Únicos y solitarios: transformados por la imaginación y la vulnerabilidad | Elizabeth Rowe | TEDxBeaconStreet

¿Alguna vez se han sentido solos? Todo el mundo se ha sentido así alguna vez, pero esta sensación es especialmente común entre aquellos considerados "únicos", aislados de sus semejantes porque son diferentes de alguna manera importante. En esta conmovedora charla, la renombrada música clásica Elisabeth Rowe comparte sus dificultades siendo "la única" y las lecciones que ha aprendido en el camino. Nos invita a un viaje en el que aprovecha el poder de la imaginación y la vulnerabilidad para crear una comunidad.

Elizabeth Rowe es la flautista principal de la Sinfónica de Boston, orquesta de renombre mundial. Considerada una “flautista divina” por el New York Times, ha actuado junto al resto de la orquesta en muchas grabaciones galardonadas con premios Grammy. Elisabeth fue el foco de atención en 2018 cuando presentó una demanda de pago equitativo contra la orquesta. La demanda, considerada la primera de este tipo en su ámbito, obtuvo la atención de la prensa nacional e internacional, y culminó con un artículo del Washington Post, minuciosamente documentado, que reveló la significativa brecha salarial de género en el ámbito de la música orquestal. Poco después, el Boston Globe le rindió homenaje como bostoniana del año, llamándola “La luchadora”. Elisabeth y la Orquesta Sinfónica de Boston llegaron a un acuerdo en el año 2019 y sigue siendo miembro de la misma. Al arrojar luz sobre las condiciones salariales en su ámbito laboral, sus acciones continúan planteando cuestiones relevantes en su profesión y sigue creando oportunidades para apoyar cambios.

Además de su trabajo como música y defensora de causas, Elisabeth se ha comprometido a ser mentora de las siguientes generaciones de músicos y artistas, animándolos a liderar en sus ámbitos laborales con valentía. También le interesa tender puentes y fomentar las conexiones entre personas de distintos ámbitos que buscan tener un impacto en sus lugares de trabajo.

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en http://ted.com/tedx

Todos sabemos lo que es sentirse solo.

Nos sentimos solos por muchos motivos,

algunos evidentes y otros
un tanto sorprendentes.

Hace 15 años conseguí uno de los mejores
trabajos en la música clásica:

flautista principal de
la Orquesta Sinfónica de Boston.

Había trabajado toda mi vida para eso,

pasando miles y miles de horas
durante décadas en la sala de ensayos

desde que era niña.

Conseguir ese trabajo fue como ganar
una medalla de oro en las Olimpiadas,

y sé que hoy les hablo
desde una posición privilegiada.

Sin embargo, la realidad
de mi vida profesional es complicada

y la verdad es que suelo sentirme
sola, aislada y desconectada.

Al lograr ese trabajo, me convertí
en lo que los sociólogos llaman "única".

Los puestos superiores de las mejores
orquestas estadounidenses son de hombres.

Doce de los otros 13 músicos principales
en mi orquesta son hombres

y suelo ser la única mujer en la sala.

De hecho, soy la única flautista
principal femenina

de las mejores orquestas de todo el país.

Nunca había pensado en ser la única
antes de conseguir mi trabajo soñado,

pero de pronto, fue una realidad.

Pero yo soy solo un tipo de única.

Hay muchos tipos de únicos.

Quizá sea la única persona
de color en la oficina.

Quizá sea el único estudiante
universitario de la familia

en la clase de primer curso.

O quizá sea la única pareja sin hijos
de la congregación.

Los que somos únicos por definición
no encajamos, sino que destacamos.

Y por el hecho de destacar,
nos sentimos observados

y sentimos que debemos alcanzar
un estándar más alto.

Debemos ser mejores
y debemos hacerlo solos,

sin las facilidades de una comunidad
ni el confort de ser de un grupo.

A causa de esto, nuestra vida
suele estar llena

del dolor persistente
del aislamiento y la soledad.

Ser la única en mi profesión
supone un reto.

Mi trabajo es lograr
que lo que hago parezca fácil,

pero debo ser a la vez
técnicamente brillante

y poner mi corazón y mi alma
en cada actuación.

Tengo que llegar a la excelencia

y conmover a la audiencia
hasta las lágrimas.

Lo doy todo en el escenario.

Como artista, soy continuamente juzgada
por la crítica, el público y los colegas.

