Quítate las cadenas | Theresa Menting | TEDxFondduLac

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente de las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

Theresa Menting comparte con nosotros en su sentida charla TED sobre cómo contar su historia ha hecho posible que ella y otras personas hayan podido quitarse las cadenas que les impedían seguir adelante con sus vidas.

Theresa trabaja en la actualidad para el condado de Fond du Lac como coordinadora de voluntarios, así como especialista en música y memoria, donde ha creado un programa para distrubir iPods a personas que padecen principios de demencia y Alzheimer para que sientan menos ansiedad y para contribuir con que nuestra comunidad sea más apta para las personas con demencia. A su vez, ha creado Women's Empowerement Series, cuyo objetivo principal es brindarles a las mujeres del condado de Fond du Lac con problemas la oportunidad de contar sus historias, asistir a clases guiadas con oradores profesionales y forjar relaciones con mentores y otras participantes para superar tiempos difíciles.

Todos tenemos una historia
que nos ha hecho quienes somos.

Estas historias se dividen en capítulos
de amor, dificultades, éxito y pérdida.

Y, aunque estas historias
sean diferentes entre sí,

los sentimientos de dolor y felicidad
pueden llegar a ser los mismos.

Las decisiones que tomas
y las situaciones que vives

pueden causar un efecto dominó.

Y puede que ese efecto
añada otro eslabón a la cadena,

y esa cadena puede llegar
poco a poco a encadenarte.

Mi historia comienza a una edad temprana.

Era una niña obesa
que ansiaba ser aceptada.

Nunca se me olvidará lo que me dijo
un profesor de octavo grado:

"Si haces una comida menos al día,
acabarás bajando de peso".

Así que hice una comida menos.

Yo creía que era la solución
a todos mis problemas.

Al ser una niña con sobrepeso,

tuve que soportar continuamente
que se metieran conmigo por mi peso.

Ningún chico me pedía salir.

Rara vez tenía amigas
con las que quedar para dormir.

Siempre quise ser animadora,

pero no me atrevía
a ponerme esos uniformes.

¿Y qué hay de los deportes?
No nos engañemos.

Me interesaba más el color de mi uniforme
y recoger flores del campo,

pero lo intenté con todas mis fuerzas.

Estaba dispuesta a realizar
cualquier cambio que fuera necesario

para sentirme aceptada.

En mi caso, mi cambio tuvo lugar
a través de un desorden alimenticio.

Y cuanto más peso bajaba,
más se me valoraba.

Estaba funcionando.

Empecé a gustarle más a la gente
y me hablaban más,

así que no dejé de bajar de peso.

Estaba segura de que
lo tenía bajo control.

Nunca me habría imaginado
que se me iría de las manos

o que algo me pasaría que provocaría
que se convirtiera en algo más grave.

Pero poco a poco
me estaba encadenando a mí misma

y tardé años en quitarme esas cadenas.

Conforme fui creciendo,
mis padres me apoyaron muchísimo.

Siempre me dijeron
que fuera quien yo quería ser.

En mi último año

me aceptaron en la American
Musical and Dramatic Academy

de Nueva York.

Era un sueño que se había hecho realidad.

Pero a mi madre, por alguna razón,
le costó aceptarlo.

Y no estaba segura
de si era porque estaba lejos,

porque teníamos una relación estrecha,

o por mi peso, ya que
estaba bajando demasiado.

Me dijo:

"Como vayas a Nueva York,
te van a violar".

Adelantamos el tiempo a 2018.

Me encontraba en una sala
frente a mujeres que anhelaban un cambio,

que se sentían rotas y solas.

Estas mujeres se sentían cohibidas
y no veían lo bellas que eran.

Odiaban los cuerpos
en los que se encontraban.

Algunas de ellas
habían experimentado abusos sexuales.

Habían sido usadas y violadas
por las personas más cercanas a ellas.

Recibían abusos

mentales, físicos, emocionales
y sexuales incesantemente.

Algunas ocultaban su dolor
con drogas y alcohol

y acabaron atrapadas
por esas terribles adicciones.

Llevaban arrastrando consigo
una gran cantidad de cadenas

que cada vez pesaban más y más.

Y estas mujeres
tenían cada vez menos energías.

No me topé con un grupo de mujeres
fuera de lo común.

Es mucho más común
de lo que la gente pueda pensar.

De acuerdo con

la Asociación Estadounidense
de Psicología,

un 50 % de las personas

experimentará al menos
un suceso traumático en sus vidas.

Es más, el 8 % de estas personas
padecerá TEPT,

y esa cifra es el doble
en el caso de las mujeres.

Es importante que nos demos cuenta
de que el trauma

no solo lo padece un soldado de guerra
o la víctima de una violación.

El trauma abarca muchas otras situaciones
que son demasiado comunes:

desde la violencia doméstica,

al abuso emocional crónico
por parte de la pareja.

