesto". En este caso, la Base Oeste ganaría, ya que tiene más residentes que las otras. Y sin embargo, la mayoría de los colonos considerarían este el peor resultado, dado lo lejos que está de todos los demás. Entonces, ¿el voto de pluralidad es en realidad el método más justo? ¿Qué pasaría si probáramos un sistema como el Voto Preferencial, que representa la gama completa de preferencias de las personas en lugar de solo sus mejores opciones? Así es como funcionaría. Primero, los votantes clasifican cada una de las opciones del 1 al 4, y comparamos sus mejores opciones. El Sur recibe la menor cantidad de votos por el primer lugar, por ello se elimina. Sus 15 votos se asignan a la segunda opción de esos votantes, la Base Este, dando un total de 32 votos. Luego comparamos las preferencias y sacamos la opción del último lugar. Esta vez se elimina la Base Norte. La segunda opción de sus residentes habría sido la Base Sur, pero como esa ya no está, los votos van a su tercera opción. Eso le da a Este 58 votos sobre los 42 del Oeste, lo que la convierte en la ganadora. Pero esto tampoco parece justo. El Este no solo comenzó en el penúltimo lugar si no que la mayoría la clasificó entre sus dos opciones menos preferidas. En lugar de utilizar rankings, podríamos intentar votar en varias rondas, con los dos ganadores principales pasando a una segunda vuelta separada. Normalmente, esto significaría que el Oeste y el Norte ganan la primera ronda, y el Norte gana la segunda. Pero los residentes de la Base Este se dan cuenta de que si bien no tienen los votos para ganar, aún pueden inclinar los resultados a su favor. En la primera ronda, votan por la Base Sur en lugar de la suya, evitando que el Norte avance. Gracias a este "voto estratégico" de los residentes de la Base Este, fácilmente el Sur gana la segunda ronda, a pesar de ser la menos poblada. ¿Se puede llamar a un sistema justo y bueno si incentiva mentir sobre tus preferencias? Tal vez lo que hay que hacer es dejar a los votantes expresar una preferencia en cada posible enfrentamiento cara a cara. Esto se conoce como el método Condorcet. Considera este enfrentamiento: Oeste contra Norte. Los 100 colonos votan basados en sus preferencia entre los dos. Así que es 42 de Occidente versus 58 de Norte, Sur y Este, quienes preferirían el Norte. Ahora haz lo mismo para los otros cinco enfrentamientos. El vencedor será la base que gane más veces. Aquí, el Norte gana tres y el Sur gana dos. De hecho, estas dos son las ubicaciones más centrales, y el Norte tiene la ventaja de no ser la opción menos preferida. Entonces, ¿eso hace que el Condorcet sea un sistema de votación ideal? No necesariamente. Considera una elección con tres candidatos. Si los votantes prefieren A sobre B y B sobre C, pero prefieren C sobre A, este método falla al seleccionar un ganador. A lo largo de las décadas, investigadores y estadísticos han ideado docenas de formas intrincadas de conducir y contar votos, y algunas se han puesto en práctica. Pero la que elijas, es posible imaginarla dando un resultado injusto. Resulta que nuestro concepto intuitivo de equidad en realidad contiene supuestos que pueden contradecirse entre sí. No parece justo que algunos votantes tengan más influencia que otros. Pero tampoco parece justo simplemente ignorar las preferencias de las minorías, o animar a la gente a jugar con el sistema. De hecho, las pruebas matemáticas han demostrado que para cualquier elección con más de dos opciones, es imposible diseñar un sistema de votación que no viole al menos algunos criterios teóricamente deseables. Aunque pensamos en la democracia como una simple cuestión de contar los votos, también vale la pena considerar quién se beneficia de las diferentes formas de contarlos.