Nuestro océano define a nuestro planeta, nos sustenta a nosotros y hoy día es el hogar de más de la mitad de la totalidad de la vida en la Tierra. La presencia del océano afecta a todo ser vivo, sin importar dónde viva. El aire que respiramos y el agua que consumimos, a fin de cuentas, están vinculados a los mares. El océano dirige nuestro clima y lo estabiliza. No hay otro lugar más poderoso e implacable ni, a pesar de ello, más hermoso y eternamente fascinante. Sin embargo, ya hace mucho que menospreciamos al océano. Nuestros actos han llevado a especies al límite y han tenido gran impacto en todos los hábitats oceánicos. Sin importar lo remotos o lo profundos que sean. No hemos entendido lo que el océano hace por nosotros. El océano ha suavizado los efectos del cambio climático. Pero ahora nos enfrentamos a las consecuencias: los mares se calientan, suben de nivel y se vuelven más ácidos. El hecho de que los arrecifes de coral puedan perderse en el próximo siglo da que pensar. Todos necesitamos un océano sano, por lo que debemos cambiar nuestros hábitos. Juntos, con la gestión apropiada, podemos repoblar los mares. Podemos reducir la contaminación marina y minimizar el impacto de la acidificación del océano. El poder regenerativo del océano es extraordinario, siempre y cuando le demos la oportunidad. Aún no es demasiado tarde. Una relación completamente renovada con el océano está a nuestro alcance. Una relación más sabia y más sostenible. La decisión es nuestra.