Si viniera y les dijese que hay algo que pueden hacer que les hará ser más imaginativos, mejorar su memoria, quizá enriquecer sus relaciones personales y convertirles en mejores personas, probablemente se mostrarían escépticos. Y todavía más si les digo que no cuesta nada y que probablemente todos los presentes ya lo puedan hacer. Quizá ya hayan adivinado que hablo de la lectura, tienen una pista en el título. Pero no me refiero al tipo de lectura que todos sabemos que es clave, es decir, la que hacemos para aprender, el tipo de lectura para la administración, la lectura que debemos hacer para navegar en el día a día. Me refiero más bien a la ficción, a las historias, a las narraciones, el tipo de lectura en la que leen cosas de la mente de otras personas, que nos llevan justo dentro de las emociones, sentimientos y acciones de los personajes de manera que lo ven desde su perspectiva. Es el tipo de lectura que en el mejor de los casos de considera un placer y en peor, una pérdida de tiempo. Recuerdo que mi madre decía que cuando era niña le fascinaban los libros pero que una vez su padre le arrancó una novela de las manos y le dijo: "Si tienes que leer, al menos lee algo útil". Lo que me gustaría contarles hoy es que, sorprendentemente, la ficción es realmente útil de maneras que ni siquiera habíamos sospechado antes. De hecho, probablemente es más importante que cualquier otra forma de lectura. Y tengo algunas pruebas nuevas que sorprendentemente provienen de la neurología, a la que haré mención para demostrarlo. Para empezar, una prueba no tan nueva: en 2013 se realizaron una serie de experimentos por parte de dos psicólogos neoyorquinos, David Kidd y Emanuele Castano. Lo que hicieron fue seleccionar personas y pedirles que leyeran fragmentos bastante breves de diferentes tipos de libros. Algunos eran libros de no ficción, explicativos o académicos, y otros eran de misterio, de intriga, donde se lee sobre hechos que ocurren en una historia pero no demasiado sobre los personajes, no se adentran en su mente. Y el tercer tipo era el tipo de ficción al que me refiero, que es cuando leen cosas desde la perspectiva de los personajes. Después, los investigadores les hicieron observar una serie de fotografías de personas con expresiones faciales muy marcadas, de uno u otro tipo, y les pidieron que juzgasen solo a partir de las expresiones lo que pensaban que ocurría en la mente de esas personas. Se trata de una prueba bastante normal para algo que conocemos como "teoría de la mente" una frase poco afortunada, creo, para una facultad que espero que todos conozcamos bastante bien, todos la poseemos con mayor o menor intensidad. Se trata de la capacidad intuitiva de saber por cómo se mueve o expresa una persona qué está pasando por su mente. Nos permite, aunque sea por un momento, salir de nuestra propia mente y ver el mundo un poco desde la perspectiva de otra persona. La misma capacidad, por extensión, nos abre un nuevo mundo porque nos permite imaginar cómo sería estar en otro lugar, hacer algo distinto, verlo de manera diferente. La gente que no tiene esta capacidad está seriamente limitada, sobre todo en su vida social, ya que opinan que las relaciones son muy complicadas, y además, están muy limitados por su escasa imaginación. Porque sin la habilidad de salir fuera de uno mismo, es difícil imaginar nada, la verdad. No necesitan leer informes académicos para poder comprobarlo. A todos nos suena. Me gustaría contarles un caso concreto. Hace unos años, me uní a un club de lectura para gente con diferentes tipos de trastornos mentales. Muchos sufrían depresión o ansiedad profundas, y se habían reunido para iniciar un club de lectura. Yo me uní pasados unos meses, cuando ya surtía efecto. En la reunión a la que asistí trataron "Cumbres borrascosas", la novela inglesa, y llegué al fragmento en el que Kathy, la protagonista, debe decidir entre casarse con el viejo y aburrido Linton o el salvajemente excitante y tormentoso joven, Heathcliff. Quiero que vean lo que tenían que decir: - Preferiría que todos los