Fue un festín sin igual en Egipto. El dios guerrero Set y su esposa la diosa Neftis decoraron un salón de forma extravagante para la ocasión, y colocaron en el centro un bello cofre de madera. Invitaron a todos los dioses ilustres, a decenas de deidades menores y a monarcas extranjeros. Pero ninguno causó tanto revuelo como el hermano mayor de Set y Neftis, Osiris, el dios que gobernaba Egipto y traía prosperidad a todo el territorio. Set propuso un juego: quien cupiera perfectamente en el cofre se lo quedaría como regalo. Uno tras otro los invitados intentaron entrar al cofre, pero ninguno cabía. Finalmente llegó el turno de Osiris. En cuanto se recostó, todos vieron que cabía perfectamente: otra victoria para el dios a quien nada le salía mal. Entonces Set cerró de golpe la tapa, encerró a Osiris dentro y arrojó el cofre al Nilo. El cofre era un sarcófago. Set lo había construido especialmente para atrapar a su hermano y el objetivo del festín era usarlo como señuelo. Set llevaba tiempo sintiendo celos del exitoso reino de su hermano, y pretendía reemplazarlo como gobernante de todo Egipto. El Nilo condujo el cofre hacia el mar, donde flotó a la deriva por varios días hasta encallar cerca de las costas de Biblos, donde un gran cedro creció a su alrededor. La esencia del dios dio al árbol un aura divina, y cuando el rey de Biblos lo notó ordenó que talaran el árbol y lo llevasen al palacio. Él no lo sabía, pero el árbol aún contenía el cofre con el dios más poderoso de Egipto. La victoria de Set parecía absoluta, pero‎‏‎ no había tenido en cuenta a sus hermanas. Neftis, la esposa de Set, era también su hermana; y su otra hermana, la diosa Isis, estaba casada con su hermano Osiris. Isis estaba decidida a encontrar a Osiris y convenció a Neftis de ayudarla a espaldas de Set. Las dos hermanas adoptaron la forma de halcones y viajaron por todo Egipto. Unos niños que habían visto el cofre flotando cerca les señalaron el palacio de Biblos. Isis cambió de disfraz y se dirigió al palacio. La reina estuvo tan encantada con el disfraz de la diosa que le confió el cuidado de su bebé, el príncipe. Isis decidió conceder al niño la inmortalidad al bañarlo en llamas. Cuando la reina observó aterrorizada esta escena, Isis se mostró como deidad y exigió que le entregaran el árbol. Tras extraer el cofre del árbol, lo abrió pero Osiris ya estaba muerto. Con tristeza, llevó el cuerpo a Egipto y lo ocultó en un pantano, mientras ella buscaba los medios para resucitarlo. Pero entonces Set encontró el cuerpo y lo cortó en pedazos que desperdigó por todo Egipto. Isis había perdido a Osiris por segunda vez, pero no desistió. Buscó por todo el territorio en una balsa de papiro. Una por una, localizó todas las partes del cuerpo desmembrado de su esposo, dispersas por las provincias de Egipto. Hizo un funeral para cada una de ellas. Finalmente, consiguió reunir todas las partes excepto una: su pene, que había sido devorado por un pez del Nilo. Con lo que tenía, Isis reconstruyó y revivió a su marido. Pero sin su pene, Osiris estaba incompleto. No podía permanecer entre los vivos, ni retomar su antigua posición como gobernante de Egipto. Ahora gobernaría Duat, el reino de los muertos. Aunque antes de irse, concibió un hijo que continuaría su legado y, llegado el día, lo vengaría.