Hay investigaciones que muestran
que las víctimas de estos delitos

presentan niveles más altos

de depresión, ira,
ansiedad, irritabilidad,

problemas de convivencia, pesadillas

y, en algunos casos, se suicidan.

La mayoría lo sufre en silencio

porque la vergüenza acerca de lo sucedido
les impide buscar ayuda.

Cada una de estas mujeres
tiene una historia distinta.

Están atadas a cadenas de distinta clase.

Lo único que quieren
es que alguien se las quite.

Yo lo que quería era que estas mujeres
sintieran cariño y aceptación,

así que monté unas clases en la comunidad

y las mujeres comenzaron a venir a mí
para que les diera respuestas.

En una de nuestras clases iniciales
estas mujeres se abrieron mucho

y compartieron con el resto
sus problemas.

Yo siempre participo escuchando
y liderando las discusiones.

Y en una ocasión una de las mujeres
levantó la mano,

me miró a la cara y dijo:

"¿Quién eres tú para decirme
lo que es pasarlo mal?

Tienes una vida perfecta".

Me quedé helada. Quería decirle:
"¿De qué estás hablando?".

Tenía tantas cosas que decir
y sentía ganas de llorar,

pero no lo hice; mantuve la compostura.

Inspiré y espiré unas cuantas veces

y dije:

"He pasado por mi propio trauma personal".

Esto fue algo que nunca pensé que pasaría.

Por mucha figura pública que sea,
soy muy celosa de mi intimidad.

Escondía muchos secretos.

Era una mujer de negocios,

así que no quería que se me conociera
por las heridas que escondía a los demás.

Pero eso no importaba,

porque en aquel momento
necesitaba que esas mujeres

vieran que estaba emprendiendo
el camino con ellas,

que no estaba por encima.

Necesitaba que vieran que,

detrás de todo esto,
yo también sentía dolor.

Aunque no fuera
el mismo tipo de sufrimiento,

no dejaba de ser mi sufrimiento.

Era mi historia.

Y esa es mi historia que contar.

Yo tenía mis propias cadenas,

cadenas de baja autoestima
y odio hacia mi cuerpo

que habían tomado forma
de desorden alimenticio

y que habían hecho añicos
mis sueños por completo.

Y aquellas cadenas
se cerraron a cal y canto

cuando los miedos de mi madre
se acabaron confirmando.

Esa violación en Nueva York
que predijo mi madre

me pasó.

Me cerré en mí misma.
Decidí no contárselo a nadie.

Ese desorden alimenticio
que tenía tan bajo control

acabó yéndosme de las manos,

lo que me llevó a que renunciara
a mi sueño en Nueva York.

Por aquel entonces
se me metió en tratamiento

y aquel mundo perfecto que tenía
quedó fuera de control.

Mis cadenas se cerraron
por aquel secreto tan grande.

Y esas cadenas se hicieron
cada vez más pesadas al comérmelo yo sola.

El silencio me acabó matando.

Tres años después de aquella violación

intenté suicidarme.

He de decir que no quería morir.

Solo quería que los recuerdos
y las pesadillas cesaran.

Y era lo único en lo que podía pensar:

en acabar con todo.

Y fue entonces, cuando estaba
en esa cama de hospital,

que mi madre se enteró.

Me miró a los ojos y dijo:

"Te violaron en Nueva York, ¿verdad?".

Me inundó mucha paz durante un momento

cuando terminé de contarles mi historia
a este grupo de mujeres.

Muchas de ellas derramaron lágrimas,

se oyeron varios "gracias",

hubo sonrisas

y sintieron una oleada de calidez.

Y, de repente,

tenía una conexión de hermandad tácita
con todas ellas.

También descubrí una paz interior

completamente nueva.

Fue en ese momento
que caí en que contar mi historia

era una poderosa herramienta
para enfrentarme a mi trauma.

Lo que no conté en detalle

en aquel momento

fue lo que pasó tras esos sucesos.

¿Cómo seguí adelante

y no dejé que los traumas del pasado
me consumieran y paralizaran?

No me malinterpreten.

Muchos días me sentía insignificante

o como que llevar puestas
esas cadenas tan pesadas

se había convertido en lo normal en mí.

Pero la clave para por fin
deshacerme de aquellas cadenas

y de liberarme de todos
esos traumas del pasado

era que alguien me contara su historia,

y no me di cuenta de ello
hasta mucho tiempo después.

Esa persona fue mi madre.

Aunque su historia
es muy distinta a la mía.

me hizo darme cuenta de que,
si ella pudo superar sus problemas

y tener una vida maravillosa,
yo también podía.

Empecé a tener la ambición
de centrarme en mí misma

y de cambiar mi vida
para que tuviera más sentido.

Empecé a sentirme fuerte
y conectada con el mundo que me rodeaba

al darme cuenta de que
no me encontraba sola en este viaje.