Linton de la Tierra desapareciesen antes que abandonar a Heathcliff. - Para, Faye. ¿Te gustaría estar en el estado en el que ella se encuentra? ¿Te gustaría sentir lo que Katherine siente? - ¡Claro! - Me gustaría sentirlo todo el tiempo, y lo sentí así como, ya sabes, feliz casi todo el rato, y puede durar semanas, meses. - Es una bonita idea: en un momento ella está como "Soy Heathcliff", y entonces sientes que eso podría ser muy peligroso al mismo tiempo. - Se casa con alguien con pretensiones falsas. - Me lo podría imaginar desde el punto de vista de Linton. Se casa con Katherine pero sabe que ella ama a otro. Y lo descubrirá, lo hará. - Yo creo que el fondo debería estar con Heathcliff. - Creo que de alguna manera le atrae sexualmente y hay pasión. - Es cierto. - Sí. Y creo que debería ir a por él. (Risas) Al ver y oír a estas personas, me pareció que el simple acto de leer ficción había sin duda cambiado sus vidas, y de hecho, en un caso incluso salvó una vida. Estoy segura ... ya lo verán al final, cuando lleguemos. La pregunta que me planteé fue, ¿Qué demonios ocurre en el cerebro humano para que este pasatiempo tenga un efecto tan profundo? Me gustaría profundizar un poco más sobre lo que pasa en el cerebro. Quizá sepan que nuestros cerebros se componen de neuronas, células eléctricas que se unen para formar caminos por los que circula la electricidad yendo y viniendo indefinidamente, y que ese vaivén eléctrico son nuestros pensamientos, emociones y sentimientos. Algunos de estos caminos son similares en todos nosotros porque están intregrados en nuestros genes. Aquí, arriba a la derecha están los caminos que todos tenemos y que llevan la luz desde los ojos hasta la corteza visual, detrás de la cabeza. Al otro lado del gráfico tienen las conexiones entre los dos hemisferios cerebrales de manera que cada lado sabe lo que el otro lado está haciendo. Quiero mostrarles rápidamente la diferencia entre hablar y leer, porque son muy distintos. Hablar es algo que, de nuevo, se encuentra en nuestros genes, ya tenemos esos caminos creados en nosotros al nacer. Todo lo que deben hacer es colocar a un bebé entre adultos conversando y tarde o temprano empezará también a hablar, es algo natural. Pero leer no lo es. Podrían poner a un bebé en una biblioteca rodeado de libros desde el día de su nacimiento y nunca empezaría a leer de manera espontánea. Hay que enseñarle a hacerlo. Y por ese motivo el habla lleva entre nosotros como mínimo 100 000 años, tiempo suficiente para que la selección natural arraigue en nuestros cerebros. Pero la lectura quizá empezó hace solo 5000 años, y hasta hace 100 años, la mayoría de gente no sabía leer. Así que más que ser capaces de utilizar esos caminos precableados, intuitivos, si quieren decirlo así, todo el rato, cada persona que aprende a leer lo hace desde cero. Y eso supone construir nuevos caminos, caminos individuales, algo que las personas hacen durante toda su vida. Cada vez que experimentan algo crean un recuerdo o un nuevo hábito; crean caminos individuales sobre el esbozo básico original. Y eso es lo que tenemos que hacer cuando leemos. En resumen, al observar un cerebro cuando hablamos, es bastante simple: supongamos que vemos un perro. La información se traslada al final de la cabeza, la corteza visual, y se agrupa hacia adelante. Al agruparse, selecciona recuerdos de aquello a lo que mira hasta que al llegar a esa zona azul, que es la primera de las principales áreas del lenguaje, y en ese momento consigue nombrarla. Entonces vuelve de nuevo a esa zona azul, el área de Broca y en ese instante recordamos cómo se pronuncia. Literalmente, el área motora, que es esa franja verde, recibe instrucciones para ordenar a los labios y a las lenguas pronunciar la palabra. Así es como funciona el habla. Y, como digo, es natural, esos caminos ya están ahí. Pero leer es harina de otro costal. Al ver escritos símbolos abstractos, nuestro cerebro debe trabajar más. En realidad, cuando aprendemos a leer, debemos crear todas esas nuevas conexiones en muchas partes distintas