Cuando se pidió a Gandhi que hablara de la civilización europea, su ocurrencia fue decir que "sería una buena idea". Cuando ahora se nos pregunta sobre la Unión Europea, creo que se nos debe permitir responder de forma similar. Sería una idea magnífica aplazarlo. Unidos solo por el nombre, me temo que la Unión Europea se está desintegrando a medida que hablamos. Con el compromiso y la firmeza de una colonia de termitas que se está comiendo los cimientos, dentro de poco solo nos quedará una cáscara vacía que nos recordará el ideal que solía ser la Unión Europea. En las novelas de Agatha Christie, cuando el lector está en el prólogo, se encuentra unos personajes, normalmente de clase alta, en un castillo. El lector sabe qué cabe esperar: una serie de asesinatos. De forma similar, cuando escuchamos que los políticos europeos se reunirán, todos sabemos qué esperar: una comedia de equivocaciones, envuelta en una retórica triunfante, pero pronto se verá que son solo divagaciones peligrosas. Errar es humano. Pero, para pifiarla monumentalmente, necesitamos una élite de primeros ministros, presidentes, ministros, burócratas, agentes mediáticos dispuestos a no enfrentarse a una crisis sistémica sistemáticamente. Al menos tenemos pruebas suficientes para hacer que esa negativa sea inexcusable. La humanidad no se ha sorprendido a menudo, pero lo ha hecho dos veces en el pasado. Primero en 1929 y, después, hace poco, en 2008. 1929 debería habernos enseñado una lección binaria muy sencilla. Primero que... la primera víctima de estas crisis es la moneda común. En 1929 fue el patrón oro y ahora es el euro. La segunda víctima es, por supuesto, la verdad y el civismo. Una crisis terrible golpea el mundo. Se desata sobre la humanidad desprevenida una guerra de todos contra todos, y la primera víctima es nuestra capacidad para reconocer una crisis sistémica. Estamos en una crisis sistémica. Y esto hace que seamos incapaces de aceptar nuestra responsabilidad. Al menos, de una parte de la crisis. Las películas de suspense empiezan con un detective astuto que intenta desenmascarar personajes sospechosos. Pero las buenas pelis de suspense, os comento, no terminan desvelando al criminal. Van más allá. Llegan al momento álgido e, inesperadamente, el detective se desvela a sí mismo. Se observa en el espejo desconcertado. Esta crisis está teniendo un efecto similar en nosotros. Nuestras máscaras están cayendo. Banqueros sin escrúpulos, políticos ineptos, empresarios conspiradores, académicos cínicos, ciudadanos resignados que se están desenmascarando, pero, a medida que las máscaras caen, el abatimiento se generaliza. Mientras tanto, los costes humanos aumentan y la única forma de encontrarles sentido y calcularlos de forma sensata es contando las generaciones perdidas. Es el momento de transformar Europa y transformarnos en el proceso. En los últimos años, la profesión sanitaria es capaz de salvar a más personas de las que mata. Hasta los años 20, más o menos, era preferible la enfermedad a la cura. De forma similar, con la crisis del euro, los líderes europeos están aprobando leyes que llamo "medicinas venenosas". Rescates tóxicos, austeridad infructuosa. Para proteger el sistema del euro, creamos una unión monetaria que no estaba diseñada para soportar la catástrofe de 2008, la conmoción de ese gran terremoto. Lo que hemos hecho es crear un andamio que, en lugar de evitar que el edificio se derrumbe, está sometiéndolo a más presión. Hemos creado esta Estabilidad Financiera Europea o Instalación de Inestabilidad y la hemos modelado. La hemos creado a imagen y semejanza de los derivados de Lehman Brothers. Fue como si cogiéramos dos piedras, las atáramos con una cuerda, y esperásemos que flotaran mejor. Por supuesto, el resultado es la desintegración incontrolable que estamos experimentando. Y, ahora, mucha gente lo está entendiendo. Lo que tenemos es un nuevo Jerusalén que está siendo escudriñado. Viene en forma de la llamada "Opción Federal". Europeos bien intencionados y algunos amigos del ámbito federal recitan esta letanía de conceptos federales, ideas y sugerencias. Solo les ofreceré algunos. Oímos sobre la importancia de una Unión Fiscal, de las Transferencias en Europa, de tener un Tesoro Federal, de dar a un nuevo Leviatán, a un nuevo zar económico, el poder para gobernarnos con mano de hierro y mantenernos intimidados. Oímos hablar de una Disposición Centralizada de Bienes Nacionales, sobre todo del tipo griego. Las leyes de soberanía nacional, como el precio que debemos pagar por la Unión Fiscal y, por supuesto, los temidos cambios de tratado que tienen que pasar por 27 parlamentos y/o electorados. Les informo de que esto no es factible ni deseable. ¿Por qué no es factible? Porque (y este es un mensaje para los federalistas) actualmente el peor enemigo del federalismo es él mismo. Y digo esto porque si nos dirigimos al federalismo, la crisis nos