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Title:
Cómo apagar los pensamientos del trabajo en el tiempo libre
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Description:
¿Te sientes agotado? Quizá pasas demasiado tiempo rumiando acerca de tu trabajo, dice el psicólogo Guy Winch. Aprende a despreocuparte de las tareas de mañana y deja de machacarte con tensiones de la oficina con tres simples técnicas dirigidas a ayudarte a que te relajes en serio y te recargues después del trabajo.
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Speaker:
Guy Winch
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Quise ser psicólogo desde la adolescencia
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y pase años persiguiendo esa meta única.
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Abrí mi consultorio privado
en cuanto me gradué.
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Fue arriesgado no tener un trabajo
seguro en un hospital o una clínica,
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pero en un año, me iba
bien en el consultorio
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y ganaba dinero como nunca antes.
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Claro, había sido estudiante
a tiempo completo toda la vida.
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Podría haber trabajado en McDonald's
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y haber hecho más dinero.
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El primer aniversario fue
un viernes de julio por la noche,
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caminé a casa a mi apartamento
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y en el ascensor coincidí
con un vecino médico de emergencias.
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El ascensor subió,
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luego tembló y se atoró entre pisos.
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Y el hombre que atendía
emergencias en su trabajo
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empezó a tocar los botones
y a golpear las puertas diciendo
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"¡Esto es mi pesadilla,
esto es mi pesadilla!".
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Y yo pensé: "Y esta es mi pesadilla".
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Pero después me sentí mal.
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Porque no tenía pánico
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y sabía qué decirle para calmarlo.
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Simplemente estaba
muy cansado para hacerlo,
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no me quedaba nada para darle
y eso me confundió.
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Después de todo,
estaba viviendo mi sueño,
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entonces ¿por qué no era feliz?
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¿Por qué me sentía tan fatigado?
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Por unas cuantas horribles semanas,
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me cuestioné si había cometido un error.
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¿Y si he elegido la profesión equivocada?
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¿Y si he dedicado mi vida a
lograr una carrera equivocada?
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Pero luego me di cuenta de que no,
que todavía amaba la psicología.
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El problema no era el trabajo
que hacía en la oficina,
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eran las horas que pasaba
rumiando acerca del trabajo
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cuando estaba en casa.
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Cierro la puerta de
mi oficina todas las noches,
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pero la puerta en mi cabeza
permanece abierta
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y el estrés se desborda.
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Eso es lo interesante del estrés laboral.
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No lo experimentamos mucho en el trabajo,
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estamos demasiado ocupados.
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Lo experimentamos fuera del trabajo,
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cuando nos transportamos,
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cuando estamos en casa,
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cuando intentamos rejuvenecernos.
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Es importante recobrar
nuestro tiempo libre,
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quitar el estrés, hacer lo que nos gusta
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y el mayor escollo que enfrentamos
al respecto es la rumiación.
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Porque cada vez que lo hacemos,
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en realidad, activamos
nuestra respuesta de estrés.
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Rumiar significa masticar.
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La palabra se refiere a
cómo las vacas digieren la comida.
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Para quienes no conocen
del gozo de la digestión vacuna
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la vaca mastica,
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luego traga,
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regurgita y vuelve a masticar.
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Pero funciona para las vacas.
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No funciona para los humanos.
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Porque lo que rumiamos
son cosas molestas,
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cosas que tensan,
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y lo hacemos de formas que
son totalmente improductivas.
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Son las horas que pasamos obsesionados
con las tareas que no terminamos,
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con las quejas de tensiones con un colega
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o con la preocupación ansiosa del futuro,
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o con cuestionar decisiones ya tomadas.
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Hay mucha investigación
de cómo pensamos sobre el trabajo
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cuando no estamos en el trabajo,
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y los resultados son bastante alarmantes.
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Rumiar sobre el trabajo, es decir
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tener los mismos pensamientos
y preocupaciones una y otra vez,
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perturba considerablemente la habilidad
de recuperarnos y recargarnos.
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Cuanto más rumiamos sobre el trabajo,
estando en casa,
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más probable es que
nuestro sueño se perturbe,
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que nos alimentemos mal
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y que tengamos peor ánimo.
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Nuestro riesgo de males cardiacos
puede incluso aumentar
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y perjudicar
nuestro funcionamiento ejecutivo,
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las habilidades mismas que requerimos
para hacer bien nuestro trabajo.
