Si pudiera regresar el tiempo
y traer a Shalon de vuelta,
haría lo que fuera, literalmente.
Con gusto daría todo lo que tengo
si pudiera volver a ver la sonrisa
en su rostro una vez más.
Pero, desafortunadamente,
aunque Shalon estuviera aquí,
eso no cambiaría el hecho
de que entre 700 y 800 mujeres
mueren al año en EE. UU.
por complicaciones
con embarazos y partos.
Decidir tener hijos no debería ser
equivalente a una sentencia de muerte.
El índice de mortalidad materna
en EE. UU. es totalmente alarmante.
En 2017, los noticieros
de NPR y ProPublica
informaron que EE. UU. tiene el índice
más alto de mortalidad materna
que cualquier otro
país desarrollado en el mundo.
Y EE. UU. es el único país
donde ese índice incrementa continuamente.
Las madres negras, como Shalon,
siguen siendo el grupo más afectado
con respecto a la mortalidad materna.
Es verdaderamente reprobable
que las mujeres negras
mueran tres o cuatro veces más
que las mujeres blancas.
Es completamente vergonzoso
que el 60 % de esas muertes
sea completamente evitable,
como el caso de mi hija.
Y este es un hecho alarmante:
según el informe de la Administración
de Recursos y Servicios de Salud,
la diferencia en el riesgo
ha permanecido igual
en las últimas seis décadas.
Seis décadas.
Está claro que los esfuerzos para abordar
los índices de mortalidad materna
y las disparidades raciales
y de salud en el área
siguen siendo penosamente inadecuadas.
Solo cuando la raza
deje de ser el antecedente
que determine el tratamiento
que las mujeres negras reciban o no
en el sistema de salud,
entonces los resultados
serán radicalmente distintos.
Quiero ser completamente clara.
La comunidad médica les está fallando
a las madres negras de EE. UU.
Por décadas,
las mujeres negras han sido
desestimadas, ignoradas, olvidadas,
o por lo menos,
no se las ha tomado en serio
en sus interacciones
con el sistema de salud.
No es extraño que las mujeres negras
sean víctimas de racismo y discriminación
por parte de los profesionales médicos.
Ese racismo puede ser descaradamente
evidente o sutilmente encubierto.
Pero no se equivoquen, está ahí.
De nada importó que Shalon
tuviera un doble doctorado
en sociología y gerontología.
Ni siquiera importó que Shalon
tuviera dos maestrías,
una en Salud Pública
de la Universidad Johns Hopkins.
No hizo ninguna diferencia que Shalon
fuera teniente comandante
en el Servicio
de Salud Pública de EE. UU.,
ni exalumna del mundialmente reconocido
Servicio de Inteligencia Epidémica,
o una epidemióloga reconocida
en el Centros de Control de Enfermedades
y presidenta de su propia
compañía de diversidad.
Seguía siendo una mujer negra.
Una mujer negra que llegaba a un sistema
que la veía como un estereotipo
y le respondió como tal.
Durante las tres semanas
posteriores al nacimiento de su hija,
Shalon visitó a sus proveedores
de salud una y otra vez,
presa de una gran angustia.
Estaba claro que
con su educación y capacitación,
ella podía expresar sus preocupaciones
de manera clara, y así lo hizo.
Y aun así, sus súplicas de ayuda
fueron minimizadas e ignoradas
por el sesgo encubierto
de su proveedor médico.
Ese mismo sesgo, alimentado
de un racismo estructural,
es la causa principal
de las disparidades en el sector de salud.
Ese mismo sesgo tuvo que ver
con lo que le pasó a Shalon.
Ese mismo sesgo
hizo que mi hija
formara parte de las estadísticas
del 2017.
Como resultado,
perdí a mi hermosa hija.
Mi pequeña.
Perdí a mi confidente,
perdí a mi mejor amiga,
perdí mi mundo entero.
La hija de Shalon perdió a su madre
y todas las posibles relaciones
que pudieron existir entre ellas.
Puede que sea la sociedad
quien haya sufrido la mayor pérdida.
Quién sabe cuántos avances médicos
o contribuciones sociales
y de justicia pudo haber creado Shalon
si tan solo su proveedor médico
la hubiera escuchado
y le hubiera hecho caso
a sus gritos de ayuda.
Jamás lo sabremos.
Pero esto sí sabemos:
detrás de cada una de
esas 700 a 800 mujeres que mueren,
hay una familia
y toda una red social de seres queridos,
incluyendo hijos
que quedaron, como Soleil.
Soleil, la hija de Shalon,
ya tiene tres años.
Tiene una sonrisa fácil,
tan brillante como la de su madre
en cada aspecto.
Soleil es intrépida, decidida
y muy obstinada.
(Risas)
Es muy inteligente.
Soleil no deja de sorprenderme
con su manera tan segura
de moverse por el mundo.
Pero Soleil solo conoce a su madre
a través de fotografías
y atesora recuerdos que tengo
y que le comparto cada día.
Sin embargo, Soleil ama a su mami,
quien estuvo con ella
por tan solo tres cortas semanas.
Ella me lo recuerda cada día.
Me duele el corazón cada vez
que Soleil llora por su madre.
En una de esas ocasiones, Soleil me dijo:
"Abuelita, quiero ir al cielo,
para poder estar con mi mami".
Las cosas no deberían ser así.
No tienen que ser así.
De verdad, no pueden continuar así.
Cuando dije que la comunidad médica
les está fallando a las madres negras,
quizá algunos pensaron
que he generalizado demasiado.
Después de todo, solo ciertos individuos
tendrían la culpa, ¿cierto?