del cerebro. Pueden ver los puntos rojos o los puntos iluminados. Comprobarán que no se trata de caminos claros, fáciles, de una dirección. Son redes complejas que se forman en el cerebro cuando leemos. Así que el cerebro trabaja mucho más, conecta muchas más partes. Si quieren, se trata de una experiencia más holística. Les obliga a usar partes del cerebro que normalmente no se utilizan. Más que eso, el motivo, o uno de ellos, por el que se expande tanto es que cuando leemos sobre alguien haciendo algo, correr para salvarse, gritar o asustarse, lo que ocurre en el cerebro del lector es que los mismos lugares del cerebro que se activarían si lo estuviesen viviendo ellos mismos, se activan igualmente. Ciertamente, no con la misma intensidad, o haríamos todo lo que leemos, y normalmente podemos controlarnos para no hacerlo, pero básicamente... Esto son escáneres cerebrales de personas y pueden ver por los colores de la tabla que están leyendo. La acción real produce el patrón que ven a la izquierda y cuando leen sobre ello, lo que ocurre en el cerebro es el patrón de la derecha. Como pueden ver, son muy similares, con la única diferencia de que cuando leen sobre algo, no es tan intenso. Si tuviese la misma intensidad, acabarían haciéndolo realmente. Porque lo importante de leer es que no solo aprendemos lo que ocurre en la cabeza de la persona. Hasta cierto punto, también lo experimentamos. Y hay una gran diferencia aquí. Ocurre lo mismo con todo. Con el dolor, si vemos o leemos que alguien sufre, las mismas partes del cerebro que se activarían al sentir el dolor también se activarán. Algunas personas lo sienten con tal intensidad que realmente lo experimentan y se quejan del dolor. Lo mismo con la ira, con cualquier emoción, incluso con conceptos intelectualmente complejos, como críticas, juicios de valor y parecidos. Existen nuevos datos que han salido a la luz este año. Algunos investigadores de la Emory University de EE. UU. quisieron comprobar si podían observar qué ocurría dentro del cerebro. Ya sabemos por estudios anteriores que la gente se vuelve temporalmente más sensible a las emociones ajenas cuando han leído un libro o algo de ficción. Estos investigadores se propusieron comprobar si había algo que realmente se pudiera ver dentro del cerebro, físicamente. Seleccionaron estudiantes, montones, creo que fue una muestra bastante amplia, para leer un fragmento de una novela especialmente cautivadora y emocionante con muchas cosas que ocurrían en la mente de los personajes. Se trataba de "Pompeya" de Robert Harris, por si quieren intentar hacer lo mismo. Hicieron que la gente leyese solo 30 páginas durante 5 noches seguidas. Escanearon sus cerebros antes de que empezasen este ejercicio para tener un punto de partida sobre el aspecto previo de los cerebros. Entonces les hicieron leer y tras cada noche habiendo leído un fragmento, acudían a la mañana siguiente y se les volvía a escanear el cerebro. Cada día había diferencias. Sobre las diferencias, esta es una imagen esquemática de las diferencias encontradas, las conexiones, que a medida que transcurría la semana y leían un fragmento cada noche, eran más gruesas y densas. Y como pueden ver, están por todo el cerebro, no sólo en las áreas del habla, sino por todas partes. Básicamente, lo que estas personas parecían hacer era ejercitarse intensamente. De hecho, los escáneres cerebrales eran más o menos los esperados si estas personas hubiesen vivido los hechos sobre los que leían. De hecho habían vivido una experiencia que había pasado a integrar la arquitectura de su cerebro. En resumen, doy el mismo mensaje que Delia, la anterior ponente, que es que el cerebro necesita ejercitarse tanto como el cuerpo. Y leer ficción es al parecer uno de los mejores ejercicios. Y no solo es bueno para Uds. sino para la sociedad en conjunto, porque el cerebro es como un músculo: cuanto más nos obliguemos a adoptar perspectivas ajenas a través de los libros para simpatizar, para empatizar con los demás, más empática será nuestra sociedad. Muchas gracias. (Aplausos)