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Sin mencionar el impacto
en nuestras relaciones y familia,
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porque la gente que nos rodea
puede notarnos perdidos y preocupados.
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Esos mismos estudios constatan
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que rumiar acerca del trabajo en casa,
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daña nuestro bienestar emocional,
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mientras que pensar en trabajo creativo
o formas de solucionar problemas, no.
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Porque esos tipos de pensamientos
no suscitan tensión emocional
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y, más importante,
están bajo nuestro control.
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Podemos decidir responder a un correo
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o dejarlo para mañana,
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o hacer lluvia de ideas de proyectos
que nos emocionan.
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Pero las rumiaciones son involuntarias,
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son entrometidas.
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Salen en nuestra cabeza
cuando no las queremos.
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Nos molestan cuando
no queremos sentirnos molestos.
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Nos encienden cuando queremos apagarnos.
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Son difíciles de resistir,
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porque sentimos urgencia al pensar
en todas nuestras tareas inconclusas.
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Preocuparse ansiosamente
del futuro parece ineludible.
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Rumiar siempre se siente
como que hacemos algo importante,
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cuando en realidad,
nos estamos haciendo daño.
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Y lo hacemos más seguido
de lo que imaginamos.
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En el pasado cuando andaba fatigado,
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decidí, hacer un diario una semana
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y documentar exactamente
el tiempo que pasaba rumiando.
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Los resultados me asustaron.
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Más de 30 minutos por la noche
cuando quería dormir.
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Mi trayecto entero
de ida y vuelta a la oficina,
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como 45 minutos al día.
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Con seguridad otros 20 minutos
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en la fiesta en casa de un colega.
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No me volvieron a invitar.
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Y 90 minutos durante
el "show de talento" de un amigo
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que, por coincidencia, fue de 90 minutos.
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En total, esa semana,
fueron casi 14 horas,
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de tiempo en vano que perdí
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en algo que de hecho aumentaba mi estrés.
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Intenten llevar un diario una semana.
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A ver cómo les va.
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Eso me hizo darme cuenta
de lo mucho que me gusta mi trabajo.
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Pero rumiar estaba destruyendo ese amor
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y estaba destruyendo también
mi vida personal.
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Así, leí todos los estudios que encontré
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para combatir mis rumiaciones.
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Cambiar hábitos cuesta.
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Requirió de tesón para detenerme
cada vez que rumiaba,
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y verdadera constancia
para lograr mantener los nuevos hábitos.
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Pero con el tiempo, lo logré.
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Gané la guerra contra la rumiación
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y aquí estoy para decirles
cómo pueden combatirla.
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Primero, deber eliminar las rejas.
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Tienen que definir cuando
se desconectan en las noches,
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cuando dejan de trabajar
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y ser estrictos al respecto.
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La regla que me hice en su momento
fue que me desconectaba a las 8 p. m.
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y me obligué a mantenerlo.
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La gente me dice,
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"¿De verdad? ¿No contestabas
ningún correo después de las 8 p. m.?
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¿No mirabas ni siquiera el teléfono?
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No, ni una sola vez.
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Porque eran los 90 y
no teníamos 'smartphones'.
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Mi primer smartphone lo tuve en 2007.
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Ya saben, el iPhone acaba de salir
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y quería un teléfono
ingenioso y a la moda.
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Tenía una BlackBerry.
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ya saben, mi primer pensamiento,
"recibiré correos donde sea que esté".
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Y 24 horas después,
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andaba, "recibiré mis correos
donde sea que esté".
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Quiero decir, combatir
las rumiaciones fue muy arduo
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pues invaden nuestros pensamientos.
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Pero ahora tenían ese caballo de Troya,
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nuestros teléfonos para esconderse.
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Cada vez que vemos
nuestros teléfonos fuera de horario,
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nos recuerdan el trabajo
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y los pensamientos rumiosos se infiltran
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y exterminan nuestra noche
o fin de semana.
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Así, cuando se desconectan,
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desconectan las notificaciones de correo.
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Si tienen que revisarlos,
decidan cuándo hacerlo
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tal que no interfiera en sus planes
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y háganlo solo entonces.
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Los celulares no son la única tecnología
que empodera las rumiaciones,
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porque tenemos aún
una pelea mayor que enfrentar.