Mis cadenas estaban
cada vez más sueltas

y se me iban abriendo

hasta que al final
me dejaron vivir mi vida

más allá de los problemas
que había tenido en mi historia

y de los traumas del pasado.

Desde entonces, mi vida
ha ido por distintos caminos.

Algunos de esos caminos
han sido mejores que otros.

Pero todos ellos
me han traído oportunidades,

y estas me han llevado
delante de esas mujeres,

que es donde compartí mi historia.

Contar mi verdad aquel día
también me demostró

que las experiencias que se comparten
son muy poderosas.

En el programa hubo muchas otras
que se abrieron

y contaron las adversidades
que estaban pasando.

Y muchas de ellas

prefieren el infierno en el que viven
y que han normalizado

a atravesar las llamas de lo desconocido
para alcanzar una vida mejor.

Porque ese infierno
es lo único que conocen.

Convencer a estas mujeres
para que atraviesen las llamas

y se quiten las cadenas

se consigue cuando no se sienten solas,

cuando tienen voz

y cuando quieren ver todo lo que valen.

Una de las mujeres que perteneció
a la primera promoción

volvió para ser una líder el segundo año.

Desde temprana edad,

Kerry tuvo que soportar
todo tipo de abusos.

Los abusos la persiguieron
hasta en su matrimonio.

Tras por fin encontrar una salida
y pasar por una desagradable separación

la situación empeoró drásticamente.

Cuando estaba trabajando como enfermera,

Kerry recibió una llamada
que cambiaría su vida para siempre.

Tras varias llamadas perdidas
y mensajes de texto,

la cuñada de Kerry le informó
que su ex planeaba matarla

a ella y a sus dos hijos.

Se realizó un cierre de emergencia

en el trabajo de Kerry
y en el colegio de los niños.

La policía se encontró después a su ex

con un camión lleno
de munición y pistolas.

Kerry ha vivido un miedo constante

desde aquel día.

Las repercusiones psicológicas
de aquel suceso traumático

y tantos años de abuso

provocaron que Kerry perdiera
el trabajo que tanto le gustaba.

Kerry contó esto y muchas cosas más.

Desde entonces ha usado su voz

para ayudar a los demás

y ha convertido su dolor en su pasión.

Durante esta experiencia,
las cadenas de Kerry se han ido abriendo.

Kerry dijo:

"Me he dado cuenta de que compartir
mi historia me ayuda a curarme.

Si puedo ayudar a una persona,
habrá valido la pena".

Noto cómo cambian
las personas a las que hablo:

su seguridad en ellas mismas

y el saber que no es culpa suya.

Les digo: "No están solas".

Nadie lleva puestas las mismas cadenas,

pero compartir mi historia
ha ayudado a muchas,

al igual que la historia
de mi madre me ayudó

y la historia de Kerry
sigue ayudando a tantas.

Psychology Today dice

que contarle nuestra historia
a alguien de confianza

puede ayudar a aliviar
el sentimiento de vergüenza

que queda como secuela
de un suceso traumático,

puesto que a menudo nos autoculpamos
por el resultado.

Puede hacer que los constantes recuerdos
asociados al suceso

sean menos intensos y problemáticos

y que dejen de oprimirnos.

Puede darle otro significado
a nuestra historia,

recordándonos que no somos presa fácil,

sino supervivientes fuertes que
se merecen algo muchísimo mejor.

Este es el proceso que vi
desarrollarse lentamente

conforme estas mujeres se abrían
y contaban su historia.

Las mujeres se curan en gran parte
al darse cuenta de que no están solas.

Ven que alguien que ha pasado por tanto
en su vida ha tenido éxito,

y eso les da la esperanza
de que pueden conseguir lo mismo.

Movimientos públicos como el Me Too

tienen mucho poder.

Aunque tu historia no tiene que ser

tan pública como las
del movimiento Me Too,

todos tenemos que encontrar
nuestro modo personal

de compartir nuestra historia,

ya sea orientando, sumándote
a grupos de defensa de causas,

sumándote a grupos de apoyo

o compartiendo tu historia con un amigo
o familiar que también lo está pasando mal

en persona.

Porque compartir tu historia en persona

y conectar a nivel emocional
tiene algo más de especial,

como la sensación de hermandad
que experimenté

cuando terminé de contar mi historia.

No me di cuenta de inmediato,

pero compartir mis experiencias
también me ha dado

una nueva sensación de libertad.

Pensábamos que las cadenas
de nuestros traumas eran permanentes.

Solo deseábamos que pasara algo
para que cambiaran en cierto modo.

Pero me he dado cuenta
de que contar tu historia

es la llave para poder
quitarte las cadenas.

No solo por los que nos rodean,
sino por nosotros mismos.

Esta es mi historia.
Les he dado la llave.

Gracias.

(Aplausos)