Coversación basura: lo que aprendemos del reciclaje urbano | Matthew Smith | TEDxGVSU

Esta "conversación basura" analiza el estado actual del desperdicio de alimentos en Estados Unidos a través de los ojos de un reciclador urbano. Incluye una historia inspiradora de cómo Matthew Smith comenzó a bucear en el contenedor de basura y todos los cambios positivos que se han producido. La charla también revela las prácticas minoristas inquietantes que se desarrollan detrás de las tiendas y las barreras que impiden que las personas rescaten y donen alimentos. Junto con los matices del reciclaje urbano, vea los trucos que las tiendas emplean para que los consumidores compren en exceso y desperdicien y cómo evitarlos, reduciendo su desperdicio personal de alimentos.

Matt Smith es un estudiante de enfermería en la Grand Valley State University. Se graduó de Grandville High School en 2016, donde se destacó en académicos y atletismo. Llevando su pasión por la distancia corriendo demasiado lejos, luchó con serios problemas de salud que posteriormente lo llevaron a practicar el reciclaje urbano y el activismo por el desperdicio de alimentos. Sus esfuerzos han ahorrado casi USD 40 000 en alimentos y otros productos, que se donan casi en su totalidad a despensas de alimentos, residencias de bajos ingresos y hogares de ancianos, ayudando a alimentar y educar a cientos en el área de Grand Rapids. Todos los ingresos generados por sus ventas de botes de basura se donan a la Fundación Samuel Omogo.

Esta charla se dio en un evento TEDx utilizando el formato de conferencia TED pero organizada de forma independiente por una comunidad local. Obtenga más información en http://ted.com/tedx

Soy Matt Smith.

O algunos me conocen como Dan Basurero.

Y soy un reciclador urbano.

Durante el año y medio pasado,

rescaté más de USD 40 000 de comida,

equipos electrónicos

y ropa.

Todo de basureros.

He donado casi todo a caridades locales.

La imagen que Uds. tienen
de recicladores urbanos,

puede que no sea completamente correcta.

No todos somos vagabundos
y no todos somos hippies.

También pueden pensar
que el reciclaje urbano

es un poco exagerado,
un poco desagradable.

Y a veces, puede serlo.

Pero más importante, creo que nos da
una mirada de primera mano

a uno de los problemas más grandes
de nuestro sistema alimenticio.

Y el mayor problema que he encontrado

buscando en la basura

es indudablemente
el desperdicio de comida.

En EE. UU. nuestros hábitos de desperdicio

llevan a que más del 40 %
de nuestros suministros alimenticios

terminen directamente en la basura,

la mayoría siquiera antes de llegar
a los estantes de las tiendas.

Ningún sistema puede existir
con un 40 % de pérdida

sin tener consecuencias serias.

Pensemos, todo este desperdicio ocurre
mientras uno de cada seis estadounidenses

y uno de cada cinco niños
sufren de inseguridad alimenticia,

lo que significa que no tienen
un acceso consistente a alimentos.

Y el hecho de desechar los alimentos

tiene implicaciones más profundas
de las que consideramos.

Piensen en todo lo que involucra
cultivar una sola cosecha:

se necesita agua,
nutrientes para el suelo,

cualquier tratamiento químico.

Productos de petróleo usados
para cosechar, para procesar

y transportar el cultivo.

Además de ello, está el trabajo humano.

Cuando desperdiciamos comida, todos
esos recursos también se desperdician.

Además de ello,
hay consecuencias ambientales.

Cuando la comida es desechada
en estas tremendas cantidades,

la mayor parte de ella no está
en contacto con oxígeno,

y los microorganismos que
descomponen esta comida,

liberan gas metano en lugar
del típico dióxido de carbono.

Recuerden que el gas metano
es veinte veces más potente

reteniendo el calor en la atmósfera,

lo cual lo convierte en un componente
importante del calentamiento global.

Debo retroceder aquí,

y explicar que me llevo
a hurgar en los basureros

y hablar sobre basura por diversión.

Todo comenzó con mi pasión
por correr largas distancias.

Sin embargo, en mi tercer año
de bachillerato,

llevé el ejercicio y nutrición
demasiado lejos.

Y antes de darme cuenta,
estaba en garras de la anorexia.

Estaba deprimido, aislado
y francamente, muriéndome.

Corría hasta ocho horas diarias.

Fue durante esta época que
me hospitalizaron por tres semanas.

Mientras estaba en el hospital,

sabía que tenía que encontrar
algo más por lo que apasionarme.

Había visto algunos vídeos
sobre reciclaje urbano,

sabía que tenía que intentarlo.

Es exactamente lo que hice.

Tan pronto salí, lo intente.

E instantáneamente,

estaba fascinado con la gran cantidad
de objetos valiosos que encontraba.

Comencé a reciclar en todos lados,

y en un solo mes,

llené una habitación entera
en el sótano de mi familia

completamente llena de alimentos.

No tenía idea de qué hacer con todo eso,

así que empecé a donarlo a asilos,
a bancos de alimentos,

a hogares de ancianos.

Cuando donaba la comida,
siempre tenían la misma pregunta:

“¿Por qué las tiendas tiran alimentos
muy saludables, seguros, comestibles?"

Para las tiendas,
todo se reduce a economía.

Ellos no son una caridad
y no se supone que lo sean.