Si toco una nota incorrecta,
es evidente y resulta embarazoso,

todos se dan cuenta.

Pero lo que puede ser devastador,

quitarme el sueño y hacer
que me cuestione a mí misma

son las críticas a mi voz
artística personal.

Pueden considerar mis elecciones
expresivas exquisitas y bellas,

pero otros pensarán
que son mediocres y aburridas.

Pensarán que soy mediocre y aburrida.

Este tipo de críticas subjetivas

puede hacer que los artistas
se sientan frágiles y expuestos.

Y es algo que hacemos noche
tras noche, semana tras semana.

Se necesita disciplina de por vida
para mantener el nivel de excelencia

y cierto tipo de valentía

para subirnos al escenario
y desnudar nuestras almas.

Mis colegas y yo estamos
todos expuestos y somos frágiles,

pero al ser la única, me he sentido
más observada y más sola.

Al ser mujer, en mi trabajo
no encajaba, sino que destacaba.

Así que creé una armadura para protegerme.

Me gusta llamarla límites saludables.

Me podrían haber considerado

estirada,

rígida.

Es verdad, he intentado ser perfecta,
impecable, imperturbable.

Y me he esforzado mucho
para no mostrarme vulnerable.

No quería parecer débil,
sobre todo como mujer.

A lo largo de los años
he mantenido las distancias

y construido un gran muro
de privacidad para protegerme.

A pesar de que ese muro
me hacía sentir protegida y arropada,

también me aislaba
y acrecentaba mi soledad.

Entonces, hace cosa de un año,

presenté y gané

una demanda de salario equitativo
contra mi orquesta.

Fue la primera y, hasta entonces,
la única de ese tipo en mi ámbito.

Después de eso,

sentí más que nunca que era la única.

Hasta hace poco, pensaba que mi soledad
estaba asociada a mi trabajo.

No hay mucha movilidad en los puestos
importantes de las orquestas,

y estaba convencida de que
iba a ser la única por mucho tiempo.

Pensaba que sabía como llevarlo,
y no vi que el cambio era posible.

También pensaba que los demás
no se identificarían con mis problemas

a causa de mi posición única
en este ámbito tan inusual.

Seguí creyendo

que cualquier grieta en ese escudo
de privacidad me haría más débil.

Cuando se resolvió mi juicio
y los medios dejaron de interesarse,

esperaba volver a mi vida normal,

a mi orquesta de fama mundial,

a mi muro de privacidad

y a la soledad por ser la única.

Pero me equivocaba.

Esa demanda hizo estallar mi mundo
de una manera que no imaginaba.

En los últimos meses, he tenido noticias
de todo tipo de personas

que han intentado cambiar algo
en sus lugares de trabajo.

Son profesores, personal
sanitario y banqueros.

Mi demanda los inspiró
y quisieron contactar conmigo.

Pensé que no tendríamos mucho en común

y mi instinto me ordenaba
esconderme tras esos muros.

Pero me sorprendió
lo mucho que teníamos en común

y lo mucho que me confortó conocerlos.

Resultó ser que muchos
eran también los únicos

y sentí que eran mis almas gemelas.

Me di cuenta de que tan solo
con un poco de imaginación,

podía dar un paso fuera de mi mundo
de la orquesta, salir del aislamiento

y ver cosas en común con gente

con la que nunca antes
había soñado poder conectar.

Me di cuenta de que mis muros
me habían aprisionado

más que protegido.

Solía ver a esas jugadoras
de fútbol increíbles

luchar por sus derechos

y deseé poder ser parte de
un equipo organizado como ese,

unido por su excelencia
y la lucha contra los obstáculos.

Cuando siento que necesito un equipo,

pienso en ser creativa,

buscar cosas en común
donde antes no las veía

y recordarme a mí misma que no pasa nada
por ser distinta a los demás.

Este nuevo equipo que he encontrado
es diverso e interesante

y nos une la experiencia compartida
de luchar duro por el cambio.

Nuestras diferencias nos fortalecen.

Este nuevo equipo me motiva,

me reta a alejarme de mi zona de confort

y me ayuda a ver el mundo de otro modo.

Ellos saben lo duro
que es intentarlo solo.

Aprender a utilizar así mi imaginación

ha sido liberador y estimulante.

Fue un regalo inesperado
que me hizo aquella demanda.

Y luego recibí otro regalo.

Una noche del verano pasado,

un grupo de jóvenes músicos
profesionales quiso hablar conmigo.

