Un día en la vida de un arquitecto en la antigua Grecia - Mark Robinson

Corre el año 432 a. C. en Atenas. El sol despunta, y Fidias ya llega tarde a su trabajo. Es el maestro de obras del Partenón, el templo más nuevo y grande de la ciudad. Al llegar, funcionarios del gobierno los acusan de apropiarse del oro destinado a la construcción de la imponente estatua sagrada del templo. Le han dado plazo hasta el anochecer para probar su inocencia. De lo contrario, deberá enfrentar un juicio ante la corte. Mark Robinson relata un dia en la vida de un arquitecto en Grecia.

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Cuando sol despunta en Atenas,
Fidias ya llega tarde a su trabajo.

Corre el año 432 aC.

y él es el "architekton",
o maestro de obras del Partenón,

el templo más grande
y nuevo de la ciudad de Atenas.

Cuando esté acabada,

su obra maestra será un enorme santuario
consagrado a la diosa Atenea

y testimonio del esplendor
de los atenienses.

Pero al llegar, se encuentra con cinco
"epistatai" o funcionarios del gobierno,

que lo esperan para enfrentarlo.

Lo acusan de apropiarse del oro

destinado a construir la majestuosa
y sagrada estatua del templo.

Le han dado plazo hasta el anochecer
para rendir cuentas de la construcción

y explicar en detalle
el destino de cada gramo de oro.

De lo contrario, deberá someterse
a un juicio ante la corte.

Estas falsas acusaciones son una ofensa
para Fidias, pero no una sorpresa.

Pericles, el político que ordenó
la construcción del Partenón,

cuenta con numerosos enemigos
dentro del gobierno

y, además, este proyecto
no está exento de controversias.

Los ciudadanos esperan
un templo clásico de estilo dórico:

columnas sencillas que sostienen
un entablamento horizontal

coronado con un techo triangular.

Pero el plan de Fidias es claramente
revolucionario para el estándar ateniense.

Su diseño es la combinación
de columnas dóricas

con un friso jónico que exhibe
una sucesión de escenas

del festival de las Grandes
Panateneas de la ciudad.

Este bajorrelieve no solo representaría
a dioses y humanos en un mismo espacio

—algo nunca visto antes
en la decoración de un templo—,

sino que su costo superaría
con creces el de un diseño tradicional.

Implorando a los dioses que sus colegas
hayan llevado un registro de gastos,

Fidias se dispone a probar su inocencia.

Primero consulta
a sus arquitectos Ictino y Calícrates.

En lugar de usar un anteproyecto,

despliegan el "syngraphai" o plano general

y el "paradeigma", un modelo en 3D.

Sin un anteproyecto preciso, el equipo
resuelve las dificultades en tiempo real,

guiándose solo por minuciosos cálculos
y por el instinto de simetría.

Pero mantener esa simetría
no resultaba nada sencillo.

El Partenón se asienta sobre una curva

con las columnas levemente
inclinadas hacia el centro.

Para darle apariencia de solidez,

y para que las columnas
se vean rectas a la distancia,

los arquitectos las construyeron
usando la éntasis,

es decir, con un ligero abultamiento
en cada una de ellas.

En cuanto
a los otros elementos del templo,

el equipo calcula las simetrías usando
proporciones relativamente uniformes

en el diseño general.

Pero los cambios que hacen en el plano
los obligan a recalcular todo el tiempo.

Tras ayudarlos a resolver
unos de esos cálculos,

Fidias recoge los preciados
registros de sus colegas,

y se marcha
para recibir un envío muy especial.

Se trata de enormes bloques de mármol

procedentes de
las canteras del monte Pentélico

para construir el frontón del templo.

Las rampas comunes colapsarían

bajo el peso de estos bloques
de piedra de entre 2 y 3 toneladas.

Fidias ordena entonces
la construcción de nuevas poleas.

Luego de computar este gasto adicional

y de supervisar
la construcción toda la tarde,

finalmente se dirige
al taller de las esculturas.

Allí, sus escultores tallan
92 escenas de mitos o metopas,

para decorar el templo.

Cada escena describe
enfrentamientos en épicas batallas,

representaciones míticas
de la victoria griega contra los persas

ocurrida unos 40 años antes.

Nunca se habían usado tantas metopas
para decorar un templo,

y cada nueva escena engrosaba
los desorbitantes gastos de construcción.

Por último, Fidias se aboca
a su responsabilidad principal

y eje central de todo el templo.

Cubierta con gruesas láminas de oro,
minuciosamente decorada

y erigida a una imponente altura
para ser adorada por sus fieles,

la estatua sería la patrona protectora
de la ciudad: Atenea Pártenos.

Cuando el templo quede terminado,
la multitud se congregará a su alrededor

para elevar plegarias, hacer sacrificios

y ofrecer libaciones en honor
a la diosa de la sabiduría.

Fidias dedica el resto del día

a completar los últimos
detalles de la estatua.

Cuando la luz del día va cayendo,
los epistatai regresan a enfrentarlo.

Tras examinar los registros de mal modo,
asoma en ellos una mirada triunfal.

Fidias justifica los gastos generales
del templo en tiempo y forma,

pero sus papeles nada mencionan
sobre el oro de la estatua.

En ese momento, Pericles aparece
en persona para salvar a Fidias.

El impulsor de la construcción del templo

les dice que el oro de la estatua
puede ser retirado en su totalidad

y pesado lámina por lámina
para probar la inocencia de Fidias.

Fidias ordena a los obreros
realizar la tarea,

encarga a los funcionarios
el control del trabajo durante la noche

y se marcha con su mecenas.

Los adversarios quedan ahora
a merced de la poderosa Atenea.