Desde la guerra hasta la paz: un viaje estudiantil

Cuando Staecey Merveille Ngabire huyó de su país asolado por la guerra para perseguir una vida más segura como refugiada en Canadá, no sabía cómo se adaptaría. En esta atrevida charla, Staecey comparte con nosotros cómo su autodeterminación le ayudó a forjar una nueva vida sin olvidarse de sus raíces burundianas. Para Staecey, la clave residía en encontrar el coraje para arriesgarse. "Decidí que aprender a convertirme en la persona que deseaba ser era mucho más importante que mi miedo al fracaso."

Todavía lo recuerdo como si fuera ayer,

el día, lleno de oscuridad,
en que llamas llenaron el aire,

el día en que me dolieron los oídos
por sonidos de disparos y bombas.

Ese fue el día de julio de 2007
que nunca se me olvidará,

cuando me subí a un avión por primera vez
para huir de mi país, Burundi,

en busca de un lugar seguro
al que pudiera llamar hogar.

Al reflexionar,

sabía que abandonaba una parte de mí
que nunca se me olvidaría.

Sin embargo, al mirar al futuro,

sabía que iba a llegar al lugar
con el que había soñado.

Nací en un país densamente poblado
que se llama Burundi,

que también está
profundamente empobrecido.

Al echar la vista atrás,
mi familia y yo éramos afortunados

de tener un refugio, comida,
y una educación.

En mi país, menos del 5 % de la población
tiene acceso a la electricidad,

es decir, la mayoría de los burundianos
viven y trabajan

con el movimiento natural
de la luz del sol.

Mi familia y yo vivíamos en una zona
civilizada de la capital de Burundi,

que se llama Bujumbura.

Mis tres hermanas y yo tuvimos la suerte
de asistir a una escuela católica

y de recibir una buena educación.

Al crecer,

me preguntaba ¿por qué nuestra casa
y las casas de nuestros vecinos

estaban protegidas con muros de cemento?

¿Por qué todos necesitábamos
tener verjas cerradas?

No entendía por qué mis padres
no dejaban a mis hermanas jugar

más allá de esos muros.

Me preguntaba: ¿por qué necesitábamos
tener apellidos diferentes,

aunque éramos familia?

No entendía por qué debíamos apagar
las luces por la noche al oír disparos,

además de escondernos bajo la mesa
y escuchar los gritos y chillidos

de la gente afuera
en medio de la oscuridad.

Es acertado suponer que mi país nativo
nunca era un lugar seguro.

Vivíamos con el miedo constante
de ser atacadas de camino a la escuela,

en casa o en medio de la noche.

Cuando comenzó el motor del avión,
yo estaba pegada a mi asiento,

respiraba hondo,
apretaba el brazo de mi padre,

me di la vuelta
y vi a mi madre fuerte y valiente,

que decía a mis hermanas y yo
que no tuviéramos miedo a lo desconocido,

sino que permaneciéramos fieles
y optimistas respecto al futuro.

Vivir en Canadá dio tranquilidad
a mi familia y yo.

Mi primera impresión de la vida local
como una niña de ocho años en 2007

fue la simple libertad
que tenían los niños de jugar afuera.

Sin embargo, no me fue fácil
empezar una nueva vida.

Me pareció gatear como un bebé
y aprender a decir mis primeras palabras.

A veces, estaba muy confundida.

Requirió mucha autodisciplina para que
no me frustrara o que no me desanimara.

Incluso de niña,
sabía que debía correr riesgos.

A veces esos riesgos valieron la pena
y otras veces no valieron la pena,

pero en la vida nunca se sabe
hasta que se intenta.

Durante todos estos desafíos,

cuando tuve que adaptarme por primera vez
a diferentes zonas horarias,

también tuve que aprender a comunicarme

con los niños de nuestro barrio en inglés,

ya que solo podía hablar
francés y kirundi.

En la escuela, tuve que salir de mi zona
de confort y hacer amigos en el recreo.

Mis compañeros de clase me preguntaban

sobre mi vida en África, Burundi.

Preguntas como: ¿hay escuelas? ¿Internet?
¿Computadoras y "casas reales"?

¿Tenías que despertarte temprano
para ir a la escuela?

¿Cuántos estudiantes había en tu clase?

Me hacían mucho más preguntas.
Pero yo tenía preguntas también.

Por ejemplo:

¿cómo se siente la nieve?

¿Qué significa Tim Hortons
para los canadienses?

Y ¿cómo se siente despertarte
cada mañana, sabiendo que estás a salvo

cuando viajas hacia y desde la escuela?

Ven, nunca pude hacer esas preguntas

porque estaba demasiado ocupada
respondiendo a mis compañeros de clase.

A veces me frustraba esto
y yo quería que acabara.

Pero al final me dije a mí misma
que solo intentaban entender quién era

y compararlo con sus propias experiencias.

Durante todos estos desafíos,

mis padres no dejaban que se me olvidara
una cita de Meg Cabo,

una autora estadounidense.

Ella dice que:

"El coraje no es la ausencia de miedo
sino la creencia

de que hay otra cosa más importante
que el miedo."

En la vida, decidí que aprender
a ser la persona que deseaba ser,

incluso en este nuevo mundo, era mucho
más importante que mi miedo al fracaso.

Me esforcé, y me dije a mí misma
que nunca me daría por vencida.

A menudo me imagino la imagen
de una gran roca.

En esa roca hay grietas por todas partes.

Pero ¿qué tiene la roca?
La roca sigue siendo fuerte y unificada.

A veces me siento así. Fragmentada.

Porque una parte de mí
sigue teniendo familia en Burundi, África,

a pesar de que mi nueva vida
está en Canadá.

Cada uno de Uds. está de viaje.

Para mí, aún no ha acabado mi trabajo.
Todavía tengo trabajo que hacer.

En los años venideros, aspiro a terminar
mi licenciatura en ingeniería civil,

y obtener experiencia en Canadá
y en todo el mundo.

Pero mi objetivo principal en la vida

es aplicar esas habilidades
y conocimientos a comunidades

y a países en vías de desarrollo,
incluso mi país natal de Burundi.

Me esforzaré por alcanzar mi potencial
porque a lo largo de mi viaje,

me gustaría ofrecer algo
a mi comunidad canadiense,

por haberme dado un lugar seguro
donde aprender, crecer y avanzar.

Durante todos estos desafíos,
aprendí a no dejar de perseguir mis metas.

Nunca me olvido del poder
de la autodeterminación.

La autodeterminación es una mezcla
de habilidades, conocimientos y creencias

que permite a una persona lograr una meta.

Comienza con el positivismo
y el optimismo.

Y sí, soy esa persona que siempre anima

a mis compañeros de clase,
a mis colegas y a mis amigas

a permanecer fieles, alegres
y seguros para siempre.

Los animo a sacar lo positivo
de toda situación.

En la vida, hay que elegir arriesgarse,
si no nunca cambiará su vida.

Cada uno de Uds. está de viaje,

y llegarán momentos en la vida
en los que deben correr riesgos,

enfrentar desafíos y problemas.

Pero es en esos momentos
cuando deben elegir autodeterminarse.

Uds. son los autores
de sus propias historias y viajes.

Tengan un objetivo, arriésguense,

y en última instancia,
concéntrense en sus metas.

Gracias.