Somos testigos del monumental
progreso humano.
Durante las últimas décadas,
la expansión del mercado global
ha sacado de la extrema pobreza
a un tercio de la población mundial.
Sin embargo, también somos testigos
de un fracaso increíble.
Nuestros esfuerzos
para sustentar a las personas
han olvidado a aquellos en
las formas más duras de pobreza,
la extrema pobreza.
Lo que significa ser súper pobre
va más allá de una definición monetaria
que es algo con lo que todos
estamos familiarizados:
vivir con menos de USD 2 al día.
Va más allá de tener bienes
como ganado o tierras.
Ser súper pobre significa
estar privado de tu dignidad,
propósito y autoestima.
Significa vivir marginado,
porque eres una carga
para tu propia comunidad.
Signfica no ser capaz
de imaginar un futuro mejor
para tí y para tu familia.
A finales de 2019,
alrededor de 400 millones de personas
vivían en extrema pobreza
en todo el mundo.
Esto es más que las poblaciones
de EE.UU. y Canadá juntas.
Y cuando golpea la calamidad,
ya sea una pandemia, un desastre natural
o una crisis provocada por el humano,
estas cifras aumentan astronómicamente.
Mi padre, Fazle Abed,
renunció a una carrera corporativa
para establecer BRAC aquí
en Bangladesh en 1972.
Bangladesh era un desastre,
acababa de pasar un ciclón devastador
seguido de una brutal
guerra de independencia.
Trabajando con los más pobres
de los pobres, mi padre se dio cuenta
que la pobreza era más que
una falta de ingresos y bienes.
Era también una falta de esperanza.
La gente estaba atrapada en la pobreza,
porque sentían que
su condición era inmutable.
La pobreza, para ellos,
era como el sol y la luna ...
algo que les dio Dios.
Para que los programas de
reducción de la pobreza tengan éxito
deben infundir
esperanza y autoestima
de modo que, con un poco de apoyo,
las personas puedan salir de la pobreza.
BRAC pasó a ser pionero
en el enfoque de graduación
una solución a la pobreza extrema
que aborda tanto la pobreza de ingresos
como la pobreza de esperanza.
El enfoque funciona
principalemente con mujeres,
porque las mujeres son las más
afectadas por la extrema pobreza
pero también las que tienen
más posibilidades de salir de ella
y sacar adelante a sus familias.
Durante un período de dos años,
básicamente hacemos cuatro cosas.
Uno, satifacemos las necesidades
básicas de una mujer
dándole comida o dinero,
asegurando lo mímino para sobrevivir.
Dos, la dirigimos hacia
un medio de vida digno
dándole bienes, como ganado,
y capacitándola
para que gane dinero con ello.
Tres, la entrenamos para
ahorrar, presupuestar
e invertir su nueva riqueza.
Y cuatro, ayudamos a
integrarla socialmente,
primero en grupos de mujeres como ella
y después en su comunidad.
Cada uno de estos elementos
es clave para el éxito de los otros,
pero la verdadera magia es
la esperanza y sentido de posibilidad
las mujeres se desarollan
a través de la orientación cercana
que reciben.
Permítanme hablarles de Jorina.
Jorina nació en un pueblo remoto
en el norte de Bangladesh.
Nunca fue a la escuela,
y a los 15 años, estaba casada
con un marido maltratador.
Finalmente la abandonó,
dejándola sin ingresos
y con dos niños que no iban a la escuela
y gravemente desnutridos.
Sin nadie a quien pedir ayuda,
no tenía esperanza.
Jorina se unió al programa de
graduación de BRAC en 2005.
Recibió un dólar a la semana,
dos vacas,
formación empresarial
y una visita semanal de un mentor.
Comenzó a construir sus activos,
pero más importante,
empezó a imaginar un futuro mejor
para ella y para sus hijos.
Si visitaran hoy el pueblo de Jorina,
descubrirían que lleva la tienda
general más grande de su área.
Les mostrará con orgullo
la tienda que compró
y la casa que construyó.
Desde que comenzamos
el programa en 2002,
dos millones de mujeres de Bangladesh
se han sacado a ellas y a su familia
de la extrema pobreza.
Son casi nueve millones de personas.
El programa, que cuesta
USD 500 por hogar,
dura solo dos años,
pero el impacto va mucho más allá.
Investigadores del London
School of Economics descubrieron
que incluso siete años después
de entrar en el programa,
el 92 % de los participantes
han mantenido o incrementado
sus ingresos, bienes y consumo.
Esther Duflo y Abhijit Banerjee,
los economistas del MIT que
ganaron el Premio Nobel el año pasado,
lideraron evaluaciones multinacionales
que identificaban la graduación
como una de las formas más efectivas
para romper la trampa de la pobreza.
Pero mi padre no estaba contento
con encontrar una solución
que funcionara solo con algunas personas.
Siempre quiso saber si éramos
lo suficientemente ambiciosos
en términos de escala.
Entonces, cuando logramos
una escala nacional en Bangladesh,
quería saber cómo podríamos
escalarla a nivel mundial.
Y eso debe involucrar a los gobiernos.
Los gobiernos ya dedican
miles de millones de dólares
en programas de reducción de la pobreza.
Pero gran parte de ese dinero
se desperdicia,
porque estos programas
no llegan a los más pobres,
e incluso los que lo logran, fallan
en tener un impacto a largo plazo.
Trabajamos para involucrar a gobiernos
para ayudarlos a adoptar y escalar
los programas de graduación ellos mismos,
maximizando el impacto de
esos miles de millones de dólares
que ya asignan para
luchar contra la extrema pobreza.
Nuestro plan es ayudar
a otros 21 millones de personas
a salir por sí mismos de
la extrema pobreza
en ocho países en los próximos seis años
con equipos de BRAC in situ
e integrados en cada país.
En julio de 2019, mi padre fue
diagnosticado con cáncer cerebral terminal
y le dieron cuatro meses de vida.
Cuando salió de BRAC después de
liderar la organización 47 años,
nos recordó que a lo largo de su vida,
vio como el optimismo
triunfaba sobre la desesperación,
que cuando enciendes la chispa de
la confianza en sí mismos en la gente
incluso los más pobres
pueden transformar sus vidas.
Mi padre falleció en diciembre.
Encendió esa chispa
en millones de personas,
y en los últimos días de su vida,
nos imploró que siguieramos
haciéndolo por millones más.
Esta es nuestra oportunidad para hacerlo,
así que dejemos de imaginar
un mundo sin extrema pobreza
y empecemos a construir
ese mundo juntos.
Muchas gracias.