O quizá deberíamos decir
que solo ciertos hospitales,
los más visitados por mujeres negras,
y otras minorías,
son el epicentro
de la mortalidad materna en EE. UU.
Pero yo argumentaría que enfocarnos
en un cierto número de individuos
o un cierto número de hospitales
apenas define al problema.
El problema no está en las acciones
de personas u hospitales en específico.
Es mucho más sistémico que eso.
Por otro lado,
el predominio del problema
está profundamente arraigado
e incorporado en las bases mismas
de nuestro sistema de salud.
Este amplio fracaso
que sigue permitiendo disparidades
en temas de muerte y salud materna
es lo que hace que
las mujeres negras, como Shalon,
mueran un 300 % más
que las mujeres blancas.
Está muy bien documenntado,
año tras año, década tras década,
generación tras generación,
y no se ha hecho nada efectivo
para solucionarlo.
¿Cómo lo solucionamos?
¿Existe una respuesta definitiva
para erradicar las disparidades
en la mortalidad materna?
Bueno, los avances en la precisión
de la información son fundamentales,
pero no son suficientes.
Los algoritmos, las listas de control,
y las aplicaciones
desempeñan un papel importante,
pero tampoco son la panacea.
Y realmente no me cansaré de insistir
en que la toma de conciencia
sobre los prejuicios implícitos
sin medidas explícitas de responsabilidad
no harán ninguna diferencia.
Ya es momento,
y lo es desde hace mucho,
de que los líderes de la comunidad médica
tomen medidas para transformar
el 'statu quo' del sistema de salud.
El primer paso debe ser reconocer
que el problema inherente
en el sistema de salud
es más que un problema.
Es un fracaso.
El siguiente paso requiere
la toma de responsabilidad
y el reconocimiento de ese fracaso.
Pero el paso más importante
es tomar las medidas
necesarias de manera activa
para corregir los errores
causados por esos fracasos.
Una sabia mujer me dijo una vez:
"Si quieres algo diferente,
debes hacer algo diferente".
Mi hija estaba comprometida
a hacer algo diferente.
Shalon era conocida
como una mujer de gran integridad
y grandes valores morales.
Cuando le preguntaban
sobre sus principios de vida,
ella solía responder:
"Veo la injusticia donde sea que exista.
No temo llamarla por su nombre
y trabajo duro para erradicarla.
Prometo crear un mejor planeta".
Shalon convirtió esas palabras
en hechos cada día de su vida.
El ex-Director general
de Salud Pública, David Satcher, dijo:
"Los líderes deben
preocuparse lo suficiente,
los líderes deben saber lo suficiente,
los líderes deben estar dispuestos
a hacer lo suficiente
y los líderes deben estar dispuestos
a persistir hasta completar el trabajo".
Shalon era ese tipo de líder.
A pesar de que nunca habrá
otra líder como Shalon,
cada uno de nosotros podemos persistir
hasta completar el trabajo.
Esto es lo que yo hago para persistir
hasta completar el trabajo
para salvar a las madres negras.
Para empezar, uní fuerzas
con varias amigas de Shalon
y colegas del Centro
de Control de Enfermedades.
Fundamos una organización
sin fines de lucro.
Trabajamos duro para que no haya
más muertes evitables en madres negras.
Y así es como lo hacemos:
con acciones, acciones y más acciones.
Comprometemos a las partes interesadas
de cada área de la salud pública
y de la atención médica.
Trabajamos activamente
con la Oficina de Asuntos Legislativos.
Promovemos proyectos sobre
medidas de responsabilidad y posparto
y queremos convertirlos en ley.
Nos embarcamos en un proyecto
de investigación basado en la comunidad
que redefinirá la calidad
del cuidado médico para mujeres negras.
En definitiva, pondremos más poder
en las manos de mujeres negras.
¿Cómo haremos eso?
Empoderando a las mujeres negras
y a quien las acompañe en el parto
para contrarrestar de manera efectiva
el prejuicio y racismo al que se enfrentan
en cualquier momento durante
el embarazo, el parto y el posparto.
Miren a su alrededor.
Cada uno de nosotros en esta sala
cuenta con un círculo de influencia.
Los invito a considerar el poder
del impacto que podríamos crear
si enfocáramos esas influencias
en este problema,
en hacer la diferencia.
¿Qué tal si, al igual que Shalon,
reconocemos la inequidad,
donde sea que exista
en nuestras comunidades
y nos atrevemos a llamarla por su nombre?
¿Qué tal si nos comprometiéramos
y nos apasionáramos
por usar todos nuestros recursos
y lo que está a nuestro alcance
para eliminar esa inequidad?
¿Podríamos cambiar las cosas?
¿En verdad podríamos derribar
siglos de prejuicios
y décadas de malas prácticas?
Sé que sí podríamos.
Sé que sí podríamos,
si nos enfocáramos en ese problema,
si concentráramos esa energía colectiva.
Cito a Nelson Mandela:
"Cuando la gente se lo propone,
puede superar cualquier obstáculo".
Pero "La acción sin visión,
solo es pasar el tiempo.
La visión sin acción es solo un sueño.
Pero la visión con acción
realmente puede cambiar al mundo".
La vida de Shalon era
la representación perfecta de la visión.
La muerte de Shalon
es nuestro llamado a la acción.
Así que hoy, prometamos todos
hacer lo que sea que podamos.
Prometamos corregir este mal.
Prometamos ser parte de la solución
hasta que las mujeres negras
ya no sean marginadas
ni mueran innecesariamente
en manos del sistema de salud.
Y como mi hija,
(con voz quebrada)
la Dra. Shalon MauRene Irving,
prometamos crear un mejor planeta.
Gracias.
(Aplausos)