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Las telecomunicaciones han crecido
115 % en la pasada década.
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Se espera que crezcan
aún más drásticamente.
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Cada vez más perdemos
nuestro límite físico
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entre trabajo y casa,
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es decir,
que los recordatorios del trabajo
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pueden disparar nuestras rumiaciones
donde sea que estemos en casa.
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Cuando carecemos de un límite físico
entre trabajo y casa,
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tenemos que crear uno psicológico.
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Tenemos que convencer
a nuestra mente
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de que defina espacios y tiempos
de trabajo y no trabajo.
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He aquí cómo hacerlo.
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Primero, crear una zona de
trabajo definida en la casa,
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incluso si es reducida
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e intenten trabajar ahí.
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No traten de trabajar
en el sofá de la sala
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o en la cama
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porque en realidad son áreas
que deberían estar relacionadas
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con estar y dormir.
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Luego, cuando trabajen en casa,
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usen ropa que solo usan
cuando están trabajando.
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Después al final del día,
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cambien de ropa
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y usen música y luz
que cambie el ambiente
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de trabajo a casa.
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Háganlo un ritual.
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Algunos de Uds. pensarán
que esto es tonto,
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que cambiar de ropa y luz
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convencerá a su mente
de no seguir trabajando.
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Pero créanme, su mente lo hará.
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Porque en efecto somo listos,
nuestra mente es en efecto estúpida.
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Se deja llevar por asociaciones
aleatorias todo el tiempo, ¿no?
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Quiero decir, como el perro de Pávlov
que babea al oír la campana
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y por qué los oradores de TED empiezan
a sudar cuando ven el círculo rojo
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pero las rumiaciones seguirán invadiendo
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y cuando lo hagan,
las tienen que convertir
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en formas productivas de pensamiento
que sean de resolución de problemas.
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Mi paciente Sally es un buen ejemplo.
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A Sally le dieron
un ascenso para toda la vida,
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pero venía con un precio.
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No podría seguir recogiendo a su hija
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del colegio todos los días
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y eso le partía el corazón.
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Entonces se le ocurrió un plan.
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Cada martes y jueves, Sally
salía temprano del trabajo,
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recogía a su hija del colegio,
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jugaba con ella, le daba de comer,
la bañaba y la metía a la cama.
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Luego regresaba a la oficina
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y trabajaba pasada la medianoche
para ponerse al día.
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Solo que diariamente Sally
decía rumiar
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cada minuto que pasaba de
tiempo de calidad con su hija,
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rumiando acerca de
la cantidad de trabajo que tenía.
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Rumiar a menudo nos priva de
nuestros momentos más preciados
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Sally rumiaba,
"Tengo tanto trabajo que hacer",
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es de lo más común.
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Y como siempre,
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es inútil y perjudicial,
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porque no lo hacemos cuando
trabajamos y resolvemos cosas,
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lo hacemos cuando salimos del trabajo,
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cuando intentamos relajarnos y
hacer cosas que nos importan
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como jugar con los niños
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o salir con nuestra pareja.
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Para convertir un pensamiento
rumioso en uno productivo,
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deben plantearlo
como un problema a resolver.
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La versión de solucionar un problema
de "tengo mucho trabajo que hacer"
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a una cuestión de horario.
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como, "¿Cómo programo
las tareas que me molestan?
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O, "¿Cómo acomodo mi horario
para atender lo más urgente?".
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O incluso, "¿Cuándo me puedo
pasar 15 minutos de mi horario?".
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Todos esos problemas se pueden resolver
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"Tengo mucho trabajo que hacer", no.
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Atacar las rumiaciones es difícil,
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pero si mantienen sus límites,
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si hacen hábito la transición
de trabajo a casa,
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y se entrenan en
cómo convertir sus rumiaciones
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en formas de pensamiento productivo
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lo lograrán.
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Apartar las rumiaciones en verdad
mejoró mi vida personal,
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pero lo que mejoró aún más,
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fue el gozo y la satisfacción
que obtengo de mi trabajo.
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El punto de partida para crear
un equilibro sano de trabajo y vida
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no está en el mundo real,
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está en sus cabezas,
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está en la rumiación.
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Si quieren reducir su estrés
y mejorar su calidad de vida,
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no tienen necesariamente
que cambiar sus horas de trabajo,
-
solo tienen que cambiar
su forma de pensar
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