Antes de encontrarnos,
ya tenía algunos prejuicios.

Había asumido que mi soledad era rara.

Sabía que mi soledad era a causa
de mi trabajo en lo más alto de mi ámbito

y a esa armadura que había desarrollado
para enfrentarme al hecho de ser la única.

Había supuesto que
esos jóvenes profesionales,

hábiles con las redes sociales
y en el inicio de sus trayectorias,

se sentían parte de una comunidad fuerte.

Pero me equivocaba.

Ellos también se sentían solos,
sin saber quién estaba en su grupo.

Se sentían aislados,

enfrentándose a los retos
que plantean las artes escénicas.

Esa noche compartieron
historias muy dolorosas

y plantearon preguntas
complejas y profundas,

preguntas sin una respuesta fácil
o una solución simple.

Vi claro que no necesitaban oír

la versión refinada
y pública de mi persona,

sino que necesitaban a la persona real.

Así que me despojé de la armadura
e intenté hablar honestamente

sobre mis fracasos, inseguridades,
retos y vulnerabilidades.

Y me sentí sorprendentemente bien.

Al desearnos buenas noches,

la energía del grupo
había cambiado de la duda al coraje

y pude sentir lo poderoso que es
cuando no lidero en la distancia

sino en una comunidad real
con los que me admiran.

Más tarde, una joven música
del grupo me dijo

que ella y sus amigos no se esperaban
tener tanto en común conmigo.

Hasta esa noche, no tenían ni idea

de que en muchos aspectos importantes
yo no era distinta a ellos,

no era mejor, ni más valiente
ni más segura.

Me habían colocado en un pedestal

y yo lo había fortificado
con mis muros de privacidad.

Mi decisión de permanecer
sana y salva tras esos muros

no me había servido,

y a ellos tampoco.

Esa noche fue una lección
en una de esas paradojas

sobre las que es interesante pensar
pero difícil de llevar a cabo.

La vulnerabilidad conduce a la fuerza.

Pensé que comprendía
el valor de aceptar la vulnerabilidad,

pero esa conversación tan satisfactoria
con esos jóvenes profesionales

fue lo que me ayudó
a comprenderlo finalmente.

Sentí la conexión entre
la vulnerabilidad y el poder

en mi mente y mi corazón,

y no como un concepto intelectual
sino como una verdad vivida.

Todavía me da miedo hacerlo,

pero cuando dejo caer mis defensas
y muestro mi verdadero yo,

ahora veo que saco provecho
de este nuevo tipo de poder:

un poder compartido.

Es el poder de la conexión,
de la vulnerabilidad, de la honestidad.

Este poder energiza y se multiplica,

y es lo contrario a la implacable
fatiga de la soledad.

Puedo permitirme
ser generosa con este poder

y mostrar la verdad caótica
y compleja de mis experiencias.

Así, no solo animo y empodero a los demás,

sino que obtengo energías de ellos
y enriquezco mi propia vida.

Muchos tenemos grandes sueños

pero nuestra soledad nos pesa
y nos hace sentir cansados.

Aprender a dominar
este nuevo tipo de poder

puede ayudarnos a prosperar y nos da
energía para perseguir esos sueños.

Un día, quisiera mirar alrededor
y ver una igualdad verdadera,

ver diversidad,

y menos únicos.

El sueño de Uds. será completamente
distinto e igual de inspirador.

Y reconozco que el poder
y el acceso al poder

puede ser muy distinto para
cada persona según sea su privilegio,

pero cumplir cualquier gran sueño

requiere de un apoyo
constante y poderoso.

Cuando estaba aislada
y desconectada por ser la única,

yo era simplemente una sola voz solitaria.

Hoy, cuando ocupo
mi asiento en la orquesta,

no soy solo la única.

Ya no soy la solitaria única.

Los que se sienten solos,

únanse a mí para explorar
más allá de los límites

de lo que tenemos en común.

La imaginación pude ayudarnos
a encontrar unión y poder

en lugares insospechados.

Contacten con gente en diversos
puntos de sus carreras

y en diferentes fases de su vida,

y encuentren la fuerza
para ser vulnerables con ellos.

Obtendrán fuerza de ellos, y ellos de Uds.

Todos tenemos el poder de crear
comunidades únicas y vibrantes.

Este tipo de comunidades
podrían no ser obvias o estar ya hechas,

pero las construimos juntos

y son fuertes.

Gracias.

(Aplausos)