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Nuestro océano define a nuestro planeta,
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nos sustenta a nosotros
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y hoy día es el hogar de más de la mitad
de la totalidad de la vida en la Tierra.
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La presencia del océano
afecta a todo ser vivo,
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sin importar dónde viva.
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El aire que respiramos
y el agua que consumimos,
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a fin de cuentas,
están vinculados a los mares.
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El océano dirige nuestro clima
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y lo estabiliza.
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No hay otro lugar
más poderoso e implacable
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ni, a pesar de ello, más hermoso
y eternamente fascinante.
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Sin embargo, ya hace mucho
que menospreciamos al océano.
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Nuestros actos
han llevado a especies al límite
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y han tenido gran impacto
en todos los hábitats oceánicos.
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Sin importar lo remotos
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o lo profundos que sean.
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No hemos entendido
lo que el océano hace por nosotros.
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El océano ha suavizado
los efectos del cambio climático.
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Pero ahora nos enfrentamos
a las consecuencias:
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los mares se calientan,
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suben de nivel
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y se vuelven más ácidos.
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El hecho de que los arrecifes de coral
puedan perderse
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en el próximo siglo da que pensar.
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Todos necesitamos un océano sano,
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por lo que debemos
cambiar nuestros hábitos.
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Juntos, con la gestión apropiada,
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podemos repoblar los mares.
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Podemos reducir la contaminación marina
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y minimizar el impacto
de la acidificación del océano.
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El poder regenerativo del océano
es extraordinario,
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siempre y cuando le demos la oportunidad.
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Aún no es demasiado tarde.
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Una relación completamente renovada
con el océano está a nuestro alcance.
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Una relación más sabia y más sostenible.
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La decisión es nuestra.