Y tampoco es enteramente su culpa.

Por nuestro gusto estético,

las tiendas tienen estándares sobre
qué tipo de productos se pueden vender,

solo permiten los productos
más atractivos, descartando el resto.

De manera similar, nuestra obsesión
con las fechas de caducidad

también contribuye a
una cantidad masiva de desperdicio.

El USDA estableció fechas de caducidad,
plazos de validez,

todos tienen muy poco
que ver con salud y seguridad.

En vez de eso, estan ahí para indicar

cuando la comida está
“más fresca” o “sabe mejor”,

y no que necesariamente
cuando es inseguro comerla.

Las tiendas tienen esa excusa
para todo este desperdicio.

Si lo donaran y alguien lo consumiera
y se enfermara,

la tienda podría enfrentar demandas

y eso seguramente arruinaría
la reputación de su compañía.

Pero eso es lo que quieren que pensemos.

En realidad están protegidos por
la Ley del Buen Samaritano de 1996.

Y protege a toda la gente que dona comida
a organizaciones en buena fe.

Y la Escuela de Leyes de
la Universidad de Arkansas,

ha confirmado que nunca
ha existido un solo caso

de que alguien sea demandado
por donar comida.

Esencialmente, no es un problema.

Del mismo modo, los recicladores urbanos
enfrentamos una laguna legal.

Aunque está permitido
reciclar en Grand Rapids,

nos arriesgamos a ser arrestados
por entrar ilegalmente,

merodear por las noches
o conducta inapropiada.

¿Qué significa esta información
para nuestra vida diaria?

Hay muchas cosas que podemos hacer
para reducir nuestro desecho alimenticio.

Podemos desafiar las fechas de caducidad.

Podemos organizar
nuestros refrigeradores y estantes,

dejando la comida más vieja
al frente para darle prioridad.

Podemos incluir a nuestra familia
y a nuestros hijos en este proceso

para enseñarles hábitos austeros
con la comida también.

El siguiente paso será realmente
ofrecer su tiempo como voluntario.

Hay decenas de albergues para
gente sin hogar y bancos de alimentos

dentro de Grand Rapids,

dependen casi exclusivamente
de nuestro trabajo voluntario

para proveer comida
a aquellos con necesidades.

Pero algunas veces, doy un paso atrás y
me doy cuenta de que estos esfuerzos,

solo están rescatando
una muy pequeña fracción

del total de alimentos
desperdiciados en EE. UU.

Cada año, EE. UU. desperdicia
USD 165 mil millones en alimentos.

Y les diré esta cifra.

Digamos que los recicladores urbanos

rescatamos USD 500 000
de alimentos cada año.

Comparados con esos 165 mil millones,

solo rescatamos tres diezmilésimas partes

del desperdicio total de alimentos.

Y me lleva a preguntar:

¿Vale la pena gastar mi tiempo
escarbando en basureros

para solo rescatar una cantidad
minúscula de lo que se desperdicia?

Y en un sentido más amplio,

¿vale la pena gastar nuestro tiempo,
nuestro dinero y nuestra energía

tratando de hacer la diferencia

aunque nuestros esfuerzos parecen
no tener esperanzas de lograr el cambio?

Personalmente, con esa mentalidad,

pienso que estamos perdiendo de vista
el objetivo de nuestra misión.

No estamos obligados a crear
un cambio radical en nuestra sociedad,

pero somos responsables de los que
están a nuestro alrededor.

Por mí, por la victoria
de ver a un niño sonreír

cuando le entrego un juguete que encontré

o ayudar a una madre soltera
a disminuir la cuenta de alimentos

un poco esa semana

solo para hacérselo más llevadero.

Cuando tomamos iniciativas como esta

día a día, semana tras semana, mes a mes,

es cuando nuestras acciones
lentamente comienzan a tener sentido.

Lo que alguna vez pensamos que era inútil,
como completa pérdida de nuestro tiempo,

esos esfuerzos empiezan
a acumularse ahora,

y difunden un mensaje mucho más grande
de lo que hubiéramos podido imaginar.

Yo era un reciclador urbano por diversión.

Después, rescataba buscando alimentos.

Y ahora, lo hago para reunir fondos
para construir pozos en África.

Cuando se trata de ello,

no tenemos que ser ricos, ni famosos,

y no tenemos que ser activistas radicales

con nuestras vidas enteras
dedicadas a una sola causa.

A menudo, creo que desechamos
nuestro potencial de provocar cambio

porque creemos que somos muy jóvenes,
muy viejos, que estamos muy ocupados

o demasiado cansados.

En realidad, podemos ser
un estudiante de bachillerato,

de universidad,

o en un trabajo de nueve a cinco.

y aun así podemos encontrar
formas de mejorar nuestra comunidad.

Solo tenemos que ser
conscientes de las deficiencias

y sufrimiento de nuestro alrededor,

y estar dispuestos a trabajar

por aquella gente atrapada
en estas situaciones.

Pienso en Óscar el gruñón, el personaje
que irónicamente vive en un bote de basura

y lo resume perfectamente.

Óscar dice, “Solo porque
tu vida es basura,

eso no significa que no puedas
hacer grandes cosas.

Se llama 'bote de basura',
no 'bota tu vida a la basura' ".

Gracias a todos.

(Aplausos)

(Gracias)