sobrepasará. Avanzará más rápido que nosotros. Y cuando los cambios de tratados tarden más que la caída del euro, solo nos quedará un desastre humeante en el que no quedará nada que federar. Pero hay otra razón para apartar la Opción Federal: si los Estados Unidos de Europa son una buena idea, no son una idea que haya que malgastar ni incorporar en el contexto para resolver la crisis actual. Lo explicaré de forma sencilla. La Opción Federal solo será posible cuando termine la crisis, no como antídoto para la crisis. Solo podremos tener una federación cuando, como europeos, podamos imaginar un futuro en el que griegos y alemanes votarán a políticos alemanes y griegos para representarnos. Solo podremos tener una Europa Federal decente cuando podamos imaginar una situación en la que las armadas nacionales se disuelvan y surja una Defensa Europea Común. Solo seremos capaces de tener una Federación decente cuando podamos imaginar una situación en la que nuestras opiniones se evalúen solo por sus méritos, lo que los antiguos atenienses llamaban "isigoria", en lugar de juzgar lo que alguien dice por quién es, con qué acento habla, o de qué país procede. Finalmente, a nivel simbólico, pero con mucha importancia, diré que solo podremos tener una federación adecuada cuando podamos decidir, como europeos, qué imprimir en los billetes de euro, en lugar de esos puentes y puertas que simbolizan una cosa: nuestra incapacidad de coincidir en símbolos comunes. Si tengo razón en que el nuevo Jerusalén no es un nuevo Jerusalén, y que está proponiendo una idea que no es factible ni deseable, que solo conducirá a una desintegración incontrolada, ¿qué alternativa tenemos? Les sugiero que, antes de acordar una alternativa, nos pongamos de acuerdo en unos principios compartidos que deberán regir nuestro futuro. Estos principios futuros pueden parecer contradictorios, pero puede alcanzarse la armonía entre ellos. De no ser así, no tendremos futuro. Os daré unos ejemplos. Un principio sería acabar con la Europa perfectamente dividida que se creó en Maastricht para la creación del euro, y, al mismo tiempo, favorecer la soberanía nacional y dar poder a la responsabilidad nacional dentro del modelo. Otra idea. Acabar con la solidaridad que se le impone a holandeses y alemanes para dar supuestos rescates a griegos e irlandeses. Acabar con la austeridad ineficaz que solo empeora la crisis de la deuda. Ignorar la demanda de compra de la deuda que no funcionará y, al mismo tiempo, integrar la inversión y la administración de nuestros problemas, como la deuda existente o las pérdidas bancarias. A esto me refiero con Europeización descentralizada. Utilizaré un acrónimo. Decent Europe (Europa decente). ¿Europeizar qué? Ámbitos libres. Tenemos que administrar la deuda existente en Europa. Tenemos que administrar el sector bancario, que está derrumbándose sobre todos nosotros. Necesitamos una política de inversión para toda Europa. ¿Cómo logramos esto sin tratados ni una federación? Ya tenemos varias instituciones en Europa y cada una podría ocuparse de cada una de estas tareas. No voy a profundizar en esto. No es el lugar ni el momento. Pueden conocer más de esta propuesta en otra parte. Solo les ofreceré un aperitivo de qué se quiere alcanzar con esto. La europeización descentralizada da lugar a condiciones para fortalecer la soberanía nacional y la responsabilidad nacional. Porque si en Europa integramos las tres esferas de la deuda existente y los flujos bancarios y financieros, a nivel nacional, cada estado podrá tener un presupuesto equilibrado y puede aprender a vivir dentro de sus posibilidades y, dentro de sus límites, podrá ejercer su soberanía nacional. Les presento esta propuesta de una Europa "Decente" si quieren forjar los prerrequisitos para una Federación futura de la que ya hablé antes y que no repetiré de nuevo. Terminaré recordándoles un mito. Sibila de Cumas ofreció a Tarquinio el Soberbio, el rey de Roma por aquel entonces, los nueve libros de la sabiduría a un precio que Tarquinio creyó excesivo y, por ello, rechazó la oferta. Como saben, Sibila empezó a quemar los libros hasta que Tarquinio aceptó pagar el precio inicial por los tres libros que quedaban. Creo que la crisis europea sigue la estrategia de Sibila. El problema es que los líderes europeos siguen rechazando la oferta y, por lo tanto, corren el riesgo de que todo nuestro patrimonio arda. La europeización descentralizada ofrece a Europa la posibilidad de salvar los tres últimos libros de la sabiduría o su equivalente. Nos ofrece la posibilidad de ajustarnos a una nueva época en la que los europeos, del norte y del sur, del este y del oeste puedan mirarse a los ojos y reconocer a un compañero. Si dejamos pasar esta oportunidad, Europa arrastrará a todo el planeta a una infame trifulca por tercera vez en cien años. Es nuestro deber y nuestra obligación global evitarlo. Gracias. (Aplausos)